Cada día -no sabría decir si de mañana- suena una alarma y todo comienza de nuevo. Ferrón (Jorge Temponi) se despierta molesto, y como si no hubiera parado de hablar en sus horas de sueño, le brotan los argumentos frescos sobre las injusticias y los tropezones del ser humano que le ocupan toda la existencia. Américo (Jorge Esmoris) puede apagar el ruidoso dispositivo pero precisa recordar la clave de seguridad. Cuando lo logra, recuerda su propósito: terminar de una vez por todas la construcción de un carro alegórico.
Lucién (Nestor Guzzini) “es un carnaval aparte”. Así le dice Américo a Ferrón sobre el más ingenuo y sorprendente de estos tres personajes, el único que salió una vez en una murga y se pudo subir a un tablado.
“Un planteo absurdo y surrealista pero anclado en este lugar del mundo. Una obra en clave de humor, que toma el carnaval como contexto pero no en su versión de concurso y espectáculo, sino como forma expresiva, en su sentido más satírico y delirante”, reza la gacetilla de prensa que acerca al posible espectador algo de lo que puede verse en esta obra teatral escrita por Jorge Esmoris y Federico Silva.
El tiempo, una de las obsesiones conocidas del Flaco Esmoris, vuelve este febrero a una sala de Montevideo, en una forma inusual, o mejor dicho, rara de encontrar por ahí. El texto, y sus personajes de invención, tienen todo el tiempo del mundo para ponerse a pensar, a discutir y desarmar significados y representaciones; tienen tiempo para la desilusión y el olvido, para soñar, para hundirse en la historia del pensamiento y el lenguaje, como le pasa a Ferrón; o para revivir a través de la actuación y el juego los momentos más felices e intensos de su vida, como le pasa a Lucién. Américo está en medio de la tormenta, determinado a darle sentido a cualquier cosa que ayude a terminar ese carro.
Pasan los días, recuerdan corsos y corrientes del pensamiento, todo junto; bajan y suben sobre escaleras que los acercan a la mirilla de un mundo que por alguna razón los dejó afuera, o en el fondo.
Antes de dormirse se juntan en un rincón para escuchar una melodía, no se sabe si sale de una radio o de una cajita musical. Lucién encuentra el traje del indio Río Revuelto, el personaje que lo hizo cupletero, y que todavía puede interpretar sin nostalgia.
Cuando el cuerpo de Esmoris se vuelve heroico de quijotesco y su discurso se adueña de la escena, la mente imagina que una vuelta de la Antimurga BCG al carnaval, y a los tablados de los barrios, sería tremenda: una onda expansiva de arte vivo, una piñata de símbolos de uso libre, y un montón de alegría.
Sobre las tablas de esta sala cerrada, la ficción parte de un acuerdo distinto con el público, pero es febrero y es carnaval. Esmoris, como siempre, hace lo que quiere, y debe tener razón, con este absurdo febril y apocalíptico donde la única esperanza que queda es seguir construyendo ese carro.
- Próximas funciones de Recuerdos de Niza: viernes 11 y sábado 12 de febrero a las 21.00 en Sala Zitarrosa. 2x1 Comunidad la diaria.