Los que somos fanáticos de The Rolling Stones solemos tomar a la banda básicamente como una religión, en el sentido más amable e inocuo del término; no imponemos un dogma mediante iglesias, no salimos a matar gente ni formamos bancadas, pero nos guía una especie de recelo sobre cualquier producto cultural relacionado con el grupo, digno de algún mandamiento del estilo “no tomarás el nombre de Mick Jagger –o de Keith Richards– en vano, y mucho menos la lengua, símbolo máximo de la religión” (en el fondo, no es más que la típica arrogancia que nos hace pensar que nadie podrá sacar algo sobre los Stones que nosotros no sepamos). Hay cientos de libros sobre la legendaria banda, desde múltiples enfoques, escritos por periodistas serios o no tanto, y todo tipo de satélites (hasta el español Tony Sánchez, dealer de Richards, publicó sus memorias, Yo fui el camello de Keith Richards), e incluso existe un libro sobre los libros –¿metalibro?– de los Stones escritos en español –Leyendo a los Rolling Stones, de Mariano Muniesa–).

Así las cosas, de repente los stoneanos nos topamos con un libro más, con la roja e inmaculada lengua en la tapa, pero que desde su título ya nos plantea algo muy diferente a lo que estamos acostumbrados: Los Rolling Stones y la ciencia (Siglo Veintiuno Editores), del uruguayo Ernesto Blanco, investigador, divulgador científico y docente de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, que en 2015 publicó Los Beatles y la ciencia. Si bien al principio el título nos puede asustar y retrotraer a la serie de libros sobre cultura popular y filosofía del estilo Los Simpson y la filosofía, en los que se analiza equis producto audiovisual, literario o de cualquier otra índole (también hay sobre Batman, Harry Potter y afines) desde distintas teorías filosóficas, a veces encastradas a la fuerza (a propósito, también existe Lego y la filosofía), no debemos preocuparnos, porque el libro de Blanco no sigue ese camino; no analiza la música de los Stones desde la ciencia, sino que toma a la legendaria banda como punto de partida para llegar a los más variados tópicos abordados por la ciencia con ritmo ágil, lenguaje ameno y juegos de palabras que beben de la profunda fuente del cancionero de los Stones y funcionan como guiños que disfrutarán tanto los religiosos como los que únicamente conocen los hits.

“Desde el punto de vista de la física, podemos decir que la división estricta entre los colores es una ilusión que depende de nuestro sistema perceptual. La luz viene en un continuo de longitudes de onda y no en un conjunto limitado de colores”, señala Blanco en el capítulo “Cuando todo se vuelve oscuro”, que parte del himno “Paint it Black” para analizar las propiedades físicas del color y terminar en un estudio que sugiere que “las personas con depresión ven atenuada la intensidad y el brillo de las imágenes, como si llevaran anteojos de sol”. Por lo tanto, luego de explicar cómo funciona el fenómeno, el autor concluye que el oscuro tema de los Stones de 1966 “anticipó de un modo muy potente y personal las implicancias de este estudio” (“I look inside myself and see my heart is black / I see my red door and I want it painted black”; “Miro dentro de mí y veo que mi corazón es negro, / veo mi puerta roja y la quiero pintada de negro”). Siguiendo con los himnos, obviamente en el libro no podía faltar el abordaje del fenómeno de la distorsión de la guitarra en el nombre del riff de “Satisfaction”, padre de todos los riffs. Amén.

Pero en otros capítulos el disparador para el viaje científico es el cantante, no la canción, por ejemplo en el dedicado a “los conspicuos labios de Jagger”, que tampoco podía faltar. Es así que nos enteramos de que hace unos años en Egipto se halló un fósil de un animal perteneciente a la familia de los antracotéridos que, según explica el autor, está emparentado con los hipopótamos y ballenas actuales y al parecer tenía enormes labios; por eso en 2014 lo nombraron Jaggermeryx, en honor al cantante. Pero el capítulo también da pie para explicar cómo funcionan los labios y el tracto vocal a la ahora de cantar.

Blanco tampoco se priva de tomar aspectos que van más allá de las canciones o las cualidades físicas de los Stones y también toma el inmenso anecdotario que conforma la biomitología del grupo, que todo religioso conoce, como el accidente en el que Keith Richards se quedó pegado con su guitarra en pleno show, el tristemente célebre “club de los 27”, del que formó parte Brian Jones, fundador y primer líder de la banda –para analizar el mito en base a datos estadísticos–, o las parejas de los integrantes, sobre todo las de Mick Jagger, que son cada vez más jóvenes (2, 13, 21 y 43 años es la diferencia de edad que tuvo –y tiene– con sus cuatro parejas más estables), y da lugar a varios estudios sobre la elección de la media naranja. “En un estudio intercultural sobre la elección de pareja que abarcó unas 37 culturas, se observó que los hombres en su segunda década prefieren parejas que en término medio tienen dos años y medio menos que ellos, casualmente una diferencia muy cercana a la que Mick tenía con su primera esposa”, explica el autor. En definitiva, en este libro los Stones sirven de buena excusa para recorrer caminos científicos que de otra manera quizás los civiles melómanos ajenos a la ciencia no pisaríamos. Además, todos los estudios están debidamente citados como para que el curioso pueda desviarse y profundizar. Al final, como bien reza el subtítulo del libro, no es sólo rock and roll.

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