Tras las llamas y el colapso de gran parte del edificio del Museo Nacional de Río de Janeiro, que echó a perder invaluables colecciones zoológicas, antropológicas y paleontológicas, la institución y sus funcionarios deben enfrentar ahora, en medio de la tristeza, la bronca y la desazón, la titánica tarea de la reconstrucción y, lo que es tanto o más difícil, de devolver a la vida a una entidad que, además de exhibir maravillosas colecciones, producía conocimiento y formaba investigadores. Puede que no sea mucho, pero desde nuestro país un par de iniciativas se ponen a la orden para la tarea.

Los museos sean unidos

A las pocas horas de conocerse la tragedia, la Dirección Nacional de Cultura, en una carta firmada por el director Sergio Mautone y por el coordinador del Sistema Nacional de Museos, Javier Royer, se comunicaron con el director del Museo Nacional de Río de Jainero, Alexander Kellner, el presidente del Instituto Brasileño de Museos (Ibram), Marcelo Araujo, y el rector de la Universidad Federal de ese estado, de la que dependía el museo destruido, Roberto Leher. En la misiva expresan que sienten “desazón y un profundo dolor por lo sucedido en el Museo” y “en nombre del gobierno uruguayo y de todos los museos de nuestro país” envían un “saludo fraterno y solidario” poniéndose “a disposición para colaborar en lo que estimen oportuno”.

Se podría pensar que tales ofrecimientos de colaboración son sólo una cuestión formal que debe figurar en este tipo de escritos. Pero en esta ocasión las palabras van acompañadas de la intención real de contribuir ante una desgracia que afecta al patrimonio científico y cultural de toda América Latina. Javier Royer señala que “en el área museos, a nivel regional hay un gran contacto por dos vías. Por un lado, dentro del Mercosur Cultural, que reúne a casi todos los países de Latinoamérica, existe un comité técnico de Museos del Mercosur; por otro, está Ibermuseos, un programa iberamericano”. También adelanta que el comité técnico de Museos del Mercosur se reúne hoy y el tema casi excluyente será el Museo de Río. “A nivel de Mercosur los distintos museos hemos estado en contacto para ver cómo se puede colaborar”, relata Royer, y cuenta que le han pedido al Ibram que les indique en qué áreas están precisando ayuda.

Mientras esperan la respuesta de sus pares brasileños, ya se plantean dos escenarios posibles. “Nosotros estaríamos dispuestos a colaborar con técnicos, por ejemplo del Museo Nacional de Historia Natural o del Museo Nacional de Antropología”, afirma Royer, y esboza otro camino “no tan claro” pero que están dispuestos a explorar: el de la colaboración con material para las colecciones. “Ellos están hablando de que tienen intención de reconstruir las colecciones y hay varios museos de distintas partes del mundo que se han puesto a disposición para colaborar con piezas que podrían integrarse a su nueva colección”, adelanta. “Es un camino más complejo, pero desde nuestro lugar podemos colaborar en articular y promover a nivel internacional que esa colaboración pudiera realizarse”, dice Royer, consciente de que hay muchos museos en el mundo que se han llevado varias piezas valiosas de Brasil.

Sin proponer una restitución total de las piezas sacadas del gigante norteño, lo que “implicaría desarmar casi todos los museos del mundo y armar unos nuevos”, reflexiona, hay cosas que pueden hacerse ante una situación extrema como esta. Y para predicar con el ejemplo, piensa en voz alta sobre acciones que podríamos tomar en Uruguay: “Nuestro Museo Nacional de Antropología tiene una colección etnográfica de centenas de piezas recogidas a mediados del siglo pasado cuando investigadores uruguayos fueron a la Amazonia y otras regiones de Brasil. Seguramente los museos brasileños tengan mucho de eso, pero podemos poner a disposición esa colección para ver si hay algo que sea de interés para la nueva colección del Museo Nacional”. En caso de que lo hubiera, se conversarían las condiciones y la forma. “La idea es que sea algo que trascienda lo bilateral e involucre a distintos países de la región”, afirma Royer esperanzado, aunque confiesa que son cosas que han pensado desde la Dirección de Cultura pero que hay que ver qué es lo que trata hoy en el comité. Por otro lado, Ibermuseos tiene un fondo destinado para solucionar problemas de patrimonio en riesgo. “No es una gran suma, ronda los 30.000 dólares, pero ya se ha resuelto entre todos los miembros de Ibermuseo que este año ese dinero vaya íntegro para el Museo Nacional de Río”.

Solidaridad entre colegas

Para muchos de nuestros investigadores, Río de Janeiro está mucho más cerca de lo que indican los mapas. Es el caso de Fernando Pérez Miles, biólogo de la Sección Entomología de la Facultad de Ciencias e investigador asociado del Laboratorio de Etología, Ecología y Evolución del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE). Pérez Miles hizo varias pasantías de estudio en el Museo Nacional de Río de Janeiro, las primeras en la lejana década del 80 del siglo pasado. “Más allá de todo lo que se perdió, que es irreparable, como la colección más grande de opiliones de América, o los 1.500 especímenes tipo de arácnidos, la gente además tiene que volver a trabajar y carece de todos los elementos necesarios para hacerlo”, dice apenado.

Por este motivo, comenzaron a contagiar a colegas, tanto de la Facultad de Ciencias como del IIBCE, para juntar distintos materiales que puedan llegar a ser útiles para sus pares norteños, como tubos Falcon, cápsulas de petri, pinzas o el papel especial que se utiliza para las etiquetas de los especímenes. El envío del material se va a hacer de forma conjunta –cuentan con el apoyo de la Facultad de Ciencias para financiarlo– y ahora están viendo la mejor forma de hacerlo. “Parece paradójico pero no es sencillo que todo este material ingrese a Brasil sin pagar impuestos, aunque se trate de una donación”, remata con amargura Pérez Miles. Lejos de lo que piensa mucha gente, el mundo de la ciencia no está dominado por lo racional y, por suerte, los sentimientos siguen siendo una variable importante.