Antiguamente, para definir qué es noticia y qué no lo es, se ponía el ejemplo de un perro y una mordedura. Si el perro mordía a una persona, eso no era noticia. Si en cambio una persona era la que mordía a un perro, entonces se estaba ante una primicia digna de ser contada. Sin embargo, un problema por frecuente no deja de ser un problema. No pasa mucho tiempo sin que escuchemos de alguien, ya sea un menor o un adulto, que haya sido atacado por perros. Mientras que la mordida de un perro pequeño probablemente no llegue a los titulares ni siquiera de un informativo dominical de tres horas de duración, cuando el que muerde es un perro de porte, como un pitbull, cimarrón o dogo, el asunto cambia. Personas desfiguradas, situaciones traumáticas y hasta fallecimientos pueden ser causados por los mejores amigos del hombre.

¿Hay razas que ataquen más a los humanos que otras? ¿Hay razas que ataquen más a otros perros que otras? Parte de esas preguntas son abordadas por el artículo “Percepciones de los veterinarios clínicos sobre sexos y razas de perros involucrados en agresividad en Montevideo, Uruguay”, redacatado en 2018 y publicado recientemente en el volumen 28 de la revista Society & Animals por investigadores de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República y otros colegas.

La agresividad

Según reportan Paul Ruiz Santos, María Belino, Ruben Rijo, José Piaggio y Juan Pablo Damián en su artículo, entre los problemas de comportamiento canino la agresividad es el de mayor frecuencia. Pero además, dado el gran número de personas que sufren ataques de perros cada año en diferentes partes del mundo, es un fenómeno de gran importancia para la salud pública. En Uruguay, en la última década, el Ministerio de Salud Pública (MSP) registró un promedio de entre 2.500 y 3.000 personas mordidas al año. “Parece un número alto, pero si se ve la tasa cada 100.000 habitantes, Estados Unidos tiene una tasa muy superior”, comenta Juan Pablo Damián, del Departamento de Biología Molecular y Celular de la Facultad de Veterinaria.

“La agresión es una característica importante del comportamiento social de los animales, y generalmente se refiere a un comportamiento realizado para neutralizar a un individuo o una situación percibida como amenazante, que finalmente se resuelve mediante el combate o la defensa”, escriben los autores. Una vez definida la agresividad, el siguiente paso importante, dice Damián, es descartar desde el punto de vista clínico veterinario cualquier causa orgánica que pueda estar provocando la reacción agresiva. “Puede haber tumores a nivel central, hipotiroidismo, dolor o prurito, un montón de elementos orgánicos que irriten al animal, como nos ocurre a nosotros cuando tenemos molestias”, explica el especialista. Si no hay causas orgánicas, entonces se puede buscar otro tipo de explicaciones para el ataque, ya sea a personas u otros animales.

La agresividad hacia humanos puede desencadenarse en diferentes situaciones. Una de ellas puede ser “un tema de estructura social, que antes se llamaba dominancia, mientras que ahora se habla más de conflicto social”, sostiene Damián. “El perro ocupa un lugar en el grupo. Cuando cree que está por encima del resto de quienes conforman ese grupo, empiezan a generarse problemas”, explica. Otras agresiones pueden vincularse al momento de juego entre la persona y el perro, sobre todo entre cachorros que están pasando a la pubertad y niños varones. “A veces la transición entre juego y agresión es un límite muy pequeño, que en combinación con el influjo más hormonal, a veces lleva a esas cuestiones”, sostiene el investigador. Esta última situación es una de las razones por las que los niños varones son el grupo poblacional más afectado por las mordeduras de perros, por la forma de juego “más activo, de más gesticulaciones, donde se simulan peleas, frente a los que el perro a veces responde de manera agresiva”, explica Damián. Otro tipo de situaciones que pueden desencadenar la agresión, en este caso en hembras, se da cuando la madre está con su cría y una persona intenta quitársela. Luego está la agresión “redirigida”, que se produce cuando dos perros están peleando y alguien es agredido al intentar separarlos.

Si bien la lista de situaciones de agresión de perros a humanos podría continuar un rato más, pasemos ahora a la agresividad entre perros. Esta suele darse en ambientes en los que conviven muchos canes en el mismo espacio. Esta situación “es un dolor de cabeza para los propietarios”, comenta Damián, ya que “tienen que cambiar pautas, generar cambios para que los perros y las personas puedan convivir en mejores condiciones”.

Las consecuencias de las agresiones pueden variar desde “muy leves hasta lo más grave, que es la muerte de la persona u otro animal”, plantea el experto, y añade que “hay personas que quedan con la cara desfigurada o que pueden perder algún miembro”. Pero no sólo están las consecuencias físicas, sino las psicoemocionales, que son más fuertes aún en los niños, dice el investigador. Una vez que un niño o niña tiene una experiencia muy negativa con un perro, puede acarrear consecuencias futuras o incluso “llegar a generar pánico” al estar ante estos animales.

Agresión y raza

En su trabajo los investigadores reportan que “los efectos de la raza y el sexo son dos factores ampliamente estudiados en la agresión canina”. Y a propósito del primero señalan que “el efecto de la raza ha generado un debate que permanece abierto”. De hecho, dan cuenta de investigaciones en distintos países y años que arrojan distintas razas como las que más agresiones registran hacia los humanos. Una investigación anterior de Damián y los mismos colegas –salvo Piaggio– arrojó en 2011 que en Uruguay “las razas caninas que están más involucradas en episodios de agresión hacia humanos (según especialistas en etología clínica y datos de mordeduras en correspondencia oficial del MSP) fueron la rottweiler, cocker spaniel, cimarrón y ovejero alemán”. Para esta investigación se propusieron dar un paso más e indagar en la percepción de los veterinarios clínicos sobre la relación entre agresión, razas y sexos.

Para conducir el estudio se distribuyó una encuesta entre veterinarios clínicos. De 300 veterinarias registradas en el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, se seleccionaron al azar 103 clínicas veterinarias de Montevideo y se recibieron 100 respuestas entre febrero y marzo de 2010. En la investigación los autores plantean que “la clínica veterinaria presenta un contexto social particular en el que evaluar la agresividad. Tiene varios factores que pueden desencadenar este comportamiento: la presencia de extraños, olores y otros animales, así como el hecho de que en la clínica veterinaria los perros son sometidos a estímulos que pueden ser dolorosos”. Asimismo, Damián comentó que sólo se consideraron razas puras por una cuestión metodológica, pero que “eso no quiere decir que las razas cruzas no sean importantes”, e incluso en un estudio anterior los especialistas encontraron que “aproximadamente la mitad de los perros que participan en eventos agresivos son cruzas o mestizos, lo cual demuestra que ese dato es muy importante a la hora de reglamentar sobre las razas de perro”.

El problema, sostienen los investigadores, es que mientras que es posible establecer una reglamentación sobre razas puras porque la lista es finita, reglamentar sobre las cruzas presenta un problema sobre el que nadie tiene respuesta. Aun así, legislar sobre razas puras también es un gran tema de debate internacional sobre el que no hay consenso. De hecho, en algunos países, luego de poner en rigor una lista de razas potencialmente peligrosas, no afectó el número de personas mordidas en comparación con años anteriores.

De todas formas, la encuesta tiene su valor. De acuerdo a las respuestas de los veterinarios, en Montevideo se atienden en promedio 2.746 consultas al año. De ellas, “19,5% se debe a problemas de conducta, de los cuales 38% se debe a problemas de agresividad”. En relación con el efecto de la raza sobre la agresividad, la mayoría de los veterinarios sólo mencionaron razas puras vinculadas en los actos de agresión entre perros o hacia personas (61% y 53%, respectivamente), razas puras y cruzas (22% y 20%) y sólo cruzas (7% y 13%).

Según la percepción de los veterinarios, las razas más agresivas hacia otros perros fueron pitbull (48%), pastor alemán (28%), cimarrón (25%) y rottweiler (13%). En cuanto a la agresividad hacia los humanos, las razas que los veterinarios citaron con mayor frecuencia fueron pitbull (30%), pastor alemán (27%), cocker spaniel (15%) y cimarrón (14%).

¿Hay razas más agresivas que otras?

Para los investigadores este quizá sea el punto más complicado de todo el estudio, porque entre especialistas no hay una posición unánime al respecto ni en Uruguay ni a nivel internacional. “Tenés muchísima gente que te dice que si a un pitbull le das mucho cariño va a ser divino, pero después resulta que no. Aunque también existen muchos otros casos que nunca presentan problemas. Entonces, hay campañas que cinchan de todos lados con esto”, expresa Paul Ruiz, del Departamento de Biología Molecular y Celular de la Facultad de Veterinaria. Ruiz también menciona la influencia en este tema de los medios de comunicación, que “instalan modas” sobre las razas consideradas peligrosas, algo que “confunde la discusión”.

Los investigadores consideran que sí hay razas que están más predispuestas a ser agresivas, y sostienen que han comenzado a aparecer estudios científicos que tratan de acercarse a una explicación de la agresividad desde parámetros biológicos de los perros. Por ejemplo, Damián menciona un estudio realizado sobre el cocker spaniel, que planteó que las diferencias de agresividad según las razas podrían estar relacionadas con diferencias en los niveles de algunos neurotransmisores, específicamente de serotonina. En este estudio los investigadores mostraron que los perros con tendencias agresivas tenían menos niveles de serotonina que los no agresivos. Asimismo, al comparar al cocker spaniel con otras razas agresivas, vieron que presentaba niveles aún más bajos de este neurotransmisor. “Es un indicio que podría estar explicando por qué esta raza en particular tiene cierta predisposición hacia la agresividad”, comenta Damián. Ruiz agrega que hay una teoría en psicología que plantea que la relación entre serotonina y agresividad funciona igual en humanos y añade que “parece que hay una cuestión evolutiva en todo esto”. Para Damián, un aspecto positivo en este hallazgo es que los niveles de serotonina se pueden tratar con fármacos que los regulan.

De todas formas, advierte que “hay que ser cautelosos a la hora de hablar de razas y agresividad canina” y señala que si bien la “mitad de los perros que participan en eventos agresivos son de razas cruzas o mestizos, y que puede haber cierta predisposición o tendencia de la raza a la agresividad, hoy por hoy no se puede decir que la raza es un factor determinante en la agresividad canina”. En este sentido, el investigador comenta que los resultados en relación a la raza y la agresividad varían según la fuente de información que se considere. Por ejemplo, si se toman en cuenta los datos del MSP, el cocker no aparece en los primeros lugares de la lista, mientras que si se analizan datos de especialistas en etología clínica o de veterinarios, “el cocker aparece en los primeros lugares”.

Agresión y sexo

Desde este ángulo, el trabajo arroja que los machos caninos están más involucrados en episodios de agresión (62%) que las hembras. Según la percepción de los veterinarios, “se encontraron porcentajes similares en los eventos de agresión entre perros (54%) y los eventos dirigidos a humanos (46%)”.

De acuerdo a Damián, esto tiene una explicación “bastante sencilla”: “el sexo y la agresión en machos están vinculados a una hormona, la testosterona, que regula los patrones de comportamiento”. De hecho, señala que “en machos que son agresivos se recomienda la castración”. En tanto, en hembras la situación cambia y la castración no es recomendada para controlar la agresividad, ya que incluso puede generar el efecto contrario. “Las hembras en su ciclo reproductivo –dependiendo de cuántos ciclos tenga cada perra por año– tienen flujo de progesterona, una hormona antiestresante, lo que hace que respondan con menos agresividad”, explica. De hecho, en un trabajo previo el grupo de investigadores determinó que entre los perros machos agresivos “casi el 100% eran intactos –o sea no fueron castrados–, mientras que las perras intactas estaban alrededor de 60% y 40% eran castradas”.

Factores externos

Es importante considerar que existen varios factores externos que pueden provocar que un perro manifieste un comportamiento agresivo, entre ellos algunos relacionados con el “comportamiento y/o personalidad de los dueños”, “el cuidado y manejo del perro”, “el origen de los cachorros y el contexto social en el que se desencadena la agresión”.

En el estudio los autores mencionan que los propietarios de razas de perros agresivos tienen puntuaciones más altas de psicoticismo que los dueños de perros no agresivos. En este sentido, Ruiz comenta que a través de la terapia asistida con animales se ponen en juego las emociones que tienen el animal y el ser humano con el que interactúa. “El estado emocional de uno afecta al otro; eso se conoce como contagio emocional” comenta. En su tesis de doctorado Ruiz estudió el contagio emocional en animales, y observó que las ratas deprimidas terminan por deprimir a las no deprimidas. Esa situación puede replicarse en cualquier especie y no sólo de forma negativa. Damián comenta que un estudio reciente realizado en Estados Unidos reportó un incremento en el número de personas mordidas por perros unos meses luego de comenzada la pandemia covid-19, lo que sugiere que este hecho está vinculado al “contagio emocional”, entre otras cosas.

El cuidado y manejo del perro es un elemento muy importante que puede afectar el comportamiento agresivo. Las personas que tienen muchas mascotas en ocasiones exceden sus capacidades para satisfacer sus necesidades. El origen de los cachorros es otro de los elementos a considerar, y los autores señalan que los perros de las “tiendas de mascotas tenían más probabilidades de desarrollar problemas de comportamiento, como la agresión, que los obtenidos de criadores no comerciales”.

Con todas estas consideraciones sobre la mesa, los investigadores hacen una reflexión: “Queremos resaltar la importancia de la prevención y la educación. No solamente dirigida a los niños, sino a que todas las personas sepan comprender y tratar de entender cuáles son las señales que emiten los perros, cómo tratarlos, cómo manejarlos y cómo responder ante ellos”, expresó Damián.

Artículo: “Clinical Veterinarians’ Perceptions about Sexes and Breeds of Dogs Involved in Aggressiveness in Montevideo, Uruguay”.
Publicación: Society and Animals (volumen 28, 2020).
Autores: Paul Ruiz Santos, María Belino, Ruben Rijo, José Piaggio, Juan Pablo Damián.