2020 fue un año totalmente extraño. La llegada del nuevo coronavirus, que había comenzado a hacer de las suyas muy lejos, en China, en 2019, cambió drásticamente a un país que ya estaba experimentando un cambio de gobierno. En otros artículos se tratan algunos aspectos políticos, sociales y de salud de este año que termina. Aquí nos centraremos en los esfuerzos llevados adelante por la comunidad científica para enfrentar la pandemia.
Recientemente, Gonzalo Moratorio, investigador de la Facultad de Ciencias y del Institut Pasteur de Montevideo, fue incluido en Nature’s 10, un listado de los diez científicos más importantes del año para la revista Nature. Por otro lado, desde la primera conferencia dada por el Grupo Asesor Científico Honorario, el GACH, Rafael Radi, su coordinador, apeló a metáforas futboleras para referirse a cómo le estaba yendo al país en su intento por minimizar el avance de la covid-19. “Esto es como estar jugando un partido en la altura de La Paz aguantando el 0-0. Estamos bastante contentos, pero nos pueden golear en tres minutos”, decía en aquel lejano 21 de mayo.
El juego de este balance 2020 de la diaria Ciencia queda enmarcado por esos dos acontecimientos: en lugar de elegir diez destacados, vamos por 11, como los jugadores de un equipo de fútbol. Pero como además la ciencia casi siempre es un trabajo colectivo ‒y somos un diario cooperativo‒, en lugar de elegir 11 científicos y científicas destacados, decidimos seleccionar 11 iniciativas científicas y académicas que marcaron la diferencia. Como todo balance, es parcial y antojadizo. Y como todo ser humano, seguro nos olvidamos de cosas importantes. Así que aquí vamos, una vez más. Queridos científicas y científicos que hacen ciencia en Uruguay: gracias por tanto, perdón por tan poco (mientras escribimos estas líneas se conocen los resultados de los fondos que la Agencia Nacional de Investigación e Innovación destina a proyectos de investigación en ciencia básica y aplicada; los números, tanto de montos otorgados como de proyectos financiados, serían preocupantes en un año corriente, y en este 2020, cuando ciencia se puso la camiseta por duplicado, simplemente llenan de tristeza e impotencia). En la cancha los paramos con una formación 1-4-2-3-1. ¿Por qué? ¡Porque uno se dedica a la ciencia, y no al fútbol!
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1. GACH: atajando los contagios
Por qué: el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) se dedicó al estudio de la evidencia disponible sobre el nuevo SARS-CoV-2 para asesorar al gobierno en la toma de decisiones. Sus lineamientos de hacer énfasis en el distanciamiento físico y otras medidas no farmacológicas, el testeo y el seguimiento de los casos y una apertura progresiva, regulada y monitorizada, permitieron al país tener la pandemia bajo control durante meses. De hecho, el apartamiento de sus lineamientos durante las elecciones nacionales a fines de setiembre, la reapertura de distintas actividades y el cansancio natural, tras más de diez meses, por parte de todos nos llevan a terminar el año con un panorama más complejo que cuando el GACH comenzó a funcionar, en mayo.
Quiénes: el GACH está coordinado por Rafael Radi (investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República - Udelar), Herny Cohen (del Hospital de Clínicas, coordinador del área Salud) y Fernando Paganini (de la Universidad ORT, coordinador del área de datos). Pero el grupo es mucho más que sus coordinadores: más de media centena de personas de distintas instituciones científicas y académicas aportan su conocimiento para acceder a la mejor evidencia que sirva como insumo para tomar decisiones.
2. GUIAD COVID-19: la defensa de los modelos
Por qué: el Grupo Uruguayo Interdisciplinario de Análisis de Datos de COVID-19 (GUIAD) nació cuando la pandemia daba sus primeros pasos en Uruguay y desde distintos ámbitos se trataba de ver si la curva de contagio crecía lineal o exponencialmente. Como mar de fondo estaba la idea de que lo mejor que podíamos hacer pasaba por aplanar la curva de infectados para que los CTI no se saturaran. El GUIAD surgió con el objetivo de colaborar realizando “análisis de los datos relacionados a COVID-19 y el modelado matemático de la dinámica de la epidemia” para obtener “herramientas que permiten analizar posibles escenarios futuros frente a medidas de mitigación y control del impacto”. Y cumplieron con creces, realizando reportes técnicos e informes y disponibilizando datos.
Quiénes: el GUIAD está formado por “un grupo de científicos e investigadores uruguayos de diferentes disciplinas e instituciones reunidos con el objetivo de aportar en la mitigación del impacto del COVID-19 a partir del análisis de datos relacionados con esta enfermedad”. En sus filas hay más de 40 investigadores y académicos de áreas de la biología, biofísica, ingeniería, ecología, matemática, medicina, estadística, psicología, neurociencias y sociología, en su mayor parte de distintas facultades de la Udelar.
3. Los kits de diagnóstico: la defensa del testeo soberano
Por qué: una de las formas de controlar la expansión de la pandemia era determinar quiénes estaban infectados para así poder aislar a esas personas (evitando futuros contagios) y darles el tratamiento médico en caso de necesitarlo (la mayoría de los enfermos no requieren cuidados médicos). Eso era sabido en todas partes del mundo, por lo que los reactivos e insumos para hacer los test para la enfermedad escasearon. Investigadores del Laboratorio de Virología Molecular de la Facultad de Ciencias y del Laboratorio de Evolución Experimental de Virus del Institut Pasteur, entre los que se encuentran Gonzalo Moratorio y Pilar Moreno, junto a una decena de investigadores e investigadoras, se pusieron a desarrollar un test de detección de coronavirus por la técnica de PCR en tiempo real, acorde a lo que había en plaza. Luego, junto a la empresa ATGen, encontraron la forma de llevar ese test a un kit sencillo de producir.
Quiénes: el kit de diagnóstico por PCR en tiempo real fue desarrollado y producido por el consorcio conformado por la Facultad de Ciencias, el Institut Pasteur de Montevideo y la empresa ATGen. Participaron muchos jóvenes investigadores y ayudantes de ambos laboratorios.
4. Implementos e insumos para hisopados: defendiéndose con palitos
Por qué: teniendo kits de diagnóstico propios, había que superar otros inconvenientes. Las muestras virales debían extraerse de las fosas nasales mediante un hisopo. A su vez, el hisopo debía preservarse en un medio de transporte adecuado hasta que pudiera ser analizado. La demanda mundial de tales implementos aumentaba. Entonces, en nuestro país se desarrollaron no uno sino tres tipos de hisopos distintos, como nos contaba Margot Paulino, de la Facultad de Química. Hilados, de silicona, y de poliuretano termpoplástico moldeado en impresora 3D: había para elegir. También se adecuaron los medios de transporte. Un dato anecdótico: los palitos en los que se colocan esos punteros hilados, de silicona o de TPU los proveyó, tras una mínima adaptación, una fábrica que elabora palitos para revolver cócteles.
Quiénes: investigadoras e investigadores de la Facultad de Química, la Facultad de Ingeniería y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo.
5. Los análisis genómicos: la defensa de conocer al enemigo
Por qué: conocer cuáles eran las variantes de SARS-CoV-2 que circulaban en nuestro país era sumamente relevante. En base a ello podría determinarse, por ejemplo, cuándo había ingresado el virus a Uruguay, o estar alerta ante variaciones y cepas distintas. En la primera quincena de abril, el trabajo de investigadores de distintas instituciones, comunicado en una conferencia de prensa por Gregorio Iraola, Pilar Moreno y Gonzalo Moratorio, permitió conocer un poco más al virus que nos obligaba a quedarnos en casa. Para ello secuenciaron los genes de los virus encontrados en personas que fueron diagnosticadas entre el 16 y el 19 de marzo. Y concluyeron que el SARS-CoV-2 había ingresado al país por tres vías diferentes e independientes. Desde entonces, el análisis genómico permite saber más sobre los brotes, qué variantes circulan y nos mantienen informados sobre posibles mutaciones, que hasta ahora no se han registrado, que podrían complicar el partido.
Quiénes: el trabajo inicial fue llevado adelante por investigadoras e investigadores de la Udelar, el Institut Pasteur de Montevideo, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) y el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE).
6. Test serológicos: cuidando la retaguardia
Por qué: los test de diagnóstico de PCR nos informan quiénes tienen SARS-CoV-2 al momento de hacerse el hisopado. Pero nada dicen sobre si esa persona estuvo o no infectada por el virus en el pasado, algo que es relevante, dado que muchas personas no enferman de covid-19 pese a poder contagiarla (los famosos “asintomáticos”). En paralelo al desarrollo de los test de diagnóstico, científicos como Otto Prisch y Gualberto González se pusieron a pensar en test que permitieran detectar la presencia de anticuerpos para el nuevo coronavirus y que, por lo tanto, sirvieran para detectar si una persona había cursado o no una infección. Habiendo arrancado en marzo, los test serológicos fueron presentados antes de que terminara julio . Como dijo González, serán muy importantes cuando empiecen a llegar las vacunas “para monitorear cómo se va desarrollando la inmunidad en la población e ir viendo la respuesta de anticuerpos”. Recién ahí podremos soñar con una nueva normalidad.
Quiénes: fueron desarrollados y producidos gracias al trabajo colaborativo entre el Institut Pasteur de Montevideo, las facultades de Medicina, Química y Ciencias de la Udelar, y la empresa ATGen.
7. Monitoreos en transporte colectivo: cuidando la movilidad
Por qué: desde la llegada del nuevo coronavirus a Uruguay el sistema de transporte colectivo debió adaptarse a una realidad cambiante. Mientras se insistía en quedarse en casa y respetar el distanciamiento físico, también era cierto que gran cantidad de personas necesitaban moverse dentro de la ciudad y que en los ómnibus hablar de distanciamiento era casi un chiste de mal gusto. Como muchas otras cosas, el transporte desnudó que lo científico y lo sanitario eran sólo dos aspectos del fenómeno de la pandemia. Tratando de aportar evidencia rica sobre qué estaba pasando con el virus en el transporte, un grupo de investigadores e investigadoras dejaron ‒por un rato‒ sus laboratorios y salieron a tomar muestras en buses en octubre y diciembre. Sólo este mes constataron rastros de SARS-CoV-2 en 14,5% de las unidades de transporte de Montevideo analizadas. La circulación comunitaria, en diciembre, ya era un hecho.
Quiénes: investigadores del IIBCE en convenio con la Intendencia de Montevideo.
8. Tests rápidos LAMP: ofensiva para ganar tiempo
Por qué: el test de diagnóstico con la técnica PCR en tiempo real son el estándar para confirmar si una persona ha sido infectada por el SARS-CoV-2. Pero así como es confiable y eficiente, también presenta algunos inconvenientes, como requerir equipos específicos que son costosos, el manejo por gente especializada, y un mínimo de tiempo determinado (que no es mucho, pero que aumenta si se le suman las instancias de hisopado, transporte de la muestra al laboratorio y posterior análisis de la muestra). Por eso investigadores se pusieron en trabajar en otras técnicas de detección que se proponían en la comunidad científica internacional. El resultado son los test LAMP (en inglés, amplificación isotérmica mediada por bucle), que amplifican el material genético de una forma más sencilla. A su vez, la interpretación del resultado se hace a simple vista: si el paciente es positivo, el líquido analizado pasará de rosado a amarillo. El test está pensado para lugares donde no hay infraestructura o personal que pueda realizar un test PCR o para diagnosticar en un tiempo menor, como en el caso de los transportistas en los pasos de frontera.
Quiénes: fueron desarrollados por investigadores del Institut Pasteur de Montevideo y de la Facultad de Ciencias y Facultad de Química de la Udelar.
9. Desafíos ANII: pases entre líneas
Por qué: la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) es un organismo que ejecuta las políticas científicas. Entre varios de sus roles y competencias, tiene la finalidad de asignar fondos para proyectos de investigación, innovación, desarrollo y transferencia. Con la llegada de la pandemia, la ANII, que acababa de cambiar sus autoridades, reaccionó con celeridad y lanzó tres desafíos ‒para proyectos concursables que debían resolverse en plazos muy breves‒ que tuvieron como resultado la producción de kits diagnósticos por PCR, el diseño y producción de ventiladores para CTI y de test serológicos.
Quiénes: ANII.
10. Laboratorios unidos: armando el juego
Por qué: ya desde marzo nuestra comunidad científica comenzó a trabajar en distintos aspectos relacionados con el nuevo coronavirus. Poco a poco fue comenzando a quedar claro que para seguir avanzando en investigación que generara conocimiento y soluciones, era necesario contar con equipamiento, insumos y, obviamente, personal. Algunos investigadores comenzaron a hacer un inventario de los equipos, reactivos y aparatos en sus laboratorios, muchos de ellos cerrados por la pandemia, que podrían ser de utilidad para las investigaciones en curso. Equipos, reactivos e insumos se movieron para que la ciencia siguiera su curso, tanto en laboratorios como en hospitales.
Quiénes: IIBCE, diversas facultades y centros de la Udelar, INIA, Polo Científico Tecnológico de Pando.
11. Udelar: la cantera de goleadores
Por qué: sin la formación de científicos y científicas ‒un proceso que implica más de una década‒ no habría existido una comunidad científica capaz de reaccionar ante la llegada de la pandemia (y no olvidemos el papel que cumple el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas, Pedeciba). Sin ellos y ellas no habría ni kits diagnósticos, ni test serológicos, ni modelados, ni grupos asesores científicos honorarios, ni médicos y personal de primera línea de la salud. Más de 80% de la investigación científica de Uruguay se realiza en la Udelar. Si analizamos la formación de las personas que han atacado desde la ciencia distintos aspectos de la pandemia, ese porcentaje debe ser aún mayor. Ya sea que trabajen aun en la Udelar o investigando en instituciones como el Institut Pasteur, el IIBCE o el INIA, la gran mayoría de nuestras científicas y científicos se formó en alguna de las facultades de la Udelar. Muchos tienen perfil bajo y sus nombres no trascienden. Si este 2020 nos dejó alguna enseñanza es que gran parte de lo logrado para que nos fuera relativamente bien ante esta pandemia fue posible gracias a que ya existía una comunidad científica y académica comprometida con el país y capacitada para encarar desafíos. Más allá de nombres y apellidos, más allá de matices y puntos de vista, si en este país queremos una ciencia de calidad, no queda otra que apuntalar a la casa donde quienes la hacen se forman.
Quiénes: Udelar.