Es posible que haya sido uno de los mejores jugadores de fútbol de todos los tiempos. Alguien que escribe de ciencia no sería el indicado para afirmarlo. Pero hay algo en lo que sí hay una relativa mayor certeza: fue uno de esos pocos futbolistas que lograron concitar tanta atención dentro como fuera de la cancha, invadiendo esferas que trascienden lo deportivo. Eso se refleja en el dolor y el odio, en el adiós y el repudio, en la adoración y las ganas de colocarle el último clavo al féretro. No es motivo de esta nota hacer una semblanza ni explicar de qué manera los seres humanos somos imperfectos, tanto los que mueren como los que juzgan a los muertos. Pero ya que se trata de una figura que trasciende la cancha, aquí reseñaremos algunos artículos publicados en revistas académicas, en los que Maradona dejó también su huella.

No se trata de trabajos en los que se analiza el fútbol en sí, sino de investigadores e investigadoras que encontraron en Diego Maradona el punto de partida para hacerse preguntas relevantes, o que al estudiar algo se toparon con él. Obviamente sería imposible reseñar todos los artículos encontrados –seguro hay muchos más que no están en los repositorios de libre acceso consultados–, así que aquí, como siempre que nos abandona alguien, va una lista antojadiza de aquello que uno entiende que aporta en este momento.

Crack y figura

Una importante cantidad de artículos, muchos de disciplinas cercanas a las ciencias sociales, vieron en Maradona a un guía oportuno para hablar de nuestras sociedades en general o de la argentina en particular. Entre ellos se destacan el trabajo de Marcello Serra, publicado en la revista Cuadernos de Información y Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid en 2015, y el ensayo de 2008 de Nicolás Salazar-Sutil, en aquel entonces en la Universidad de Londres y hoy en la de Leeds, publicado en el International Journal of Cultural Studies.

En “Maradona entre la tierra y el cielo” Serra propone que “años después de su retirada del fútbol profesional, Diego Armando Maradona sigue siendo objeto de idolatría”, por lo que en su artículo analiza “el discurso argentino sobre el fútbol y su campeón más destacado”, describiendo “las razones por las que la figura de Maradona aparece como un prototipo del así llamado 'fútbol criollo' y la encarnación de determinados valores nacionales, características que lo constituyen como ídolo e icono de la cultura popular”. Su lectura puede aportar para aquellos que quieren saber a qué viene tanto alboroto. Allí da cuenta de cómo desde los años 20 y 30 del año pasado, desde revistas como El Gráfico, se empezaba a forjar un “estilo criollo” de jugar al fútbol que era “distintivo del pueblo argentino”. Cualquier similitud con el mito de la garra charrúa puede no ser pura coincidencia, pero sí había en nuestro país vecino un aditivo extra, según reseña Serra: “La razón de esta elección es que sus características resultaban fácilmente oponibles a las del juego británico, un hecho que resultaba importante desde el punto de vista identitario; por un lado, el fútbol había llegado a Argentina junto con la Union Jack y, por otro, la relación entre los dos países era muy estrecha también en el ámbito cultural y económico, hasta el punto de conformar una especie de vínculo colonial. El imaginario y las prácticas culturales relacionadas con Reino Unido, por tanto, se ofrecían naturalmente como polo negativo sobre el que construir, por contraste, una identidad nacional argentina”.

Tras hacer otra serie de contextualizaciones históricas y sociales y decir que ese juego criollo estaba asociado “con la espontaneidad y la libertad de la infancia”, el autor afirma que “Maradona es el ‘pibe de oro’, el jugador que ha encarnado en la manera más perfecta (en la cancha y fuera de la cancha) esta genial inmadurez: de extracción social humilde, ha crecido futbolísticamente en los potreros de Villa Fiorito y no ha reconocido nunca haber aprendido algo de un entrenador; era un as del regate, un campeón de astucia y un jugador rigurosamente impredecible”. Más adelante, Serra dirá que mientras que Pelé “detenta el récord de campeonatos mundiales ganados (tres) y de goles marcados durante una carrera (1.281, pero contando también los partidos no oficiales), Maradona no posee ninguno”. ¿Eso lo hace menos? Parece que lo contrario: “Como afirma Hans Gumbrecht en su Elogio de la belleza atlética: ‘los récords, por definición, pertenecen a aquello que es comparativamente grande y, por lo tanto, no absolutamente grande’”, cita, para luego decir que podría afirmarse que “la grandeza de Maradona depende de gestos incomparablemente grandes, hazañas que, en algunos casos, exceden la dimensión deportiva y devienen fuertemente simbólicas”.

Y para analizar eso simbólico Serra recurre al partido disputado durante el Mundial de 1986 entre Argentina e Inglaterra, un encuentro que, tras la entonces reciente guerra de las islas Malvinas, demostró que un partido es muchas veces más que un partido. En aquel entonces Maradona anotó dos goles con escasos minutos de diferencia. En el primero, el 10 saltó cerca del golero rival para cabecear, pero en realidad golpeó la pelota con su mano. Los jueces lo dieron por válido y luego el propio jugador declaró que había hecho el gol “un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios”. Hábil en la cancha y en generar cosas fuera de ella, desde entonces bastó decir “la mano de Dios” para referirse a aquel gol. Pero a los pocos minutos de aquel gol en el que hizo trampa, agarró una pelota en el medio de la cancha y enfiló hacia el arco rival dejando un tendal de ingleses por el piso y anotando otro tanto. Fue relatando ese gol que Víctor Hugo Morales lo bautizó “barrilete cósmico”, y el gol fue catalogado como “el gol del siglo”.

Al respecto, Serra sostiene que estos dos goles hacen de Maradona “un héroe, una figura ‘a mitad de camino entre los dioses y los mortales’. Un semidiós del que el segundo gol representa la mitad celeste y el primero la terrenal”. Por eso afirma que la única foto en la que se ve que Maradona toca el balón con la mano y no con la cabeza “ha pasado a la historia no como el signo de una trampa, sino como la traza de un héroe suspendido en vuelo, de un mediador entre la tierra y el cielo”.

En su artículo “Maradona Inc”, de 2008, Nicolás Salazar-Sutil es un poco más crítico, pero no hacia Maradona persona, sino al fenómeno. En su trabajo, que comienza citando una frase de Eduardo Galeano, Salazar-Sutil sostiene que “Maradona es una narrativa continua y en constante cambio que es interpretada y leída públicamente por una audiencia global difusa”. Eso que podía decirse en 2008 mientras el 10 vivía sigue igual de vigente hoy, a casi una semana de su muerte. En su análisis del Diego “como fenómeno corporativo” el autor afirma que “Maradona puede leerse como una red comunicativa, un sistema de lectores donde un sentido proyectado de maradonidad crea lugares fugaces y tiempos de formación de identidad y servidumbre social. El fenómeno Maradona existe más allá de un único mercado cultural, en las apariciones virtuales de repeticiones de televisión, avatares de internet, íconos religiosos, libros, películas, periódicos, pancartas, la conciencia colectiva”.

Para el autor, “Maradona lleva así el fútbol de la calle al estadio y del estadio a lo abstracto, reubicando el juego en una esfera pública que se desvanece tras sus propias huellas”. Esto es así ya que “Maradona Inc. no es una empresa comercial en el sentido tradicional, sino en el sentido de que el individuo conocido como Maradona ahora está perdido y es propiedad de una red de diferentes agentes, audiencias y mercados. El ideal conocido como Maradona no pertenece al hombre conocido como Maradona, sino a la confusión y cacofonía de la cultura global, ya una potencialidad casi indefinible de significación cultural”. Y como quedó claro en estos días, Maradona no es tanto Maradona sino cómo la sociedad se ve en Maradona; Salazar-Sutil afirma que “La conversión de la ansiedad pública en afecto y fandom es el resultado de una actuación que fluctúa de derecha a izquierda, de íntimo a lejano, de neorreligioso a secular, de privado a público, de mercancía a regalo, de ubicación a translocación, de persona a corporación” y que “Maradona nunca es una cosa u otra, sino el potencial de ser un par de opuestos o cualquier otra cosa que el público proyecte en su pantalla corporal vacía”.

Maradona y el libre albedrío

El 10 de Argentina también dejó su impronta fuera de las ciencias sociales. De entre algunos trabajos publicados, hay dos que llaman a la lectura curiosa, porque hablan de fenómenos universales como el libre albedrío y la memoria colectiva.

“¿La mano de Dios o la mano de Maradona? Creer en el libre albedrío aumenta la intencionalidad percibida del comportamiento de los demás” es el título del artículo publicado el año pasado en la revista Consciousness and Cognition por los investigadores Oliver Genschow, de la Universidad de Colonia, Alemania, y Davide Rigoni y Marcel Brass, de las universidades belgas de Ghent y Vrije, respectivamente. Como punto de partida para su trabajo, los autores vuelven también al gol “de la mano de Dios” de 1986.

En el artículo Genschow, Rigoni y Brass afirman que “Gracias a Diego Armando Maradona” aquel encuentro “se convirtió en uno de los partidos más famosos en la historia del fútbol”. Pero dado que estos investigadores se dedican a estudiar temas como el libre albedrío, la percepción interpersonal y la atribución de intención, encontraron que el histórico gol podría ser de interés para esta temática. “Enfrentado a las repeticiones televisivas que establecían claramente que había marcado el gol con la mano, Maradona defendió su comportamiento alegando que no había sido él mismo, sino la mano de Dios, la que había marcado el gol, indicando que no tenía control intencional sobre su comportamiento” dicen los autores. Es posible que se les esté escapando algo de lo que cualquier rioplatense conoce bien como “viveza criolla”, pero aun así es interesante cómo usaron este gol para tratar de entender algo del comportamiento humano. Y no tanto del que está en la cancha, sino de todos los que están mirando.

“¿Maradona cometió mano intencionalmente o no?” se preguntan Genschow y sus colegas, no tratando de determinar ese hecho, sino otro más interesante: “En el presente artículo argumentamos que la respuesta a esta pregunta depende de cuánto crea la gente en el libre albedrío. Más específicamente, sostenemos que cuanto más creen los individuos en el libre albedrío, más atribuyen intencionalidad al comportamiento de los demás”. En esta era de condenas en las redes sociales, si algo ha quedado claro es que el juicio habla más de quien juzga que del juzgado. Y el tema es relevante, ya que como dicen, la creencia en el libre albedrío “es una piedra angular en nuestra sociedad”.

Tras reseñar que desde las neurociencias se ha venido abordando el tema en las últimas décadas y citar algunos experimentos que parecerían atentar contra la idea del libre albedrío, escriben que “dado que los puntos de vista contrarios al libre albedrío se volvieron populares en los medios, los investigadores empezaron a investigar si es relevante que las personas crean en el libre albedrío” y comenzaron a testear “consecuencias psicológicas y sociales” de creer que sí existe algo así como un control de lo que hacemos.

De esta forma, diversos autores corroboraron en trabajos previos que creer en el libre albedrío tiene sus efectos. Por ejemplo, vieron que creer en el libre albedrío se correlacionaba mejor con buenos desempeños en tareas de autocontrol, pero también en el trabajo, e incluso reportaron que creer en él “predecía mayor satisfacción ocupacional”. Por el contrario, si la creencia en el libre albedrío se debilita, “los investigadores encontraron un aumento del comportamiento antisocial, como hacer trampa, racismo, y agresividad hacia otros, así como una disminución de las actitudes prosociales expresadas en comportamientos altruistas o de cooperación”.

Los autores de la investigación estaban más interesados en otro aspecto de este mismo fenómeno: ¿cómo y de qué manera creer en el libre albedrío afecta la percepción del comportamiento de los demás? Dado que “la gente constantemente juzga y categoriza a los demás de una forma automática”, y que esto determina “cómo interactúa con ellos”, sostienen que “percibir la intencionalidad del comportamiento de los demás es una de las tareas fundamentales en nuestra sociedad, ya que es la base de muchas decisiones importantes”. Y entonces volvemos al terreno de Maradona: “En el sistema legal, por ejemplo, el castigo depende en gran medida del grado en que una persona actuó intencionalmente. Del mismo modo, en los deportes los castigos disciplinarios aplicados por los árbitros a menudo dependen de cuán intencional fue el comportamiento de un jugador. El ejemplo más destacado a este respecto es probablemente la mano en el fútbol, porque el castigo por esa mala conducta depende de si el jugador tocó intencionalmente el balón con la mano o el brazo”.

Con todo esto en su cabeza, investigaron entonces “si la creencia en el libre albedrío afecta a cuánta intencionalidad les atribuimos a los actos de otras personas”. Para ello decidieron pedirles a participantes de una investigación online que calificaran si en diez videos en los que un jugador tocaba con la mano la pelota dentro del área el hecho había sido intencional o no. También sometieron a los participantes a un cuestionario para puntuar qué tanto creían en el libre albedrío. En un segundo experimento les pidieron a los participantes que definieran si dos triángulos que se movían en otros videos lo hacían de forma intencional o no (eligieron videos en los que un triángulo perseguía o guiaba a otro, y otros en los que parecían danzar o pelear).

Lo que encontraron fue que sus estudios “demuestran una débil relación positiva entre la fuerza de la creencia en el libre albedrío y la intencionalidad percibida de los jugadores de fútbol que cometen mano”. Además, reportan que ese patrón “incluso se aplica a un comportamiento que objetivamente no es intencional (es decir, cuando el jugador toca la pelota accidentalmente)”. En el segundo caso, encontraron también “una correlación débil entre la creencia en el libre albedrío y la percepción de intenciones en formas geométricas abstractas”, y en la discusión sostienen que “esto indica que la creencia en el libre albedrío está vinculada a un proceso muy básico y fundamental que subyace a la percepción social humana. Por lo tanto, suponemos que incluso los individuos que creen en el libre albedrío y que no están familiarizados con el fútbol percibirían más intenciones en jugadores de fútbol que cometen mano”.

Partiendo entonces de la mano de Maradona, los investigadores llegan a tocar temas de gran profundidad y sensibilidad. “En filosofía ha habido un debate en torno a la cuestión de si no creer en el libre albedrío podría tener consecuencias perjudiciales o beneficiosas para la sociedad”, dicen los autores. “Nuestros datos proporcionan evidencia empírica de que tales debates no son meramente teóricos, sino que tienen implicaciones de la vida real muy relevantes” afirman y resaltan que sus hallazgos “sugieren que el hecho de que las personas crean o no en el libre albedrío cambia la forma en que interpretan el comportamiento de los demás, lo que puede tener importantes consecuencias sociales”, y mencionan la relación de este tema con el castigo a delitos, el sistema educativo y otras áreas. Por tanto, concluyen que “bien podría ser que el libre albedrío no sea más que una ilusión, pero sin embargo ofrece alguna funcionalidad”, al tiempo que afirman que “aunque la cuestión de si existe o no libre albedrío permanece abierta, nuestros resultados demuestran que la fuerza con que los individuos creen en el libre albedrío es de crucial relevancia, porque influye en cómo percibimos nuestro entorno social”.

El trabajo, sin proponérselo, permite acercarse al fenómeno Maradona desde una perspectiva interesante: ¿será posible que quienes juzgan con total implacabilidad los errores que puede haber cometido tal vez tengan una férrea creencia en un libre albedrío extremo en el que nunca hay contexto y circunstancias, y todo lo que las personas hacen es única y totalmente consecuencia de lo que desean hacer? Tal vez para estas personas toda mano en el área es penal.

Maradona y la memoria colectiva

Otro brillante artículo, titulado “Maradona en nuestras mentes: los Mundiales FIFA como manera de abordar las propiedades de la memoria colectiva”, fue publicado en 2019 en la revista Memory & Cognition (2019) por los investigadoras Luz Bavassi, Laura Kaczer y Rodrigo Fernández, del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias del Conicet y de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.

En su trabajo reseñan que la memoria colectiva “se refiere a la representación del pasado compartido por un grupo” y que esa representación “involucra componentes episódicos, semánticos e implícitos como creencias, sentimientos, rituales y conocimiento del pasado que contribuyen a la identidad de un grupo”. Las dos autoras y su colega afirman que el estudio de la memoria colectiva “se ha centrado típicamente en hitos históricos del pasado de una nación, como presidentes, guerras o líderes políticos”, que son conocimientos que “generalmente se aprenden en entornos de educación formal, como en las escuelas o en los libros de texto, y tienen un valor fundamental para el éxito académico y la formación ciudadana de una persona”. Sin embargo, señalan que “el aprendizaje informal ocurre todos los días en una multitud de formas y en una variedad de entornos no estructurados, como relacionales, experienciales e incidentales”. Y no se les ocurrió mejor idea que preguntarse “si la Copa Mundial de la FIFA construye una memoria colectiva significativa y en qué medida esta memoria informal es similar a las memorias colectivas adquiridas en entornos más formales”.

Recurren a Maradona para fundamentar lo importante de esta memoria colectiva. “Aunque han pasado más de 30 años desde el que se consideraba “El gol del siglo”, un gol de Maradona ante la selección inglesa en los cuartos de final del Mundial de 1986, la mayoría de los argentinos aún habla de ello”, sostienen. Y agregan: “Algunas personas incluso pueden recordar un famoso comentario de un comentarista deportivo sobre ese objetivo, describiendo a Maradona como un ‘barrilete cósmico’. Sorprendentemente, esta información no se aprende en la escuela ni en ningún entorno formal. Por tanto, se trata de un tipo de conocimiento compartido e informal que se presta a abordar las propiedades de la memoria colectiva”.

Bavassi, Kaczer y Fernández explican en su artículo que esta elección tiene sus ventajas, entre otras que los mundiales tienen un “orden cronológico claro”, que ocurren periódicamente cada cuatro años, que tienen “impacto emocional” y que “se relacionan con la identidad nacional”. Por todo esto, dicen que “Los recuerdos de la Copa del Mundo representan una oportunidad para estudiar una colección de conocimiento común con contenido emocional, que es independiente de la educación formal de una generación”, ya que este conocimiento, sostienen, “se adquiere principalmente a través de los medios de comunicación, la interacción social y, en ocasiones, la exposición directa”. Golazo. A lo Maradona.

Para su estudio realizaron una “tarea de memoria en línea” en la que les preguntaron a 407 adultos argentinos “qué país fue el ganador, el subcampeón y el anfitrión de cada torneo desde 1930 hasta 2014”, así como “una serie de palabras clave asociadas con cada torneo”. Lo que encontraron fue fascinante: “Nuestros resultados revelan la existencia de una memoria colectiva robusta para los eventos de la Copa del Mundo, mostrando un alto grado de precisión y detalle de memoria con respecto a la historia de los torneos”, dicen en su trabajo. Pero aún hay más: “encontramos pruebas de los principios generales de la memoria individual en las memorias colectivas informales de la Copa Mundial de la FIFA”, agregan. “Estos resultados sugieren que las memorias colectivas informales comparten atributos comunes con memorias colectivas más formales, como los que recuerdan presidentes o guerras. Por tanto, las propiedades de la memoria colectiva pueden ser independientes de las condiciones en las que se produce su adquisición”.

En la discusión se vuelve a hablar del 10. “Como otros tipos de memoria, las memorias colectivas son maleables y están sujetas a cambios”, afirman, para luego decir que “cada generación podría compartir un ‘núcleo común’ para las memorias colectivas, aunque la importancia atribuida a los eventos puede diferir entre generaciones”. Y tal vez no sea sorpresa, al menos no en esta nota, pero lo que encontraron es que en su estudio “ese núcleo común es Diego Maradona”, e informan que fue “la palabra clave más mencionada en el detalle de la memoria, y también el organizador de la narrativa para los torneos 1978-2010”. Por todo esto concluyen que “utilizando un evento de fútbol, mostramos cómo forma una memoria colectiva informal robusta, que sólo se adquiere mediante la experiencia individual directa o la exposición a los medios. Esto sugiere que cualquier evento público emocional o significativo podría potencialmente transformarse en una memoria colectiva informal y contribuir a una identidad grupal similar a una más formal”. De este lado del río, es difícil no estar de acuerdo.

Artículo: “Maradona entre la tierra y el cielo”.
Publicación: Cuadernos de Información y Comunicación (volumen 20, 2015).
Autor: Marcello Serra.

Artículo: “Maradona Inc. Performance politics off the pitch”.
Publicación: International Journal of Cultural Studies (volumen 11, 2008).
Autor: Nicolás Salazar-Sutil.

Artículo: “The hand of God or the hand of Maradona? Believing in free will increases perceived intentionality of others’ behavior”.
Publicación: Consciousness and Cognition (2019).
Autores: Oliver Genschow, Davide Rigoni, Marcel Brass.

Artículo: “Maradona in our minds: The FIFA World Cup as a way to address collective memory properties”.
Publicación: Memory & Cognition (2019).
Autores: Luz Bavassi, Laura Kaczer, Rodrigo Fernández.