En la escuela nos enseñaron que las lombrices contribuyen a tener un suelo de buena calidad. Cualquiera que tenga plantas sabe que, al contrario de lo que pasa con muchos bichos, la presencia de lombrices es más que bienvenida. Sin embargo, y por paradójico que parezca, en un país tan agropecuario como Uruguay el conocimiento de esos anélidos que viven en la tierra es escaso.
La publicación de un artículo de Gabriella Jorge, del Departamento de Suelos y Aguas y de Sistemas Ambientales de la Facultad de Agronomía y del Departamento de Ecología de la Universidad Sueca de Agricultura, junto a Jan Lagerlöf, Claudio Martínez y Carlos Pérez, sirvió de punto de partida para recordar lo que decía la maestra de tercer año de escuela y preguntarnos, ya crecidos, cómo fue que dejamos de prestarles atención a esos seres cilíndricos que tanto hacen por el suelo y la salud de los ecosistemas.
Una variedad asombrosa
Jorge muestra las instalaciones del Departamento de Suelos y Aguas de Facultad de Agronomía con un entusiasmo que sólo es superado cuando comienza a hablar de las lombrices. “La gente piensa que las lombrices son todas iguales, no está al tanto de que hay distintas especies”, dice, y agrega que parte de ese desconocimiento puede deberse a que, a diferencia de las muchas plantas y animales, las lombrices no tienen nombres comunes. “A todas les dicen lombrices, no tienen nombres comunes porque son percibidas como algo homogéneo. En otros países sí tienen algunos nombres comunes, como la lombriz de chacra o la lombriz de compost”, agrega.
De hecho, el compost tuvo bastante que ver con que hoy estemos conversando sobre lo extraño que resulta que recién en el siglo XXI nos pongamos a fijarnos en qué lombrices hay en nuestro suelo. “Soy bióloga y me formé en la Facultad de Ciencias. Me acerqué a las lombrices porque estaba interesada en la agroecología y el compost”, recuerda. Como si se tratara de una adicción, habla del compost y de las lombrices que se pueden cultivar como “una puerta de entrada”. En la Facultad de Ciencias comenzó a trabajar con Enzo Grosso, que estaba estudiando e identificando lombrices. “Entonces me enteré de que había varias especies”, dice, dejando constancia de que si a un estudiante de ciencias biológicas eso le sorprende, no es de extrañar que a muchos nos cueste entender la real dimensión de la gran diversidad biológica de este planeta. “Me fui dando cuenta de este mundo solapado que no se veía y, sobre todo, me entusiasmé con el desafío de que había poca gente que las estuviera estudiando en Uruguay”.
De hecho, las lombrices, anélidos oligoquetos terrestres, podrían ofenderse ante nuestra falta de tacto para reconocer las diferencias entre unas y otras. En el mundo hay más de 5.000 especies de lombrices terrestres descritas, con tamaños que van desde unos pocos centímetros hasta más de un metro.
“Se confía más en lo tecnológico que en lo que ya estaba ahí brindando un servicio ecosistémico”. Gabriella Jorge
Las lombrices se dividen, de acuerdo al lugar del suelo en que habitan, en tres grupos. Las epígeas son las que viven en la superficie del suelo y que, al alimentarse de restos vegetales y animales, descomponen materiales que enriquecen la tierra. En el otro extremo están las endógeas, lombrices que nunca se asoman a la superficie y que hacen galerías irregulares al alimentarse de distintos microorganismos y nutrientes que hay en el suelo. Entre las que siempre andan sobre el suelo y las que nunca se asoman para que las veamos están las lombrices anécicas: si bien viven bajo tierra, suben a la superficie haciendo galerías verticales para buscar alimento y, al hacerlo, incorporan materia orgánica al suelo.
Todas, a su vez, están compuestas por agua en 75% a 90%, y respiran a través de su piel secretando un mucus hecho con proteínas que les permiten hacer el intercambio gaseoso y mantenerse húmedas. Ese moco y sus excrementos ayudan a estabilizar sus galerías, al tiempo que aportan al suelo compuestos que son utilizados por otros organismos, como plantas, bacterias y hongos. No lo vemos, pero allá abajo, al igual que aquí arriba, todos dependen de todos.
Si en el mundo hay 5.000 especies de lombrices, ¿cuántas de ellas viven bajo este cielo que aparentemente es más celeste que otros? El trabajo de Jorge y sus colegas nos ayuda a contestar, al menos parcialmente, esa pregunta. Pero antes veamos por qué aún entrado el siglo XXI sabemos tan poco de las lombrices que ya las maestras nos decían que eran valiosísimas para el suelo.
Auge y caída de las lombrices
“El concepto de las lombrices como benefactoras del suelo y, por ende, de las plantas que este sustenta, era manejado hace ya más de 4.000 años por los egipcios, y reconocido por el filósofo Aristóteles”, dice Jorge en su artículo “Control biológico de enfermedades y plagas promovido por lombrices”, publicado en 2018 por la Revista Brasilera de Agroecología. “Quería hacer una revisión sobre todo lo que la ciencia sabía acerca del papel benéfico de las lombrices, y que estuviera en español para que pudiera ser leído por cualquiera en Uruguay”, cuenta la investigadora.
Si bien desde la antigüedad ya se entendía que las lombrices contribuían a suelos más sanos y cultivos más rendidores, “durante la época positivista, estas cayeron de su pedestal, pasando a ser consideradas pestes que debían ser eliminadas de los jardines”, señala el trabajo. Entonces se consideró al suelo como “un mero chasis para las plantas”, y que alcanzaba agregar insumos externos como fertilizantes, ya fueran naturales como sintéticos, para obtener resultados.
“Si bien estaba la idea de que las lombrices le hacían bien a la tierra, se le restó importancia, porque se creía que con todo lo que se le agregaba a la tierra con el paquete tecnológico se iba a suplantar lo que hacen las lombrices y además iba a ser más eficiente”, resume Jorge, y añade que el concepto de suelo ha ido evolucionando. “Primero era meramente un sostén físico para que las raíces se pudieran desarrollar e incorporaran todos los químicos que se le agregaban. Después se empieza a entender que también había microorganismos que pueden ayudar a promover el crecimiento y a prevenir enfermedades”, relata.
La verdad es que llama la atención que primero se les haya prestado atención a los microorganismos –adorables seres si los hay– antes que a unos animales que se ven a simple vista. Le pregunto si la revolución verde, un paquete tecnológico que promovió la agricultura con laboreo e insumos en el siglo XX, no habrá retrasado que les prestáramos atención a los anélidos. “Habría que hacer un estudio sobre por qué no se les daba importancia a las lombrices”, dice Jorge un poco tentada.
La investigadora comenzó a estudiar, dadas las posibilidades académicas, a las lombrices “en relación con el uso sustentable del suelo”. En la Facultad de Agronomía tomó un curso de manejo de suelos e hizo su maestría en erosión, ya que no tenía quién le dirigiera una tesis sobre lombrices. Como en el Departamento de Suelos no había nadie trabajando con la biología, encontró allí un lugar, y al tiempo, consiguió lo que quería desde hacía años: “Logré encontrar un tutor en Suecia que me dirigiera la tesis de doctorado con lombrices. Como él estaba trabajando con el control biológico, estudié a las lombrices desde esa perspectiva. Ahí fue que elegimos el Fusarium graminearum, un hongo que afecta al trigo, y me contacté con Carlos Pérez, que lo estudia en Paysandú”.
Y así, con la idea fija en estudiar las lombrices y aprovechando las oportunidades de investigación, Jorge procedió a hacer muestreos de lombrices en Montevideo y Paysandú para ver, en primera instancia, qué especies había, y luego si alguna de ellas ayudaría a combatir el hongo que afecta a los cultivos de trigo.
Lombrices de Paysandú y Montevideo
Muchos proclaman la existencia de un solo Uruguay. Sin embargo, al menos cuando uno habla de biodiversidad, se hace evidente que esta unidad geográfica presenta diferencias que hay que contemplar.
Con el objetivo de “identificar las especies de lombrices presentes en distintos agroecosistemas de Paysandú y Montevideo”, Jorge y sus colegas, en otoño de 2014 y primavera de 2015, muestrearon chacras de la Estación Experimental de Paysandú que practicaban rotación de cultivo con pastura y cultivo continuo, y en Montevideo “granjas de transición orgánica con labranza y sin uso de agroquímicos” y “granjas no orgánicas sin labranza y con uso de herbicidas y pesticidas”. En ambas localidades se muestrearon como control, buscando aquellas lombrices menos afectadas por la actividad agropecuaria, “los sitios cercanos menos perturbados”.
Sumando las lombrices de ambos sitios, los investigadores lograron identificar 16 especies, cuatro de ellas que aún no habían sido descritas para Uruguay. Dentro de estas 16 especies, 12 eran exóticas (ocho endógeas, dos anécicas y dos epígeas). Las cuatro especies nativas encontradas resultaron ser endógeas, lo que confirma que incluso nuestra fauna subterránea comparte con los uruguayos de la superficie una predilección por el bajo perfil y la no ostentación.
Lo que encontraron fue que entre la capital y Paysandú habría una gran diferencia. Mientras que en Paysandú se hallaron cinco especies de lombrices nativas (Microscolex dubius, Microscolex phosphoreus, Glossodrilus parecis, Glossoscolex sp. y Ocnerodrilidae), dos de ellas reportadas por primera vez para el país, y sólo dos especies exóticas (Aporrectodea caliginosa, la más abundante, y Murchieona minuscula, también reportada por primera vez para el país), en Montevideo las especies nativas fueron sólo tres, mientras que las exóticas sumaron 12 (ver recuadro).
Lombrices muestreadas por Jorge y sus colegas en 2014 y 2015
Paysandú
Lombrices nativas 1) Microscolex dubius 2) Microscolex phosphoreus - primer reporte para Uruguay 3) Glossodrilus parecis - primer reporte para Uruguay 4) Glossoscolex sp. 5) Ocnerodrilidae
Exóticas 1) Aporrectodea caliginosa 2) Murchieona minuscula - primer reporte para Uruguay
Montevideo
Nativas 1) Microscolex dubius 2) Microscolex phosphoreus - primer reporte para Uruguay 3) Ocnerodrilidae
Exóticas 1) Allolobophora chlorotica 2) Aporrectodea caliginosa 3) Aporrectodea rosea 4) Aporrectodea trapezoides 5) Aporrectodea tuberculata - primer reporte para Uruguay 6) Eisenia andrei 7) Lumbricus terrestris 8) Lumbricus friendi 9) Murchieona minuscula - primer reporte para Uruguay 10) Octolasion cyaneum 11) Octolasion tyrtaeum 12) Amynthas corticis
El trabajo, ya en esta primera parte descriptiva, fue valioso, ya que se registraron para Uruguay cinco nuevas especies de lombrices, al tiempo que para Paysandú se trató del primer registro de lombrices exóticas en predios agrícolas. Los investigadores también vieron que las especies nativas, en general, eran mucho más pequeñas que las exóticas (exceptuando a Murchieona minuscula, exótica que como su nombre indica es diminuta). Hay otro hallazgo que merece también ser destacado: “Microscolex phosphoreus no estaba descrita para Uruguay hasta nuestro trabajo. Es una especie particular porque son lombrices que frente a determinados golpes o vibraciones fluorescen”. Sí, tenemos lombrices fluroescentes.
Le pregunto a Jorge si estos resultados la sorprendieron. “Me sorprendió encontrar muy pocas especies exóticas en Paysandú, porque pensaba que su presencia estaba más generalizada. Uno vive en Montevideo y a veces piensa que lo que se da acá se da en todo el país”, comenta. Pero la sorpresa no acaba allí: “También me sorprendió ver en Paysandú poca diferencia en cuanto a la cantidad de lombrices y en la relación entre exóticas y nativas entre el campo cultivado y el campo natural”. Y aun hay más: “También me sorprendió ver que las nativas del norte sobrevivían en el campo cultivado. De hecho, a veces encontraba más lombrices nativas en el campo cultivado que en el campo de control”.
Tanta sorpresa no debe extrañarnos: hay tanto para estudiar de las lombrices, que hacer ciencia con ellas nos puede llevar a vivir encontrando nuevos resultados que aporten al conocimiento y desafíen lo que sabemos sobre ellas. Jorge lo sabe y por eso está tan entusiasmada por todo lo que tiene por delante.
Lombrices nativas
“Lo que falta respecto de las lombrices nativas es una línea de base”, dice la investigadora. Al ver que en Montevideo predominan las lombrices exóticas, ¿podemos decir que tras la invasión desplazaron a las nativas? “Con la información actual no podemos contestar esa pregunta. Capaz que en muchos lugares no había lombrices nativas, o capaz que se extinguieron con la llegada de las exóticas”, aventura.
Para tratar de aproximarse a esta problemática, Jorge decidió ir a buscar lombrices a un lugar poco afectado por las actividades agropecuarias. Su elección fue el Área Protegida Quebrada de los Cuervos, en Treinta y Tres. “Fuimos esperando encontrar especies nativas”, relata Jorge, que hasta el día de hoy se muestra perpleja con lo que les pasó. “No podíamos encontrar lombrices por ningún lado, pese a que era un ambiente natural no perturbado”.
Como no daban el brazo a torcer, al final terminaron encontrando unas lombrices diminutas en un rincón. “¿Será que ciertos ecosistemas no albergan lombrices? ¿Será que otro invertebrado está cumpliendo su rol?”, se pregunta. “Falta mapear todo Uruguay”, reconoce la investigadora, y adelanta que en los montes nativos tampoco se encuentran muchas lombrices. “Uno supone que hay lombrices en todos los suelos, pero tal vez haya otros animales, como las termitas, que en determinados ambientes cumplen con roles de las lombrices”.
Sobre las nativas, Jorge también hace énfasis en el tamaño. “Las Glossoscolex son bastante grandes, pero hay otras que son muy pequeñas, como Glossodrilus parecis”. ¿Y cuál es el problema con que sean pequeñas? Que lo que sabemos de las lombrices fue escrito en otras partes. “Uno arrastra –probablemente por la literatura europea y de Estados Unidos, que tienen esas lombrices grandes, como la Lumbricus terrestris– esa idea de que las lombrices abren galerías. Sin embargo, no sabemos cuál es el rol que cumplen las lombrices nativas cuando tienen otro tamaño y quizás otro comportamiento”, agrega la bióloga.
“Si son muy pequeñas es evidente que van a tener un rol ecológico muy diferente al de las lombrices grandes”, conjetura, y no en vano las nativas encontradas fueron todas endógeas. “Por ejemplo, en muestreos pilotos hemos observado unas lombrices nativas muy pequeñas, que aún no hemos podido identificar, que están asociadas a plantas que tienen raíces muy pequeñas”. En otras palabras, Jorge apunta a que el papel de las lombrices no se agota en las galerías que airean e inciden en la compactación del suelo.
“Cuando se habla de lombrices se piensa siempre en la Lumbricus terrestris. Si un ingeniero agrónomo conoce un nombre de especie de lombriz es ese”. Jorge apunta a que en la literatura de Europa y de Estados Unidos se repite que las lombrices hacen galerías verticales para que se infiltre más el agua. “Está bien, Lumbricus terrestris hace eso, pero están más asociadas a ambientes boscosos, que tienen hojas caducas, y entonces suben a buscar esas hojas y enterrarlas. Pero en nuestro ambiente natural de pradera no tenemos esa hoja caduca, lo que no promueve la presencia de lombrices como L. terrestris, sino que es más factible encontrar lombrices endógeas, que son las que habitan entre las raíces de las plantas”.
No es que queramos caerle a la europea Lumbricus terrestris, pero Jorge agrega que en Uruguay “lo que más se ha muestreado son agroecosistemas, y Lumbricus terrestris no se encuentra tanto, sino que aparecen más lombrices que permanecen dentro de la tierra”. “No es sólo que hay especies diferentes, sino que también tienen roles diferentes y prestan servicios ecosistémicos distintos. Eso es lo que hay que ir investigando”. Jorge además hace un adelanto: en breve la lista de lombrices de Uruguay pasará de 19 a 23 especies, ya que se encuentran en camino de confirmar la presencia de lombrices hasta ahora no registradas en el país.
Anélidos que dan una mano
“No alcanza con decir que las lombrices sirven para el suelo, porque son múltiples los roles que pueden cumplir. Tampoco deberíamos estar hablando de ‘las lombrices’, pero tal vez, sin tener que hablar de cada una de las especies, podríamos hablar de lombrices anécicas, epígeas y endógeas. Que a nivel general se comprenda que hay varios tipos ecológicos de lombrices que tienen roles diferentes”, sueña Jorge.
La segunda parte de su trabajo, luego de intentar conocer qué lombrices hay en el país –realizaron secuenciaciones genéticas de las lombrices encontradas en Paysandú y Montevideo, y algunas de las especies no estaban en las bases genéticas como GeneBank–, consiste en determinar si las lombrices podrían ayudar como control biológico; en su caso en particular, contra el hongo Fusarium graminearum, que afecta a los cultivos de trigo.
“Tenemos muestras de rastrojo con y sin lombrices para ver si la presencia de lombrices disminuye el inóculo de Fusarium en ese rastrojo. Mediante análisis de qPCR tratamos de cuantificar la presencia del hongo. Con los resultados que obtuve para el doctorado ya vimos que la lombriz Lumbricus friendi entierra ese rastrojo y de esa manera ya está disminuyendo la cantidad de rastrojo en la superficie con hongo”, adelanta Jorge, ya que sigue trabajando en ensayos y análisis y, por tanto, los resultados aún no han sido publicados. “En los ensayos que hicimos en Suecia con otra especie de lombriz vimos que la cantidad de Fusarium disminuía a cero. Pero aquí no hicimos todavía el análisis de qPCR para cuantificarlo. Ya sabemos que mecánicamente controla, resta saber ahora si mediante la ingestión y el ramoneo en la superficie también disminuye el hongo”.
En la revisión, publicada en español, Jorge da cuenta de investigaciones que han demostrado que las lombrices pueden ser útiles para combatir patógenos de trigo, tomate, espárragos, manzanos y otros cultivos, así como de lombrices que pueden promover el crecimiento vegetal o aumentar las defensas de las plantas.
“Con los microorganismos es más fácil, porque se pueden hacer soluciones, estudiar dosis de inoculación de determinada bacteria. Con las lombrices, que son bichos más grandes, hay más dificultades”, razona en voz alta. “Hay que criarlos, tienen ciclos de reproducción más largos, y por otro lado está el tema de qué hacer con ellos. ¿Vas a invadir un predio con lombrices, como un tema externo, o vas a promover un manejo para que las lombrices que ya están en el suelo puedan sobrevivir mejor, se reproduzcan más y de esa manera puedan aportar? Si encontráramos una lombriz que tiene una aplicación, y la aplicamos en todos los campos, ¿qué consecuencias puede tener eso?”.
Gabriella Jorge está llena de preguntas. Uno respira entonces, aliviado: hay ciencia de lombrices para rato.
Artículo: “Identification of Earthworm Species in Uruguay Based on Morphological and Molecular Methods”.
Publicación: Agrociencia Uruguay (2019).
Autores: Gabriella Jorge, Jan Lagerlöf, Claudio Martínez, Carlos Pérez
Artículo: “Control biológico de enfermedades y plagas promovido por lombrices”.
Publicación: Revista Brasilera de Agroecología (2018).
Autores: Gabriella Jorge, Jan Lagerlöf, Carlos Pérez.
¿Cómo perjudicamos o ayudamos a las lombrices con la agricultura?
“Lo que perjudica a las lombrices es el manejo mecánico y químico del suelo. El laboreo espanta a las lombrices. Las mata directamente porque las corta el arado, o el movimiento de la tierra hace que abandonen el lugar. A veces se van en profundidad y a veces van hacia los laterales. Cuanto mayor sea el área laboreada, más demoran en volver las lombrices. La forma de mitigar eso es dejar pequeños parches sin laborear, las lombrices se quedan allí y luego recolonizan el suelo laboreado”.
“Si no se laborea, el rastrojo, cuanto más pequeño sea es más fácil para que la lombriz lo incorpore al suelo. Cuanto más chico el rastrojo, más accesible está el alimento para las lombrices. Tal vez se pueda chipear o cortar el rastrojo de alguna manera para que quede más accesible”.
“La fertilización química no afecta negativamente a las lombrices, pero sabemos que agregar materia orgánica promueve muchísimo la presencia de lombrices”.
“Los insecticidas son lo peor para las lombrices, así como los fungicidas y herbicidas. Cuando se aprueba un agroquímico se hacen test con lombrices. Pero esos test se hacen con la lombriz del compost, que es por un lado la más fácil de criar y por otro tiene una gran resistencia a los químicos. Además se prueban los principios aquímicos cada uno por separado y no en su conjunto, como se aplican, pudiendo generar un efecto cóctel”.
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