El combate contra los efectos perjudiciales que produce fumar cigarrillos incluye varias estrategias. Algunas están centradas en evitar que la población fume –aumento de la carga impositiva, restricciones a la publicidad y el diseño de las cajas de cigarrillos–, mientras que otras, además de buscar disuadir a los posibles fumadores, protegen también a quienes no fuman de exponerse al humo cargado de compuestos nocivos.

Medidas para este último caso son las que prohíben fumar en espacios públicos cerrados, lugares de trabajo y medios de transporte. No obstante, este intento de reducir la cantidad de fumadores pasivos, aquellos que sin querer fumar respiran el humo de los cigarrillos de los que sí lo hacen no soluciona definitivamente el problema. Un reciente estudio lo demuestra por primera vez en un ambiente real y con un monitoreo exhaustivo de los gases y compuestos circulantes. De este modo, por más que estemos en lugares donde no se puede fumar, todos somos fumadores pasivos de humo de tercera mano de cigarrillo.

Humo de segunda y de tercera mano

En el artículo “Transporte humano de humo de tercera mano de tabaco: una fuente relevante de contaminantes nocivos del aire en ambientes para no fumadores”, los investigadores, liderados por Drew Gentner, del Departamento de Ingeniería Química y Ambiental de la Universidad de Yale, Estados Unidos, dan cuenta de lo que se sabe sobre lo que allí denominan humo de segunda y tercera mano.

Si bien el humo de segunda mano es aquel al que se expone cualquiera que esté junto a alguien que está fumando, explican que el de tercera mano “se origina por la contaminación directa de las superficies (por ejemplo, los cuerpos y la ropa de los fumadores, los muebles y las superficies de los interiores y los materiales edilicios) con compuestos orgánicos peligrosos de la combustión del tabaco”. Ya casi no hace falta que lo digan, pero igual dejan constancia de que décadas de investigación “han demostrado los efectos adversos del material particulado fino y los compuestos orgánicos volátiles del humo del tabaco en la salud humana, sin un nivel de exposición calificado de seguro”.

En el trabajo, Gentner y sus colegas señalan que las regulaciones que prohíben fumar en espacios públicos y cerrados “han disminuido la exposición de los no fumadores al humo de segunda mano”, pero advierten que, dado que la tasa de fumadores a nivel mundial es de 22%, “la exposición a los contaminantes peligrosos del humo del tabaco sigue siendo un riesgo importante para los no fumadores, y el humo de tercera mano se ha identificado como una vía de exposición importante”.

Sobre el humo de tercera mano hay un cuerpo interesante de investigación científica. Por ejemplo, se ha visto en el laboratorio que “cuando los compuestos orgánicos volátiles y los compuestos volátiles intermedios o semivolátiles (por ejemplo, la nicotina) se absorben en distintas superficies, pueden acumularse en una capa orgánica persistente. Desde la capa orgánica se pueden repartir dinámicamente a la fase gaseosa y luego condensarse en aerosoles, polvo u otras superficies”. También se sabe que “el humo de tercera mano depositado en superficies también puede participar en la química con oxidantes comunes (por ejemplo, ozono, ácido nitroso) para formar subproductos de oxidación, como las nitrosaminas de humo de tabaco, que son altamente cancerígenas”.

Todo esto es de interés para la salud, ya que “la exposición al humo de tercera mano puede ocurrir por inhalación de gases evaporados, polvos resuspendidos o compuestos orgánicos volátiles, intermedios o semivolátiles condensados en aerosoles, junto con la ingestión o exposición dérmica a través de superficies o polvo”. En definitiva: aunque el fumador se vaya de una habitación, parte del humo de su cigarro seguirá en la habitación. Y aún más: aun cuando el fumador no fume en esa habitación, al ingresar a ella cargará compuestos nocivos en su ropa, respiración y cuerpo. Y aún más: las personas que hayan estado junto a alguien que fuma también podrán cargar en sus ropas y cuerpo algunos compuestos.

“El humo de tercera mano presenta riesgos para la salud de los no fumadores, especialmente los bebés y niños, poblaciones particularmente vulnerables”, señalan en el trabajo, y por las dudas recuerdan que “la genotoxicidad, la carcinogenicidad y el estrés oxidativo relacionados con el humo de tercera mano han resultado en citotoxicidad (muerte celular) en una variedad de células cultivadas y han causado efectos fisiológicos y de desarrollo en ratones vivos”.

El siguiente paso lógico era salir del laboratorio y ver qué pasaba con seres humanos. Y eso fue justamente lo que hicieron estos investigadores, que observaron la exposición a emisiones de humo de tercera mano de personas “en tiempo real y en un ambiente para no fumadores”. Entre sus objetivos buscaban “evaluar la dinámica de los eventos de emisión de humo de tercera mano en el mundo real en interiores cerrados donde aumentan las concentraciones de contaminantes peligrosos”, caracterizar químicamente estas emisiones y comparar “la magnitud de estas emisiones en relación con las emisiones de humo de segunda mano para contextualizar los hallazgos”.

Resident Evil y ciencia

Para su experimento instalaron equipos para realizar espectrometría de masa de alta resolución en línea y de cromatografía de gases fuera de línea con espectrometría de masa en una sala de un complejo cinematográfico de la ciudad de Mainz, Alemania, durante enero y febrero de 2017.

La sala, de 1.300 m3, tenía una excelente ventilación (con una tasa efectiva de intercambio de aire de 1,5 por hora). Obviamente, como en ninguna sala de cine de Alemania o Uruguay, no está permitido fumar allí. De esta manera, “los miembros de la audiencia sólo podrían estar expuestos al humo del tabaco antes de ingresar al gran edificio del teatro, ya sea como fumadores o en presencia de fumadores”. Durante el tiempo en que se hizo el muestreo se proyectaron cuatro o cinco funciones en la sala de las películas Wendy (de 1 hora y 30 minutos de duración), Resident Evil (1 hora y 47 minutos) e Irre Helden (1 hora y 53 minutos).

Cabe destacar que la película Wendy era un film familiar, mientras que “Resident Evil e Irre Helden son películas de acción con clasificación R”. Esto es importante porque cabría esperar que en las películas familiares haya más niños –por lo tanto, menos público no fumador–, al tiempo que se proyectan más temprano.

La pesadilla de Tabaré

Lo que encontraron los investigadores, que contaron con la cooperación del Instituto Max Planck de Química, de Alemania, sería una pesadilla para cualquiera que luche contra el tabaquismo. Por un lado, con las mediciones en tiempo real con espectrometría de masa de alta resolución en línea detectaron “35 compuestos orgánicos volátiles diferentes, previamente asociados con humo de tercera mano o humo de tabaco, a concentraciones considerables en la sala, incluidos furanoides, aromáticos, aldehídos, alquenos, y especies que contienen nitrógeno”. Esas detecciones fueron “confirmadas mediante cromatografía de gases fuera de línea con espectrometría de masa”.

Los “eventos de emisión prominente de trazas de humo de tercera mano (por ejemplo, 2,5-dimetilfurano, 2-metilfurano y acetonitrilo) y otros compuestos orgánicos volátiles”, además, “coincidieron con la llegada de ciertos espectadores y dejaron contaminación residual”. Luego del análisis de los datos, los investigadores afirman que “la nicotina y compuestos relacionados que contienen nitrógeno de volatilidad intermedia, que se vaporizaron de la ropa y los cuerpos y se volvieron a condensar en aerosol, constituyeron 34% de la abundancia observada de aerosoles orgánicos”.

También detectaron diferencias entre las películas proyectadas: como era de esperar, observaron que, “a pesar del público de más de 200 personas para algunas funciones de Wendy, para todo público, los picos de contaminantes fueron mucho mayores para las películas con clasificación R, Resident Evil e Irre Helden, incluso con audiencias relativamente pequeñas. Esto incluía compuestos peligrosos conocidos como benceno, formaldehído y acroleína”.

Dado el efecto acumulativo, también constataron que “los picos de concentración debidos a las emisiones de humo de tercera mano son mayores para las proyecciones más tardías”. También vieron que “las emisiones contribuyeron a una contaminación persistente que se notó durante los días siguientes” y conjeturaron que “esa señal continua puede atribuirse a que estos compuestos se adhieren a las superficies”.

A la hora de cuantificar, como se habían propuesto, el efecto de esta exposición a humo de tercera mano en comparación con la exposición a humo de segunda mano, algo que permite entender de una forma más intuitiva a qué cantidad de compuestos nocivos estuvieron expuestos los asistentes a las funciones, los autores del artículo señalan que fue “equivalente a exponerse al humo de segunda mano de entre uno y diez cigarrillos”. La alta variación se debe a múltiples factores, entre otros que para algunos compuestos las cantidades eran más cercanas al humo de segunda mano de diez cigarrillos y en otras a sólo uno. “Estos eventos de emisión de compuestos orgánicos volátiles expusieron a los ocupantes a múltiples contaminantes peligrosos del aire (por ejemplo, benceno y formaldehído) en concentraciones de partes por 1.000 millones” rematan.

Qué hacer

Si los fumadores, e incluso aquellas personas que sin fumar están junto a alguien que sí lo hace, pueden portar compuestos nocivos que luego serán respirados o entrarán en contacto con la piel incluso en habitaciones donde no se fuma, uno podría preguntarse cómo tratar de evitarlo, o al menos mitigar ese efecto. Sin querer estigmatizar aún más a los fumadores –recordemos que se trata de una adicción incentivada por una industria poderosa– ni pretender que haya cabinas de descontaminación como si quienes fuman hubieran estado expuestos a niveles altos de radiación, la pregunta de qué hacer les fue planteada a Drew Gentner y Roger Sheu en una teleconferencia que tuvo lugar el 3 de marzo.

Gentner aclaró que en su paper no hacen “recomendaciones formales para la mitigación de este fenómeno, aunque es parte de la discusión que puede seguir a nuestro estudio”. Dicho esto, reflexionó que si bien hay que agradecer a quienes consumen cigarrillos “por todas las veces que salen al exterior a fumar”, el investigador quería que fueran “conscientes de que los químicos de sus cigarrillos no se quedan completamente afuera. Ellos mismos siguen siendo una fuente de esos químicos cuando regresan a los interiores, ya que es posible que aún transporten niveles elevados de algunos de los diferentes componentes del humo del cigarrillo que se sabe que son peligrosos, lo que puede ser particularmente importante si hay niños pequeños o poblaciones sensibles”.

Cuando se le preguntó cuán peligrosos para la salud eran la cantidad de los compuestos que detectaron, Gentner señaló que “el riesgo para la salud de un individuo, a partir de estos compuestos, tendrá mucho que ver con la frecuencia y la duración de su exposición, o si vive y trabaja en un lugar que tiene una gran cantidad de gases de humo de tercera mano”. El investigador hizo hincapié en que esta investigación “representa un buen estudio de caso y la capacidad de explorar este efecto, pero estimar realmente cómo se van a manifestar los efectos sobre la salud para cualquier individuo requiere pensar en una gama mucho más amplia de entornos y hacer un montón de suposiciones sobre la frecuencia con que las personas están expuestas a estos humos de tercera mano y las concentraciones que se producen en los diferentes entornos a los que los individuos se exponen”.

“Nuestro trabajo establece que existe un transporte sustancial de contaminantes de humo de tercera mano de las personas a un ambiente para no fumadores en el mundo real”, sintetizó Gantner como el principal impacto de la investigación. “Estos hallazgos mejoran nuestra comprensión del destino de los químicos del humo del cigarrillo y catalizan –al menos eso esperamos– una discusión importante sobre la exposición humana a la desgasificación del humo de tercera mano de las personas”, resumió luego. Terminó la conferencia confesando que él y su equipo esperan que este trabajo “genere discusiones muy necesarias sobre el humo de tercera mano, y que la investigación y la política continúen avanzando a partir de esas discusiones”.

Artículo: “Human transport ofthirdhand tobacco smoke: A prominent source of hazardous air pollutants into indoor nonsmoking environments”.
Publicación: Science Advances (marzo de 2020).
Autores: Roger Sheu, Christof Stönner, Jenna Ditto, Thomas Klüpfel, Jonathan Williams, Drew Gentner.