El SARS-CoV-2, el virus que causa la enfermedad covid-19, se habría originado en un coronavirus de murciélagos. Dado que se ha demostrado que los humanos pueden contagiar la enfermedad a otros animales, ahora el dilema recorre el camino inverso: hoy somos los humanos, con nuestro nuevo coronavirus, los que comprometemos la salud de la vida silvestre.

Primero les invadimos su hábitat. Talamos árboles, arrasamos con la vegetación para construir nuestras viviendas y carreteras. Reclamamos sus territorios para cultivar nuestros alimentos y materias primas. Les damos un desalojo rápido, sin intervención de más justicia que la de imponer nuestro interés económico y la descabellada idea de que para que el mundo funcione, siempre hay que aumentar la producción y crecer más que el año, el mes, el día y el minuto anteriores. Un crecimiento infinito en un mundo que no lo es.

No contentos con ello, les pedimos proteínas y que le den suculencia a nuestra dieta. Los metemos en jaulas, les colocamos trampas, les secuestramos sus cachorros para depositar en ellos nuestras más tiernas emociones humanas. Nos abrigamos con sus pieles, fabricamos cosas con sus huesos, secreciones y tejidos. Incluso hay quienes disfrutan de hacerles agujeros con distintos tipos de proyectiles, o al ver que sus obsecuentes perros entrenados los rodean en una batalla desigual.

Y entonces, de vez en cuando, los virus y las bacterias que circulaban entre ellos, ocasionándoles enfermedades para las cuales desarrollaron defensas tras una coexistencia de millones de años, pasan de ellos a nosotros. ¡Qué desubicados! ¿Cómo se les ocurre pasarnos sus porquerías a nosotros, que no nos metemos con nadie?

El SARS-CoV-2, el virus que provocó la pandemia que nos tiene a todos distanciados y preguntándonos cuándo nuestras vidas serán plenas nuevamente –y para cuántos de nosotros la vida volverá a ser lo que era–, se habría originado en un murciélago herradura que habitaba en China. Del murciélago habría pasado a otro mamífero intermedio, que podría ser el pangolín, pero no es 100% seguro, y de allí ese coronavirus, que no era letal para los murciélagos y estaba constreñido a una población limitada geográficamente, habría saltado a los seres humanos. Allí encontró un huésped fabuloso: como no lo conocía, el virus se encontró con una especie que no tenía defensas para combatirlo. El huésped le gustó y, tras algunas modificaciones –los coronavirus son virus ARN que evolucionan muy rápidamente–, ahora lo conocemos como SARS-CoV-2.

Como nos gusta movernos de un lado a otro, como tenemos medios de transporte eficientes, un comercio mundial interconectado y la maravillosa sensación de que en unas pocas horas podemos estar en cualquier punto del planeta, la covid-19, la enfermedad que provoca este nuevo coronavirus humano, se transformó en una pandemia. Y a esta altura no hace falta que insistamos en los problemas que ello conlleva. Pero aclaremos, sí, que el SARS-CoV-2 ya no es aquel coronavirus del murciélago herradura asediado por el desprolijo avance de la humanidad sobre la biodiversidad. El SARS-CoV-2 es un nuevo virus, y es nuestro, solamente nuestro. O, mejor dicho, era nuestro, solamente nuestro.

Animales, ¡cuidado!

Colonia de murciélagos en Uruguay. Foto: Germán Botto

Colonia de murciélagos en Uruguay. Foto: Germán Botto

Foto: Germán Botto

“El virus causante de la pandemia de covid-19 ha mostrado que tiene capacidad de ser contagiado de humanos a animales. En particular, la aparición de casos positivos en tigres en el zoológico de Nueva York muestra el riesgo al que están sometidos los animales en contacto directo con humanos”, dice el comunicado emitido en abril por el Programa para la Conservación de los Murciélagos de Uruguay (PCMU), que tiene sede en la Sección Mamíferos del Museo Nacional de Historia Natural. Adiós a la idea de que el nuevo coronavirus era sólo nuestro. Pero hay más.

“Además, a través de infecciones experimentales se ha mostrado la capacidad de este virus de infectar otros carnívoros, murciélagos, cerdos y aves de corral”, prosigue el comunicado, y agrega que incluso “se mostró la posibilidad de ser transmitido por ellos luego, incluyendo animales domésticos como perros y gatos”. Como el comunicado fue emitido por este programa que busca conservar y conocer a los murciélagos, es obvio que apunte hacia allí sus baterías. Y lo hace: “La similitud del virus con virus que normalmente circulan en murciélagos en el continente asiático permite hipotetizar que el riesgo de transmisión de humanos a murciélagos es mayor incluso al riesgo observado para felinos”. También señalan que “aún cuando los murciélagos de herradura (Rhinolophidae), en los que se detectaron los virus más cercanos al SARS-CoV-2, están evolutivamente alejados de los murciélagos presentes en Uruguay (Phyllostomidae, Vespertilionidae y Molossidae), la relación entre ellos es más estrecha que con los carnívoros”. Suena lógico, porque lo es.

Y entonces el comunicado pasa de ser expositivo a propositivo: “En vista de esta información y de la necesidad de generar nuevos datos que permitan una evaluación del riesgo de transmisión del SARS-CoV 2 de humanos a murciélagos, el PCMU, en concordancia con la Red Latinoamericana y del Caribe para la Conservación de Murciélagos, recomienda la suspensión de las actividades de investigación en campo que impliquen la manipulación de ejemplares de murciélagos”. Pero el aviso no es sólo para investigadores: “De la misma forma, recomendamos la suspensión de las actividades recreativas y turísticas que impliquen el ingreso a refugios de murciélagos en nuestro país”. Como dicen en otra parte del comunicado, dado que se ha demostrado que hay personas sin síntomas que pueden transmitir el virus, no hay más remedio que alejarse de los animales silvestres si no queremos ser responsables de otro desastre, esta vez, en dirección contraria al que provocó esta pandemia.

El comunicado del PCMU no está solo. Días antes, el Centro Nacional para la Salud de la Vida Salvaje de Estados Unidos, que funciona en la órbita del Servicio Geológico de ese país (USGS, por su sigla en inglés), había emitido un comunicado similar. Nada mejor para ahondar en este tema que contactar nuevamente a Germán Botto, que es coordinador del PCMU y que además se encuentra haciendo su doctorado en Inmunología y Enfermedades Infecciosas en Bozeman, Estados Unidos.

Donde mete la pata, el humano también mete el patógeno

El comunicado norteamericano incluso va más allá y, parado en el concepto de una salud, que sostiene que la salud humana, la salud animal y la salud ambiental están interconectadas, advierten no sólo que los humanos podemos contagiar con el nuevo coronavirus a la fauna silvestre, sino también que se “están conduciendo investigaciones acerca del potencial que tendría la fauna nativa para ser reservorio de la enfermedad”. Es decir, si el virus queda circulando en animales silvestres, tarde o temprano podría volver a complicar a los humanos.

“Yo personalmente no hubiera puesto ese tono en el comunicado que sacó el USGS”, dice Botto, y aclara su postura: “Sin duda hay una posibilidad de que algún animal silvestre se convierta en un reservorio eficiente y pueda transmitirnos luego la enfermedad, volviendo a generar un segundo evento de spillover, de contagio desde los animales silvestres, pero mi problema con eso es que seguimos manteniendo únicamente una perspectiva humana, y esto en realidad es un evento en el que nosotros podemos transmitirles la enfermedad a los animales y ser la causa del declinio de poblaciones de animales silvestres”.

Botto sostiene que lo del reservorio es una posibilidad, mientras que lo del contagio a los animales es una realidad patente. “No hay que generar alarma por algo que todavía no pasó”, dice, y no está solo en eso: el comunicado que emitió la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza “tampoco menciona que podrían ser un reservorio futuro de covid-19, sino que se centra en los murciélagos y en que podemos contagiarlos a ellos”. “Por eso en la Red Latinoamericana ahora estamos tratando de dar la recomendación de no trabajar con murciélagos, pero aclarando que puede ser extensivo a otros bichos”, dice Botto, que tiene evidencia para extender la recomendación: “El caso de los tigres del zoológico de Nueva York es clarísimo. No precisaron ser murciélagos para infectarse con este virus”.

Pero en Estados Unidos, además, los murciélagos están en peligro. Hay un hongo blanco que ataca a las colonias de estos mamíferos, que está produciendo el declinio de las poblaciones. “Esa enfermedad, el [síndrome de] white nose o nariz blanca, que afecta a los murciélagos de América del Norte, es un ejemplo en el que nosotros, los humanos, fuimos la causa”, dice Botto. “La teoría más aceptada hasta ahora es que la entrada del white nose a Estados Unidos fue por vía humana, y que parte de la dispersión que está teniendo actualmente también es explicable por actividades humanas, como actividades recreativas vinculadas a las cavernas o incluso de investigación”, afirma, y agrega que es bastante difícil quitar el hongo de los equipos que trasladan. “La nariz blanca es un ejemplo en el que fuimos los humanos quienes movimos un patógeno, y además es un gran ejemplo del efecto que podemos ocasionar cuando movemos un patógeno a una población nueva. A pesar de que era un patógeno que en los murciélagos asiáticos y europeos no generaba mayores problemas, al menos no actualmente, al ser trasladado a América del Norte está provocando declinaciones muy importantes de las poblaciones”. Como pregona el refrán, quienes no conocen la historia están condenados a repetirla.

En Uruguay el hongo de la nariz blanca no circula entre los murciélagos. Y si bien Botto afirma, a título personal, que de introducirse a nuestro país “probablemente no sería un gran problema”, eso no implica que nuestros murciélagos estén mejor parados ante un posible contagio de SARS-CoV-2. “Quizás no tenemos nariz blanca, pero el hecho de que la gente en muchos lugares de Latinoamérica les tenga miedo a los murciélagos por la transmisión de enfermedades como la rabia es un problema enorme”, dice. Y además representa un problema a la hora de transmitir el riesgo de contagiar a estos animales con el nuevo coronavirus. “Me preocupa mucho decir que los murciélagos pueden infectarse con covid-19, porque por un lado trato de protegerlos, pero por otro puedo estar aumentando el miedo de la gente, que va a pensar, encima, que los murciélagos van a tener covid-19. Es un gran problema para la comunicación”.

Además de la nariz blanca, el miedo y la repulsión que generan en algunas personas, los murciélagos también podrían estar complicados ante la covid-19 por un dato no menor: muchos de ellos, al igual que nosotros, son animales que viven en grupos muy unidos. “Las especies más comunes que habitan en Uruguay son sociales”, afirma Botto, y además agrega que las especies que forman grandes colonias “podríamos decir que tienen un comportamiento parecido al nuestro”. Y eso, en caso de que aparezca un virus contagioso, tiene sus riesgos. “Nosotros nos aglomeramos en grandes ciudades y esas grandes ciudades, cuando les pega una epidemia, pensemos en Nueva York en este momento, se vuelven muy problemáticas. Una colonia grande de murciélagos es una Nueva York. De hecho, en el sur de Estados Unidos hay colonias más grandes que Nueva York en cuanto a número de individuos, colonias de 20 millones de murciélagos. Eso es una gran Nueva York de murciélagos en donde, si entrara el virus, la probabilidad de transmisión podría ser grande”, razona. Le pregunto como qué ciudad serían nuestras colonias más grandes; ríe un rato y finalmente contesta: “Como Trinidad. La única colonia grande que tenemos medianamente cuantificada en Uruguay tiene en el entorno de unos 20.000 individuos”.

Uno enseguida piensa en que Flores es un departamento que, por el momento, ha tenido un único caso de covid-19. Pero Botto no se distrae con ello y vuelve a los murciélagos. “El tema es que no tenemos claro cómo se comportaría este virus entrando en una colonia. Eso también es importante decirlo, son conjeturas, y hasta ahora no lo hemos modelado”. Nadie podría culparlo por ello, pero de todas maneras aclara: “Si tenemos poca información para hacer modelos en humanos, como está quedando claro, peor es el caso de los modelos de transmisión de covid-19 en murciélagos. Hay mucha incertidumbre sobre qué pasaría”.

Contagiando animales

Colonia de murciélagos en Uruguay. Foto Germán Botto

Colonia de murciélagos en Uruguay. Foto Germán Botto

Si bien puede haber incertidumbre con los modelos de transmisión, de lo que no cabe duda es de que los humanos podemos transmitir el virus a los animales. “Eso queda clarísimo con el caso de los tigres en Nueva York. Esos animales pueden infectarse a partir de humanos, y la interacción normal de los cuidadores en un zoológico puede infectar a los animales. Esa es la primera lección que aprendemos del caso de Nueva York”, afirma Botto. Pero este hecho nos dice aun más: “También sabemos que algunos animales, al infectarse, pueden desarrollar una patología importante. No fue que a los tigres simplemente se les encontró el virus, sino que tenían síntomas. De hecho, se buscó el virus porque había una sintomatología asociada”.

Si una golondrina no hace verano, uno podría pensar que un tigre no hace un llamado de atención. Pero no se trata sólo de tigres. “En estas últimas semanas hemos podido ver que no se trata sólo de una cuestión de los tigres de Nueva York. En trabajos de infección experimental se está viendo que varios animales son susceptibles de contagiarse”, afirma el investigador. Cuando hablé con Botto, el único trabajo que había leído decía que tanto los hurones como los gatos –pero no los perros, los cerdos ni las gallinas– podrían ser susceptibles de contagiarse de SARS-CoV-2, pero en tiempos de coronavirus las cosas cambian rápidamente. “Hoy hay una tormenta de trabajos. Para ser completamente honesto, a esta altura tengo una licuadora de información en mi cabeza”, confiesa Botto. Relata que ha leído investigaciones, publicadas y en curso, que apuntan a que el SARS-CoV-2 podría afectar a otros animales, además de a tigres, hurones y gatos.

Acerca de las mascotas, al momento de hacer la nota a los dos casos de perros a los que se les encontró coronavirus en China y al de un gato en Bélgica se les han sumado un par de casos más. “Hubo algunos casos en los que se diagnosticó a mascotas de personas en cuarentena con infección porque las mascotas aparecían con síntomas respiratorios, pero son casi que anecdóticos”, afirma Botto.

Uno piensa también en que en un mundo donde, salvo Corea del Sur y alguna otra excepción, las quejas se centran en la poca cantidad de testeos que se hacen, es impensable pretender que se hagan suficientes test en mascotas. En Uruguay a nadie se le ocurriría plantear que se testeen las mascotas de las personas con diagnóstico de coronavirus, porque tenemos problemas más graves. Pero estos trabajos encienden esa luz de alarma, ya que obviamente ningún país en los primeros estadios de esta pandemia, que expuso muchas debilidades, está enfocándose en ver si las mascotas se contagian o si mañana podrían ser un reservorio de coronavirus. Botto concuerda: “No sería lógico que el enfoque del testeo fuera hacia las mascotas en este momento, especialmente porque si vas a testear las mascotas de la gente que está en cuarentena, lo que te importa es que la mascota comparta la cuarentena con la persona”.

Al respecto de esto, señala que “si en el núcleo familiar todos comparten la cuarentena y hay contacto entre ellos, hay que contar al gato como parte del núcleo familiar. Si tenés un aislamiento intradomicilio, entonces tratá de que el gato pertenezca a uno de los dos grupos, o está con la persona en cuarentena o está con los demás. En los dos casos es la misma lógica, se trata de considerar como miembro del grupo familiar a la mascota y tomar las mismas precauciones que para cualquier miembro del grupo familiar”.

¿Murciélagos en aprietos?

Colonia de murciélagos en Uruguay. Foto: Germán Botto

Colonia de murciélagos en Uruguay. Foto: Germán Botto

En el comunicado del PCMU se señala que los murciélagos herradura están separados evolutivamente de las poblaciones que viven en América por unos 50 millones de años. Pero es lógico pensar que si les pudimos transmitir SARS-CoV-2 a un tigre, una especie que se separó de los murciélagos mucho antes, cabe la posibilidad de que podamos transmitírselo a los murciélagos. Le digo que aún no hay evidencia, pero que es una probabilidad. Botto ríe. “Ya hay”, dice. Uno deja escapar un resoplo, por lo difícil que es seguir el ritmo de las investigaciones sobre covid-19.

“Hay unos trabajos con resultados muy recientes. No se mostró que podemos transmitirlo en la vida diaria, es decir, no se puso a un murciélago a volar en la casa de una persona enferma para ver si se infectaba; lo que se hizo fue una infección experimental usando este virus aislado de humanos en murciélagos, y sí se dieron infecciones”, relata Botto. “Son trabajos con datos todavía no publicados”, advierte, pero que se han realizado en Estados Unidos y en Australia con distintas especies de murciélagos. “Son resultados preliminares que pintan un panorama en el que la distancia entre familias, murciélagos herradura, Rhinolophidae y otras familias que se han usado para estos procedimientos experimentales, no parece ser un determinante para evitar que el virus no puede infectar”, apunta. “El trabajo acá fue realizado con murciélagos de la familia Phyllostomidae, que está ampliamente distribuida en Latinoamérica y que de hecho tiene un par de especies en Uruguay, de la que el vampiro es una de ellas”.

“Eso es una demostración interesante de que este virus es capaz de saltar de una especie a otra y va en línea con lo que ponemos en el comunicado: si fue capaz de saltar de humanos a tigres, y suponemos que viene de un murciélago, la distancia entre esas familias de murciélagos es mucho menor que la distancia entre cualquiera de ellos y un tigre. Es razonable esperar que pueda saltar, y estos resultados preliminares experimentales tienden a ir en ese sentido”, explica.

Murciélagos asustados

Bien, los animales pueden contagiarse y, dado que el virus es similar a los coronavirus ya presentes en los murciélagos, hay que tomar precauciones. “Más aun porque son animales que tienen cercanía con nosotros”, dice Botto. “Hoy en día encontrarte con un tigre en estado salvaje es poco frecuente, pero a los murciélagos nos los encontramos los biólogos que vamos a trabajar con ellos, se los encuentran los espeleólogos que van a recorrer cavernas, se los encuentran los turistas que van a esas mismas cavernas”, señala, y aclara que “en Uruguay hay más de un ejemplo de grutas o cavernas de atractivo turístico que tienen colonias de murciélagos”.

“Hoy en día los murciélagos tendrían muy buenas razones para estar asustados de nosotros”.

Pero no hace falta que vayamos hacia ellos: los murciélagos también vienen hacia nosotros, y algunas especies se han adaptado bien a vivir en nuestras ciudades. “Así como en algún momento hubo gente que tuvo cierta paranoia con los murciélagos urbanos cuando se detectó rabia en Montevideo, hoy en día los murciélagos tendrían muy buenas razones para estar asustados de nosotros. Porque esos murciélagos están viviendo en el cajón de una cortina de enrollar y están tremendamente expuestos a que en el cuarto al que corresponde esa ventana haya una persona en cuarentena por covid-19”, dice. “En principio igual diría que es difícil que el virus logre entrar a la caja de la cortina de enrollar, pero podría pasar, y este murciélago tiene todo el derecho a estar asustadísimo de nosotros”, afirma Botto, que teme no lograr transmitir la idea.

“Si el virus tiene afinidad con proteínas de receptores de una gran variedad de animales, incluidas las vacas, tenemos riesgo de transmisión a distintas especies”.

Pero la idea queda clarísima cuando retoma el tema: “En este momento, nosotros somos los bichos que transmitimos un montón de virus. Así como se ha propagado la idea de que los murciélagos son peligrosos porque tienen muchísimos virus en común con nosotros, ahora lo podemos pensar del otro lado: nosotros somos peligrosos porque tenemos muchísimos virus en común con ellos, y uno de ellos en particular está teniendo un brote epidémico muy fuerte en todo el mundo. Entonces, son ellos los que en este momento tienen que tener miedo de nosotros”.

Distanciamiento interespecial

Lucía Moreira yendo a hacer trabajo de campo. Foto: Germán Botto

Lucía Moreira yendo a hacer trabajo de campo. Foto: Germán Botto

Con toda esta evidencia, el comunicado del PCMU llama a no manipular murciélagos en trabajos experimentales, ya que se supone que la ley de fauna ya los protege de cualquier manipulación que no sea la experimental o la debidamente tramitada ante la Dirección Nacional de Medio Ambiente u otra dependencia pertinente. “Es cierto que el PCMU nuclea a la mayoría de los investigadores que trabajan con murciélagos y que si tomábamos la decisión interna de no manipularlos reducíamos mucho el riesgo, pero nos parecía que era responsable hacerlo extensivo a otros grupos de investigación y de la sociedad”, afirma Botto. Pero además fueron más lejos y no se centraron sólo en la manipulación experimental o de monitoreos ambientales: “Por un lado recomendamos también evitar la entrada a refugios de murciélagos y el contacto estrecho con estos animales, y por eso les enviamos el comunicado a las direcciones de Turismo de los departamentos en donde conocemos colonias que son atracciones turísticas”. Uno piensa en las grutas de Salamanca y Arequita, pero la lista es más extensa. “Están también las Grutas del Palacio, en Flores, que si bien no tienen una colonia enorme, sabemos que hay murciélagos que las usan como refugio. También está la usina Cuñapirú, en Rivera, que es un monumento histórico nacional donde hay una colonia grande y muy valiosa”. También le enviaron el comunicado al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), de quien dependen, por ejemplo, las Grutas del Palacio, a las alcaldías y los municipios de lugares con colonias, y a los operadores turísticos relacionados con esos lugares.

“Tuvimos muy buena respuesta de todos ellos. Desde Rivera nos dijeron que habían suspendido el acceso a la usina, el dueño de la gruta de Arequita nos dijo que también había suspendido las actividades, tuvimos respuestas de la mina La Oriental, en Maldonado, que es otro sitio privado que tiene una colonia de murciélagos interesante, cuya dueña está muy comprometida con la conservación del sitio y de la colonia”, dice, conforme, Botto. “Adoptamos una aproximación que en ecología llamaríamos del tipo bottom up, tratamos de ir directamente a los que están involucrados en la gestión diaria de esos sitios”.

Porque el asunto no pasa sólo por la manipulación de los murciélagos, algo que sería más frecuente en muestreos ambientales y trabajos de investigación. El estar parado debajo de una colonia de murciélagos, aun sin tocarlos, ya implicaría cierto riesgo para los pequeños mamíferos. “La recomendación es directamente tratar de evitar la presencia a menos de tres metros de un murciélago”, afirma el investigador, así que al distanciamiento social tenemos que agregarle un distanciamiento quiropteral, un distanciamiento interespecial.

“Algo así”, ríe Botto, que remarca que es importante decir que ellos no conocen todas las colonias de murciélagos que hay en el país. “Hay gente que en su predio puede tener una colonia en una tapera abandonada, o puede tener una colonia en una pequeña gruta que nosotros no conocemos, por eso la idea es llegar a más gente –más allá de lo que nosotros podemos hacer–, porque probablemente si vos tenés una colonia en una gruta en tu predio y te gustan los murciélagos, cuando vas a ver la colonia no pedís un permiso de investigación. Tratamos de contactar por un lado a los organismos reguladores a nivel nacional y departamental, y por otro lado a los operadores que conocemos. Hay un mundo afuera de esto que probablemente desconocemos, y por eso tratamos de llegar al resto de la gente”.

Pero, dado que la evidencia apunta a que podemos contagiar a más animales, Botto y sus colegas en la conservación de murciélagos comunicaron a la Dirección Nacional de Medio Ambiente y al SNAP que sería interesante que veterinarios y grupos de investigación en otros animales estudiaran el tema. “Nosotros podemos hacer recomendaciones respecto de los murciélagos, pero sentimos que estamos invadiendo el territorio de otros si hacemos recomendaciones sobre otros animales”, se sincera. “Sin duda que esto puede ser extensivo mucho más allá del tema de los murciélagos”.

El investigador explica que el comunicado se refiere a los murciélagos porque esos animales “han sido golpeados por esta epidemia por su eventual rol en la transmisión del primer o segundo caso, y eso les ha dado una imagen que ha generado un montón de miedo, entonces no queremos que otra cosa les pegue”. “Ya les pegó la epidemia por el efecto miedo, no queremos que les pegue también porque les transmitimos el virus. Pero eso es válido para muchos otros, para los que trabajan con venados de campo en ambientes naturales, los que trabajan con otras especies”, afirma.

Botto cuenta que “hay un trabajo de modelado de biología computacional que analizó en distintos mamíferos la afinidad entre la proteína de las spikes, las espigas de este coronavirus, y los receptores ACE por los que el virus entra”. El resultado es, al menos para Uruguay, digno de atención: “Vieron que la mayor afinidad se da en los bóvidos, es decir, con vacas”, adelanta Botto. “Es un paper que requiere mucho más trabajo, es un resultado preliminar, pero es muy interesante. Ellos lo relacionan primero con la búsqueda del reservorio intermedio, ese animal teórico al que saltó desde el murciélago antes de saltar hacia nosotros. Podría ser un pangolín, podría ser otro murciélago, pero también podría ser una vaca”.

“Si el virus tiene afinidad con proteínas de receptores de una gran variedad de animales, incluidas las vacas, tenemos riesgo de transmisión a distintas especies”.

Tal vez la chance de que las vacas puedan ser afectadas por este nuevo virus podría hacer que en un país ganadero como el nuestro no se tomara a la ligera la recomendación de que los humanos nos mantengamos distanciados de la fauna silvestre. Para Botto el trabajo llueve sobre mojado: “Si el virus tiene afinidad con proteínas de receptores de una gran variedad de animales, incluidas las vacas, tenemos riesgo de transmisión a distintas especies. Y ahí, por ejemplo, muy cerquita de los bóvidos están nuestros venados de campo, que en Uruguay ya han sido muy afectadas por el hombre y nos quedan dos poblaciones chicas y no conectadas entre sí”.

En caso de no dejar ahora a nuestros animales silvestres en paz, podríamos generar en alguna fauna reservorios de un virus que los afecte a ellos, pero también que sea un problema para nosotros. “El hecho de esta posibilidad de que sean reservorios no implica que no sean afectados por el virus, y los experimentos que se hicieron acá muestran no sólo que se pueden infectar, sino que desarrollan síntomas. Esto, en sí, es un problema de conservación grande, y por eso yo trato de centrarme en la idea del daño que les podemos provocar nosotros, más que en el hecho de que además pueden convertirse en un reservorio del virus”, dice Botto. “Es interesante eso de que [un animal] realmente puede infectarse, puede desarrollar síntomas, y pueden ser afectadas las poblaciones por esto. Me encanta el enfoque de una salud, pero no cuando al final siempre termina pensando en el humano”.

Le digo que comparto su punto pero que, aunque al final termine tratándose del interés humano, tener en cuenta que al enfermar a los murciélagos podemos, además, generar un reservorio de un virus que puede volver sobre nosotros es una forma de hacer que todos los humanos comprendamos que todo está intercontectado, que si seguimos destruyendo el ambiente y la vida que nos rodea eso tarde o temprano nos afecta. Si no entendemos por las buenas que no está bien andar extinguiendo animales, si no nos parece una pérdida lamentable pasarle un virus a otra especie, la idea de una salud nos pone en la misma bolsa que los animales y el ambiente y nos muestra cómo nos estamos perjudicando. El que jode murciélagos que estaban en la selva, termina jodido. Botto ríe.

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