Si bien a la hora de referirnos a las langostas solemos ponerlas a todas en la misma bolsa, las langostas voladoras que amenazan con llegar a Uruguay en un mes insólito pertenecen a la especie Schistocerca cancellata, son nativas de América del Sur y, más allá de características propias, se diferencian de otras langostas y tucuras por su gran tamaño y por hacer migraciones mucho más extensas. Dado que la superfamilia de los acridios, a la que pertenecen, cuenta con unas 10.000 especies distribuidas por casi todo el planeta, podríamos pensar que se ganaron el derecho a trasladarse por donde quieran. De hecho, en Uruguay se han registrado más de 100 especies de langostas y tucuras. El asunto es que debido a que ocasionan grandes pérdidas económicas al devorarse cultivos de esos seres que sólo cuentan con una única especie en el planeta, las langostas voladoras son consideradas una plaga.

Cuando forman densos enjambres para migrar, llamados bandos cuando son ninfas y mangas cuando se trata de langostas adultas, demuestran un gran apetito. Son capaces de comer cinco veces su volumen corporal al día y, en cuanto a daños a cultivos de interés económico, se ha registrado que las Schistocerca cancellata se contentan casi que con cualquier cosa: han ocasionado pérdidas importantes en plantaciones de trigo, maíz, centeno, sorgo, lino, cebada, tomate, papa, algodón, alfalfa, caña de azúcar, citrus, álamos, eucaliptos, perales, durazneros y hasta en pasturas. Por eso en la lista de plagas de 1982 del Centro para la Investigación de Plagas Transfronterizas (COPR por su sigla en inglés) se llevan la categoría más alta, la “A”, que las distingue como “plaga mayor”. Si a eso le sumamos que la manga puede tener hasta casi medio millón de langostas, que se extienden por varias decenas de kilómetros cuadrados, es fácil comprender por qué las langostas tienen un sitial de privilegio entre las plagas que pueden azotar a la humanidad.

Mientras la enorme manga de individuos adultos se encuentra a escasos 60 kilómetros de Uruguay y se especula sobre si el viento y la baja de la temperatura las mantendrán fuera de fronteras, conozcamos un poco más sobre estos insectos que ignoran que nuestras economías se apoyan fuertemente en la producción de productos agrícolas, repasemos algunos encuentros previos que hemos tenido con ellas desde hace más de un siglo y, en caso de que el viento sople en la dirección equivocada, veamos de qué manera la Dirección General de Servicios Agrícolas (DGSA) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) piensa combatirlas.

Una langosta transformista

Así como cualquiera de nosotros tiene etapas más sociables que otras, las langostas voladoras alternan períodos gregarios con períodos solitarios. Pero lo fantástico es que en las langostas voladoras (y varias otras especies de langostas y tucuras) estos cambios de comportamiento también van acompasados de cambios en la apariencia.

Es que las langostas de esta especie pasan por varios estadios en que lucen y se comportan de forma diferente. Las que andan volando cerca de Uruguay son adultos que ya desarrollaron alas, miden entre seis y ocho centímetros y son de color predominantemente marrón. Pero para ello debieron recorrer un largo camino, no sólo geográfico sino también de desarrollo.

Las langostas voladoras son oriundas del norte de Argentina, parte de Bolivia, Paraguay y Chile. En los primeros estadios, cuando son ninfas, son verdosas, miden escasos ocho milímetros y no presentan alas. Tienen comportamiento gregario y todas las noches se reúnen para descansar y esperar que el sol traiga temperaturas agradables. Hacen la primera muda cuando tienen entre cuatro y ocho días, dando paso a un estadio más activo. Recién a los 15 días de nacidas pueden verse los rudimentos de lo que serán sus alas. Midiendo ya cerca de dos centímetros, dejan de ser gregarias y comen sin descanso tanto de día como de noche, mostrando que como en los humanos, el egoísmo y el consumo van de la mano.

Luego de un par más de mudas, llegan al quinto estadio de ninfa, alcanzando ya entre 2,5 y 3,5 centímetros. Tienen alas desarrolladas, pero estas aún no son funcionales. En cuanto al color, dependerá de las densidades de la población: a bajas densidades, la mayoría de las ninfas serán verdes, pero en densidades altas se tendrán tonalidades amarillas, anaranjadas y negras. Luego pasarán a ser adultas, y el comportamiento gregario y la formación de mangas, ya con las alas desarrolladas, estarán en el horizonte.

Una langosta con antecedentes

“La dinámica de poblaciones de estos insectos es altamente variable, no sigue simples direcciones, las respuestas no son lineales y resultan de los efectos combinados de fuerzas abióticas y de interacciones bióticas”, decían en un trabajo publicado en la revista Agrociencia Uruguay en julio de 2016 las investigadoras Stella Zerbino y Lucía Miguel, ambas en el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) en este entonces, y Estrellita Lorier, de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. Tal vez por ser una de las siete plagas bíblicas, alguien podría embarullarse, pero la ciencia hace tiempo que no requiere deidades enojadas para explicar por qué se producen estas nubes de langostas que tanto preocupan a quienes viven de la tierra. “El incremento de la abundancia está asociado a factores climáticos, composición y uso del suelo, diversidad de la vegetación, técnicas de pastoreo utilizadas, eficacia de los enemigos naturales, y/o a ciclos supra-anuales característicos de este grupo”, afirmaban las investigadoras en la misma publicación.

Ya que en las langostas también es mejor prevenir que fumigar, en su artículo, denominado “Variabilidad interanual en comunidades de acridios en la región centro-sur del Uruguay”, Zerbino, Lorier y Miguel trataron de buscar patrones que permitieran predecir las explosiones poblacionales de las langostas en nuestro territorio. Pero su investigación, valiosa, poco sirve en este caso: las explosiones poblacionales de la Schistocerca cancellata se producen mucho más al norte de Uruguay. Sólo para que quede constancia: las investigadoras encontraron que “en pastizales de la región centro-sur de Uruguay, el predominio de la tucura Borellia bruneri, la disminución en la equitatividad de Pielou y el aumento de la similitud cualitativa de Sorensen serían indicadores de un período de transición hacia una explosión poblacional”. Su investigación se llevó a cabo luego de que el país tuviera incidentes con estas tucuras en 2008-2009. De este modo, si queremos comprender las explosiones poblacionales que produjeron esta manga de langostas, hay que irse más lejos.

El primer registro de langostas voladoras metiéndose con cultivos humanos se remonta a 1538, cuando, según reportan investigadores argentinos y estadounidenses en el artículo “El resurgimiento de la langosta sudamericana (Schistocerca cancellata) en la revista Metaleptea de setiembre de 2017, estos insectos arrasaron con grandes plantaciones de mandioca en Buenos Aires. Allí también cuentan que la última vez que se produjo un evento importante de esta plaga fue en 1954 y que para la década de 1960, “luego de muchos años de campañas de control, dependientes en gran medida del DDT”, se logró mantener a raya a la población en Argentina, con monitoreos constantes en las provincias de Catamarca y La Rioja. Controlada en su país de origen, las mangas no se asomaban tampoco a Uruguay.

Schiptocerca cancellata es la vieja langosta de la que nuestros padres y abuelos nos hablaban cuando éramos niños”, dice Stella Zerbino. “En los años 30 estas langostas causaron estragos en el país. Y en muchos sentidos Uruguay fue pionero en la lucha contra las langostas, incluso se aprobaron algunas leyes para combatirlas que hoy llaman la atención”, agrega la investigadora del INIA La Estanzuela, hoy jubilada.

En una ponencia Zerbino mostró una línea de tiempo con hitos destacados del combate a la langosta. Por ejemplo, que en 1913 se llevó a cabo en Montevideo la Conferencia Sudamericana de Defensa Agrícola y se celebró el Convenio Internacional de Lucha contra la Langosta, o que en 1945 el Poder Ejecutivo “destina $ 200.000 para la lucha contra la langosta y se baja el precio del combustible destinado a su combate”, dado que se produjo una importante invasión en Artigas, Salto, Paysandú, Soriano, Tacuarembó, Flores, Florida y Lavalleja. Pero, sin duda, el hecho más destacado es que, dado que el problema subsistía, en 1947 se creó por ley la Oficina Nacional del Servicio de Lucha contra la Langosta.

Esa ley, la 10.914, incluye algunos artículos que, como dijo Zerbino, hoy causarían largos y tendidos debates. Por ejemplo, en el artículo 11 se dice que “las autoridades podrán requisar a los particulares los vehículos, aviones, locales para depósitos y otros bienes que se consideren necesarios para la mejor utilización del material de combate”. En el artículo 17 se declara “obligatoria la cooperación personal de los propietarios, arrendatarios u ocupantes de los predios invadidos y de los próximos a los mismos, así como la del personal de trabajo de dichos predios. Esta prestación personal será redimible –en los casos debidamente justificados– mediante el pago de la suma de cuatro pesos diarios y por persona”. También dispone que es “igualmente obligatoria la cooperación personal de los habitantes varones de la República –tanto nacionales como extranjeros– de 18 a 50 años de edad, que habiten las zonas invadidas o amenazadas”. ¿Se imaginan esa ley promulgada hoy?

Schistocerca cancellata en Mendoza Argentina.
Foto: Quentin Vandemoortele (iNaturalist)

Schistocerca cancellata en Mendoza Argentina. Foto: Quentin Vandemoortele (iNaturalist)

La última vez que tuvimos problemas no fue con estas langostas voladoras, sino con las tucuras de los géneros Borellia y Dichroplus. “Son tucuras que tienen vuelos mucho más cortos que los de las langostas, que pueden llegar a viajar 100 kilómetros por día”, dice Zerbino. Esas son langostas que viven permanentemente en Uruguay. Pero, como dijimos, las langostas voladoras vienen de más al norte. Sus poblaciones estaban controladas. Pero nada dura para siempre. “Estas langostas son originarias del Chaco argentino, de Paraguay y de Bolivia. Y a partir de 2015 comenzó a haber problemas”, sostiene Zerbino.

Y así fue. Tras pequeños brotes en 1961, 1989 y 2010, en 2015 las cosas volvieron a complicarse en Argentina. “En julio de 2015 se identificaron enjambres de langostas de hasta 25 km2 en la provincia de Santiago del Estero. Una respuesta rápida del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) trabajando con instituciones públicas provinciales y partes interesadas privadas ayudó a mantener el aumento bajo control. Se informaron daños principalmente en bosques secos y pastizales naturales, con un impacto menor en los cultivos”, señalan Héctor Medina, Arianne Cease y Eduardo Trumper en su artículo de 2017.

Luego de la explosión en Argentina, el problema se trasladó: se registraron bandos de ninfas en Bolivia que causaron daños serios a cultivos y también en Paraguay. Dos años después, en junio de 2017, se reportaron mangas de langostas moviéndose en el noreste de Argentina, presumiblemente provenientes de Paraguay, que afectaron las provincias de Formosa, Chaco, Santiago del Estero, Santa Fe y Córdoba.

¿Por qué volvieron las langostas?

“¿Por qué se dio este resurgir tras décadas de control exitoso?”, se preguntaron Medina y sus colegas. La respuesta: “La hipótesis más plausible para explicar el aumento reciente y la expansión geográfica de S. cancellata es que una combinación de dos factores principales convergieron simultáneamente en la región de reproducción permanente”.

El primero de esos dos factores sería un invierno menos frío y con lluvias más frecuentes en las provincias de La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero, que “indujo la ruptura de la diapausa reproductiva adulta en invierno antes de lo habitual, lo que allanó el camino para una tercera generación”, dicen los autores, que señalan que la langosta voladora en general tienes dos generaciones al año, y que una tercera “puede conducir a un crecimiento exponencial de la población”.

El otro factor, explican, es que “la expansión de sitios adecuados de reproducción” hizo “que el área fuera demasiado grande para ser cubierta por el personal de exploración disponible”. “Una vez que las langostas pasaron el umbral de densidad para volverse gregarias y los adultos comenzaron a migrar, el monitoreo se hizo cada vez más difícil porque las langostas se expandieron a regiones sin personal capacitado disponible. Como resultado, varios enjambres pueden haber migrado hacia el norte, sin control”, sostienen Medina y sus colegas.

Por todo esto, señalaban en 2107 que “se necesitan estudios futuros para determinar las rutas migratorias, pero en base a datos preliminares, planteamos la hipótesis de un proceso de expansión geográfica con al menos un período de reproducción en Bolivia y Paraguay. Este proceso dio lugar a la nueva generación adulta que ingresó a Argentina durante julio de 2017”. También afirmaban que “las langostas son un desafío a nivel continental, que requiere respuestas coordinadas a través de las fronteras entre individuos y gobiernos”.

¿Y ahora?

Andar cambiando el clima del planeta tiene consecuencias insospechadas. Las mangas de langostas podrían hacerse más difíciles de controlar con otoños menos fríos. Pero hay más. En otro artículo, “Manejo de tucuras”, publicado en la revista del INIA de 2010, la tríada Lorier, Miguel y Zerbino señala que “las tucuras tienen preferencias por distintas comunidades de plantas que representan diferentes grados y tipos de disturbio, incluyendo pastoreo, fuegos, labranza, aplicación de herbicidas y siembra de especies introducidas”. Es decir, las alteraciones antropogénisas del ambiente con fines productivos también aportan lo suyo: “Las plantas estresadas en general contienen altas concentraciones de nutrientes que son importantes para el desarrollo de los insectos herbívoros, como es el caso del nitrógeno. Por lo tanto, las condiciones extremas pueden conducir a un incremento en la sobrevivencia y reproducción, con el consecuente incremento en el tamaño de la población”. Naturaleza estresada, langostas contentas.

En ese mismo artículo señalan que el mejor tipo de control es el preventivo, y ponían como ejemplo el que se venía haciendo en la Schistocerca cancellata desde mitad del siglo pasado. Pero ahora la manga está cerca y el control preventivo falló en donde estas langostas se reproducen. “Cuando se producen ‘outbreaks’, el problema que se plantea es cómo reducir las poblaciones de tucuras en grandes áreas. El control químico se basa fundamentalmente en la aplicación masiva, con un fuerte impacto negativo a nivel ambiental, económico y social”, decían las tres investigadoras en el artículo.

En ese caso, la referencia es el Senasa de Argentina, que dice que “las mangas de adultos podrán ser tratadas de forma aérea, [está] recomendado realizar la aplicación con la manga asentada, teniendo en cuenta la disminución de superficie que experimenta la misma, generando menor impacto ambiental y menor costo de aplicación”. El Senasa también señala que “el control aéreo requiere un seguimiento de las mangas durante el día hasta el lugar donde se posan por la tarde/noche. En ese momento se debe estimar la superficie donde está asentada la plaga, generalmente en zonas arbustivas o semiarbustivas, como montes o cortinas”, para así hacer la aplicación a primera hora del día siguiente, ya que “la aplicación temprana impide el movimiento de la plaga debido a las temperaturas”.

¿Con qué se piensa combatir a las langostas voladoras en caso de que lleguen a Uruguay? El titular de la Dirección General de Servicios Agrícolas (DGSA), Leonardo Olivera, declaró a la diaria que aquí “estamos siguiendo las recomendaciones del Senasa, que son los especialistas en estas langostas”, y que en caso de tener que aplicar plaguicidas, “utilizaremos los productos y las dosis recomendadas por ellos”.

En el documento de la DGSA denominado “Plan Nacional de Vigilancia de Langosta (Schistocera cancellata) en Uruguay”, publicado el 3 de julio, se afirma que “los productos recomendados para el control de langostas” son la cipermetrina, la deltrametrina y la lambdacialotrina. Estos tres plaguicidas piretroides, según el Senasa, son “altamente tóxicos en abejas”, “ligeramente tóxicos en aves” (salvo la lamdacialotrina, que es “moderadamente tóxico”), mientras que en peces los dos primeros son “extremadamente tóxicos” y la lamdacialotrina es “muy tóxica”.

En el caso de tener que aplicar estos plaguicidas, el caso dependerá de en dónde se asienta la manga. “Donde no se podría aplicar es en los citrus para exportación, por el límite máximo de residuos permitidos. Tampoco se podrá aplicar cerca de arroyos, ríos o cursos de agua ni de centros poblados”, reconoce Olivera. “En caso de aplicarse, se hará siguiendo las buenas prácticas de aplicación que brindan las mejores garantías”. Olivera destacó que además quienes aplican estos productos fitosanitarios con aviones “son expertos en el tema y ya manejan ese tipo de normas”, e hizo énfasis en que la aplicación sería “de bajo volumen, de unos cinco litros por hectárea, por lo que si las condiciones son buenas, no debería haber ninguna mala práctica”.

“Son pocas hectáreas donde la aplicación se haría de forma muy prolija. Si la manga se posa sobre una zona donde no se permite el control, probablemente no se haga, y esperemos que se mueva hacia otro lugar donde sí se pueda realizar”, completó Olivera, aunque confesó que por la información que estaban manejando, podemos esperar que no sea necesario andar aplicando plaguicidas. Crucemos los dedos.

Articulo: “Variabilidad interanual en comunidades de acridios (Orthoptera: Caelifera: Acridoidea) en la región centro-sur del Uruguay”.
Publicación: Agrociencia Uruguay (julio de 2016).
Autores: Stella Zerbino, Estrellita Lorier, Lucía Miguel.

Ponencia: “El problema de langosta que nos afecta: características, algunas observaciones y aspectos de manejo”.
Fecha: agosto de 2009.
Autores: Stella Zerbino, con colaboración de Estrellita Lorier.

Artículo: “The resurgence of the South American locust (Schistocerca cancellata)”.
Publicación: Metaleptea (setiembre de 2017).
Autores: Héctor Medina, Arianne Cease y Eduardo Trumper.

Artículo: “Manejo de tucuras”.
Publicación: Revista del INIA (Enfermedades y plagas en pasturas, 2010).
Autoras: Estrellita Lorier, Lucía Miguel, Stella Zerbino.