El futuro es renovable. Por un lado es algo bueno, pero por otro no debería alegrarnos del todo: la frase quiere decir que el presente no lo es. Si queremos un mejor mañana, tenemos que hacer algo hoy por construirlo. Parte de ese algo es hacer ciencia. Y parte de esa ciencia hacia un mañana más sustentable es la que desde hace décadas viene haciendo la química María Fernanda Cerdá. La revista Nature, una de las más prestigiosas de la ciencia mundial, acaba de encargarse de que más gente lo reconozca: Cerdá es la protagonista de la sección “Dónde trabajo” de la edición de esta semana de agosto, en la que investigadores e investigadoras cuentan qué hacen y dónde.
Aprendiendo de las plantas
La nota de esta sección de Nature, como vimos cuando se destacó el trabajo de otro investigador de nuestro país, si bien está redactada por un periodista, aparenta haber sido escrita por quienes hacen ciencia, y se titula algo así como “Plantas de energía: haciendo electricidad a partir de flores y frutas”.
Tras una entrevista, Linda Nordling entonces se pone en la piel de Cerdá: “Construyo celdas solares usando tintes naturales que encuentro en frutas y flores” arranca el texto de la nota. Entones explica que las antocianinas, pigmentos vegetales, son los que se encargan de absorber la luz solar y la convierten en energía para que la planta haga la fotosíntesis. “La tecnología para convertir tintes vegetales en electricidad se desarrolló en Suiza, pero la estoy aplicando a plantas autóctonas de mi país de origen”, dice entonces Cerdá, que comenta que de entre todas esas plantas nativas está trabajando con el ceibo, nuestra flor nacional.
Seguro que la nota será leída de forma distinta en las distintas partes del mundo. Cuando explica que para medir la eficiencia de los extractos de los pigmentos nativos apoya un simulador solar en un soporte de madera que le hizo su esposo, adaptación que le permite “levantar el instrumento para controlar la cantidad de radiación” que llega a su muestra, quienes conocemos la ciencia local podemos no asombrarnos. La falta de inversión en ciencia no es ni nueva ni solo de ahora. Tal vez a alguien en el exterior le llame la atención.
También puede llamar la atención que pese a esas limitantes materiales, su ciencia avance. En la nota afirma que en su área hay quienes afirman que “los tintes naturales no son lo suficientemente estables para usarlos en celdas solares”. Sin embargo, relata que construyó un panel solar prototipo en 2019 que probó “durante dos años en la Base Artigas de Uruguay en la Antártida. Nunca dejó de funcionar, ni siquiera en invierno cuando hay muy poca luz”.
Ciencia grande
“Los dispositivos fotovoltaicos producen menos del 1% de la energía de mi país. Pero espero que mi trabajo nos prepare para el futuro” afirma en la nota, donde también señala que aquí Uruguay es un país pequeño, que “tiene muy pocos científicos y nadie más hace lo que yo hago”.
Si bien es breve, la nota tiene sustancia, ya que repasa varias aristas del trabajo de la investigadora. Además de contar su área de acción, reflexiona sobre la importancia que le damos a la ciencia y sobre el peso del género en la trayectoria de las mujeres que hacen ciencia. “La financiación es escasa y sin ella no puedo pagar los sueldos. Por eso sigo trabajando en el laboratorio a los 54 años. Pero no me quejo: me encanta el trabajo de laboratorio” señala la nota. Su laboratorio está en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República.
Sobre el segundo aspecto, Cerdá también habla de forma tan breve como profunda: “Mi campo, la ingeniería fotoeléctrica, está poblado principalmente por hombres. Soy mujer y química. Como resultado, me he sentido estancada en mi carrera. Pero mis tres hijas están creciendo de manera diferente: van a llegar más lejos”.
Por como vienen las cosas, no tenemos más remedio que pensar en un país sustentable, renovable o como se lo quiera llamar. Las palabras de Cerdá expresadas a través de la sucinta nota de Nordling -ilustrada con una magnífica foto de Pablo Albarenga donde se ve bien el simulador solar y su soporte a la uruguaya- sirven para hacernos pensar. ¿Vamos a comprar en las góndolas de la tecnología global el Uruguay sustentable que precisamos o vamos a desarrollar uno a medida de nuestras necesidades y desafíos? ¿Debemos investigar nuestros pigmentos nativos o apostaremos a formar despachantes de aduana que pongan sellos en trámites de importación de productos desarrollados por otros? ¿Dónde está la sustentabilidad? Para Cerdá pasa por mirar hasta las flores que están en el escudo. Y por mostrarles a todos que aún en la Antártida sus celdas solares con ceibo funcionan.