El 20 de abril de 2022 tres observadores de aves se abrieron paso en una región densamente arbolada en el país con las cámaras colgadas al cuello. Su paciencia habitual para avistar y fotografiar especies poco frecuentes en Uruguay los recompensó brevemente ese día. Perchado sobre una rama, se encontraba un ejemplar hembra de una especie no registrada oficialmente en Uruguay: una tersina (Tersina viridis), ave perteneciente a la familia de los tráupidos, cuyos integrantes se caracterizan por sus colores brillantes y su dieta mayoritariamente frugívora.

La tersina sólo les dio unos breves momentos de observación y luego voló para no volver a ser vista. Tan breves fueron esos instantes que sólo uno de los tres expedicionarios, Luis Piñeyrúa, pudo fotografiarla. Los otros dos, Eduardo Muñoz y Carlos Crocce (a quien el lector quizá recuerde por su registro de gaviota reidora para Uruguay), se quedaron con las ganas. No estaban arrastrándose por los montes densos de alguna zona agreste del país, sino paseando en el Jardín Botánico de Montevideo, un paraíso al alcance de la mano para cualquier aficionado a las aves.

El reporte de la aparición de esta ave desubicada, tan al sur de su distribución típica, prendió una lucecita en la cabeza de Diego Castelli, observador de aves que está terminando su licenciatura en Ciencias Biológicas en la Facultad de Ciencias. La tersina le entusiasmaba especialmente y se entiende bien por qué. Es difícil olvidarla después de que uno la ve, ya sea en fotos o –especialmente– en la naturaleza.

El macho adulto tiene un plumaje de color turquesa intenso, con garganta y antifaz negros, un “traje” elegante que no le haría pasar demasiada vergüenza al lado de algunas de las espectaculares aves del paraíso de Oceanía, aunque con menos extravagancia. La hembra es menos llamativa, pero aun así luce un color verde brillante que hace difícil confundirla con otras aves de nuestra fauna.

En 2019, cuando vivía en San Pablo (Brasil), Castelli había pasado buena parte de su tiempo esperando ver una tersina y fracasó persistentemente, pese a que es un ave relativamente común dentro de su área de distribución. Cuando escuchó hablar del reporte de la tersina en el Botánico, que muchos señalaban como el primer registro para el país, recordó algo que le mencionó el biólogo Ernesto Elgue (a quien el lector atento podrá recordar por su trabajo con el geko de las piedras).

En 2021, Elgue le comentó que había visto un “bicho extraño para Uruguay, una tersina”, en junio de 2012, en Las Grutas (Maldonado), y que incluso lo había fotografiado. No hizo nada con aquel registro, más que confirmar la identidad del ejemplar con ayuda del ornitólogo Adrián Azpiroz, pero al menos unos cuantos años después plantó la semillita de la curiosidad en Castelli. La nueva aparición de la tersina lo convenció de que era necesario hacer algo y registrar lo que estaba sucediendo con esta especie en el país.

“Es un animal que no está en las guías de aves de Uruguay pero aparece al menos desde hace diez años. Me pareció que tenía que documentarse en algún lado”, cuenta Castelli. Eso fue exactamente lo que hizo con la colaboración del biólogo –y compañero de excursiones– Joaquín Muñoz, al que se sumaría luego un referente como Adrián Azpiroz.

Siga a esa tersina

Castelli y Muñoz, detectives ornitológicos asociados, comenzaron su investigación por los fértiles campos de internet en busca de referencias a la especie en Uruguay, empezando por el foro Ornitologiauy. Descubrieron que más de una persona había visto a la especie o tenía información de personas que la habían visto y –como buenos investigadores– decidieron hablar directamente con los involucrados para comprobar si tenían evidencias materiales de los avistamientos.

Se llevaron más de una sorpresa. Es cierto, la tersina no estaba registrada en publicaciones científicas en Uruguay, pero llevaba ya un buen tiempo volando bajo el radar. 2012, por ejemplo, fue un año movido para la especie en nuestras tierras. Al avistamiento de Elgue se sumaron otros dos, aunque uno de ellos sin evidencia material. El primero es el de un ejemplar hembra reportado en Santa Teresa, en Rocha (sin respaldo fotográfico disponible, igual que otro de 2010 en el Prado de Montevideo, aunque Castelli califica ambos como confiables).

El segundo corresponde a una comunicación oral hecha en octubre en el Congreso II Jornadas sobre Investigación y Manejo de Fauna Silvestre, en Córdoba, Argentina, donde se hablaba de un primer reporte para la especie en Uruguay. El autor fue Juan Villalba, que fotografió en las inmediaciones del bioparque M’Bopicuá, sobre el río Uruguay en Río Negro, un ave que le resultó curiosa y que no conocía. Con asistencia de Adrián Azpiroz, pudo identificarla como un macho inmaduro de tersina y notificó sobre su presencia en el congreso. “El individuo fue registrado por primera vez el 1° de octubre de 2012 y permaneció en el lugar por al menos seis días. Durante este período fue posible obtener fotografías y videos para respaldar la observación”, informaron ambos entonces. Se trataba, además, de un ejemplar distinto al fotografiado por Elgue.

Castelli y Muñoz contaban ya con cinco reportes –tres de ellos respaldados por fotos disponibles– de una especie no registrada para el país pero que rondaba nuestras tierras al menos desde hace una década. Ya era suficiente para hacer un buen registro documentado, pero quedaba otra sorpresa en el fondo de la bolsa. No tuvieron en cuenta que a veces –como aquel adagio futbolero de que “la pelota sigue al jugador”– el ave sigue al observador.

Diego Castelli.

Diego Castelli.

Foto: Mara Quintero

No busques más, la tersina soy yo

Todos los 14 de mayo se celebra el Global Big Day, una iniciativa mundial que une a aficionados y ornitólogos con el objetivo de avistar aves y compartir los resultados en las plataformas electrónicas. El 14 de mayo de este año, Joaquín Muñoz hizo honor a este evento global y salió a registrar aves cerca de su casa, más precisamente en el parque psamófilo de Costa Azul (Rocha), un sitio que, según Castelli, “siempre da sorpresas”.

En la copa de un canelón vio un ave que en principio confundió con un naranjero. La observó con binoculares y experimentó una curiosa “sincronicidad junguiana”, como se califica a esos sucesos casuales en que un pensamiento tiene su correlato en un acontecimiento externo.

En este caso, el pensamiento era la tersina a la que junto a Castelli venía dedicando su tiempo y el acontecimiento externo fue la mismísima aparición de un ejemplar hembra de la especie, confirmación definitiva de que era necesario dar forma al artículo.

Conmocionado por la casualidad pero rápido en los reflejos, Muñoz la observó durante unos cuatro minutos, pudo fotografiarla e incluso registró su llamada (una vocalización aguda no muy melodiosa). Tuvo suerte. Otros observadores de aves la buscaron al rato y en los días siguiente y nunca volvió a aparecer.

Este último documento fue la moña perfecta para el artículo al que Castelli y Muñoz venían dando vueltas. Con él, pudieron reportar oficialmente para Uruguay cuatro registros de tersina con evidencias materiales y sumar una nueva especie a nuestra avifauna, aunque aún es temprano para concluir si estas apariciones son síntoma de una expansión territorial o simplemente visitas de individuos vagantes.

Ejemplar de macho inmaduro de tersina en Maldonado. Foto: Ernesto Elgue

Ejemplar de macho inmaduro de tersina en Maldonado. Foto: Ernesto Elgue

Errantes sólo en busca de un lugar

“Esta es una especie de distribución amplia, típicamente neotropical, pero alejada de Uruguay. Va desde el sur de Panamá al noreste de Argentina (en la provincia de Misiones) y hasta la mitad de Río Grande del Sur en Brasil”, dice Castelli desde el jardín de su casa, que lo obliga a pausar cada tanto la conversación para reconocer el canto de las aves que lo visitan, como benteveos reales o cabecitas negras.

¿Qué hace entonces visitando Uruguay cada tanto? “Por más que esa sea su distribución típica, han aparecido varios registros por fuera de esta. Haciendo la revisión, descubrimos registros aislados en diez provincias argentinas más allá de Misiones”, responde Castelli.

En el norte ocurre lo mismo. Si bien su punto de distribución más septentrional es Panamá, también se han reportado apariciones aisladas en la isla caribeña de Bonaire y en las islas Caimán, un patrón de movimiento que parece más típico de un evasor fiscal que de una especie neotropical.

En Brasil también hizo apariciones por fuera de su zona típica de distribución. Se la registró por primera vez en el municipio de Pelotas en 2008 y, desde entonces, se la ha visto eventualmente en invierno, en el período no reproductivo, llegando incluso a observarse grupos de 30 a 40 individuos en 2021. “Todos estos movimientos están relacionados con la búsqueda de frutos. En los períodos no reproductivos siempre se la ve ligada a algún árbol frutal, lo mismo que ha ocurrido en Uruguay”, agrega Castelli. En el artículo, los autores reportan que muchos investigadores consideran a esta especie nómade, “porque por fuera de la época reproductiva hace movimientos irregulares y erráticos”.

Estas visitas a tierras uruguayas parecen respaldar la hipótesis de que estos movimientos erráticos los hace “en busca de comida, principalmente frutos”, señala justamente el artículo en sus conclusiones. “Más de la mitad de los registros involucran a individuos tomando frutos, especialmente de canelón (Myrsine laetevirens). Como alternativa, los registros podrían estar reflejando una expansión de la distribución de la especie. El reciente establecimiento de poblaciones de numerosas especies ‘subtropicales’ respalda esta hipótesis”, apunta luego.

Ejemplar de macho adulto de Tersina. Foto: Raphael Kurz

Ejemplar de macho adulto de Tersina. Foto: Raphael Kurz

Para Castelli, estas alternativas no son excluyentes y es posible que también expliquen la aparición de otras especies más al sur de su distribución usual. “Creo de todos modos que el hecho más importante para que estén apareciendo tantas especies nuevas de aves en Uruguay se puede dividir en dos. Por un lado, el aumento de observadores y el acceso a la información, que antes era muy escaso. Hoy en día podés llevar en tu celular una guía digital, hay mejor acceso a libros, hay posibilidad de consultar millones de fotos y de sonidos. Y, por otro lado, es más fácil adquirir binoculares o cámara de fotos buenas; antes dependías de grabadores de sonido, pero ahora con el celular podés grabar un canto e incluso consultar qué es”, dice. Hay apps, como Merlin Bird ID, que permiten reconocer los cantos con un grado de eficiencia razonable. Un Shazam para aves, digamos.

En el caso de la tersina, para dilucidar a qué se deben estas apariciones tan al sur de su distribución “claramente habría que tener mayores registros”, acota. “Puede tratarse de juveniles menos expertos, expulsados de los grupos por los adultos, y que se vean obligados a recorrer mayores distancias o estén explorando nuevos territorios, pero no es algo que podamos asegurar con los datos que tenemos”, afirma.

Es verdad que en Uruguay no se han visto aún ejemplares adultos machos de la especie, pero eso sí ha ocurrido en registros fuera de la distribución en otros países. Quizá esas tersinas espectaculares de color turquesa están ya en alguna parte, perchando en las ramas de nuestros árboles frutales, a la espera del próximo observador atento.

Una golondrina no hace tersina

Tal cual aclara Castelli, un macho adulto de tersina es inconfundible por sus colores, pero puede ocurrir que el observador se tope con un juvenil o una hembra. “Por más que la hembra es verde, no es cualquier tipo de verde sino llamativo. No hay un ave con esas características de color en Uruguay, porque tiene además un barrado característico, una suerte de entramado en el pecho. Su pico ancho también llama la atención”, cuenta.

Algunas otras pistas para identificarla: la tersina se percha con una postura erguida muy distintiva y realiza movimientos similares a una golondrina cuando captura insectos, lo que explica que la palabra “golondrina” figure en su nombre común tanto en inglés (tanager swallow) como en portugués (saí-andorinha).

En setiembre, cuando el manuscrito del artículo ya había sido enviado al Bulletin of British Ornithologists’ Club, el círculo terminó de cerrarse para Castelli. Se fue de paseo a Misiones y a lo lejos vio perchadas un par de aves coloridas. Sacó los binoculares y comprobó que, al fin, cumplía su deseo de observar un par de tersinas. Unos días después, se pudo sacar las ganas de fotografiar la especie a gusto, cuando se topó con una decena de ejemplares en el parque provincial Urugua-í.

“Me quedé contento de verla porque es una especie muy poco común para Uruguay, pero no es lo que ocurre en Misiones”, cuenta. Sus otras aventuras en busca de reportes raros para el país, sin embargo, están dedicadas a especies mucho más amenazadas a nivel mundial. Casi al mismo tiempo que finalizaba el artículo de la tersina se publicaban otros trabajos en los que participó: un nuevo reporte para el burrito plomizo (Porzana spiloptera) y el primer registro oficial para Uruguay del raro chorlo magallánico (Pluvianellus socialis), el más septentrional del mundo hasta el momento. Sus trabajos son la prueba de que en Uruguay, con un poco de atención a lo que nos rodea, las aves todavía nos permiten jugar a ser intrépidos exploradores de fauna.

Artículo: First records of Swallow Tanager Tersina viridis in Uruguay
Publicación: Bulletin of the British Ornithologists’ Club
Autores: Diego Castelli, Joaquín Muñoz, Adrián Azpiroz.