Cantar es una manifestación omnipresente en las sociedades humanas. Su importancia parece indiscutible, al menos hasta que intentamos explicarla. Para las ciencias naturales la música y el canto son características tan propias de nuestra especie como la capacidad de volar lo es para algunas aves. Eso plantea la cuestión de cuál es su principal función biológica.

Hay quienes piensan que el canto y la música pudieron haber surgido de un lenguaje primitivo melódico, rítmico, más emocional que conceptual. A partir de ese origen común, el lenguaje y la música habrían evolucionado adquiriendo rasgos independientes. En este sentido, la música podría ser un simple derivado, sin una función específica, de aquel lenguaje primitivo. Pero parece más razonable que aún en caso de ser la hermana emotiva del lenguaje, con la que en alguna época lejana compartieron tareas, la música sirva a otras funciones biológicas relevantes (resultando en algo que Stephen Jay Gould y Elizabeth Vrba llamaron exaptación, es decir algo que evolucionó para cumplir una función que no es la que podemos observar actualmente).

El canto sirve para comunicarse con bebés que aún no han adquirido el lenguaje. Las canciones de cuna les calma, les ayuda a dormir y sirven como estímulo para que aprendan a procesar sonidos complejos. Esto además puede ser importante para que luego puedan aprender el lenguaje hablado.

En algunas culturas la música se utiliza para acompañar procesos de curación física y emocional. En otras también es un instrumento de seducción y de invitación al amor que vale la pena tener a mano para aumentar las probabilidades de aparearse (lo que Darwin llamó selección sexual).

Pero estas posibles funciones parecen instancias específicas de una función más básica y universal: permitir la conexión y coordinación de mentes y cuerpos dentro de un grupo humano.

Conectados por el canto

Cantar es personal e íntimo, pero también una conexión profunda con otros.

Una joven camarera, mientras limpia una mesa de la Bodega Negra del Soho londinense, canta Future soul song de Prince. Sus ojos, apenas maquillados, parecen recién salidos de una siesta. Su sonrisa —que usa para cantar— es una esfinge de candor y tristeza. “When we sang, we all sang together/Oh, what a beautiful sound/ Ooh, ooh, sha la la la la/This is the future soul song”. Cierta electricidad en sus movimientos prefigura su singularidad. “When the trees sang the harmony as one/Every living soul sang the most beautiful/Melody ever sung/Ooh, ooh, sha la la la la/This is the future”. Alguien, tímidamente, elogia su talento y ella le cuenta que el director del coro de su escuela la rechazó por su voz grave. El elogio y la crítica son caras de una moneda potencialmente dañina (o curativa) en ambos casos. Frunce la nariz y mira al suelo: aún se siente frágil e incompleta. Le preocupa el futuro, como a millones de personas, y eso se puede cantar. “A todos los humanos, la música y el canto más que nada, nos conecta; capaz que somos como esos bichos que casi son microbios y que están todos conectados, como en las películas de ciencia ficción”, diría Mandrake Wolf.

El viejo Paul McCartney se sienta frente a una consola de sonido. Tararea un fragmento de “And your bird can sing” del álbum Revolver. “You tell me that you've heard every sound there is/And your bird can swing,/ but you can’t hear me/You can’t hear me”. Mueve algunas perillas. Sus ojos miran abajo, a su izquierda, en donde se encuentra el pasado: “Fue genial, miro atrás, y, en ese momento, sólo estaba trabajando con un tipo llamado John. Ahora miro hacia atrás y estaba trabajando con John Lennon”. Y al principio, cuando su productor George Martin les preguntaba quién era la voz principal, la respuesta de Paul era “John y yo”. Paul dice: “Era como una pista doble primitiva; y también podría haber sido que ambos queríamos hacer voces; así que había una única respuesta a eso y era que cantábamos los dos”.

En la pantalla del bar está la selección de fútbol cantando el himno nacional. Todo el estadio canta. Suena bien; pero entonces los micrófonos destacan, una tras otra, las voces de los futbolistas sobre la plácida niebla sonora. ¡Cuánto entusiasmo y concentración en el esfuerzo deportivo se necesita para cantar así, sin vergüenza, sin afinar, sin oírse! ¿No tendrán tiempo libre en los viajes y las concentraciones como para tomar unas clases de canto? Tal vez si lo hicieran se perdería algo. Tiranos, temblad; tiranos, temblad. Quizás lo que sobra son los micrófonos y la pista grabada.

En su departamento de soltera Juliana recibe a J, su amante, quien la invita a escuchar el álbum Black Woman de Linda y Sonny Sharrock. La conexión de Juliana con la voz de Linda incluye hasta las respuestas fisiológicas al amor. El canto como ruido, sin palabras inteligibles, se abstiene de pronunciar idiomas que permiten el control y las conecta de un modo orgánico. Aun mucho después de que J se hubiera marchado de su vida, la voz de Linda se queda en Juliana junto con la mezcla de góspel, blues, jazz, calipso y rock que la acompaña. Otra J, Julieta Rada, diría: “Cada vez que escucho un coro góspel se me caen las lágrimas, es como que está más allá, como si yo la hubiera vivido, me remite a la esclavitud, a todo eso”.

El cantante de rock Pedro Dalton, para quien —con humildad— su cantante favorito es el solitario alienígena David Bowie, fue al carnaval después de mucho tiempo: “Pah, loco, no lo puedo creer”. En el espectáculo de Contrafarsa había encontrado a “todos los tipos como soplando juntos, con la misma intención, con muchísima técnica, pero llegaban, llegaban, a mí lo que me gusta es que lleguen”.

En una aldea Mbuti, en la selva del Congo, un antropólogo aficionado a los Beatles y a Bob Dylan observa los preparativos de un ritual funerario. El bosque protege a los mbuti, una muerte accidental significa que se debe renovar el vínculo sagrado. Los jóvenes recuperan, de escondites en los árboles, unas trompetas de madera que entregan a los hombres. Al atardecer se enciende una fogata y comienza el molimo. El antropólogo es invitado a cantar y bailar. Se siente incómodo. Los Mbuti consideran que toda persona con voz puede cantar, que toda persona que camina puede danzar, pero él siente que no sabe, que no puede.

En estas historias se ve la tensión entre el canto como acto individual y su efecto grupal; también cómo la fama y sus instrumentos tecnológicos deforman, se interponen y amplifican el evento primitivo y local.

El reino del canto grupal

La idea científica de que la función primordial del canto, y la música, es la coordinación de grupos humanos viene siendo sugerida y analizada desde hace tiempo. Todo indica que en las sociedades posindustriales el rol comunal de la música y el canto fue eclipsado por un consumo relativamente pasivo por parte de audiencias desconectadas de los intérpretes. Esto puede dificultar nuestra percepción de las características básicas del canto y la música en la generalidad de las sociedades humanas.

Se ha propuesto que al aumentar el número de integrantes de una sociedad, y al volverse sus roles más diferenciados, la música se volvió menos participativa y más centrada en artistas individuales. Sin embargo, estas ideas necesitan de datos que las sustenten.

Dor Shilton de la Universidad de Tel Aviv (Israel) junto con colaboradores de la Universidad Nacional de Australia, la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda) y la Universidad de Keio (Japón) se plantearon estudiar la importancia relativa del canto grupal con respecto al canto en solitario. Querían saber qué ocurre con más frecuencia y en qué contextos. También querían evaluar si la preferencia por el canto grupal o solitario depende del número de integrantes de una comunidad, el grado de desigualdad o la diferenciación de roles.

Para ello recurrieron a una muestra, más amplia que la de cualquier estudio anterior, que incluía 5.776 grabaciones de audio provenientes de 1.024 sociedades y de 4.709 textos etnográficos provenientes de estudios de 60 sociedades. Encontraron que el canto grupal es mucho más frecuente que el canto en solitario en más del 70% de las sociedades y que es más frecuente en contextos rituales y de baile que en contextos de cuidados parentales o curación.

Sus resultados son consistentes con la idea de una función primordial del canto vinculada a reforzar los lazos sociales y coordinar acciones. A pesar de las apariencias, el canto grupal resulta ser globalmente dominante y determinado por el contexto social.

Por otro lado, la relación del canto grupal con la estructura social (tamaño del grupo y diferenciación de tareas) no parece clara desde el punto de vista estadístico.

De todos modos, las conclusiones finales de ese trabajo, publicado en la revista Royal Society Open Science el 14 de setiembre de 2023, da apoyo a la idea de una función interactiva del canto y que este tiene una relación compleja con aspectos sociales. Otras funciones no quedan excluidas pero pueden ser efectos de este hecho primordial.

Al pensar en estos asuntos, es inevitable considerar que la tecnología pudo haber tenido un rol importante en la pérdida de la relevancia del canto grupal en nuestras vidas posindustriales. Durante un baile o un concierto se ve a la gente interactuando, cantando y bailando en forma coordinada, pero los sistemas de amplificación y de iluminación desvían el foco de ese fenómeno grupal y lo restringe a los intérpretes profesionales (con todo lo que esta palabra implica).

El avance en la comprensión científica de las formas del canto y la música en las sociedades humanas puede devolvernos algo que perdimos hace mucho tiempo.

Tal vez, con el canto y la danza ocurre, como con tantos otros temas relativos a la naturaleza humana, aquello que decía el poeta Roberto Juarroz: “Nos pesa sobre todo desconocer si lo que no sabemos es adónde ir o adónde regresar”; y quizás con esfuerzo lleguemos finalmente a comprender “que hay sitios sin luz, ni oscuridad, ni meditaciones, espacios libres donde podríamos no estar ausentes”.

Algunas de las narraciones que aparecen en esta nota están inspiradas en entrevistas, escritos y situaciones de las siguientes fuentes: Cantan, reflexiones sobre la voz cantada, de Valentina Dufort y Pablo Routin; Música, maestra, editado por Sinead Gleeson y Kim Gordon, McCartney 3,2,1, documental en Star+, y Song exploder, documental en Netflix.

Artículo: Group singing is globally dominant and associated with social context
Publicación: Royal Society Open Science (agosto 2023)
Autores: Dor Shilton, Sam Passmore y Patrick Savage

Las letras traducidas

Hablando de música, la traducción del texto cantado en una canción desdibuja la musicalidad de las palabras escogidas por los autores. Al mismo tiempo, hablar de que la música nos conecta y dejar los textos en una lengua que puede no comprenderse, puede tener sus desventajas. Así que acá van las traducciones de los versos citados.

Canción del alma del futuro de Prince
Cuando cantábamos, cantábamos todos juntos/Oh, qué hermoso sonido/Ooh, ooh, sha la la la la/Esta es la canción del alma del futuro.

Cuando los árboles cantaron la armonía como uno/Cada alma viviente cantó la melodía más hermosa jamás cantada/Ooh, ooh, sha la la la la/Este es el futuro.

Y tu pájaro puede cantar The Beatles
Me dices que has oído todos los sonidos que hay/Y tu pájaro puede balancearse /pero no puedes oírme/No puedes oírme.