A esta altura, la historia es dolorosamente conocida. Un virus altamente contagioso y con capacidad para saltar entre especies se origina en un mercado de animales en China y se expande rápidamente, causando pánico en las autoridades. Al comienzo, los problemas se circunscriben al continente asiático, pero con el tiempo el virus muta y se producen brotes que llegan a varios continentes. Uruguay no logra evitar que ingrese y se ve obligado a declarar la emergencia sanitaria.

Esta vez no es Wuhan la ciudad china implicada ni es el coronavirus el protagonista de los dolores de cabeza. El relato comienza en realidad en 1996 en la provincia de Guangdong, donde se detectó originalmente en aves de corral el virus HPAI A/H5N1, que significa subtipo H5N1 del virus de la influenza aviar tipo A, altamente patógeno. Mundialmente, se lo conoce simplemente como el virus causante de la gripe aviar.

Las víctimas principales en este caso no son los humanos. Si bien es un virus zoonótico, como demostró en 1997 al infectar a 18 personas y causar la muerte en seis de ellas, no se transmite fácilmente a humanos. Desde los primeros contagios, registrados en 1997, se han reportado cerca de 870 casos en personas. El control relativamente rápido de la epidemia ese mismo año no significó el fin del virus, sin embargo. Desde 2003 ha reaparecido en distintos brotes con consecuencias desastrosas para las aves, particularmente para las de corral, cuyo hacinamiento propicia el contagio. Sólo en 1997 Hong Kong sacrificó un millón y medio de pollos para contener el brote.

Para Uruguay, la historia comienza a complicarse a finales de 2021, cuando el virus es detectado en aves silvestres en Canadá y Estados Unidos. A partir de febrero de 2022 la gripe aviar comienza a causar problemas en la producción avícola en Estados Unidos y el asunto se torna ya tan extendido y global que deja en claro que nos enfrentamos a una panzootia, el equivalente de una pandemia entre animales.

“Uruguay entró en ese momento en una alerta de vigilancia epidemiológica, porque lo que nos daba miedo eran las vías migratorias, por donde podían llegar aves afectadas”, explica la veterinaria Carmen Leizagoyen, encargada del área de Fauna del Ministerio de Ambiente.

En los últimos meses de 2022 el virus ingresó a Colombia y comenzó a bajar por nuestro continente. Aunque la preocupación de los países estaba más centrada en los potenciales efectos económicos sobre la industria avícola, en América de Sur el pato –a veces literalmente– lo pagaron principalmente las aves silvestres. Sólo en Perú, decenas de miles de pelícanos murieron a causa de este virus. El consumo de –o el contacto con– aves muertas contaminadas provocó además que el virus saltara a mamíferos, acercándose unos pasitos al ser humano. Cerca de 700 lobos marinos murieron en Perú afectados por la enfermedad.

“A partir de que entró en Colombia pusimos el foco en lagunas costeras y en la playa Penino, lugares donde pensábamos que podía aparecer. El 13 de febrero llegó lo que temíamos”, cuenta Leizagoyen.

El canto del cisne

En esa fecha se confirmaron los primeros casos positivos de gripe aviar en ejemplares de cisne de cuello negro (Cygnus melancoriphus) en la laguna Garzón. Como a las aves silvestres –igual que a algunos humanos– no es posible convencerlas de que es importante mantener distancia física en estos casos, el virus comenzó a propagarse entre la población local de esta especie gregaria.

Dos días después de confirmados los primeros casos, el gobierno decretó la emergencia sanitaria y dispuso varias medidas, entre las que se encuentra la obligación de colocar aves de producción y traspatio en recintos cerrados y la suspensión de ferias, remates, exposiciones y eventos vinculados a especies aviares. Aunque por ahora las especies afectadas son sólo las silvestres, es el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) el que centraliza toda la información y los análisis de los hisopados, un sistema que obliga a una coordinación interministerial permanente.

Desde la llegada de la gripe aviar a Uruguay, la atención estuvo mayoritariamente centrada en las precauciones por el potencial contagio a humanos –comprensible después de una pandemia global aún fresquita, causada por otro virus zoonótico– y el impacto económico –razonable si se tiene en cuenta que en Europa murieron o se sacrificaron 50 millones de aves en 37 países en menos de un año–. Pero en América del Sur el virus tuvo consecuencias desastrosas para algunas aves silvestres y amenaza con convertirse en un problema concreto para alguna fauna en Uruguay. Para muestra, basta analizar el lugar donde se detectó por primera vez: un área protegida en la que conviven varias especies prioritarias para la conservación en Uruguay.

La lista de especies nativas susceptibles de contagiarse con este virus es amplia. Según los relevamientos hechos en otros continentes, especialmente en Europa, los más afectados son principalmente los anseriformes (que incluyen patos, gansos y cisnes), luego los caradriformes (entre los que están las gaviotas, chorlitos, playeros y ostreros) y accipitriformes (la mayoría de las rapaces diurnas), pero se han registrado casos también en lechuzas, flamencos, pingüinos, paseriformes (los pájaros) y psitácidos (los loros y cotorras), entre otros. Los mamíferos también tienen riesgo de contagio. Además de los lobos marinos, ya mencionados, el virus se ha detectado (aunque con menor frecuencia) en especies de zorros, zorrillos, ciervos, comadrejas, felinos silvestres, entre otros, incluyendo animales domésticos como perros y gatos.

Los síntomas más frecuentes de las aves enfermas son el debilitamiento y los problemas de locomoción. No pueden mantenerse en pie o mover las alas normalmente y en ocasiones sufren parálisis. Se comportan también de forma errática, como marchar en círculos o inclinar la cabeza, y sufren episodios de diarrea o regurgitan la comida.

“La información de la que disponemos sugiere que todos los géneros de aves en los que se encontró gripe aviar y que tenemos acá son candidatas a contagiarse. Por ejemplo, en Uruguay tenemos muchas especies de patos, cisnes y gansos, por ejemplo el coscoroba (Coscoroba coscoroba). Con respecto a los cisnes de cuello negro, que es donde se detectó el problema, son del mismo género que la especie en la que hubo más casos en Europa en el último trimestre, que es Cygnus olor”, aclara el ornitólogo Joaquín Aldabe.

A Aldabe, Gonzalo Moratorio, Anna Protasio y Santiago Claramunt la llegada de la gripe aviar los encontró preparados. Desde hace meses trabajan en un proyecto que llevan adelante el Centro Universitario Regional Este (CURE), el Institut Pasteur, la Facultad de Ciencias, la Universidad de Cambridge y el Museo Real de Ontario, cuyo objetivo es justamente analizar los patógenos de las aves migratorias.

Antes de que la gripe aviar llegara a los titulares de la prensa local, capturaron en lagunas costeras 35 aves migratorias que provienen de zonas de América del Norte donde se detectó el virus, y tomaron muestras cuyos resultados –que podrían ser útiles para aportar más piezas a este puzle– se conocerán en las próximas semanas. Les colocaron también dispositivos de GPS para ver los movimientos que hacen e identificar las zonas que usan, una información muy valiosa en este contexto.

“La llegada de la gripe aviar es una noticia muy preocupante para la fauna silvestre. El cisne de cuello negro es considerado especie prioritaria para la conservación por el Ministerio de Ambiente y no está ampliamente distribuido en todo el territorio nacional, por lo que tiene grandes densidades en lugares bastante pequeños, como las lagunas costeras. Entonces, la aparición de virus ahí o el contagio de un foco puede ser bastante drástico en términos de toda la población de Uruguay”, apunta Aldabe. Para peor, hay otras circunstancias ajenas a la gripe aviar que no ayudan nada.

Éramos pocos y parió la sequía

La llegada de la gripe aviar coincidió con una sequía crítica, una muy mala noticia para el país y la producción agrícola-ganadera, pero también para las aves en este contexto.

“Hay datos nacionales que indican que durante los períodos de sequía el cisne de cuello negro recorre áreas más amplias dentro de su distribución”, cuenta la bióloga Macarena Sarroca, que entre 2006 y 2007 estudió la relevancia de la Laguna de Rocha como hábitat para cisnes de cuello negro y coscoroba, en el marco de su tesis de maestría.

“Es decir, en vez de encontrarlo en los departamentos donde está normalmente o con mayor frecuencia (departamentos costeros y en torno a la laguna Merín, en Treinta y Tres y Cerro Largo), se lo puede observar en casi todo el país. Esto seguramente sucede porque muchos cuerpos de agua dulce, como tajamares y pequeñas lagunas, se secan. Los períodos de sequía también coinciden con registros de abundancias muy elevados en algunas lagunas costeras, principalmente la Laguna de Rocha y la Laguna de Castillos”, agrega.

Una camioneta lleva bolsas con cisnes y gallaretas muertos hacia el lugar donde serán enterrados, el 27 de febrero, en Laguna Garzón.

Una camioneta lleva bolsas con cisnes y gallaretas muertos hacia el lugar donde serán enterrados, el 27 de febrero, en Laguna Garzón.

Foto: Leo Lagos

El cisne de cuello negro es una especie gregaria, que generalmente se observa en pequeños grupos (de pocos individuos) pero también forma grupos de varias decenas y hasta cientos de individuos, principalmente en el período no reproductivo (verano) y, como mencionamos, también en los períodos de sequía. Que se muevan más por el territorio y formen grandes agregaciones es un combo inconveniente en este momento.

“La mayor concentración de individuos durante las sequías y la mayor dispersión geográfica son factores que podrían facilitar la dispersión del virus en la población de cisne de cuello negro”, explica Sarroca. La ecuación es sencilla: al disponer menos cuerpos de agua y con áreas más reducidas, es muy probable que los cisnes estén más agrupados y con más contacto entre sí.

También es un riesgo para las otras especies que comparten los mismos ambientes, aunque por ahora el cisne de cuello negro compró todos los números en esta rifa.

El veterinario Jorge Cravino, que está realizando un informe sobre la gripe aviar en Uruguay para la Academia Nacional de Veterinarios, concuerda con este diagnóstico y afirma que el cisne de cuello negro se convirtió en una especie “centinela” del virus.

Para Cravino, Uruguay debe testear mucho más para entender cómo se mueve el virus. “En Estados Unidos se muestrearon más de 6.200 animales y se encontró el virus en 123 especies. Nosotros, como país, debemos saber cómo es el árbol de contagios. No podemos quedarnos quietos y esperar que el virus aparezca otra vez y pegue violentamente en los cisnes. Es necesario muestrear las gallaretas y cuervillos que conviven con los cisnes en el espejo de agua de las lagunas Garzón y Rocha, por ejemplo, y no podemos aceptar que no se gaste plata en monitorear cómo llegó el virus a Uruguay”, opina.

Al pato de la laguna hay que hisopar

A Carmen Leizagoyen, justamente, le preocupa no sólo que el virus haya afectado ya a más de 10% de la población de cisnes de cuello negro en la laguna Garzón (hasta el miércoles 1º de marzo se habían enterrado 120 cisnes muertos y había otros 20 en espera), sino también la posibilidad de que se propague a la Laguna de Rocha, donde en enero se estimó una población de 10.000 ejemplares, según un conteo hecho por Jorge Cravino. “Si fuera a saltar para ahí, se complica”, teme Leizagoyen.

En los últimos días se encontraron también cinco gallaretas muertas (Fulica leucoptera) en la laguna Garzón. Si bien no se puede confirmar cien por ciento que se haya debido a la gripe aviar, dado que no se hisoparon, todas las sospechas apuntan a que la gripe aviar ya se cobró la vida de individuos de una segunda especie nativa. “Toda ave que encontremos muerta en número mayor a un ejemplar no me gusta nada”, dice la encargada de Fauna.

En cuanto a otras especies cuya situación es sensible y que pueden verse aún más afectadas por la llegada de este virus, Leizagoyen y Aldabe mencionan a los flamencos (Phoenicopterus chilensis), también prioritarios para el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP). “Hay reportes de contagios en Europa en el mismo género de los flamencos que tenemos acá, Phoenicopterus. Es una especie que está cercana a la amenaza, que no tiene gran abundancia en Uruguay, y un contagio podría generarle un impacto grande a nivel de país”, dice Aldabe.

“Con respecto a especies nativas, una de las preocupaciones principales es lo que pueda ocurrir con los coscoroba, que están muy próximos a los cisnes, aunque hasta ahora no se vieron afectados. También nos preocupan los lobos marinos, sobre todo a la luz de lo que pasó en Perú. Este virus se replica en el intestino y se elimina por la materia fecal, lo que favorece su propagación, al igual que ocurre al dejar expuestos los cuerpos de los animales muertos que están contaminados. Tenemos que evitar el traslado del virus a especies carroñeras –entre los mamíferos esto puede ocurrir con los zorros–, por eso es importante evitar la cadena y enterrar a los animales muertos”, señala Leizagoyen.

Dentro de las aves, Leizagoyen recuerda que hay que tener especial cuidado “con los anátidos [patos], que también son especies susceptibles”. La caza de patos hoy está permitida durante parte del año y en ciertas condiciones. Si ya es polémica en cualquier otro momento, ahora se vuelve un asunto aún más delicado.

Temporada de pathos

Cazar patos u otras aves silvestres potencialmente infectadas con un virus altamente contagioso parece ir contra la lógica de la emergencia sanitaria por gripe aviar y sus recomendaciones, que apuntan a evitar la manipulación de las aves silvestres, el consumo de los animales o que se los traslade a hogares, donde pueden entrar en contacto con aves de corral u otros animales susceptibles al contagio.

El año pasado, la ministra de Protección Ambiental de Israel, Tamar Zandberg, declaró la prohibición de la caza tras asegurar que el brote de gripe aviar fue el “peor golpe que recibió la vida silvestre” en la historia de ese país. La prohibición de la caza apuntaba a disminuir las interacciones entre los humanos y la vida silvestre, ya que según la ministra israelí existía riesgo de que los cazadores propagaran la enfermedad al transportar el virus en sus zapatos, llantas de los autos o con los perros que usan para recolectar los patos y las palomas que cazan.

Por ahora, el gobierno uruguayo emitió una resolución que prohíbe el tránsito de las aves silvestres y de sus productos. A partir del 1º de mayo hasta el 15 de setiembre, se abre la caza con permiso para el pato cara blanca (Dendrocygna viduata), el pato maicero (Anas georgic) y el pato picazo (Netta peposaca). “Llegado el momento, se analizará cómo está la situación de gripe aviar para ver si se toman otras medidas”, dice Leizagoyen, que considera que por ahora alcanza con hacer cumplir la prohibición del traslado de las aves y enterrar los cadáveres.

“La caza deportiva no es una buena idea, porque generalmente cuando cazan a las aves las manipulan”, contrapone Aldabe. Cree que es mejor que la gente se abstenga de cazar y en especial evite entrar en contacto con cualquier ave enferma o muerta. “Si ven un ave enferma lo mejor es reportar al MGAP en vez de tratar de moverla o de curarla. Hay un riesgo latente de que el virus se transmita a los humanos o a otros animales”, acota. También aclara que si se trata de personal experto que tiene sí o sí que manipular los animales, lo haga como mínimo con guantes y tapabocas.

“Hay que tener especial cuidado. Ya vimos que el virus afectó a lobos marinos, o sea, a mamíferos, y eso nos obliga a abrir los ojos no sólo por los animales silvestres sino también por nosotros. Los virus se van modificando rápidamente y pueden generar adaptaciones que sean más contagiosas o perjudiciales para los seres humanos”, dice Aldabe.

En la misma línea, Leizagoyen recuerda que no se puede trasladar aves enfermas en esta época. “Por más buenas intenciones que haya, quien intenta salvar un individuo quizás ponga en riesgo poblaciones enteras”, afirma.

Otro factor de preocupación en este contexto de emergencia sanitaria es la venta y tráfico de fauna silvestre, que puede fomentar la circulación del virus entre especies. Según Leizagoyen, el Ministerio de Ambiente está enfocando los recursos en atender las denuncias que recibe y fiscalizar lo que ocurre en algunas ferias.

La llegada de la gripe aviar, por si todos estos años de pandemia no hubieran sido suficientes, vuelve a dejar en evidencia cuán inconveniente es que los humanos y sus actividades sigan avanzando sobre los ambientes de la fauna silvestre. En este caso, por ejemplo, el virus se originó muy probablemente en aves domésticas y de allí saltó a las silvestres. Mantener las distancias es necesario por puro interés, como queda claro por las pérdidas económicas que ya sufrieron Europa, Asia y América del Norte, pero también para resguardar la salud de los animales silvestres, que es parte de nuestra salud y la del ambiente en que vivimos. La salud es una sola. Tocar un componente y pensar que el resto saldrá indemne es a esta altura otra forma de pensamiento mágico.