En la mayoría de las películas o novelas de zombis y de virus que provocan un colapso mundial, la epidemia se origina en un laboratorio en el que algunas personas inescrupulosas o descuidadas cometen un error que luego terminan pagando todos. Las ficciones satisfacen entonces esa necesidad tan humana de tener a alguien bien identificado a quien echarle toda la culpa, y mejor aún es si ese alguien no forma parte del grupo que consideramos que nos incluye. Los responsables fueron unos científicos-emprendedores codiciosos. O militares. O chinos. En todo caso, otros.
En la vida real las cosas son un poco distintas. Ninguno de los virus que perjudican a los humanos y provocaron pandemias se originó o escapó de un laboratorio. Todos, en cambio, se originaron en otros animales y su efecto a gran escala tiene mucho que ver con las altas densidades en las que a los humanos les gusta vivir y con la antigua costumbre de domesticar a la fauna y meternos con ella. La cosa es entonces un poco más compleja: no hay un grupo de gente que hace cosas raras, sino que en este baile en el que estamos, de expandir las fronteras urbanas y agrícolas sobre los ecosistemas, hay pocos que quedemos libres de ser parte del problema. Con la enfermedad covid-19 y el virus que la causa, el SARS-CoV-2, todo apunta a que pasó algo similar.
Por mucho que se haya intentado culpar al Instituto Virológico de Wuhan, en China, por haber creado el nuevo coronavirus o por haber estado experimentando con su versión animal y ser responsable de su fuga y posterior salto a los humanos, una idea que fascina a conspiracionistas y a presidentes de Estados Unidos como Donald Trump o Joe Biden, la comunidad científica internacional no ha encontrado evidencia que respalde tal idea.
“Aunque la posibilidad de un accidente de laboratorio no se puede descartar por completo, y puede ser casi imposible de falsificar, esta vía para la emergencia del virus es muy poco probable en relación con los numerosos y repetidos contactos entre humanos y animales que ocurren de manera rutinaria en el comercio de animales silvestres”, decía por ejemplo un clarísimo y honesto trabajo titulado Los orígenes del SARS-CoV-2: una revisión crítica, publicado en la revista Cell en setiembre de 2021.
Algo similar reportaba el informe internacional e interdisciplinario llevado adelante por la Organización Mundial de la Salud dado a conocer en enero de ese mismo 2021, a casi un año de iniciada la pandemia. Allí, de los cuatro posibles escenarios para la emergencia del nuevo coronavirus, el más factible, calificado de “probable o muy probable”, señalaba que un coronavirus que afectaba a los murciélagos de herradura (del género Rhinolophus) que viven en China habría saltado a un mamífero hospedero intermedio, donde habría mutado, pasando luego al ser humano, siendo el epicentro de ese salto el Mercado Mayorista de Mariscos de Huanan, en la ciudad de Wuhan, donde se comercializaban además muchos animales vivos. Un poco menos probable era que hubiera saltado directamente de los murciélagos herradura al ser humano. Menos probable aún encontraron que el virus hubiera ingresado al mercado mediante la cadena de alimentos congelados. Y el escenario menos probable de todos fue el de una “liberación deliberada o bioingeniería deliberada del SARS-CoV-2”, algo descartado por diferentes motivos, entre ellos, el análisis del genoma del nuevo coronavirus, así como el hilo epidemiológico de los primeros casos, a fines de 2019, en el que no había trabajadores de ninguno de los laboratorios que manipulan virus en Wuhan.
Aun así, había un pequeño problemilla. Si bien todos coinciden en un origen zoonótico del SARS-CoV-2, es decir, en que se trata de una enfermedad que saltó de animales no humanos a los humanos, aún no se ha encontrado qué especie fue el reservorio original del nuevo coronavirus tras habérselo contagiado de los murciélagos, es decir, el hospedero intermedio. En un momento se había hablado de que ese posible animal para sentarse en el banquillo de los acusados –pese a que no tenía ninguna culpa en ser cazado por los seres humanos y haber sido arrastrado a un mercado en el que se vende todo tipo de animal, vivo o muerto– podía ser el pangolín malayo (Manis javanica). Sin embargo, la evidencia no era concluyente.
Ahora, en un reporte publicado en un repositorio, un grupo de investigadoras e investigadores analizó el material genético presente en muestreos ambientales realizados a principios de 2021 dentro del Mercado Mayorista de Mariscos de Huanan, en Wuhan, que dieron positivos a SARS-CoV-2. Si bien no pueden afirmar que han dado con el animal que hizo de puente entre los coronavirus de murciélagos y la covid-19, su trabajo sí aporta pistas de por dónde deberíamos empezara a buscar. Y entonces el pangolín podría respirar aliviado. Aunque claro, el alivio del pangolín es la preocupación de los perros mapache (Nyctereutes procyonoides).
Positivo perro mapache
Pese a que su cara lo asemeja a mapache o a un mano pelada, el perro mapache que vive en China y otras partes de Asia tiene poco que ver con los prociónidos, familia de animales en la que además del mapache están los nativos manos pelada y coatíes. Como dice la segunda parte de su nombre común, se trata de un cánido y está más emparentado con algunos zorros. En varias partes de Asia el perro mapache ha sido –y sigue siendo– explotado por su piel, motivo por el que fue introducido también en partes de Europa. El antifaz negro que porta en su rostro le da un toque de bandido, pero su presencia en la escena del crimen, en el mismísimo mercado de mariscos de Wuhan cuando se desató la pandemia, tiene mucho más que ver con su condición de víctima que de victimario. Veamos cómo es eso.
En el reporte publicado, que no ha sido revisado por pares, los investigadores Alexander Crits-Christoph, Florence Débarre y colegas analizaron el material genético presente en muestras ambientales que fueron tomadas en superficies y aguas del mercado de Wuhan por el Centro para Control de Enfermedades de China entre enero y febrero de 2020 y que dieron positivo a la presencia del nuevo coronavirus. Según señalan en su trabajo, esos muestreos revelaron que “el SARS-CoV-2 estaba predominantemente presente en la sección suroeste del mercado, donde se vendían mamíferos vivos y donde trabajaban muchos pacientes humanos con covid-19 que presentaron los síntomas más tempranos conocidos”.
Como reportan, el 9 de marzo de 2023 los datos de las secuenciaciones de esas muestras fueron compartidos en el repositorio online Gisaid “por el equipo científico responsable por esos muestreos ambientales en el mercado Huanan” y señalan que en febrero de 2022 el Centro para el Control de Enfermedades de China había publicado un preprint “reportando la presencia de ácidos nucleicos humanos en las muestras positivas para SARS-CoV-2”, pero sin identificar “qué ácidos nucleicos de otras especies animales, si los había, estaban presentes” en esas muestras. Así que tomando las secuencias hechas públicas, eso fue lo que hizo este equipo de investigadores: buscaron ver en la información genética qué animales estaban también en esas muestras ambientales positivas.
“Encontramos que las lecturas de secuencias de ARN y/o ADN de animales susceptibles de contraer SARS-CoV-2 tienen la frecuencia más alta en las muestras de puestos que vendían animales silvestres en la esquina suroeste del mercado”, reportan en su trabajo publicado en el repositorio Zenodo. “Este cuadrante del mercado es donde se detectó la mayor parte del ARN ambiental del SARS-CoV-2 y donde se vendían mamíferos vivos”, agregan. Y aquí viene un dato importantísimo: “Para múltiples muestras, los ácidos nucleicos mitocondriales de animales susceptibles o potencialmente susceptibles, incluidos los perros mapache, fueron significativamente más abundantes que los ácidos nucleicos mitocondriales humanos”. En otras palabras: en las superficies que se hisoparon en el mercado y que dieron positivo a la presencia del nuevo coronavirus, el material genético de animales que son susceptibles a contraer el coronavirus era mayor que el material genético humano.
De hecho, el equipo se sorprendió de la cantidad de secuencias de ADN mitocondrial de animales susceptibles a la covid-19 encontrada, al punto de que lograron “ensamblar casi genomas mitocondriales completos” para algunos de ellos. “Reconstruimos genomas mitocondriales completos o en su mayoría completos para el perro mapache (Nyctereutes procyonoides), el puercoespín malayo (Hystrix brachyura), el erizo de Amur (Erinaceus amurensis), la civeta de palma enmascarada (Paguma larvata) y la rata de bambú canosa (Rhizomys pruinosus) de muestras de puestos que vendían animales silvestres que dieron positivo para SARS-CoV-2”. ¿Los pangolines? Todo apunta, o al menos estas muestras ambientales, a que cuando se desató la epidemia en el mercado de Wuhan no había pangolines involucrados.
Es más. Según informan, realizaron un “ensamblaje de novo utilizando lecturas de secuenciación de un puesto de venta de vida silvestre donde se habían recolectado cinco muestras ambientales positivas para SARS-CoV-2”. En una de ellas encontraron tanto ARN como ADN de perro mapache pero no de seres humanos, “lo que demuestra que el ARN/ADN de esta muestra fue contribuido en gran medida por otros animales”. Es decir, en ese sector del mercado de Wuhan donde se vendían animales vivos, donde además se dio la mayor cantidad de muestras ambientales con SARS-CoV-2 positivo, los animales, en especial el perro mapache, parecían indicar que tenían mucho que ver con la circulación del nuevo coronavirus. Por otro lado, agregan que este indicio, que coloca al perro mapache en el ojo del huracán, “respalda la evidencia fotográfica de la presencia de perros mapache vivos” en esta área del mercado ya reportada.
Por todo eso, en este reporte los autores afirman que “la coocurrencia del virus SARS-CoV-2 y el ARN/ADN de animales susceptibles en las mismas muestras provenientes de una sección específica del mercado de Huanan, y a menudo en mayor abundancia que la del material genético humano, identifica a estas especies, en particular al perro mapache común, como los conductos más probables para la aparición de SARS-CoV-2 a finales de 2019”.
Un animal susceptible
En el reporte los investigadores apuntan que “los perros mapache son de particular interés porque son susceptibles a la infección por SARS-CoV-2”, como ya se ha comunicado. Sin embargo, las muestras ambientales también contenían secuencias correspondientes a otras especies que también se sabe que son susceptibles a la infección por SARS-CoV-2, incluyendo “zorros, conejos, gatos y perros”.
“Aunque no podemos identificar la especie huésped animal intermediaria a partir de estos datos, una explicación plausible de la coexistencia del material genético del SARS-CoV-2 y los animales susceptibles es que un subconjunto de estos animales estaba infectado”, dicen en su reporte. Hay un hecho que es claro: esos animales ya no están disponibles para hacerles nuevas muestras. Su material genético aparece en muestras ambientales que dieron positivas al coronavirus, pero con estos datos no pueden saber si efectivamente esos perros mapache estaban o no infectados.
Aun así, combinando lo que encontraron “con la observación publicada anteriormente de una fuerte asociación de los primeros casos de covid-19 informados con el lado oeste del mercado, y la agrupación de muestras ambientales que contienen SARS-CoV-2 cerca de los puestos de venta de vida silvestre”, todo esto “brinda más apoyo para la hipótesis de que la vida silvestre fue la fuente de las primeras infecciones humanas por SARS-CoV-2”. También dicen que “una vez que se produjeron los efectos indirectos iniciales, es probable que el mercado se convirtiera en un lugar de transmisión generalizada de persona a persona”.
Si bien reconocen que su trabajo aporta “posibles pistas” para rastrear en estas especies la presencia del virus que luego pasaría a los humanos, también señalan que “nunca se ha logrado observar el momento exacto del contagio entre un animal y un humano para un patógeno pandémico. No obstante, nuestros hallazgos contribuyen y subrayan la gran cantidad de evidencia que respalda un origen natural del SARS-CoV-2”.
Natural y zoonótico
En el trabajo recapitulan algunos aspectos que inclinan la balanza aún más hacia el origen natural del nuevo coronavirus. Para empezar, sostienen que “la mayoría de los primeros pacientes hospitalizados con covid-19 se vinculó a una sola ubicación, justo uno de las cuatro sitios en una ciudad de 11 millones de habitantes donde se vendían vivos posibles huéspedes intermediarios del SARS-CoV-2”. Si el brote no hubiera tenido nada que ver con los animales silvestres, argumentan, “hay cientos o miles de otros sitios que habrían tenido las mismas o más probabilidades que este mercado de vida silvestre de tener el grupo más grande detectado de casos tempranos”.
Luego apuntan que “las ubicaciones de los casos tempranos y graves de covid-19 sin un vínculo epidemiológico claro con el mercado de Huanan estaban tan centradas y cercanas a ese mercado que está claro que la transmisión comunitaria del SARS-CoV-2 comenzó en ese local y sólo más tarde se expandió por Wuhan y el resto del mundo”. También hacen hincapié en que “las ubicaciones de las muestras ambientales positivas para SARS-CoV-2 en el mercado de Huanan estaban cerca o exactamente donde se vendían los mamíferos vivos susceptibles”.
Asimismo, recuerdan que “la diversidad genética temprana del SARS-CoV-2 sugiere múltiples saltos, y ambos linajes tempranos, ‘A’ y ‘B’, se observaron directamente en el mercado y se asociaron geográficamente con la ubicación del mercado de una manera que no es esperable por el azar”. También describen que “se informó que animales vivos susceptibles, como los perros mapache, estaban a la venta en este mercado, incluso durante noviembre de 2019, cuando se estima que ocurrió la primera infección humana por SARS-CoV-2”, y rematan el argumento sosteniendo que “la evidencia recopilada y generada por los CDC de China y analizada aquí muestra que se detectó material genético de dichos posibles huéspedes intermedios en muestras ambientales positivas para SARS-CoV-2” del mercado de Wuhan.
“Estos argumentos contrastan marcadamente con la ausencia de evidencia de cualquier otra ruta de emergencia del SARS-CoV-2”, agregan, animándose a decir que sus resultados “brindan pistas para una mayor investigación de los eventos anteriores que probablemente llevaron a la presencia de animales infectados en el mercado de Huanan y su papel como epicentro de la pandemia”. También sugieren que futuros estudios para determinar el origen de esta pandemia “deben incluir la investigación de todas las cadenas de suministro de los puestos que aquí se identificaron en los que se vendían animales silvestres y donde se detectó el SARS-CoV-2, así como estudios genéticos de poblaciones de granjas de animales que abastecen el mercado y de poblaciones silvestres en las cercanías de Wuhan”. Como los hechos ocurrieron hace más de tres años, “la ventana de oportunidad para estas investigaciones se está cerrando”, acotan.
El SARS-CoV-2 no surgió de un laboratorio. Los humanos fuimos solitos a contagiarnos acercándonos y explotando animales que podrían haber estado en contacto con los murciélagos donde un coronavirus similar pululaba desde hace tiempo. Es posible que, como el pangolín, el perro mapache o los otros animales reportados en este trabajo luego sean descartados. Pero buscar por allí la pista es lo más cerca de lo que parece que podremos estar jamás del origen de este salto a los seres humanos.
Reporte: Genetic evidence of susceptible wildlife in SARS-CoV-2 positive samples at the Huanan Wholesale Seafood Market, Wuhan: Analysis and interpretation of data released by the Chinese Center for Disease Control
Publicación: Repositorio Zenodo (no revisado por pares) (marzo de 2023)
Autores: Alexander Crits-Christoph, Karthik Gangavarapu, Jonathan Pekar, Niema Moshiri, Reema Singh, Joshua Levy, Stephen Goldstein, Marc Suchard, Saskia Popescu, David Robertson, Philippe Lemey, Joel Wertheim, Robert Garry, Angela Rasmussen, Kristian Andersen, Edward Holmes, Andrew Rambaut, Michael Worobey y Florence Débarre
Artículo: The origins of SARS-CoV-2: A critical review
Publicación: Cell (setiembre de 2021)
Autores: Edward Holmes et al.