Como decíamos en una nota de principio de año, Uruguay tiene un problema grave con el alcohol. Los datos son varios y ninguno es para quedarse de brazos cruzados.

En el Informe sobre consumo de drogas de las Américas, de 2019, Uruguay presenta el índice más alto de consumo de alcohol que cualquier otro país de americano salvo Argentina. En la nota antes mencionada, Paul Ruiz, vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Investigación Biomédica sobre Alcoholismo, contaba que en la encuesta que realizó sobre expectativas y motivos para el consumo de alcohol, el promedio de los participantes comenzó a tomarlo a los 14,6 años. En otro trabajo que realizó el mismo Ruiz en seis escuelas de Montevideo, 50% de los alumnos varones de los grupos de sexto año ya había probado alcohol. También nos contaba que un trabajo de 2019 de otros investigadores en base a datos del Pereira Rossell, arrojó que 35,3% de las mujeres que parieron en 2016 tomaron alcohol durante el embarazo. Aun así, en nuestro país se emitió una publicidad en televisión abierta en la que una mujer y su pareja celebran la noticia de su embarazo... tomando una copa de vino La Carolina.

Pero hay más datos. Según el Informe sobre la situación del alcohol y la salud en la Región de las Américas 2020, publicado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en 2021, el más vigente de esa institución hasta el momento, –que a su vez es una ampliación del Informe sobre la situación mundial del alcohol y la salud 2018 de la Organización Mundial de la Salud (OMS)– nuestro país desplaza a Argentina del peor sitio en el que cualquier país debería querer estar: el de mayor consumo total de alcohol per cápita en jóvenes de entre 15 y 19 años. En base a datos de 2016, Uruguay encabeza la lista de países de toda América con 7,1 litros de alcohol de consumo puro, seguido por Argentina con 6,2, Estados Unidos con 6 y Chile con 5,9. Desagregado por género, los adolescentes uruguayos se despegan aún más, ocupando el peor lugar de la tabla con 9,6 litros de alcohol de consumo puro (Argentina sigue con 8,4, Estados Unidos con 8,2 y Chile con 8) mientras que las adolescentes también se despegan del resto de las del continente, encabezando la lista con 4,5 litros de alcohol de consumo puro (Argentina sigue con 3,9, Estados Unidos y Chile con 3,7). Nuestras y nuestros jóvenes están tomando más que sus coetáneos de todo el continente.

En el caso de los adultos, mantenemos el triste privilegio de encabezar también las listas. En 2016, con 10,9 litros de alcohol puro per cápita, Uruguay se destaca para mal en América, seguido por Santa Lucía con 9,9 litros per cápita, Estados Unidos con 9,8 y Argentina con 9,7. Una vez más, los varones toman más que las mujeres y cada género a su vez queda en el lugar menos deseado de la tabla del continente, nuestros ellos con 17,1 litros de alcohol per cápita (le siguen los de Barbados y los de Santa Lucía, ambos con 16), y nuestras ellas con 5,3 litros per cápita (le siguen las argentinas con 4,7 y las estadounidenses con 4,6). Como queda en evidencia, por más que brinden seguido los adultos y adultas de Uruguay tampoco tienen mucho que celebrar.

En ese mismo informe de la Organización Panamericana de la Salud se afirma en el capítulo titulado “Políticas en materia de alcohol” que “la política de precios es una herramienta poderosa que con suma frecuencia es subutilizada por los responsables de las políticas y las decisiones”, agregando que “varias revisiones sistemáticas y metanálisis muestran que existe una asociación inversa sólida y fiable entre el precio del alcohol y el consumo de alcohol y sus daños, igual a la asociación que se observa en relación con el tabaco y las bebidas azucaradas”.

También en ese mismo informe se sostiene que “los impuestos al consumo de alcohol son impuestos aplicados específicamente a las bebidas alcohólicas”, y se afirma que “son la política de control del alcohol más costo-eficaz” y que pueden “reducir los niveles de consumo y retrasar o impedir que los jóvenes comiencen a ingerir alcohol”.

Obviamente los impuestos al consumo de alcohol no son la única herramienta para enfrentar este problema, y entre otras están la reducción de la disponibilidad física del alcohol y de los lugares donde se expende, limitaciones a la publicidad y marketing de las empresas y marcas de bebidas alcohólicas, respuesta de los servicios de salud, campañas de concientización y educación, etcétera. Sin embargo son los impuestos los protagonistas de una investigación de reciente publicación.

Titulado Comparación de impuestos sobre bebidas alcohólicas en la Región de las Américas, el artículo firmado por Maxime Roche, del Centro para la Economía de la Salud e Innovación de Políticas del Imperial College del Reino Unido, y Rosa Sandoval y Maristela Monteiro, de la OPS, fue publicado en la revista Addiction. Su trabajo no sólo deja en blanco sobre negro cómo es la política impositiva de los países americanos respecto al consumo de bebidas alcohólicas, sino que además, siguiendo trabajos que hicieron también con el tabaco, estandariza esos impuestos aplicados a un valor que permita hacer comparaciones. Vayamos al detalle, pero tras el spoiler del texto destacado de esta nota, tampoco con los impuestos Uruguay parece estar haciendo buena nota en el tema alcohol.

Apuntando a los bolsillos

El trabajo de Roche y sus colegas arranca diciendo lo que ya reseñamos, que según la OMS los impuestos específicos aplicados a las bebidas alcohólicas son una intervención efectiva de bajo costo “para reducir el uso perjudicial del alcohol y sus daños asociados” . También tiran otro dato interesante: “la Región de las Américas tiene la prevalencia más alta de trastorno por consumo de alcohol en mujeres y la segunda en hombres entre las regiones de la OMS”, agregando que en nuestro continente “el consumo anual de alcohol per cápita (en mayores de 15 años) está por encima de la media mundial (8,0 litros de alcohol puro frente a 6,4 litros).

Entonces reseñan que “si bien 33 de los 35 estados miembros de la OMS aplican impuestos especiales a las bebidas alcohólicas en la región”, afirman que “muchos han sido impulsados por el propósito de generar ingresos en lugar de desalentar el consumo no saludable”, algo que para quienes vivimos en países americanos no sorprende demasiado.

“Es importante caracterizar exhaustivamente los diseños de los impuestos especiales sobre el alcohol y evaluarlos frente a las mejores prácticas internacionales de salud pública” dice el artículo. Por “impuestos especiales” se entiende a aquellos diferenciales, por lo que el IVA queda por fuera. El asunto es que “dada la heterogeneidad de estos impuestos” es necesario poder contar con “indicadores estandarizados para comparar los niveles impositivos entre países”. Y eso es justo lo que hacen en el presente trabajo. Y para ello no es que tengan que inventar sobre el vacío, sino que reconocen que aprovechan lo aprendido del “seguimiento de la aplicación de impuestos al tabaco por parte de la OMS”.

Al respecto, detallan que desde el año 2008 la OMS “recopila bienalmente datos sobre impuestos y precios de los productos de tabaco y publica un indicador de porcentaje de impuestos, que mide el porcentaje de impuestos indirectos en el precio minorista final de un paquete de la marca más vendida de 20 cigarrillos en cada estado miembro”. Y si bien entienden que tal indicador “tiene limitaciones y se necesita otra información para evaluar las múltiples dimensiones de las políticas tributarias”, dicen que ha servido para formular políticas informadas permitiendo, entre otras cosas “comparaciones estandarizadas de los niveles de impuestos al tabaco entre países y épocas, proporcionando una poderosa herramienta”.

Por tanto, en su trabajo Roche, Sandoval y Monteiro, se pusieron el objetivo de “revisar el diseño y la implementación actual de los impuestos especiales sobre las bebidas alcohólicas en las Américas, comparar los niveles de impuestos a través de la estimación de indicadores estandarizados y considerar oportunidades para mejorar su impacto en el consumo de alcohol y la salud”. Si queremos ver qué tan bien o mal estamos, mejor hacerlo con un espejo estandarizado. Así que allá vamos.

Preguntando a los ministerios

Entre noviembre de 2020 y octubre de 2021 los investigadores realizaron una encuesta entre técnicos y profesionales de los Ministerios de Finanza a través de la OPS. La encuesta fue completada por 30 estados miembros de la Organización, absteniéndose de hacerlo sólo Barbados, Cuba, República Dominicana, Haití y Estados Unidos.

A través de esa encuesta “se recopiló legislación sobre impuestos indirectos aplicados a las bebidas alcohólicas, incluidos impuestos especiales, impuestos al valor agregado (IVA) o impuestos a las ventas, derechos de importación y otros impuestos indirectos”, además de “información sobre política y administración tributaria”. Reportan entonces que los datos que comparten “se basan en la legislación vigente al 30 de noviembre de 2020”.

También preguntaron por los precios e información (volumen del envase y cantidad de alcohol) de la marca más vendida de cerveza, vino y las llamadas espirituosas, que vendrían ser todas las destiladas y las fermentadas que no son ni vino ni cerveza. “Se pidió a los encuestados que determinaran la popularidad en función de la información sobre la cuota de mercado nacional y que recopilaran precios no promocionales en hipermercados/supermercados o centros especializados en bebidas, si las bebidas alcohólicas no estaban disponibles para la venta en los primeros” reportan. En el caso de las cervezas, pidieron esa información para las presentaciones de 330 y 750 mililitros.

Para la estandarización del valor del impuesto convirtieron “los precios nominales y los impuestos a dólares estadounidenses y dólares internacionales a la paridad del poder adquisitivo utilizando la base de datos de Estadísticas financieras internacionales del Fondo Monetario Internacional y las tasas de conversión implícitas en la paridad del poder adquisitivo para 2020, respectivamente”.

De esa forma estimaron “los niveles de impuestos especiales por bebida estándar (10 gramos de etanol), utilizando el volumen de alcohol informado y una densidad de etanol de 0,789 gramos por mililitro”, así como también estimaron “la tasa de impuestos especiales promedio ponderada por el consumo general para representar un indicador de la postura fiscal hacia el alcohol de los países, utilizando los datos más recientes de la OMS sobre las proporciones a nivel nacional del consumo de alcohol per cápita registrado por tipo de bebida alcohólica”. ¿Qué vieron?

Uruguay y Argentina se desmarcan

El primer resultado que reportan tras analizar todos los impuestos aplicados a las bebidas alcohólicas en los países que contestaron la encuesta es que 94% de los países americanos miembros de la OMS “impusieron impuestos especiales a al menos un tipo de bebida alcohólica, con la excepción de Antigua y Barbuda y Cuba. Y entonces señalan: “el vino fue exceptuado en Argentina y Uruguay”.

También reportan que “el tipo de impuesto especial más común fue el unitario”, es decir el que “se aplica según el volumen de la bebida”. El segundo tipo de impuesto es el denominado ad valorem, que se aplica “según el valor de la bebida”. Los últimos fueron los impuestos denominados específicos, que son los que se aplican “según el contenido alcohólico de la bebida”. Uruguay aplica impuestos a la cerveza y las bebidas espirituosas de forma unitaria.

También reportan que “la mediana regional de la participación del impuesto especial fue mayor para las bebidas espirituosas (21,4%), seguida de la cerveza 'grande' (13,8%) y la cerveza 'pequeña' (12,5 %), y finalmente el vino (11,0%)”.

Estandarizados y no tan bien

Al momento de estandarizar los impuestos de acuerdo a su métrica de paridad y dólares, señalan que “las estimaciones variaron en una diferencia de 13 veces para la cerveza 'grande' a una diferencia de 30 veces para las bebidas espirituosas entre los países más altos y más bajos”.

En un cuadro que detalla en dólares internacionales adecuados por paridad de poder de compra, a noviembre de 2020 Uruguay recarga con impuestos especiales 0,14 dólares internacionales tanto a la cerveza de 333 mililitros (la 'pequeña') como a la de 750 mililitros (la 'grande', que como aquí es de 1 litro seguro debieron convertir), mientras que a las bebidas espirituosas de 750 mililitros, la carga impositiva resultó de 0,11 dólares internacionales. En el caso del vino, como ya vimos, el impuesto es de 0 dólar. ¿Este impuesto de 0,14 y de 0,11 dólares a la cerveza y las bebidas espirituosas, es mucho o poco en la región?

El trabajo no nos deja bien parados. Estamos en el grupo de los peores de la clase: “Argentina, Canadá (provincia de Ontario), Granada, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, San Cristóbal y Nieves y Uruguay exhiben niveles de impuestos especiales particularmente bajos en todos los tipos de bebidas (inferiores a 0,15 dólares internacionales de paridad por bebida estándar)” señala el artículo, “lo que contribuye a que “el consumo de alcohol sea más asequible”.

Dentro de los países con impuestos más altos en dólares internacionales de paridad, se encuentran Colombia (con 0,24 dólares a las cervezas, 0,73 al vino y 0,54 a las bebidas espirituosas) o República Dominicana (con 0,56 dólares a las cervezas, 0,52 al vino y 0,41 a las bebidas espirituosas). Países como Costa Rica estuvieron en mitad de tabla, con impuestos que implican unos 0,23 dólares a las cervezas y 0,23 a las bebidas espirituosas).

Comentarios

En el artículo dicen entonces que su análisis “ilustra que, en ausencia de un marco legal regional común que ordene el diseño de impuestos especiales, como en la Unión Europea, el diseño de los impuestos especiales sobre el alcohol es muy heterogéneo en las Américas”.

También destacan que “al menos ocho países destinaron una parte de los ingresos de los impuestos especiales sobre las bebidas alcohólicas a programas de salud, más comúnmente financiando la promoción de la salud y los deportes”. En esa línea, apuntan que “la asignación flexible de una parte de los ingresos para programas de salud u otros bienes públicos puede complementar el impacto previsto en la salud de los impuestos al alcohol y aumentar su apoyo público”. Uruguay parece contradecir la frase popularizada por el periodista deportivo Sánchez Padilla, ya que nuestro país no es uno de esos ocho que destinan parte de ese impuesto a promocionar la salud o el deporte.

Comparando con lo que sucede en Europa, continente que registra los consumos máximos de alcohol per cápita según datos del reporte de 2016, el trabajo señala que los impuestos a las bebidas espirituosas en América fueron menores (21,4% promedio en América, 30,6% en Europa), pero poco mayores para el vino (11 en promedio aquí contra 0,8% allá).

Para discutir

Como hablábamos en la nota de enero, hay quienes desde el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INAVI) consideran que la pandemia demostró que el consumo de alcohol de la gente puede ser mayor en nuestros días. Un ingeniero agrónomo del INAVI declaró al diario El País que durante la pandemia “la gente consumió más vino, porque estaba en su casa, cocinaba, no tenía que salir a manejar y tenía más tiempo”, por lo que entonces señaló que saben “que hay potencial de consumo y queremos impulsarlo todavía más”. ¿De qué manera lograr alcanzar ese potencial de consumo demostrado por la peor pandemia de la vida moderna? El agrónomo la tenía clara: “tenemos que entender que hay competencia con otras bebidas, pero hay que trabajar en aumentar ese consumo e involucrar a los jóvenes, porque la pandemia demostró que potencial hay”.

En un país con un altísimo consumo de alcohol respecto a la región, en el que además los jóvenes de 15 a 19 años, tanto varones como mujeres, también encabezan las listas de consumo de América, apuntar a que tomen más parece una pésima idea. Ya que esa idea proviene de gente que elabora vino, la única bebida que no paga impuesto en nuestro país, pareciera que este trabajo sobre los impuestos aplicados al alcohol le estuviera dando a quienes establecen políticas públicas una herramienta para evitar que tan poco loables planes se concreten.

Si queremos amargarnos un poco más al respecto de este tema, volvamos al reporte Informe sobre la situación del alcohol y la salud en la Región de las Américas 2020 de la OPS. En el relevamiento de qué políticas públicas lleva adelante nuestro país para evitar el consumo problemático de alcohol, Uruguay tiene varios debes. Por ejemplo, se llevó un “no” en el renglón “Plan escrito de política pública nacional sobre alcohol”, se muestra que no tiene “ningún sistema de licencias” para la “venta por menor de cerveza”, así como una carencia total de “regulaciones legalmente vinculantes” tanto sobre publicidad de bebidas alcohólicas y/o sobre la colocación de productos” así como de “patrocinio de bebidas alcohólicas y/promoción de venta”, ni en medios tradicionales como digitales. Tampoco ha instalado un sistema de “etiquetas de advertencia de salud legalmente requeridas en anuncios y/o envases de alcohol”. Así es realmente difícil, si es que nos molesta, abandonar los primeros puestos de estos infames rankings.

Artículo: Comparing taxes on alcoholic beverages in the Region of the Americas
Publicación: Addiction (enero 2023)
Autores: Maxime Roche, Rosa Sandoval y Maristela Monteiro

Reporte: Informe sobre la situación del alcohol y la salud en la región de las Américas 2020
Autor: Organización Panamericana de la Salud.