Si se tratara de una saga cinematográfica, el artículo científico que hoy reseñamos podría ser la nueva entrega de la interesantísima “Lo que los análisis de sangre en escolares de primer año nos cuentan de nuestros niños y niñas”. La entrega anterior, de la que hablamos en abril de 2023, se había titulado algo así como “Reportan diez veces más metabolitos de pesticidas en alumnos de primer año de escuela de Montevideo que en niños de Estados Unidos”. En diciembre del año pasado, buena parte del grupo de investigadores de Estados Unidos y Uruguay tras el trabajo sobre los metabolitos volvió a sacudirnos las estanterías, esta vez reportando los niveles, durante la década 2009-2019, de plomo en sangre en alumnas y alumnos de primer año de escuelas de Montevideo.
El trabajo publicado en la revista Environmental Pollution (algo así como Contaminación ambiental) está firmado por la mayoría de los autores del artículo sobre metabolitos de pesticidas: Elena Queirolo y Gabriel Barg, del Departamento de Neurociencia y Aprendizaje de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Católica del Uruguay, Katarzyna Kordas, del Departamento de Epidemiología y Salud Ambiental de la Universidad de Buffalo, Estados Unidos, y Nelly Mañay, del Departamento de Toxicología de la Facultad de Química de la Universidad de la República. A ellos se pliegan para este trabajo Zia Ahmed, de la Universidad de Buffalo, y Gabriela Martínez, del ya mencionado Departamento de Toxicología de la Facultad de Química.
Realizar un trabajo que analiza los niveles de plomo en sangre en niños de escuelas de Montevideo entre 2009 y 2019 explica en parte esto que aquí hemos comparado con una saga cinematográfica con entregas, que no es otra cosa en el mundo de la ciencia que una línea de trabajo que se perpetúa en el tiempo. Tal tipo de investigación no siempre es sencilla de llevar adelante en nuestro país y tal vez incida en esto no sólo la participación y empuje de la investigadora Katarzyna Kordas, de la Universidad de Buffalo, sino que, como se dice en el artículo, la financiación para el presente trabajo se desprenda de fondos aportados por el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental, perteneciente al Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos –conocido por su sigla NIH– y el Centro Internacional Fogarty, también del NIH, que “facilita investigación sobre la salud a nivel global realizada por investigadores estadounidenses e internacionales”.
El trabajo, justamente por esa mirada que abarca una década, por un lado muestra que en el tema ha habido avances, ya que reporta una disminución importantísima en el nivel de plomo en sangre de niñas y niños de primer año de escuela, pero al tiempo desnuda que esa disminución no ha sido siempre constante, haciéndose más lenta en el último quinquenio. ¿Qué implica eso? Que como en una dieta en la que los primeros kilos bajan fácil, pero los siguientes no, los niveles que reportan en 2019 podrían ser más complejos de bajar en los años subsiguientes, lo que envuelve un gran desafío. Con esta introducción, vayamos al trabajo.
El problema del plomo y la infancia
El artículo comienza señalando que “la exposición ambiental al plomo sigue siendo un problema de salud pública, tanto en los países de ingresos altos como en los de bajos, lo que pone a millones de niños en riesgo de sufrir efectos cognitivos y conductuales adversos incluso con niveles bajos de exposición”. Dato importante para tener en mente cuando luego hablemos de la baja de los niveles de plomo en sangre entre 2009 y 2019: “Está muy claro que no existe un nivel seguro de plomo”, reseñan.
El asunto puede ponerse complicado, ya que como dicen, “retraso mental leve y enfermedades cardiovasculares resultantes de la exposición al plomo representaron aproximadamente el 1% de la carga mundial de enfermedades en el año 2000, y la carga más alta se produjo en las regiones en desarrollo”.
También sostienen que “se desconoce el verdadero alcance de la exposición pediátrica al plomo a nivel mundial”, pero citando una revisión sistemática que abarcó a países de ingresos bajos y medianos, dicen que “los niveles de carga de plomo superan los 5 microgramos por decilitro de sangre en 632 millones de niños”, siendo esos cinco microgramos el límite del nivel procesable aceptado por el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos hasta 2021, cantidad que se bajó entonces a 3,5 microgramos por decilitros en sangre.
Por otro lado, afirman que “a pesar de la valiosa contribución” de revisiones e informes científicos “a nuestra comprensión del alcance de la exposición pediátrica al plomo, la falta de programas de vigilancia en muchos países obstaculiza los esfuerzos de prevención y el seguimiento de las tendencias a lo largo del tiempo”, así como de la evaluación de los “programas de prevención o intervención”. Por ello mismo se embarcaron a ver qué había pasado en una década con los niveles de plomo en niñas y niños de Uruguay.
El plomo en Montevideo
“El presente estudio se realizó en Montevideo, Uruguay”, dicen entonces, agregando que “la contaminación por plomo es un problema conocido” en la capital de nuestro país, pero que “antes de su reconocimiento como un problema de salud pública, se consideraba un problema ocupacional, y en el caso de la exposición pediátrica, como un problema médico que afectaba a casos aislados”. Y ese es otro punto fuerte del artículo: repasa de forma rápida pero contundente cómo el tema de la plombemia se ha ido desplegando en Uruguay, incluido un gráfico que resume el asunto de forma magistral (creado por María Noel Lanzaro).
Si bien no es muy recomendable resumir un resumen, por una cuestión de espacio allá vamos: según reseñan, “la intoxicación por plomo en población pediátrica fue reconocida con un ‘caso índice’ en el barrio La Teja de Montevideo, en el año 2000”, detectándose desde entonces “plomo en la sangre de miles de niños” en la capital, caso que ayudó a ver el problema y su impacto social. El gráfico nos lleva un poco más atrás: en 1991 se realizó un primer estudio que reportó un promedio de 18,4 microgramos de plomo por decilitro de sangre en 16 niños de Malvín Norte (recordemos, entonces el límite aceptable por el CDC era de 5 microgramos, muy por debajo de lo reportado); un reporte de 1992, un informe realizado para el Banco Interamericano de Desarrollo concluyó que “la contaminación por plomo en Uruguay es un problema que no ha sido abordado en su totalidad” sobre el que “no existen niveles base; en 1992 y 1994 se realizaron dos campañas de testeo de plomo en sangre en Montevideo y otras partes de Uruguay, con una media de 9,6 microgramos por decilitro.
Luego del caso de La Teja, dicen que “el plomo se ha detectado en la sangre de miles de niños en la ciudad”. También dicen que a partir de allí “las autoridades políticas y sanitarias han tenido varios éxitos en el manejo del problema del plomo”, citando entre ellos “la eliminación gradual de la gasolina con plomo” y “la regulación del plomo en la pintura” en 2004, “la creación de la Clínica de Contaminantes Ambientales” en 2001, “ la creación de las Unidades de Pediatría Ambiental dentro de la red de atención primaria de salud” en 2010. Pero también señalan que “se perdieron algunas oportunidades”, poniendo como ejemplos el “abandonar dos veces (en 2001 y 2008) las acciones legislativas que permitirían realizar pruebas universales de niveles de plomo en sangre en niños menores de tres años, así como pruebas de sangre del cordón umbilical” o el cierre de la Clínica de Contaminantes Ambientales en 2016.
También las autoras del trabajo apuntan aquí que “la exposición al plomo en la población general de Uruguay tiene muchas fuentes, incluida la actividad industrial y la eliminación de desechos, el suelo y el agua contaminados, la recolección y el reciclaje de metales, incluidos chatarra y baterías, la quema de cables, la gasolina con plomo y las pinturas y pigmentos a base de plomo”. Como vimos antes, algunos de estos problemas, como el de las naftas, las pinturas, la prohibición del uso de cañerías de plomo, la deposición final de las baterías con plomo, o la medición del plomo en el suelo, fueron atacados en el período estudiado o antes.
Mediciones para este estudio 2009-2019
Utilizando “una serie de muestras transversales por conveniencia” entre 26 y 113 niños y niñas al año cursando primero en varias escuelas de distintas áreas de Montevideo entre julio de 2009 y junio 2019, el trabajo se propuso varios objetivos, entre ellos describir los promedios de plomo en sangre, su variación año a año de acuerdo a las características de las zonas y de los hogares de los niños, ver la prevalencia de niveles superiores a 5 y 3,5 microgramos por decilitro (los límites ya mencionados dispuestos por el CDC) e incluso por encima de 2 microgramos de plomo por decilitro de sangre, ya que ha habido “llamados a bajar el nivel aceptable” a esa medida, ya que representa “uno de los niveles más bajos de plomo en sangre en los que efectos neurocomportamentales se han observado”.
Las escuelas seleccionadas fueron escogidas de áreas “en la que se había documentado o se sospechaba contaminación tóxica por metales, especialmente plomo”, la gran mayoría ubicadas en los centros comunales zonales 9 (en el Municipio F), 11 (en el Municipio D) y el 14 y el 17 (en el Municipio A). Entre 2009 y 2013 los datos provinieron de alumnos de escuelas privadas, “la mayoría instituciones religiosas para niños de hogares de bajos ingresos”, y entre 2015 y 2019 también abarcó a escuelas públicas tras obtenerse el permiso del Ministerio de Educación y Cultura para realizar la investigación en ellas. De esta manera, el estudio abarca a 759 niñas y niños de 50 escuelas públicas y privadas de Montevideo.
Si bien el trabajo analiza lo que sucede durante diez años, durante 2014 no realizaron mediciones debido a que, como señalan, “cada año, el número de participantes en el estudio dependió de los recursos financieros y humanos y del calendario de las actividades del proyecto”.
¿Cómo varió el nivel de plomo en sangre entre 2009 y 2019?
El trabajo reporta que el promedio de plomo en sangre en 2009 era de 4,3 microgramos por decilitro, “descendiendo en las muestras progresivas” hasta alcanzar 1,3 microgramos en 2019, un descenso que resultó similar entre niñas y niños. Como bien sabemos, los promedios son interesantes, pero cuando hablamos de salud, el foco hay que ponerlo no en los promedios, sino en aquellas personas que se encuentran fuera de los umbrales que se consideran saludables.
Es así que reportan entonces las prevalencias de niveles por encima de los valores que establecieron. En el caso de los que superaban los 5 microgramos de plomo por decilitro de sangre, la prevalencia pasó de 30,8% en 2009 a 3,2% en 2019. La prevalencia de niñas y niños que superaban los 3,5 microgramos por decilitro (el límite actual del CDC) pasó de 53,8% en 2009 a 6,4% en 2019. Finalmente, teniendo en cuenta la evidencia que apunta a que más de 2 microgramos de plomo en sangre ya serían perjudiciales, reportan que la prevalencia pasó de 80,8% en 2009 a 19,3% en 2019. En otras palabras, en 2019, último año reportado en este trabajo, casi uno de cada cinco niñas y niños muestreados de primer año de estas escuelas seguía reportando niveles de plomo en sangre por encima de lo que la evidencia actual señala como tolerable (2 microgramos por decilitro), o seis de cada 100 de acuerdo al límite actual del Centro para el Control de las Enfermedades de Estados Unidos.
Son buenas noticias: “Para todos los puntos de corte, la prevalencia en 2019 fue de cinco a diez veces menor que al comienzo del estudio”, sostienen en el artículo publicado. Pero claro, siempre se pueden analizar un poco más los datos.
¿Bajaron gradualmente los niveles de plomo en sangre?
El siguiente es un punto muy relevante del trabajo. Los niveles de plomo en sangre bajaron en los 11 años analizados (para diez de los cuales hubo muestras). Si se promediara la baja reportan que daría una diferencia anual “cercana a los 0,3 microgramos por decilitro para el total del período estudiado”, ya que pasamos de 4,3 a 1,3 microgramos en 11 años. Sin embargo al analizar los datos del primer y el segundo quinquenio, se ve que la disminución no fue pareja: el promedio de baja en el período 2009-2013, reportan, fue de 0,5 microgramos, mientras que entre 2015 y 2019 “fue mucho menor y bordeando lo estadísticamente significativo”.
Siguiendo con ese tema, señalan que al comparar con las bajas que se han reportado en otros países con estudios de varios años o décadas, como Estados Unidos, Ciudad de México, China o Alemania, aquí sucedió algo similar: “Estos estudios muestran que después de un período inicial de disminuciones sustanciales (probablemente debido a la eliminación gradual de la gasolina con plomo), cada caída sucesiva en los niveles de plomo en sangre ha sido más gradual”.
Entonces las investigadoras y el investigador autores del trabajo sostienen que a pesar del éxito de haber logrado reducir los niveles en estos 11 años, “aún queda mucho trabajo por hacer para reducir los de plomo en sangre pediátricos en Montevideo respecto a los observados en otros países”. Como ejemplo sostienen que “si bien la prevalencia de plomo en sangre igual o mayor a dos microgramos por decilitro disminuyó en general desde 2011, entre 19% y 48% de los niños de nuestro estudio todavía experimentaron estos niveles de plomo en el período 2015-19”. Y ahí es donde la velocidad desigual es desafiante.
“Dado que los niveles de plomo en sangre parecen disminuir más lentamente entre los niños nacidos después de la eliminación gradual de la gasolina con plomo, la tarea de identificar y mitigar las fuentes de exposición de las poblaciones afectadas puede requerir esfuerzos y recursos extraordinarios”, apuntan entonces en el trabajo.
De todas maneras, no estamos a ciegas. “Un estudio publicado tan recientemente como 2016 identificó 44 sitios de desechos peligrosos en Uruguay –principalmente en Montevideo– como fuentes potenciales de exposición al plomo”, dicen citando el trabajo liderado por Jack Caravanos, “mientras que un estudio de niños que viven en asentamientos informales señaló que el reciclaje y derretimiento de productos electrónicos son la principal fuente de exposición al plomo”, afirman en referencia al trabajo liderado por Carolina Juanena y otros investigadores del Departamento de Toxicología de la Facultad de Medicina publicado en 2021.
También nos recuerdan que “en zonas periféricas de la ciudad la exposición al plomo también puede provenir de la reutilización de puertas, ventanas y muebles cubiertos con pintura con plomo”, como reportaron Andrés Ansín y colegas en 2019 en un trabajo del que ya hablamos en esta sección.
Por todo esto, en su artículo Elena Queirolo y sus colegas manifiestan que “es posible que la localización de niveles de plomo en sangre elevados en vecindarios más pobres o familias que viven en asentamientos ilegales haya contribuido a la marginación de la exposición al plomo” como un tema a abordar.
Por todo esto, y tras volver a señalar que “la mayor parte del progreso en bajar los niveles de plomo parece haber ocurrido entre 2009 y 2013” y que en el quinquenio 2015-2019 entre “19-48% de los escolares testeados tenían concentraciones iguales o mayores a 2 microgramos por decilitro, un nivel en el que se han observado una variedad de resultados adversos para la salud en otros estudios”, en su trabajo concluyen que sus hallazgos “son preocupantes dadas las diferencias más pequeñas en los niveles de plomo en sangre en los últimos años del estudio”.
“Se necesitan esfuerzos continuos de prevención y reducción de riesgos, basados en la evidencia actual de las fuentes más comunes y los predictores más destacados de exposición en esta población” insisten Queirolo y sus colegas. “Además, se necesita una vigilancia sistemática de los niveles de plomo en sangre en jóvenes de 0 a 18 años en todos los estratos socioeconómicos de la ciudad para un seguimiento continuo de las tendencias y el progreso” cierran su trabajo. Y entonces vale la pena reflotar un párrafo que está en el medio del artículo.
“En base a cómo se relaciona la edad con el nivel de plomo en sangre de los niños, con picos entre los 24 y los 36 meses y valores decrecientes posteriormente, se esperaría que una mayor proporción de niños más pequeños en Montevideo tuvieran niveles elevados de plomo en sangre”. Es decir, si en la escuela en 2019 19,3% de las niñas y niños muestreados tenían niveles iguales o superiores a 2 microgramos por decilitro, qué pasa antes de que comiencen primaria es un dato que bien haríamos en procurar.
Artículo: Secular trends in blood lead concentrations of school-age children in Montevideo, Uruguay from 2009 to 2019
Publicación: Environmental Pollution (diciembre de 2023)
Autores: Elena Queirolo, Katarzyna Kordas, Gabriela Martínez, Zia Ahmed, Gabriel Barg y Nelly Mañay.