Aquel viejo chiste que dice que no es noticia que un perro muerda a un hombre sino que un hombre muerda a un perro no tiene mucha base en la realidad. En Uruguay, los perros que muerden a personas vienen siendo noticia prácticamente desde el surgimiento de la prensa, gracias a que fueron los vectores de la llegada de la rabia a nuestro país a comienzos del siglo XIX.
Ambas cosas están más relacionadas de lo que parece. En sus invasiones a nuestras tierras, los ingleses trajeron la primera imprenta y también los primeros perros infectados de rabia, que propagaron la enfermedad rápidamente en el país. Por eso, el primer periódico y el primer caso reportado de rabia en Uruguay coinciden hasta en el año: 1807.
Muy pronto los habitantes de la Banda Oriental aprendieron a tomarse en serio las mordeduras de perros, a tal punto que periódicos de hace más de 200 años incluían ya instrucciones precisas para detectar las señales de rabia en estos animales.
Los gatos ya son otro asunto. Que un gato muerda a una persona y eso se convierta en noticia es muy raro en Uruguay, en parte porque la capacidad de daño de sus dientes es menor a la de un perro, y en parte porque sus mordeduras suelen ser subestimadas por el público en general. Sin embargo, tenemos ejemplos muy cercanos que nos recuerdan que son los gatos, no los perros, los que tienen más posibilidades de darnos titulares como los de hace 200 años.
Gato encerrado
En 2021 una mordedura de gato fue noticia en todos los medios argentinos. Una mujer policía de 33 años murió en Buenos Aires de rabia, primer caso registrado en humanos en territorio bonaerense en casi 40 años, pocas semanas después de haber sido mordida por un gato callejero al que quiso tocar y alimentar.
Las posibilidades de que algo así ocurra son bajas, pero nos obligan a prestar atención. Aunque en Uruguay no hay casos registrados de rabia en humanos desde 1966 ni casos en perros desde 1983, sí tuvimos reportes recientes en gatos. En julio de este año un gato doméstico murió en Salto a causa de esta enfermedad.
En 2023 también se reportaron tres casos de murciélagos con rabia en Montevideo, una noticia preocupante pero que no debería impulsarnos a salir a perseguir quirópteros para evitar contagios a nuestras mascotas, como ya se ha aclarado en esta sección.
Pese a que tanto las mordeduras de perros como las de gatos representan un asunto de interés sanitario para el país, no sabemos demasiado sobre la frecuencia con que se producen, quiénes las sufren y en qué circunstancias. O no sabíamos, al menos. El año pasado, un equipo de investigadores de la Facultad de Veterinaria realizó el primer estudio epidemiológico de mordeduras de perros en Uruguay, con colaboración de colegas de otras instituciones. Ese trabajo comenzó a llenar el vacío de información al respecto, pero a la moneda le faltaba mostrar uno de los lados.
Eso es justamente lo que hace un artículo recién publicado, firmado por parte del mismo equipo: de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República estuvieron Juan Pablo Damián, del Departamento de Ciencias Veterinarias y el Núcleo de Bienestar Animal; Javier Román, del Departamento de Ciencias Sociales, y Florencia Barrios, del Departamento de Clínicas y Hospital Veterinario; a su vez, de la Unidad Zoonosis y Vectores del Ministerio de Salud Pública, participó Gabriela Willat.
TeamGatos
Los investigadores ya habían metido sus garras en el mundo de los gatos en 2023, cuando publicaron el primer perfil demográfico de los gatos domésticos en Uruguay. Para continuar su exploración de los vínculos entre felinos y humanos, decidieron hacer un trabajo “espejo” del realizado sobre mordeduras de perros, usando la misma metodología y mismos datos, pero enfocándose en los gatos.
En Uruguay, todos los casos de mordeduras de animales que son atendidas en centros de salud deben reportarse obligatoriamente al Ministerio de Salud Pública (MSP). Si bien los perros y gatos no son los únicos animales domésticos que protagonizan estos reportes –en los datos del MSP figuran también caballos, roedores y hasta algunos rumiantes–, son los más frecuentes.
Para su estudio, el equipo se enfocó en los reportes de mordeduras gatos desde 2010 a 2020 con el objetivo de entender la frecuencia de estos casos, la incidencia de algunos aspectos demográficos (edad y sexo de las personas mordidas) y también determinar si la pandemia de coronavirus influyó de alguna manera en las estadísticas. Con respecto a este último punto, los investigadores buscaban esclarecer si el confinamiento que supuso la pandemia, en buena parte de 2020, pudo alterar la interacción entre gatos y humanos dentro de las casas.
Las cifras de reportes oficiales de mordeduras de gatos son muy inferiores a las de perros, por algunos motivos obvios y otros que no lo son tanto. “Hay mucha gente que es mordida y no va a un centro asistencial. Eso ocurre en perros, pero creo que se da bastante más en gatos. Por un lado, porque las lesiones son menores que las que ocasionan los perros, entonces las personas deciden curarse en su propia casa. Por el otro, porque hay una visión más ‘liviana’ de las mordeduras de gatos. No se las ve como algo grave y hay hasta cierta complicidad y aceptación en las personas que las sufren”, asegura Juan Pablo Damián.
En estas diferencias de miradas juega un factor social que tiene que ver con los roles atribuidos históricamente a perros y gatos y también con las diferencias entre los tutores de unos y otros. El perro es el gran compañero del humano, cuya mordedura es vista casi como una “traición”, dice Florencia Barrios. “En el caso de los gatos, es común que las personas justifiquen por qué las mordieron y aclaren que se debió en realidad a que les estaban haciendo tal o cual cosa. Esa clase de excusas es muy rara de ver cuando se reporta el ataque de un perro”, agrega.
Esta subestimación es peligrosa, como bien aclara Florencia. “Quizá la mordedura de un perro de gran porte es más complicada, pero en el caso de los gatos hay otras dificultades. La microbiota que se encuentra en la boca del gato, que es carnívoro estricto, a diferencia del perro, puede traer un montón de patologías asociadas que no tienen que ver con la extensión del daño sino con lo que pasa después, por ejemplo con las infecciones”, dice.
Sabemos entonces que las mordeduras de gatos se reportan poco y que su importancia suele ser disminuida por quienes las sufren, pero aun así hay suficientes reportes en los centros de salud como para prestarle atención al tema y sacar algunas conclusiones interesantes. ¿Qué nos dicen los datos oficiales al respecto?
Festival de canes, festival de gatos
Entre 2010 y 2020 hubo 779 notificaciones de mordeduras de gatos en Uruguay, lo que representa una tasa promedio anual de 2,15 lastimaduras cada 100.000 personas. Estas cifras, tal cual adelantaban Juan Pablo y Florencia, son muy inferiores a las de los perros (31.634 en el mismo período, con una tasa anual de 87,51 cada 100.000 personas).
Nuestra tasa anual de mordeduras de gatos es parecida a la de Chile (2,42) pero muy inferior a la de otros países latinoamericanos, como Colombia (15) y Brasil (41). Según el artículo, Uruguay ocupa una posición relativamente baja en reportes de mordeduras de gatos a nivel global, lo que podría deberse a esta disparidad entre el problema sanitario que representan y la percepción que tiene de él el público.
A la hora de analizar las características de las personas mordidas, el asunto se pone más interesante. “Parece una obviedad, pero los gatos no son perros, son mascotas completamente diferentes”, señala Juan Pablo. Y esas diferencias quedan claras en el perfil de las personas mordidas.
En perros hay una leve mayoría de hombres mordidos (casi 52%), con una predominancia masculina clara en edades más jóvenes (menos de 14 años), algo que se ha adjudicado al comportamiento más activo de los niños, la falta de comprensión del lenguaje corporal de los perros antes de la agresión y la falta de supervisión adulta.
En gatos, sin embargo, hay una predominancia clara de mujeres entre las víctimas, con un 66,5% del total de mordeduras. La incidencia es muy significativa en algunos rangos de edad. Mientras que en las edades más tempranas no hay casi diferencia entre sexos, las mujeres entre los 30 y los 75 años se ven desproporcionadamente afectadas por esta tendencia.
Para identificar los motivos detrás de este sesgo tan notorio hacen falta más evidencias y no quedarse con el cliché de “la loca de los gatos”, tan persistente en la cultura popular, que sugiere la existencia de un tipo de mujer, solitaria y de edad mediana o avanzada, que acumula felinos en su casa. El arquetipo de la “cat lady”, como se le dice en inglés, es global: hasta se volvió tema de campaña en Estados Unidos, cuando el vicepresidente electo JD Vance lo usó como un insulto para definir a las votantes demócratas.
“Esto abre también una ventana interesante de exploración a futuro. ¿Es porque más mujeres adoptan gatos, como pasa en otros países? ¿Porque tienen un apego y un vínculo con los gatos distinto al de los hombres? ¿Recae más en las mujeres las tareas de cuidado de los animales y por eso hay más posibilidades de que se produzca una mordedura? No lo sabemos, pero hay otros datos que vale la pena averiguar. ¿Estas mujeres viven solas, son madres de familia? Hay un terreno interesante para explorar qué lugar ocupa el gato en sus vidas”, asegura Juan Pablo.
La primavera alborota
El análisis estadístico arrojó otro dato interesante: se reportan más mordeduras de gatos en primavera y verano que en el resto de las estaciones. Si bien este resultado es similar al de los perros, no parece que las causas sean las mismas. En estos períodos, que también coinciden con las vacaciones, los perros tienen mucho más acceso al exterior, lo que aumenta las probabilidades de que haya interacciones con humanos y mordeduras. En el caso de los gatos los motivos no son muy claros.
En otros países se ha explicado esta misma tendencia por los cambios de comportamiento producidos por el ciclo reproductivo estacional de las gatas, que coincide con la temporada más cálida, pero sabemos, gracias al anterior trabajo de este equipo, que en Uruguay la enorme mayoría de los gatos domésticos están castrados. Por eso, ni Juan Pablo ni Florencia creen que la explicación vaya por el lado reproductivo.
“Sería interesante estudiar el comportamiento de los gatos dentro de las viviendas, comprobar si son más sedentarios y duermen más en invierno y si son más activos en primavera y verano, lo que podría incrementar las interacciones”, dice Juan Pablo.
Quizá, como dice Florencia, la explicación esté en nuestros cambios de comportamiento estacionales, no en los de los gatos. “En esos meses solemos tener más tiempo libre y estamos más activos, hacemos más arreglos en la casa, algo que puede afectar también el comportamiento del gato”, dice Florencia. No descarta tampoco que pueda jugar su rol el calor, que en invierno es un recurso tan preciado para los gatos domésticos que, para obtenerlo, aceptan compartir espacios reducidos con otros gatos y hasta con algún humano que no les cae del todo bien. Quizá toleren más los manoseos de sus cuidadores en estas estaciones que en las más calurosas, apunta Florencia.
El primer año de pandemia no parece haber tenido una incidencia muy grande en las mordeduras de los gatos en Uruguay. No hubo cambios significativos ni en la cantidad de mordeduras ni en el sexo de las víctimas, aunque sí ocurrió que las edades de quienes sufrieron las mordeduras tendieron a bajar con respecto a años anteriores. La movilidad reducida durante varios meses del primer año pandémico pudo contribuir a que personas más jóvenes pasaran más tiempo en las casas en contacto con sus gatos, un factor potencial para el aumento de reportes de mordeduras, pero tanto Juan Pablo como Florencia aclaran que “habría que tomar con cautela esos resultados”.
En resumen, las mordeduras de gatos afectan especialmente a mujeres de entre 30 y 74 años, ocurren con más frecuencia en primavera y verano, y representan “una preocupación de salud pública en Uruguay”, concluye el artículo. La “preocupación” es doble si se considera otra característica de los gatos domésticos en nuestro país, expuesta en el anterior trabajo de Juan Pablo, Florencia y sus colegas.
Datos relevantes del estudio
- 779 mordeduras de gatos se reportaron en Uruguay entre 2010 y 2020.
- La tasa uruguaya anual de reportes de mordeduras es de 2,15 cada 100.000 personas, similar a la media de Chile (2,42) pero muy inferior a la de Colombia (15) y Brasil (41)
- 66,5% de las personas mordidas son mujeres, con especial afectación en el rango que va de 30 a 74 años.
- Se producen más mordeduras en primavera y verano. El otoño es la estación con menos reportes.
- Durante el primer año de pandemia (2020) hubo una tendencia a reportar más mordeduras a edades más jóvenes.
La vida secreta de las mascotas
Según el perfil demográfico publicado en 2023, 87% de los gatos de Uruguay que viven en hogares salen al exterior, una cifra muy alta para la media internacional. Esto supone un riesgo evidente para la fauna silvestre pero también para los propios gatos, que se exponen más a los accidentes y a contraer enfermedades o parásitos. Es este último punto el que nos devuelve al comienzo del artículo y al concepto de “una salud” con relación al vínculo entre la salud ambiental, la humana y la animal. Lo que ocurre con una puede repercutir –y lo hace, como comprobamos en la pandemia de coronavirus– en las otras.
Un gato que sale y por lo tanto se expone a enfermedades tiene más posibilidades de generar problemas si muerde a alguien, aunque las lesiones que produzca parezcan leves. “Al perro se lo considera más importante por los números y entidad de las mordeduras, pero eso no quita relevancia a lo que sucede con los gatos; saber más al respecto nos ayuda a crear políticas públicas al respecto”, opina Juan Pablo.
“Hay un montón de precauciones básicas que podemos tener: que el animal cuente con un plan de vacunación completo, incluida la rabia, que no tenga acceso a lugares donde pueda interactuar con murciélagos u otros animales que podrían transmitirle enfermedades, y que no salga al exterior, o, si lo hace, que sea bajo control. Un gato con red en el balcón y con todas las vacunas al día tiene chances casi nulas de contagiarse la rabia”, dice Florencia.
Muchos cuidadores de gatos desconocen lo que hacen sus mascotas cuando salen del hogar y duermen plácidamente con ellas entre sábanas, pero quizá lo pensarían dos veces si estuvieran al tanto de los resultados de los nuevos estudios de este equipo (aquí no haremos spoilers, habrá que esperar al próximo capítulo).
“Aunque se habla mucho de medicina preventiva y se hace hincapié en la rabia, no hay que olvidar que es sólo una de las enfermedades zoonóticas que representan hoy en día un riesgo, justamente porque no aplicamos la medicina preventiva como deberíamos. Por eso, si un gato te muerde lo mejor es que acudas a un centro asistencial. A veces hay gente que no lo hace porque cree que el MSP va a ir a matarle el gato. Eso es un mito, no ocurre. Educar es una parte fundamental en todo este asunto”, agrega Florencia.
Esa educación no es sólo para quienes tienen gatos. Como aclara Juan Pablo, debe empezar por los propios veterinarios y de ahí derramarse a los cuidadores. “Informarse lo mejor posible es la clave para el cambio, que seguro tendrá incidencia sobre las mordeduras y también sobre las tasas de abandono. No tengo dudas de que cuanto más se comprenda a los gatos, menos abandonos habrá”, dice Florencia.
En eso los perros corren con ventaja. Hemos convivido con ellos miles de años más que con los gatos y nos sentimos más familiarizados con sus comportamientos, propios de una especie gregaria como la nuestra. Pero ver caminar en tu habitación un gato, tal cual escribía Doris Lessing, es “descubrir en su andar solitario un leopardo o incluso una pantera”. Quizá valga la pena empezar a tomarlos con la misma seriedad a la hora de reportar sus mordeduras.
Artículo: Epidemiology of cat bites to people in Uruguay: Effects of the age and sex of the victim, season of the year, and the COVID-19 pandemic
Publicación: Open Veterinary Journal (setiembre de 2024)
Autores: Juan Pablo Damián, Javier Román, Gabriela Willat y Florencia Barrios.