A fines de octubre se supo que 85 de 92 participantes de una competencia de nado que tuvo lugar el 28 de setiembre en aguas de la zona del Faro de Punta Carretas de Montevideo, en su mayoría argentinos, chilenos y uruguayos, pues se trataba de una final del Sudamericano de Aguas Abiertas, padecieron diarreas y vómitos. El hecho, dado a conocer por el diario El País y recogido por varios medios de ambos lados del Río de la Plata, nos recordaba con gran elocuencia los riesgos de la contaminación fecal en las aguas de uso recreativo.

El tema es conocido desde hace muchísimo tiempo, y si bien hay sistemas de tratamiento para las aguas servidas recogidas por los sistemas de saneamiento, las intendencias realizan con frecuencia monitoreos de las aguas de sus principales playas para habilitarlas o no para que la población se bañe en ellas. Para ello lo que hacen es tomar muestras del agua superficial (entrando al mar hasta que el agua les llega a la cintura) y, posteriormente, en el laboratorio, detectar la presencia de coliformes fecales mediante su cultivo.

La estrella de los coliformes fecales es la bacteria Escherichia coli (que se pronuncia algo así como esqueriquia coli). Se trata de un organismo que está presente en el intestino de buena parte de los animales —humanos incluidos— donde no sólo son generalmente inofensivas, sino necesarias. Sin Escherichia coli en nuestra microbiota intestinal, la pasaríamos mal. Pero claro, a veces por unas pocas frutillas podridas, paga los platos rotos todo el cajón: algunas pocas cepas de E. coli (como se la suele denominar para ahorrar tiempo) pueden ser complicadas para nuestra salud, sobre todo si llegan a lugares del cuerpo donde habitualmente no andan.

En el intestino, E. coli está bajo control (generalmente, ya que en biología lo inesperado pasa de todo todo el tiempo). Pero claro, si una bacteria del intestino llega a un alimento, y con él a otras partes del tracto digestivo, las cosas pueden complicarse. Por eso, las normativas bromatológicas vigilan con atención la contaminación fecal, indicada por la presencia de E. coli en bebidas y comestibles. Lo mismo sucede cuando nos metemos al agua de un río, arroyo, mar, océano o cañada a darnos un baño refrescante. Si allí hay coliformes fecales, es probable que entren en contacto con ojos, boca, piel e incluso el tracto digestivo. Y si justo hay cepas de E. coli de las que desatan diarreas, vómitos, enfermedades respiratorias, fiebre, o infecciones de ojos, oídos, piel, nariz y garganta, la vamos a pasar tan mal como los 85 de los 92 nadadores que se tiraron a competir en setiembre en Punta Carretas. Incluso la podríamos pasar peor.

Investigaciones han mostrado que determinados genes de E. coli están asociados a cepas de mayor patogenicidad, es decir, que desatan enfermedades. Es el caso de los genes stx1, stx2y eae, presentes en cepas que generan diarreas severas y otras complicaciones debido a la producción de una toxina denominada Shiga. Un animal o humano que atraviese una diarrea con estas cepas las propagará en grandes cantidades con sus heces. Si esas cepas llegan al agua -por ausencia o problemas de saneamiento, tratamiento insuficiente de las aguas servidas y otros factores-, el riesgo a la salud aumenta. Pero no sólo pasa eso en el agua. Eso es lo que nos muestra una valiosísima investigación, pionera en América Latina en buscar genes de patogenicidad de E. coli en la arena de las playas, que acaba de ser publicada.

El trabajo, titulado Relación entre indicadores de abundancia fecal en agua y arena y la presencia de genes patógenos en arena de playas recreativas, lleva la firma de María Eugenia Cabot, Pablo Inchausti y Javier García, del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental del Centro Universitario Regional Este (CURE) de la Universidad de la República, y Claudia Piccini y Gabriela Martínez de la Escalera, del Laboratorio de Ecología Microbiana Acuática del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE). Y lo que nos aporta es muchísimo.

Por un lado, nos hace ver que no alcanza con medir los coliformes en el agua para determinar el riesgo a la salud por contaminación fecal al que nos exponemos en las playas: también están en la arena. Más aún: encontraron que su detección en el agua no se relaciona con su presencia en la arena, por lo que es imprescindible muestrear en ambos sitios (si estuvieran asociadas, alcanzaría con monitorear su presencia sólo en uno de los dos lugares). También muestra que usar herramientas moleculares —esto de ver genes— es sencillo y nos da más información sobre el riesgo o no de los coliformes que están en el ambiente. Todo esto es de sumo valor para tomadores de decisiones, autoridades e instituciones que velan por la salud de la población. Pero el trabajo tiene un valor agregado más del que todas y todos los usuarios de las playas nos beneficiamos.

El equipo de investigación encontró que en la arena húmeda que está al lado de cañadas, desembocaduras de arroyos y pluviales, la probabilidad de encontrar coliformes es mayor. Y es justo en esa arena junto al aguita calma donde suelen jugar niñas y niños.

Así que por todo eso, salimos al encuentro de Javier García, que desde el CURE de Maldonado nos ayudará a bucear por las aguas de la investigación que realizaron en playas de ese departamento, pero que bien aplica a todas las playas con arena del país.  

Pensando en la salud del ambiente y de la gente

Leyendo el trabajo que publicaron, queda claro que si bien lo tradicional en todas partes era hacer monitoreos de coliformes en el agua para detectar contaminación fecal, ya hay grupos de investigación que comenzaron a analizar qué pasaba en la arena. Por otro lado, incluir el análisis de genes de patogenicidad en los muestreos de coliformes ya fue incorporado por algunas instituciones de otros países, como la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA por su sigla en inglés), ya que es una herramienta muy útil para determinar el riesgo a la salud de los coliformes. ¿Fue esto reportado en la literatura lo que impulsó al grupo a investigar el tema?

“Sí, algo así”, admite Javier. Es que el tema les venía rondando en la cabeza, dados los años de monitoreos que vienen realizando en distintas partes.

“A mí lo que me interesa es la conservación costera. Y esto, de alguna manera, es una herramienta, junto con otros indicadores cuantitativos, de poder detectar un impacto antrópico en la costa, con el extra de que este impacto implica además un riesgo altísimo para la salud humana”, dice Javier con claridad.

“A veces se puede subestimar ese riesgo a la salud con las normativas que tenemos actualmente, en las que la contaminación fecal se mide tomando muestras en el agua, porque la exposición a veces se puede dar directamente en contacto con la arena, que es algo que se produce cuando se le da a la playa un uso recreativo”. Por otro lado, sostiene que en un río, pero más aún en el mar o el océano, la posible contaminación fecal se diluye de gran manera. No es lo mismo una cucharada de azúcar en una taza de café que en una bañera. Y además hay otro asunto.   “La contaminación fecal puede venir por estas cañaditas y arroyitos. Y allí, en la arena de estas cañaditas, muchas veces vemos que van a jugar los niños”, dice Javier. “Estoy hablando, por ejemplo, de tres arroyitos entubados que dan a la playa de la Posta del Cangrejo, acá en la Barra de Punta del Este. Es increíble que en un lugar así, con el atractivo que tiene y con lo que se apuesta por el turismo costero, existan esos riesgos”, enfatiza.   ¿Por qué entubar arroyos en las zonas urbanas costeras? Por razones más o menos lamentables. “No tenemos un ordenamiento territorial que contemple los arroyitos. Quedan algunos relictos, pero a medida que los arroyitos se van contaminando por filtraciones, se terminan entubando por un tema de salud y de olor. Esa es la realidad de nuestro desarrollo urbanístico costero, que termina casi siempre con una rambla y una avenida sobre las rocas o las dunas”, lamenta Javier.   “En nuestro trabajo abordamos la contaminación biológica, pero en la costa también hay una serie enorme de presiones, desde contaminación química hasta contaminación física, como la lumínica y la sonora”, sostiene. Vayamos entonces ahora al estudio de esta contaminación biológica que es la materia fecal que lanzamos al ambiente cada vez que tiramos la cadena.

Buscando coliformes y genes peligrosos en las playas de Maldonado

“El objetivo de este trabajo fue determinar si la abundancia de coliformes fecales en agua estaba relacionada con la contaminación fecal de la arena”, dicen en el artículo publicado. También agregan un segundo objetivo: detectar “la presencia de Escherichia coli productora de toxina Shiga en arena mediante el análisis de muestras de playas turísticas”, para lo que recurrieron al análisis de “PCR en tiempo real” para buscar los ya mencionados genes stx1, stx2 y eae.

El PCR (en inglés, Reacción en Cadena de Polimerasa) se hizo famoso durante la pandemia. Es una técnica que sirve para amplificar determinadas partes de información genética que uno anda buscando (en el caso de la Covid-19, del virus SARS-CoV-2; en este trabajo, los genes de patogenicidad de nuestra amiga/enemiga E. coli).

“La pandemia implicó un hito para el monitoreo ambiental”, afirma Javier. “Antes nadie sabía mucho, capaz que alguno hasta podría pensar que PCR venía de Partido Comunista Revolucionario. Ahora todo el mundo sabe qué es”, dice con jocosidad. Tras la pandemia, el PCR pasó a ser casi un análisis de rutina en muchísimos lugares. Y a diferencia del método de preparar un cultivo a partir de una muestra de agua para ver si crece allí E. coli (algo que lleva tiempo, como cuando a uno le hacen un análisis de sangre o orina, ya que hay que dejar pasar una buena cantidad de horas para que los posibles patógenos que uno quiere detectar crezcan), el PCR es rápido, y ofrece además otras ventajas.

“Dentro de la contaminación fecal están los coliformes, pero también hay otra cantidad de posibles patógenos”, explica Javier. “Estamos de acuerdo que está bien la primera aproximación de mirar cuántos coliformes crecen en una placa de cultivo y estimar la cantidad de colonias por cada 100 mililitros”, sostiene. “Ese es el análisis que se hace hoy en día en nuestro país para determinar la contaminación fecal en las playas. Pero no todos los coliformes tienen genes de patogenicidad. El análisis de PCR permite detectar esas cepas efectivamente riesgosas”, sostiene. Por ello, a las muestras que tomaron en la arena, les hicieron el PCR: buscaban ver si los monitoreos clásicos del agua reflejaban o no qué tan riesgoso era lo que pasaba en la playa del agua hacia arriba.

Así que en marzo de 2019 midieron coliformes en el agua y en la arena en 37 puntos de playas de Maldonado, entre ellas Piriápolis, Punta Colorada, Solís, Playa Verde y muchas de Punta del Este, además de en la Laguna Garzón (técnicamente ya en el departamento de Rocha). Midieron en el agua en la desembocadura de arroyos, cañaditas y pluviales, en el agua de playas sin esos desagües, y en la arena al lado de las cañadas y desagües y en arena de playas sin ellos.

¿Por qué medir en Maldonado? ¿Acaso allí el problema de contaminación fecal es mayor? Bueno, más allá del alto impacto antrópico en la costa de ese departamento, el asunto es que dado que el CURE donde investigan está en Maldonado, logísticamente les quedaba mejor. ¿Qué vieron?

Las playas con más coliformes en el agua

1) Piriápolis, cañada: 5.300 UFC/100ml
2) Playa Verde, desembocadura del arroyo Tarariras: 2.300 UFC/100ml
3) Las Delicias (Punta del Este), desembocadura: más de 2.000 UFC/100ml
3) La Posta del Cangrejo (Punta del Este), desembocadura cañada: más de 2.000 UFC/100ml
3) Punta del Este, desembocadura arroyo Maldonado: más de 2.000 UFC/100ml
3) El Chorro (Punta del Este), desembocadura de cañada: más de 2.000 UFC/100ml
4) Laguna Garzón: 1.800 UFC/100ml
5) Solís, desembocadura del arroyo: 5.500 UFC/100ml

Coliformes en el agua en la mayoría de las playas y la otra UFC

Las personas fanáticas de los deportes de combate, cuando leen UFC enseguida piensan en Ultimate Fight Championship, algo así como la FIFA de las artes marciales mixtas. Pero UFC también tiene que ver con el combate a la contaminación fecal, ya que en los monitoreos en busca de coliformes la unidad que se utiliza es la de Unidades Formadoras de Colonias (UFC) de Escherichia coli, ya sea cada 100 mililitros de agua o cada gramo de arena. La normativa de nuestro país establece que en el caso de las muestras obtenidas en el agua, el límite para considerar aptas las playas es de 2.000 UFC por 100 mililitros de agua.

“Ese es el límite aquí, pero nosotros somos un país muy permisivo. En otras partes ese límite es de 500 UFC/100ml. Y también hay quienes plantean que 500 es mucho”, comenta Javier. Conocido el límite, veamos qué vieron en el agua de las playas de Maldonado.

Fueron encontrados coliformes en las 37 playas donde se realizaron muestreos en el agua. El límite de 2.000 UFC/100ml o más fue superado por siete. En todas ellas había algo en común: las muestras se tomaron en la desembocadura de arroyos, cañadas, pluviales y demás. Estas siete playas con altísimos niveles de coliformes en agua fueron El Chorro (Punta del Este), La Posta del Cangrejo (Punta del Este), la desembocadura del arroyo Maldonado (Punta del Este), la Mansa (Punta del Este), Las Delicias (playa Mansa, Punta del Este), Piriápolis, y en el límite entre Playa Verde y Las Flores, donde desemboca el arroyo Tarariras. El conteo más alto registrado se dio en la desembocadura de la cañada de Piriápolis, que marcó 5.300 UFC/100ml.

Playa Los Cangrejos de La Barra de Maldonado.

Playa Los Cangrejos de La Barra de Maldonado.

Foto: Virginia Martínez Díaz

Muy cerca de superar el límite permitido estuvieron las playas Solís, en la desembocadura del Solís Grande (1.500 UFC/100ml), y la de la Laguna Garzón, cerca de la desembocadura (con 1.800 UFC/100ml). Si el límite estuviera en los 500 UFC/100ml, como ya establecen normativas de otros países, habría que sumar tres playas más, las tres también con desembocaduras de arroyos, cañadas o pluviales: Punta Colorada, Portezuelo, y La Posta del Cangrejo en su segundo pluvial.

En el trabajo lo reportan así: “en el agua, 44% de las muestras arrojaron entre una y 100, UFC/100ml, 15% en el rango de 200-1000 UFC/100ml y 18% con más de 1.500 UFC/100ml”, por lo que podríamos decir que cerca de una de cada cinco playas de Maldonado presentaron niveles elevados de coliformes en agua en los días muestreados.

“El monitoreo de coliformes fecales en Maldonado se realiza en 16 playas, no son muchas. Para este trabajo nosotros tomamos muestras en 37”, comenta Javier. Al muestrear en playas y además en el mar junto a la desembocadura de estos arroyitos y cañadas, observaron algo importante. “En el agua, por ejemplo en la playa en donde se mide, por lo general no nos da un nivel que indique una contaminación fecal. Sin embargo, en las desembocaduras de algunos arroyitos y pluviales, que pasan entre los niños chiquitos que están haciendo pocitos en la arena o mojándose, los niveles de coliformes fecales vuelan”, sostiene Javier.

En el trabajo reportan entonces que “la concentración de coliformes fecales en el agua aumentó cuando había un sistema de alcantarillado cercano, lo que indica la ocurrencia de filtración de saneamiento, probablemente relacionado con un mal mantenimiento”.   “En la costa, obviamente, tenemos mucho suelo arenoso. Y en los balnearios, históricamente, el saneamiento se hacía con un pozo negro, hecho con bloques, sin impermeabilizar. Y para que no se llenara, lo hacían con un robador, un tubito para afuera para que parte de lo que está en la cámara vaya para la arena y se filtre”, dice Javier. Pero esto, que pasa donde no hay saneamiento, no es el único problema.

“También hay filtraciones en las zonas con saneamiento”, enfatiza. “Por ejemplo, en la playa Mansa, frente al Conrad, hay dos caños que bajan por la avenida, que probablemente sean un arroyo entubado. Son dos caños grandes de los que siempre sale agua. Ahí, los muestreos para esta tesis nos dieron niveles altísimos de coliformes fecales. Y también ahí hay niños y niñas jugando en esa cañada que se forma y que sale al mar”, grafica. ¿Cómo, si hay saneamiento, los coliformes llegan allí?

“Pasa que como no hay mantenimiento del saneamiento, se da el caso de filtraciones y pérdidas. Si se habla de que no hay mantenimiento para la red de agua potable de OSE por falta de fondos, uno imagina que tampoco tendrán muchos fondos para el mantenimiento del saneamiento”, hipotetiza. Lo que dice suena tristemente coherente. Si OSE pierde cerca del 40% del agua que potabiliza por problemas de mantenimiento de la red, podemos pensar que una cifra similar debe estarse escapando del saneamiento. “Lo cierto es que en esa zona con saneamiento, los conteos de coliformes nos dan muy altos”, redondea.

Las playas con más coliformes en la arena

1) Laguna Garzón, desembocadura de la laguna: 1.848 UFC/g
2) El Chorro (Punta del Este), desembocadura de cañada: más de 300 UFC/g
2) Manantiales (Punta del Este), registro de colector: más de 300 UFC/g
2) La Mansa (Punta del Este), desembocadura de cañada: más de 300 UFC/g
3) La Posta del Cangrejo (Punta del Este), desembocadura de cañada: 120 UFC/g

Coliformes en la arena

“Respecto a las muestras de arena, 58% de las muestras presentó menos de 1 UFC/g, 29% presentó un rango entre 1 y 100 UFC/g, 5% entre 100 y 200 UFC/g, y 8% más de 1.500 UFC/g. En este caso podríamos decir que cerca de una de cada diez playas presentó niveles elevados de coliformes en la arena los días muestreados.

“Lo que vimos al analizar los coliformes en la arena es que no se asocia la cantidad que encontramos con la cantidad de coliformes que hay en el agua en la playa a la altura de la cintura, que es como se mide hoy en día”, destaca Javier.

En el artículo dicen claramente que “en la arena se encontró una alta abundancia de coliformes en playas con desembocaduras de arroyos y cañadas, pero no en las playas sin descarga de agua dulce, lo que sugiere la fuente terrestre de contaminación fecal, transportada por escorrentía y aguas superficiales, que llega a la playa y persisten en la arena”. En otras palabras, muchos y muchas veraneantes que alquilan o tienen casas allí literalmente están cagando la playa a la que van.

“Nosotros, al usar PCR, al poder detectar genes de patogenicidad, estamos yendo directamente a ver el riesgo de exposición en la arena”, sostiene Javier. Como ya vimos, que haya E. coli no quiere decir que necesariamente nos vayamos a enfermar. Así que vayamos a eso.

Arenas con genes de alta patogenicidad

Cuando vamos a ver qué observaron respecto a los genes que indican cepas peligrosas de E. coli, en ocho de los 20 lugares que analizaron, detectaron al menos uno de los tres genes que producen diarreas complicadas y otras enfermedades. Por tanto, podemos decir que una de cada cinco de las playas muestreadas de Maldonado tenía genes implicados en la virulencia de E. coli diarreogénica en la arena.

En dos lugares en particular, en la arena junto a la desembocadura del Tarariras, entre Las Flores y Playa Verde, y en la próxima a la desembocadura de un arroyito en Punta Colorada, además aparecieron los dos genes más preocupantes, stx2 y eae.

“Nosotros en este trabajo no cuantificamos, sino que solamente detectamos presencia o ausencia de estos genes, igual a como se hacía para decir si tenías covid-19 o no. Eso creo que es lo mejor para el monitoreo ambiental. No necesitamos hacer una cosa más compleja, que implique más dificultades a la hora de formar funcionarios. Los PCR los empezaron a hacer en todos lados, todos los laboratorios, sanatorios, entonces no es algo complicado y la técnica ya se conoce”, agrega.   El trabajo además dice una cosa sumamente importante: de las 8 muestras en las que se encontraron genes de alta patogenicidad, “dos provenían de playas con recuentos bajos de coliformes” tanto en agua como en arena. Y entonces señalan: “este último hallazgo sugiere que la ausencia de estos indicadores de contaminación fecal puede no correlacionarse con el riesgo asociado con el contacto directo con la arena y posiblemente también con el agua de estos sitios”. En otras palabras: si los monitoreos de las intendencias dicen que en el agua hay niveles tolerables de coliformes, en la arena podría haber pocos pero de gran patogenicidad. En el artículo señalan que esto “implica un riesgo para la salud subestimado, incluso cuando el número de colonias bacterianas era muy bajo”.

De Maldonado para todo el país

En este trabajo exploratorio encontraron presencia de coliformes en arena y encima genes de alta patogencidad en varias de las 37 playas de Maldonado analizadas. Lo intuyo, pero por las dudas le pregunto a Javier: seguramente esto también esté pasando en otras playas arenosas del país.

“Sí, uno pensaría que sí. En este caso llaman más la atención porque, de alguna manera, son las playas ponedoras de los huevos de oro del turismo del país. La calidad de las playas incide en el turismo y el ingreso que esa actividad nos deja. Por eso la conservación de esas playas es de interés, sobre todo en esta zona que tiene una demanda tan alta en la época estival. Entonces, que el trabajo se haya realizado en Maldonado, creo que es relevante”, sostiene Javier.

Este muestreo puntual de un equipo de investigación no es parte de un monitoreo constante como los que deben hacer las autoridades competentes que evalúan la calidad de las playas y sus riesgos a la salud. Aún así, el trabajo nos muestra que en la arena hay cosas que pueden afectar la salud que se nos están pasando por alto al medir coliformes solamente en el agua.

Este trabajo, sumado a otra evidencia internacional y nacional, debería ayudar a cambiar cómo medimos la contaminación fecal en la playa, tanto en Maldonado, donde se realizaron estos muestreos, como en los demás departamentos con costa, es decir, Montevideo, Rocha, Canelones, Colonia y San José. También debería aplicarse en las múltiples playas arenosas que hay en varios ríos de nuestro país y que son usadas con fines recreativos. Las mediciones en la arena y la técnica de PCR deberían implementarse a la brevedad si de verdad se busca velar por la salud de la población y por la calidad de las playas.

“Esa es la idea, básicamente, mostrar la subestimación del riesgo a la salud al realizar sólo mediciones en el agua y el aggiornarse con estas herramientas moleculares que hoy en día son asequibles”, comenta Javier.

Por otro lado, el trabajo también tiene implicancias para organismos como OSE y las intendencias y el Ministerio de Ambiente en la importante tarea de evitar que el saneamiento se filtre y mejorar las plantas de tratamiento de las aguas servidas. Y proteger los cursos de agua de toda contaminación, tanto esta, que es biológica, como la química.

Más aún, el trabajo tiene una veta que le habla directamente a quienes vamos a las playas.

Las 8 playas con genes de coliformes preocupantes en la arena

Solís, desembocadura del arroyo
Solís, playa
Playa Verde, desembocadura del arroyo Tarariras (única en la que se encontró el gen stx2)
Playa Verde, playa
Piriápolis, desembocadura de cañada
Punta Colorada, desembocadura de cañada (única en la que se encontró el gen eae)
Manantiales, registro de colector
Laguna Garzón, desembocadura de la laguna

¿Qué le decimos a la gente?

“Concluimos que el uso recreativo de playas arenosas puede implicar un riesgo potencial para la salud de los usuarios, especialmente cerca de desembocaduras de arroyos y cañadas y en zonas sin conexión a la red de tratamiento de aguas servidas”, señala el artículo. Al leer esto, uno se siente tentado a decir a lectoras y lectores que si van a la playa y hay una cañada, un pluvial o un arroyito, se vayan lo más lejos que puedan, que no dejen jugar a niños pequeños allí y que traten de evitar que personas que puedan tener vulnerabilidades inmunológicas anden por esa arena y aguas. ¿Sería un consejo razonable o sería alarmista?   “Bueno, ahí el problema es que según la forma en que se manejen los datos, alguien podría pensar que la forma de solucionar esto es que se entuben los arroyos. Y yo lo que quiero es lo contrario, quiero conservar los ambientes, y las desembocaduras de los arroyos son clave, además de que tenemos arroyos por todos lados. Si bien está bien lo que decís, lo que yo no quiero es que la gente se aleje de la playa”, sostiene Javier.

“¿Qué decir entonces? Quizá mirar un poco hacia atrás, ver de dónde viene ese arroyito que llega a la playa. Si uno está viendo un caño, como se ve en Punta del Este frente al Conrad, por ejemplo, es fácil darse cuenta. Y allí hay niños jugando y padres que no miran que esa agua viene de dos caños”, agrega.

Le digo que estos genes de patogenicidad de E. coli aparecieron también en la arena junto a la desembocadura del arroyo Solís Grande, en el Balneario Solís. Ese no es un arroyo que alguien esté pensando en entubar. Y tampoco hay un caño que delate que allí puede haber problemas. “Sí, es así. Y lo mismo pasa en la zona de la desembocadura del arroyo Maldonado”, reconoce Javier.

Le insisto. Mientras no mejoremos los tratamientos de las aguas servidas, mientras no logremos una gestión que verdaderamente proteja nuestros cursos de agua dulce, ¿qué le decimos a quienes van a la playa? Yo estoy tentado de decirles que ni en pedo se queden mucho en el borde de las cañadas, desembocaduras y desagües de playas como Punta Colorada, Punta del Este, Piriápolis o Playa Verde.

“Bueno, que sean precavidos y que traten de evitar que los niños chicos jueguen en esos arroyitos. Por más que el agua esté transparente, esto no se ve. Los coliformes no se ven. Eso también es algo que la gente no sabe. Piensa que para que esté contaminada el agua tiene que estar marrón, pero no es así. Puede estar transparente y muy contaminada”, reflexiona Javier.

“Entonces, sí, quizás les diría que hay que ser precavidos. Ser precavido con los grises, que no jueguen allí y que es preferible que estén jugando en la orillita del mar en la rompiente de la ola. Eso es una cagada frita, porque esos son de los lugares más lindos para los niños para jugar. Pero por lo menos hay que saber que si aguas arriba hay una zona urbanizada, probablemente esa cañada o lo que sea, esté contaminada. Pero no quiero que sea una cosa alarmista”, redondea.

Uno tampoco quiere ser alarmista. Pero si se busca que las cosas cambien, y no se entiende cuál es el problema ni su magnitud, es difícil que esos cambios se den. Lo que aquí reportan debería alertar a la Intendencia de Maldonado, y por extensión, a todas las Intendencias con playas arenosas del país. Por lo menos para que comiencen a pensar cómo instrumentar estos muestreos sistemáticos en arena y con PCR a la brevedad.

“Sí, claro. Ese ya sería un primer gran paso”, coincide Javier. Pero no es del todo acertado. El primer gran paso es generar evidencia. Y el artículo que publicó junto a sus colegas cumple a la perfección con tal objetivo.

Artículo: Relationships between fecal indicator abundance in water and sand and the presence of pathogenic genes in sand of recreational beaches
Publicación: Environmental Monitoring and Assessment (octubre de 2024)
Autores: María Eugenia Cabot, Claudia Piccini, Pablo Inchausti, Gabriela Martínez de la Escalera y Javier García.