Comencemos por el final. Lo último que dijo nuestra entrevistada para esta nota fue “necesitamos ayuda”. No se refería a las investigadoras o a la situación de la ciencia en la Facultad de Medicina, donde estábamos, o en Uruguay. Hablaba en cambio de ella y de todas las madres.

Estábamos allí para conversar sobre el artículo titulado La restricción del sueño aguda y crónica modifica diferencialmente el comportamiento maternal y la composición de macronutrientes de la leche en la rata posparto que ella, Luciana Benedetto, junto a Florencia Peña, Diego Serantes, Mayda Rivas, Juan Castro y Pablo Torterolo, todos de la Unidad Académica de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar), junto a Claudio Rodríguez y Ana Hernández, del Laboratorio de Inmunología del Instituto de Higiene, también de la Udelar, acababan de publicar.

Sí, el artículo habla de ratas madres durante el posparto. ¡Pero atención! Al hacerlo, también abre puertas para pensar en las madres humanas. No sólo porque ambas somos especies de mamíferos y, como tales compartimos un sinfín de cosas, desde alimentar a nuestras crías con leche producida por glándulas mamarias hasta proteínas, neurotransmisores y hormonas, sino también porque las investigaciones en estos roedores arrojaron resultados nunca antes reportados. Y esos resultados llevaron al equipo a hacerse preguntas, antes impensadas o no tan evidentes, sobre qué está pasando al respecto en las madres humanas. Tal es la proximidad entre nosotros y los roedores que el “necesitamos ayuda” de Luciana aplica a buena parte de todas las madres mamíferas.

Es que tras la gestación, que implica un esfuerzo titánico en especies como la nuestra con sus nueve meses de gestación o en los elefantes con sus 22 meses, la llegada de las crías lactantes impone diversos e intensos desafíos. Y el trabajo que Luciana y sus colegas publicaron nos muestra qué pasa cuando una alteración extra, en este caso la privación de sueño, se suma a este ya de por sí desafiante escenario para las madres. Así que ya mismo salgamos al encuentro de Luciana.

¿Qué pasa cuando se desafía un sueño ya desafiado?

Ser madre implica sacrificar muchísimas cosas. Y entre esas muchas cosas está sacrificar horas de sueño.

“En todas las especies que se han estudiado, las mamás tienen algún tipo de alteración del sueño. El consenso, no sólo en las madres humanas, es que hay fragmentación de sueño”, cuenta Luciana. Podría pensarse que esta fragmentación no es tan mala como dormir poco. Pero no: “La fragmentación de sueño tiene consecuencias hasta peores que la privación, porque de repente es mejor dormir cuatro horas de corrido que estarse despertando permanentemente una vez por hora, o cada dos horas, porque de esa forma no se completa un ciclo de sueño”, sostiene.

Nuestro dormir no es una cosa uniforme. En líneas generales, durante el sueño atravesamos dos etapas, la del REM o MOR (de movimiento ocular rápido), en la que se produce esa catarata de escenas que a veces logramos recordar, y la etapa no MOR o de sueño de ondas lentas. Las etapas se suceden en ciclos que oscilan entre en 80 y 100 minutos, y un buen sueño es uno en el que se cumplen varios ciclos sin interrupciones.

“Es común que una madre diga que tuvo una mala noche porque su niño se despertó”, dice Luciana. Lo sabe también por experiencia propia: como madre de un niño de cinco, confiesa que eso le ha “motivado muchas de las preguntas” que hoy se plantea el grupo. Pero no sólo: “También veo relaciones entre las cosas que observamos en las ratas y las cosas que pasan en la vida real de una madre, y eso también nos lleva a ir formulando preguntas”.

Como hemos visto en otros artículos, el déficit de sueño es algo bastante extendido en nuestras sociedades contemporáneas, afectando tanto a adultos, como a adolescentes y niños. A una madre que acaba de tener un hijo –y durante mucho tiempo– a ese déficit de sueño que ya acarreamos –se habla incluso de deuda de sueño–, se le suma un factor extra.

“Exacto. A esos factores de alteración del sueño sociales como los compromisos, al estrés o preocupación por el trabajo, o el estudio o por asuntos de la vida personal, a las madres se le agregan las alteraciones naturales de tener una cría”, apunta. “En las mamás humanas el principal factor de las alteraciones de sueño es justamente el ritmo ultradiano de las crías, que tienen muchos ciclos a la noche y se despiertan mucho. A esos despertares continuos del bebé, que son normales y naturales, se le agregan además las demandas de la alimentación”, explica.

“Lo que quisimos ver era qué pasaba si a ese sueño alterado por la maternidad se sumaba un estrés puntual, o sea, una privación de sueño aguda, o una privación crónica, es decir un estrés permanente. ¿Qué consecuencias tiene en el cuidado de las crías? ¿Y en los componentes de la leche? ¿La leche es igual? ¿Hay cambios hormonales en las crías o en las mamás? Para contestar eso, desarrollamos este trabajo”, dice entonces. Y si bien en el laboratorio las protagonistas eran 25 mamás ratas Wistar de pelaje blanco y ojos rojos, lo que allí sucediera también era de interés al pensar en las madres humanas.

Un protocolo más real

Antes de ir a los resultados de la investigación, hagamos un pequeño desvío necesario. “En los años 80 se había escrito que las ratas madres eran excepcionales dentro las especies estudiadas porque si no tenían sueño lento, el sueño no MOR, no podían amamantar porque no podían eyectar leche”, cuenta Luciana. Quedémonos con este dato y volvamos al experimento que llevarían a cabo.

“En la mayoría de los trabajos sobre privación de sueño se hacen preguntas como qué pasa si la rata está tres días sin dormir. Nosotros no queríamos eso, porque con una privación de sueño tal toda la fisiología del animal va a estar alterada y eso no nos da mucho más datos que lo que ya sabemos, que el sueño es esencial para todo. Por otro lado, nosotras, las madres, no estamos tres días sin dormir. Así que desarrollamos un protocolo de experimentación que fuera amigable con la rata”, dice Luciana.

En su trabajo la privación de sueño aguda consistiría en no dejar dormir a las ocho ratas mamá de ese grupo durante seis horas en un único día (el noveno tras haber parido), y en el caso de la privación de sueño crónica durante seis horas por cinco días consecutivos (entre el quinto y el noveno tras el parto) a las ocho asignadas al otro grupo. A su vez, habría un grupo control formado por nueve ratas mamá a las que se las dejaría dormir todo lo que quisieran durante los nueve días posteriores al parto. “De esta manera la privación de sueño era algo más parecido a lo que le puede suceder a una mamá humana. Salvo esas seis horas de sueño interrumpido, la rata en el resto del día podría recuperar sueño”, comenta Luciana.

De acuerdo a lo que decía lo investigado en la década de 1980, si durante seis horas las ratas no dormían, no deberían eyectar leche. Pero eso no fue lo que pasó en los preparativos que comenzaron a hacer para el experimento. Y entonces mientras se preparaban y realizaban esta investigación, publicaron otro trabajo sobre privación de sueño en ratas. “Te cuento la verdad de la milanesa”, me dice Luciana. Así que allá vamos.

Derribando conceptos

“Para nuestro protocolo queríamos realizar privación de sueño mediante estimulación eléctrica en lugar del gentle handling, ya que es algo menos aversivo”, dice Luciana. El gentle handling podría traducirse como “manejo gentil” y era el estándar para no permitir que las ratas se duerman.

“Despertarlas toquetéandolas para la rata de gentil tiene poco. Sí es gentil para nosotros, porque son toques suaves, a veces hasta con pinceles, pero es muy aversivo para la rata”, dice Luciana. “En su lugar planteamos poner un electrodo en un área del cerebro que la despierte, y cada vez que viéramos signos de sueño, darle un impulso eléctrico muy suavecito, y que al despertarse la rata no supiera por qué se despertó”, describe entonces la técnica que emplearían, que en inglés se denomina deep brain electrical stimulation, algo así como estimulación eléctrica profunda del cerebro.

Comenzaron entonces con ese diseño experimental. Una hora de interrupciones del sueño con impulsos eléctricos. Dos horas. Pero algo no cuadraba. “Florencia Peña, que es la estudiante doctoral que estaba haciendo todos los experimentos, me decía que en esas pruebas las ratas estaban eyectando leche. Y entonces vimos que no es real que las ratas no eyecten leche cuando están privadas de sueño”.

“Ahí dijimos que teníamos que ir un paso para atrás. Y ahí viene ese paper que salió publicado antes”, nos cuenta. El trabajo se titula Is sleep critical for lactation in rat?, algo así como ¿Es el sueño crítico para la lactancia en las ratas?.

“El concepto de que las mamás rata no eyectan leche si están privadas de sueño no parece ser tan cierto, sino que se trata en realidad de un sesgo metodológico”, sostiene Luciana. ¿Qué hicieron entonces? Tratar de demostrar eso realizando privación de sueño con ambos métodos.

“Uno era el método que fue publicado en los 80 y que generó el concepto que hasta el día de hoy estaba validado como real. Replicamos entonces la privación de sueño con el gentle handling durante media hora o una hora, como habían hecho en otros trabajos, y con esos plazos las ratas efectivamente no eyectaban leche, aunque después de tres horas de gentle handling alguna eyección hacían. Sin embargo, cuando empezamos a hacer la privación de sueño con estimulación eléctrica, las ratas eyectaron leche y las crías crecieron. En los trabajos con gentle handling veían que las crías no crecen y que, de hecho, pierden peso”, cuenta Luciana.

“Entonces empezamos a ver que ese concepto tan manejado en la fisiología de la rata no era real, sino que tenía que ver con la técnica de experimentación”, cuenta.

“Cuando lo fuimos a publicar, el editor de la revista mandó una carta de una carilla entera diciendo que lo que decíamos no podía ser”, recuerda Luciana. Que un pequeño laboratorio de Uruguay viniera a derrumbar las conclusiones que se habían sacado sobre la lactancia de las ratas con una técnica de privación de sueño extendida durante décadas en varios laboratorios hacía roncha. “Algo tenía que estar mal, y en su carta el editor nos señalaba distintos errores”, dice.

Pero no se quedaron de brazos cruzados. Respondieron con una carta, “más larga aún”, en la que fundamentaban sus hallazgos y contestaban cada una de las observaciones. “Al otro día que enviamos nuestra carta, el artículo salió publicado y nos terminaron pidiendo disculpas desde la revista. Estuvo lindo, fue reivindicar la ciencia que se hace en Uruguay”, dice hoy Luciana con orgullo. Y entonces sí, se metieron de lleno en los experimentos que reportan en este trabajo.

“La idea era ver un poco la fisiología en general, desde la parte inmunológica, que no está publicada en ese trabajo, la parte hormonal, que tampoco está publicada ahora, y toda la parte de comportamiento materno y de calidad y cantidad de leche, que es lo que aborda este artículo”, señala.

Privación aguda

Todos los experimentos entonces se desarrollaron con una privación de sueño por estimulación eléctrica del cerebro entre el quinto y el noveno día posterior al parto de las mamás de ojos rojizos. En el caso de la privación aguda eso implicó que sólo durante seis horas, entre las 9.00 y las 15.00, del noveno día, a las mamás no se las dejó dormir. ¿Cuál fue el impacto de ello en el comportamiento maternal o en la calidad y cantidad de la leche producida por las madres?

“Con la privación aguda vimos que altera los macronutrientes de la leche, ya que se reduce la cantidad de proteínas, por lo que podemos decir que ante una privación aguda de sueño la leche no es la misma”, comenta Luciana.

En el artículo lo dicen así: “La restricción de sueño aguda redujo el contenido de proteína de la leche en comparación con los grupos control y restricción de sueño crónica”. A su vez, dicen que “no se encontraron diferencias en el contenido de carbohidratos, grasas y calorías”.

Lo que encontraron hace de esta investigación algo sumamente importante. Como dicen en la publicación, “demostramos que un período de seis horas de restricción de sueño agudo reducía el contenido de proteínas de la leche, siendo el primer trabajo, hasta donde sabemos, que muestra una relación entre el sueño y la composición de la leche”.

También reportan que observaron “una reducción en la conducta de beber después de la restricción de sueño aguda en comparación con el control en el día 9 del posparto”.

Privación crónica

“Cuando la rata atraviesa una privación de sueño crónica, de seis horas durante cinco días, lo que vimos es que se reducía la cantidad de leche, pero no todos los días”, reporta Luciana.

Esta reducción de la cantidad de leche se observó sólo en los días 6 y 7 luego del parto, algo que en este trabajo midieron indirectamente al ver la ganancia de peso de las crías. Pero después del día 7, la cantidad de leche volvía a las cantidades anteriores pese a que la mamá rata siguió siendo privada de sueño durante seis horas diarias. “Sí, como que de alguna forma la mamá se va adaptando. Así como se adapta el estrés, de alguna forma, la rata logró, en algunos aspectos, normalizarlo”, comenta.

En la publicación hipotetizan que “la deuda de sueño debida a la restricción de sueño crónica podría estar provocando alguna alteración endocrina que, tras la habituación a este procedimiento, puede volver a niveles basales, provocando una reducción de la cantidad de leche eyectada sólo a mitad del ciclo de los días de tratamiento”.

“Por otro lado no vimos alteraciones en los componentes de la leche en la privación crónica. Eso nos lleva a pensar que la rata se va adaptando a ese estrés de no poder dormir. Creo que a ese estrés que se genera en la privación aguda, y que altera la leche, en la cronicidad de la falta de sueño de alguna forma las ratas se fueron adaptando”, sostiene. Pero esa adaptación a la privación de sueño no fue total.

Cambios en las conductas maternales

“Lo que no se fue adaptando fue el comportamiento maternal. Al principio de la privación crónica no estaba alterado y de hecho en el agudo no se alteró, pero conforme pasaron los días y a pesar de que nosotros dejamos 18 horas sin privación para que la rata recuperase sueño, hay cierta acumulación seguramente de un déficit cognitivo, y las ratas empiezan a tener menos cuidados hacia las crías”, relata Luciana.

Los comportamientos maternales de las ratas están muy bien estudiados. El equipo no sólo los observó sino que registró en video cada una de las sesiones experimentales para luego contar cada uno de ellos, que se dividen en dos categorías: activos y pasivos. Los primeros incluyen el acarreo de las crías hacia el nido, el lamido de las crías y los reordenamientos de las crías en el nido: los segundos “consisten principalmente en amamantar, que puede ocurrir junto con el sueño en roedores”. ¿Qué pasó con estas conductas maternales?

La publicación reporta que “el número de lamidos corporales (el día 5 del posparto, el día 8 del posparto y el día 9 del posparto) y lamidos anogenitales (el día 9 del posparto) disminuyeron en el grupo de restricción de sueño crónica en comparación con el grupo control”. También informan que el tiempo total dedicado a los cuidados de las crías “disminuyó el día 8 y el día 9 del posparto en el grupo de restricción de sueño crónica”.

“Hacia el final de la privación las lamen menos, se hacen menos comportamientos activos. O sea que de alguna forma en algunas cosas la rata logra compensar y adaptarse y en otras no tanto”, sostiene Luciana. “En definitiva, vimos que esta privación de sueño, tanto crónica como aguda, tiene consecuencias”, redondea.

Madres superpoderosas

Estas madres no sólo gestaron nuevas vidas poniendo para ello su cuerpo –y no como mero receptáculo, sino dándole todos los nutrientes, defensas, microorganismos y demás– sino que luego de nacidas, los sacrificios continuaron. Privadas de sueño por encima de su ya fragmentado sueño maternal, las ratas lograron asegurar el suministro de leche y su calidad. Y si bien cuidaron menos tiempo a sus crías, nunca dejaron de acarrearlas ni de lamerlas. Ese ir hasta el límite no sólo me conmovió, sino que me llevó a pensar que hay algo evolutivo allí que explica la maravillosa expansión de los mamíferos tras la caída del cometa que arrasó con los dinosaurios.

“Las alteraciones del sueño son algo natural en el posparto. Pero no es que no tenga consecuencias. Las madres lidian con las consecuencias. Y no todas las mamás logran lidiar con esas consecuencias porque justamente es una ventana donde hay muchas alteraciones, desde emocionales a comportamentales, hay hasta trastornos que se desatan en ese momento o se agravan si ya existían antes”, comenta Luciana.

Y a eso, las madres humanas deben sumar los problemas sociales y económicos. Las madres rata del laboratorio tienen el techo y la comida solucionados. “Ni que hablar”, apoya.

“Volviendo a las humanas, las madres no están bien durmiendo mal. Y si bien eso está naturalizado, hay que prestarle atención porque ese dormir mal tiene consecuencias. Ese dormir fragmentado por la maternidad tiene un impacto similar al que padece alguien que tiene apnea de sueño. Sólo que como es algo natural, nadie le presta atención al sueño de las madres”, afirma.

“Si querés tener una cría que se desarrolle bien, tenés que tener una madre que duerma bien”, dice, y espero que sus palabras lleguen a todos los oídos posibles. “Por ejemplo, se ha visto que una madre mal dormida tiene menos apego con los bebés. Es algo que se ha descrito, el vínculo se deteriora. Los test cognitivos arrojan que están alteradas, que es esto mismo que nosotros vemos en las ratas, que cuidan menos a las crías, seguramente porque tienen alterada la parte cognitiva, la capacidad de tomar decisiones”, comenta.

Y entonces Luciana salta de un laboratorio en el que trabaja con ratas a la explanada de la sociedad. Más aún en un momento en que el cuidado y la desprotección de la infancia es un tema candente. “Entonces, hay que tratar de armar políticas públicas que entiendan que las licencias maternales tienen que ser más extendidas y acompañadas por una licencia paternal, en el caso de que sea el padre quien acompaña, o de la otra madre, de una abuela o lo que sea. Hay que entender que la madre no está bien durmiendo mal”.

“Por otro lado, pasa un poco lo que vos decías, creo que lo que más ayuda a la madre es lo atractivas que son sus crías. La gran motivación que tiene la madre es lo que hace compensar toda esa falta de sueño”, sostiene.

“A diferencia, por ejemplo, de la alimentación o del comportamiento sexual, que en la mayoría de las personas producen saciedad, el comportamiento maternal no produce saciedad”, dice. “Hay experimentos que muestran, en ratas, que si al apretar una palanquita las madres logran estar en contacto con una cría de la que estaban separadas, no paran de apretarla. Esa ausencia de saciedad, como decís, eso es algo evolutivo que hace que la cría sobreviva”, afirma. “En el estado emocional que te genera la falta de sueño, ¿cómo haces para que sobreviva la cría? Haciendo que sea super, super, super atractiva. Es así”, afirma. Pero cuidado.

“La gran motivación que tiene la mamá por cuidarlas lleva a que la mayoría de las madres logren lidiar con la falta de sueño. Pero eso no quiere decir que la estén pasando bien”, dice entonces Luciana.

Hay allí una línea fina que es importante trazar. Sí, es cierto, hay una cierta sabiduría evolutiva, por decirlo de alguna manera, que hace que las madres puedan lidiar con todas las alteraciones que trae la maternidad y que permite que sus crías se desarrollen. Sí, es cierto, parecería que la recompensa que obtienen las madres por el contacto con sus crías las lleva a realizar hazañas, sacrificios y proezas que hacen empalidecer cientos de miles de historias de hombres que superan adversidades. Pero aquí hay que hacer una aclaración importante.

Que muchas madres logren soportarlo no quiere decir que aquellas que no logran superar todas estas adversidades sean “malas” madres, o en todo caso, peores madres que las que sí suben ese Himalaya que es gestar y criar a un nuevo mamífero de su especie. Esta sabiduría evolutiva no es un cheque en blanco hacia el éxito. Y menos aún, una excusa para no ayudar.

Soñar con una sociedad que cuide el sueño

Como ya hemos visto en notas anteriores sobre los ritmos circadianos, vivimos en una sociedad que no valoriza el sueño. En un mundo productivista y con jornadas atestadas de compromisos, dormir es perder el tiempo. Culturalmente tenemos impregnadas atrocidades como las que da a entender la frase “al que madruga Dios lo ayuda”, que en otra ocasión llegamos a parafrasear diciendo que para muchas y muchos que madrugan la biología no los ayuda. Pero más vale que lo vayamos internalizando: cuidar la salud pasa también por cuidar el sueño.

“En la última planificación de atención a primera infancia y adolescencia, el sueño en sí no aparece. No se promueven conductas para tener una buena higiene de sueño, cuando sí hay acciones y actividades para promover la buena alimentación y la actividad física por sus beneficios a la salud”, nos decía Andrés Olivera en enero. Este trabajo nos agrega otro campo al que prestarle atención: debemos velar por el mejor sueño posible de las madres, so pena de que comprometer su bienestar y, de paso, el de sus crías.

“Necesitamos de alguna forma desarrollar estrategias para que las madres tengan una colaboración de la sociedad que hoy no tienen. Si la mamá duerme, el niño tiene muchas más posibilidades de desarrollarse mejor. De hecho, se ha visto que si la madre duerme siestas durante el posparto, eso se asocia con un mejor desarrollo cognitivo del bebé”, afirma Luciana.

También tenemos que estar precavidos ante las falsas soluciones. Si la madre duerme mal y eso afecta los componentes de su leche, alguien podría pensar que el tema se arregla desarrollando un complemento. “Se pueden sacar productos. Pero nada arregla los malos cuidados que reciben las crías. Nada arregla el comportamiento maternal y las consecuencias que eso tiene en las crías. Mucho menos un aparato. Así que necesitamos ayuda”, dice Luciana llevándonos al fin anunciado al principio de esta nota.

Artículo: Acute and chronic sleep restriction differentially modify maternal behavior and milk macronutrient composition in the postpartum rat
Publicación: Physiology & Behavior (marzo de 2024)
Autores: Florencia Peña, Diego Serantes, Mayda Rivas, Juan Castro, Pablo Torterolo, Claudio Rodríguez, Ana Hernández y Luciana Benedetto

Artículo: Is sleep critical for lactation in rat?
Publicación: Physiology & Behavior (2023)
Autores: Florencia Peña, Mayda Rivas, Diego Serantes, Annabel Ferreira, Pablo Torterolo y Luciana Benedetto

Ratas y humanas

“Es muy habitual la pregunta de por qué estudiar las ratas, o a quién le importa lo que veamos en ellas. Pero para empezar, creo que la generación de conocimiento, indistintamente de la especie, es importante. En lo personal me resulta fascinante conocer la biología de los mamíferos en general”, afirma Luciana. Pero además hay otras razones para estudiar a nuestras primas roedoras.

“El sueño durante el posparto está súper estudiado en humanos. Pero sucede que al leer los papers, salvo lo de la fragmentación del sueño, que es universal, después todos tienen cosas diferentes. Y eso se da porque muchos trabajos son difíciles de replicar. La cultura determina mucho las características del sueño, ya que como es un comportamiento social, depende mucho de los factores sociales. No es lo mismo en África que en Asia, o en Europa o que acá. Mismo dentro de una sociedad hay variaciones. Entonces dependiendo de qué población estudies qué resultados tenés”, contextualiza.

“Cuando una va a un laboratorio, las variables controladas te permiten sacar conclusiones un poco más fiables o más reproducibles, lo que nos permite estudiar mecanismos. Por ejemplo yo no puedo decirle a una madre que durante seis horas no puede dormir. Capaz que podría pedírselo a un humano no lactante, pero a una madre sometida a la presión de sueño de la maternidad, no. Entonces trabajar con animales en el laboratorio nos permite plantearnos preguntas y obtener respuestas que en el humano sería difícil obtener. A su vez, lo que vemos en el laboratorio con animales nos genera preguntas que luego podemos trasladar a los humanos”, plantea.

Lo que dice no es simplemente una fórmula. Está sucediendo: lo que vieron en las ratas disparó preguntas que hoy están tratando sean respondidas en madres humanas.

“Sí, estamos empezando a trabajar en humanos y queremos ver qué pasa con estos componentes de la leche de acuerdo a la calidad del sueño de la madre, ver si también se dan esos efectos en la madre humana. Entonces ahora sabiendo qué es lo que pasa en la rata, queremos ir a preguntar qué pasa en el humano. Pero si no hubiéramos tenido estos resultados en la rata, capaz que no nos hacíamos la pregunta porque son los resultados obtenidos en ratas los que nos llevan hasta ellas”, afirma llena de curiosidad.

Como el equipo dice en el artículo, su trabajo “presentó la primera evidencia sobre cómo la restricción de sueño aguda altera la composición de macronutrientes de la leche”. Parece una frase más en un trabajo, pero es bastante fuerte, ya que debe haber muchísimos grupos de investigación alrededor del globo trabajando en efectos de la falta de sueño. Pero además, antes de este resultado preguntarse si la falta de sueño altera la leche materna humana hubiera sido un salto al vacío más arriesgado. Teniendo evidencia en otro mamífero, ahora es más seguro ir a ver si lo mismo sucede en nosotros.

“En humanos se ha reportado, por ejemplo, que la falta de sueño reduce el volumen de leche. Pero de efectos en los componentes de la leche no. Entonces ahora nosotros queremos estudiarlo, ver qué pasa en esas madres que duermen mal”, adelanta.

Para ello ya compraron actímetros -aparatos que miden la actividad, registrando el sueño, el reposo y el movimiento- de manera de ver el sueño y la actividad de las madres. “También mis compañeras ganaron un proyecto que nos permitió tener un polisomnógrafo portátil que nos permite registrar el sueño de la mamá y del bebé de una forma no invasiva. Todo eso lo vamos a cruzar con un estudio de los componentes de la leche de esas madres”, relata.

“Tenemos financiación para comprar los equipos y ahora estamos armando los proyectos para poder estudiar distintos aspectos de la maternidad en madres humanas. Hay un sinfín de cosas para ver, desde la parte de la leche, la parte de las características del electroencefalograma, de cómo es la sincronía entre la mamá y el bebé cuando duermen... Hay muchas preguntas que nos surgen en relación con el amamantamiento, muchas preguntas que podríamos contestar en las madres humanas a raíz de muchas de las respuestas que hemos obtenido en los animales del laboratorio”, cierra entonces fabulosamente la explicación de cómo unas ratas de laboratorio también nos llevan a intentar entendernos mejor.