A medida que se aproxima el ciclo electoral, la ciencia recobra una pizca de protagonismo, al menos como lugar común de que es algo importante en las declaraciones de los candidatos.

El presente gobierno se había propuesto reordenar la institucionalidad del sistema científico –habiendo incluso llegado a plantear la idea de que el mandato terminaría con un Ministerio de Educación, Cultura y Ciencia, que delinearía y coordinaría las políticas científicas del país–, pero no llegó a concretar su aspiración. Se encargó, sí, de hacer diversas consultorías al respecto para detectar las fortalezas y debilidades de la ciencia de nuestro país y realizó talleres para comentar sus resultados. Las carencias, debilidades y desafíos que emergieron de esas consultorías no sorprendieron, ya que muchos vienen siendo abordados ampliamente desde hace tiempo por la comunidad científica y académica, así como por instituciones como la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay (Anciu), la Asociación de Investigadoras e Investigadores del Uruguay (Investiga uy) y la Asociación Uruguaya de Posgraduandas y Posgraduandos (AUPP).

Dado que para cambiar una realidad que no nos gusta nunca está de más conocerla, esta nota recoge comentarios de Guillermo Anlló, especialista regional del programa Política Científica y Tecnológica de la Unesco respecto del informe El estado de la ciencia. Principales indicadores de ciencia y tecnología iberoamericanos/interamericanos 2023, elaborado por la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (Ricyt) bajo la coordinación del Observatorio Iberoamericano de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad de la Organización de Estados Iberomericanos. En el reporte se presenta diversa información del estado de la ciencia en el período 2012-2021.

No es que Guillermo Anlló ande comentando aquí y allá estos indicadores, sino que lo que aquí recogemos es su ponencia en el marco del conversatorio sobre ciencia, tecnología e innovación que se llevó a cabo el 2 de abril como parte de los Diálogos sobre el futuro de Uruguay que viene organizando la oficina local de la Organización de las Naciones Unidas.

En una extensa jornada, en la que se presentaron distintos diálogos temáticos en los que participaron investigadoras e investigadores, autoridades y parlamentarios, hubo una sesión titulada Desafíos futuros de la ciencia en Uruguay. En ella participaron Antonella Barletta, de la Asociación Uruguaya de Posgraduandos y Posgraduandas, que en su ponencia “Protagonistas del futuro” habló en líneas generales, como vemos seguido en esta sección, de que poco avanzaría la ciencia sin los investigadores de posgrado, es decir, estudiantes de maestría y doctorado; y Alberto Majó, titular de la Dirección Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología, quien hizo un breve repaso de los talleres sobre institucionalidad y política científica realizados. Anlló tituló su ponencia con el descriptivo título “Indicadores de ciencia y tecnología de Uruguay y América Latina”. Y como decíamos al principio: en un año electoral es bueno saber dónde estamos parados. Los indicadores, elocuentes, están allí, así que dejemos que Anlló nos los cuente.

Inversión en I+D

Micrófono en mano, Anlló comentó sucintamente algunos resultados del informe mencionado.

Mostrando un cuadro de inversión en investigación y desarrollo (I+D) con relación al producto interno bruto (PIB), mostró que a nivel mundial el país que más invirtió en ello en 2021 fue Israel, con 5,56% de su PBI, seguido por Corea del Sur (4,93%), Estados Unidos (3,46%) y Japón (3,3%), y por último Alemania (3,13%) cierra el podio de los países que invierten más del 3% de su PIB en esta área. La inversión promedio de los países de América Latina y el Caribe, por su parte, fue de apenas 0,61%.

“De los países de América Latina, Brasil es el único que invierte más del 1% de su PIB en I+D, pero a su vez es el que más invierte en volumen”, destacó Anlló. Nuestro hermano norteño, en efecto, dedicó en 2020 1,17% de su PIB a la investigación y el desarrollo. Recordemos que fueron años de recortes a la ciencia por parte del gobierno de Jair Bolsonaro. Aun así, como dijo Anlló, “Brasil es más del 60% del gasto en inversión y desarrollo total de América Latina”.

Llegó el turno de ver en la gráfica dónde quedaba nuestro país. “Uruguay en 2021 invirtió en I+D el 0,44% de su PIB”, dijo Anlló.

Para poner todo esto en perspectiva, luego pasó a una gráfica que mostraba que pasó en el mundo respecto de la inversión en I+D entre 2012 y 2021. “Asia sigue siendo la región que más invierte en I+D en el mundo”, comentó. En el gráfico que aquí reproducimos puede verse que, mientras que en 2012 Asia lideraba la tabla con una inversión del 39,3% del gasto mundial en I+D, en 2021 ampliaba el margen y lideraba con una inversión del 41,6%.

“En ese período América Latina tuvo una caída en su inversión en I+D”, marcó Anlló. El gráfico también lo marcaba: mientras que en 2012 el gasto de nuestra región en investigación y desarrollo representaba 3,4% del total mundial, en 2021 cayó a apenas 2,3%. “No es que los países de América Latina no hayan invertido más, sino que nuestro crecimiento en I+D fue menor que el que se está dando en el resto del mundo”, explicó el panelista.

Por debajo de nuestro potencial

Anlló luego preguntó cuánto significaba el PIB de América Latina y el Caribe respecto del PIB global, para luego comparar su participación de apenas 2,3% del gasto mundial en I+D. “El PIB de América Latina y el Caribe es el 8% del PIB global. También representa más o menos el 8% de la población mundial”, comentó.

“Entonces podría decirse, a los solos efectos de la comparación, que América Latina y el Caribe están invirtiendo en I+D un cuarto de su potencial. La región está a un cuarto del potencial relativo de inversión en I+D de acuerdo a su producto”, dijo.

Sin embargo, no todo son pálidas para la región. “Así como cayó la inversión, entre 2012 y 2021 creció la cantidad de investigadores respecto del total mundial de América Latina y el Caribe”, señaló Anlló. El gráfico a sus espaldas mostraba un leve incremento, de 3,6% en 2012 a 4% en 2021. “En este caso estamos a la mitad de nuestro potencial”, señaló Anlló en ese razonamiento que lleva a esperar que América Latina tenga el 8% de los investigadores del planeta, ya que la región reúne al 8% de la población mundial.

“Esto merece dos reflexiones. Por un lado, podemos crecer en producto dedicado a I+D y en cantidad de investigadores, pero, por otro lado, lo que nos está pasando es que cada vez tenemos más investigadores menos financiados”, apuntó con toda lógica ante esta baja del gasto y este aumento de la cantidad de personas dedicadas a la investigación y el desarrollo.

“Nuestros investigadores son relativamente más baratos, o menos financiados o peor pagados con respecto al activo global. Y esto, entre otras cosas, lleva también a la fuga de cerebros, porque si hay algo que es un commodity es un investigador”, apuntó. Anlló vive de cerca esta posible movilidad para quienes investigan: es egresado de la Universidad de Buenos Aires y tiene una maestría en Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad Nacional de Quilmes, ambas de Argentina.

Volviendo a los investigadores e investigadoras “menos financiados o peor pagados con respecto al activo global”, Anlló señaló que eso constituía “un desafío doble”: “No es sólo cuestión de invertir más, sino también de sostener a esos investigadores que estamos generando, que crecen en cantidad pero no están siendo financiados”.

Anlló luego mostró una gráfica que, además del porcentaje invertido en I+D por parte de América Latina y el Caribe entre 2012 y 2021, mostraba los recursos financieros dedicados a ella en el mismo período, que, según dijo, estaban “planchados” a lo largo de los años analizados. “Ese 0,61% del PIB que se invierte en I+D en la región es más o menos el mismo valor en recursos financieros dedicados a lo largo de la década. Probablemente eso explica también parte de la caída en la posición relativa con respecto a los valores globales”, comentó.

Uruguay no escapa a la tendencia regional

Luego Anlló se dispuso a ubicar la realidad de Uruguay en este escenario. En la pantalla se veía una gráfica del gasto realizado por nuestro país en I+D en millones de dólares corrientes entre 2012 y 2021. La gráfica, con esa cosa visual que tienen los puntos distribuidos entre dos ejes, no era nada alentadora.

“Hay un pico en la caída, si se quiere, con la llegada de la pandemia. Luego hay un incremento, pero leve”, comentó. Efectivamente, en 2021 la gráfica parece superar por poquito lo invertido en I+D en 2019 (369,61 millones de dólares contra 359,29 millones). El problema es que 2019 implicaba la primera caída tras seis años de crecimiento sostenido (2012-2018) y el punto más bajo desde 2017.

“El leve crecimiento entre 2020 y 2021 marca una tendencia que no parece ser lo suficientemente veloz para lo que está sucediendo en el resto del mundo con el avance de la ciencia. Habría que tratar de que esa tasa de crecimiento fuera un poco más rápida, si es que se aspira a alcanzar o a estar en circunstancias similares a las de otros países o, en teoría, en escenarios que se consideran deseables, aunque siempre podemos discutir si todo el mundo desea llegar a esos lugares”, comentó Anlló.

La siguiente placa mostró el gasto en I+D de nuestro país con relación al PIB. “Se ve más o menos la misma relación que lo observado respecto del gasto en dólares”, dijo.

Luego señaló que le interesaba ver cómo estaban compuesta esa cantidad de personas dedicadas a la I+D en nuestro país. En pantalla apareció un gráfico titulado “Personal en I+D” en el que se veían varias categorías: “investigadores”, “técnico y personal asimilado” y “otro personal”. Casi todo el personal a lo largo de la década eran investigadores. “Lo que me interesa es ver dónde están distribuidos”, apuntó Anlló, que pasó rápidamente a una gráfica en la que se veía la distribución de los investigadores en América Latina y el Caribe.

“Regionalmente la inversión en I+D está realizada fuertemente por los estados, y una menor proporción del sector privado. En Uruguay la proporción de inversión privada cae”, señaló.

Al comentar dónde trabajan los investigadores en la región, contó que 62% lo hace en la educación superior, mientras que 11% lo hace en el gobierno, lo que totaliza 73% en el sector público. Entonces pasó a ver qué pasaba en concreto en Uruguay.

“El 80% está trabajando en la educación superior. Si a eso le sumamos que poco más de 10% trabaja en el sector gobierno, y esto se mantiene en el tiempo, tenemos que más del 90% de los investigadores en Uruguay está trabajando en el sector público”, apuntó. “Ahí hay otra pista de lo que está sucediendo estructuralmente en nuestro sistema de I+D si nos comparamos con lo que sucede en otros lugares del mundo”, dijo entonces.

“Por último, para no dejar todo como desafíos por cumplir, Uruguay sí ha alcanzado una equidad de género, al menos en el dato general, si bien sabemos que eso engloba un montón de situaciones al abrirlo por carreras, por cargos, etcétera”, dijo.

“Aun así, en una realidad no sólo a escala regional sino a escala mundial, en la que en el sistema científico global sólo 30% son mujeres, Uruguay con su 50,1% tiene una situación más balanceada y, por lo tanto, deseable”, sostuvo.

En ese contexto, según el informe, en América Latina nuestro país sólo era superado en 2021 por Argentina, que tiene 54% de investigadoras, y por Paraguay, que tiene 51,2%.

Resumiendo, Anlló señaló que “si uno está pensando un escenario distinto para Uruguay en función del futuro y de los desafíos por delante, es interesante ver la realidad de la que venimos”, a la que calificó de “una realidad bastante estable” en el tiempo. “Tenemos un escenario en el que hay una inversión por debajo de lo que vemos en otros países que se usan como ejemplo, y con una situación de sobreempleabilidad del sector público de los investigadores”, afirmó.

“Por último, cómo está estudiado a nivel global, el peso del recurso humano en el gasto en investigación y desarrollo es de un poco más del 50%. Parte del desbalance en nuestro país podría explicarse por la ausencia del sector privado en la inversión en I+D, que pasaría no solamente por tener infraestructura o financiar proyectos de investigación, sino también por tener recursos humanos incorporados”, afirmó.

“Es un diagnóstico de datos. No estoy con esto intentando decir qué es mejor o peor, es sólo una descripción”, cerró su ponencia. En un país que institucionalmente hoy no tiene un lugar claro que diga hacia dónde debe ir la ciencia, las descripciones como esta siguen recordándonos que nos merecemos más que discursos con buenas intenciones durante las campañas electorales.