La historia del biólogo Damián Hagopián con las arañas del género Sarinda es digna de una película, pero no de la clase de películas que explotan el miedo a las arañas y son responsables de las fobias de varias generaciones, sino de una comedia romántica en la que sus personajes son marcados por las vueltas del destino.
Algunos lectores conocen quizá la primera parte de esta historia, ya relatada en detalle en estas mismas páginas. Cuando era adolescente, Damián se encontró con una extraña hormiga en el patio de su liceo. Tan extraña que se dio cuenta pronto de que no era una hormiga en absoluto sino una araña que desarrolló la capacidad de imitar a una hormiga (y muy bien).
El misterio de este encuentro impulsaría no sólo la curiosidad de Damián sino también su carrera universitaria unos años después. Ya en la Facultad de Ciencias, entusiasmó a su tutor Miguel Simó con su historia, volvió a su liceo para capturar otros ejemplares de aquella llamativa especie imitadora y se dedicó a estudiarla para desenredar el porqué de su aspecto y comportamiento.
Su investigación, realizada junto a los también aracnólogos Álvaro Laborda, Miguel Simó y Anita Aisenberg, culminó en el primer registro de la araña Sarinda marcosi en Uruguay -de hecho, primer registro de este género para el país- y echó luz también sobre el mecanismo evolutivo que llevó a esta especie a parecerse a una hormiga, más precisamente a la hormiga loca Camponotus mus.
Las investigaciones de Damián y sus colegas mostraron que los talentos histriónicos de esta araña obedecen a una táctica defensiva. Gracias a su disfraz y su actuación, Sarinda marcosi tiene menos posibilidades de ser depredada por otras arañas más grandes, que se lo piensan bien antes de meterse con las hormigas. Por eso, en aquel primer encuentro, Damián observó que la araña andaba siempre cerca de las hormigas pero sin exagerar, como zonceando con perfil bajo para no llamar demasiado la atención.
No sería la última vez que Damián y una araña del género Sarinda volvieran a encontrarse de forma tan cinematográfica, pero antes de avanzar en la trama conviene presentar a sus protagonistas.
Las arañas de este género pertenecen a la familia de los saltícidos, arañas saltarinas que en vez de construir telas se valen de su agilidad y su excelente vista para atrapar a sus presas. Pese a tener esta característica en común y formar parte de la familia más diversa entre las arañas, sus integrantes poseen características muy variadas.
Las arañas del género Sarinda, por ejemplo, pertenecen a la tribu Sarindini, que cuenta con siete géneros y 45 especies que comparten la notable estrategia explicada al comienzo de la nota: la mirmecomorfia, la capacidad de imitar el aspecto y comportamiento de distintas hormigas.
No es una característica exclusiva de esta tribu. La mirmecomorfia evolucionó en forma independiente al menos 12 veces entre las arañas saltarinas, lo que demuestra los beneficios que trae consigo. Algunas lo hacen con fines agresivos: intentan parecerse a las hormigas que comen para acercarse a ellas sin despertar sospechas y poder depredarlas (como el lobo con piel de oveja de la fábula).
Otras, como ocurre con Sarinda marcosi, se hacen pasar por una hormiga poco apetecible para sus depredadores -que son a menudo otros saltícidos- y así aumentan sus posibilidades de supervivencia.
Por muy bien que estas arañas se disfracen de hormigas, a quien no lograron engañar fue a Damián Hagopián. Muchos años después de aquel encuentro removedor con Sarinda marcosi en el patio de su liceo, demostró una vez su magnetismo especial con este género. Hizo un par de descubrimientos en el lugar menos pensado, que desembocaron en un reciente trabajo realizado bajo la batuta de Miguel Simó y la colaboración de Álvaro Laborda, ambos colegas de la Sección Entomología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, más Abel Bustamante del Laboratorio de Aracnología del Museu Emílio Goeldi, de Brasil. En él, se dieron el lujo de describir y nombrar dos nuevas especies de arañas para la ciencia, por el momento endémicas de Uruguay, y también aportaron datos novedosos sobre otras dos especies de esta tribu en el país.
La araña sigue al jugador
Cuando Damián estaba terminando su tesis sobre Sarinda marcosi se mudó a Melilla, ocasión que aprovechó -como siempre- para revisar los alrededores en busca de animales. Increíblemente, primero le llamó la atención un ejemplar macho de araña que encontró en la pared de su propia casa, con unas escamitas blancas en los quelíceros y el cuerpo.
“Cuando la vi me di cuenta de que era una Sarinda distinta a Sarinda marcosi y que se trataba seguro de un registro nuevo para Uruguay, porque no había otra especie descrita del género acá”, cuenta Damián en el piso 8 de la Facultad de Ciencias junto a Álvaro Laborda y Miguel Simó, luciendo una camiseta de Spiderman que en su caso parece bastante justificada.
Comenzó a buscar entre todas las especies del género y descubrió que la más parecida a la encontrada en su casa era una llamada Sarinda capibarae, registrada en el norte de Brasil, así que decidió investigar un poco más. Como era poco probable que el ambiente natural de ese animal fuera la pared de su casa, se puso a buscar en los alrededores.
Encontró otro macho de la especie en un alambrado y concluyó que la araña habitaba probablemente en los pastos. Siguió con su tarea detectivesca, ya que necesitaba también una hembra para poder analizar en forma integral la especie.
Una mañana, luego de que un tractor cortara el pasto de su casa, se le ocurrió sacudir los fardos sobre una sombrilla dada vuelta -un método de recolección de arácnidos e insectos conocido como paraguas japonés- y vio como un montón de machos y hembras de Sarinda de la misma especie caían en él.
Habiendo recolectado ya machos y hembras, Damián formó equipo con Álvaro y Miguel e inició la concienzuda y necesaria tarea de fotografiar y analizar en detalle la morfología de los ejemplares para identificar la especie, pero las Sarinda guardaban aún otras sorpresas entre los pastizales de Melilla.
El que busca encuentra
Poco antes de abandonar su casa de Melilla y mudarse nuevamente a las calles ruidosas de la capital, Damián dedicó unos días a explorar una cañada de pajas bravas dentro del predio en el que vivía.
En una de estas ocasiones, encontró otra araña del género que en una primera impresión le pareció un ejemplar envejecido de Sarinda marcosi. “Cuando vine a facultad y la examiné vi que los pedipalpos, los apéndices ubicados cerca de la boca, no tenían nada que ver con los de la Sarinda marcosi. Me di cuenta de que se trataba de un registro nuevo para Uruguay y empecé a buscar qué era, pero tampoco se parecía a nada de lo que estaba descrito en ninguna parte”, explica Damián.
Mientras continuaba indagando en este nuevo misterio, su amigo Ary Mailhos -botánico y no aracnólogo, que andaba en otras aventuras también relatadas en esta sección- le trajo de los cerros chatos del norte del país una araña que pensó que era una Sarinda marcosi. Cuando Damián la examinó, se dio cuenta de que se trataba en realidad de otro macho de la especie desconocida hallada en el predio de Melilla.
Como ambos machos habían aparecido en pajas bravas, en el norte y sur del país, a Damián le pareció lógico buscar otros ejemplares en los mismos ambientes de una distribución que parecía bastante amplia. Se fue junto a Mailhos a los bañados de Carrasco y ambos adoptaron una estrategia budista para encontrar las arañas, que consiste en sentarse sin hacer nada a la espera de que se manifiesten (una técnica llamada “sit and wait”, que opta por no buscar a los animales activamente para evitar que se asusten y escondan).
La paciencia dio sus frutos y a la larga encontraron ejemplares de la misma especie, pero con el inconveniente de que también eran todos machos. Una vez más, una hembra era necesaria para poder hacer una descripción completa.
Probaron varias técnicas, pero las hembras de esta especie desconocida parecían inmunes a la atracción que Damián ejerce sobre este género de arañas en particular. Cuando ya estaban por darse por vencidos, Damián vio una con la suficiente atención como para darse cuenta de que tenía la plaquita del epigino (la abertura genital). “Quedé mudo y se me pusieron los ojos vidriosos. Era una hembra al fin”, cuenta (advertimos antes que esta era una película romántica).
Desde los predios de Melilla y las cañadas de pajas bravas de Carrasco hubo que trasladar entonces el trabajo al laboratorio, porque llegaba el momento de desenredar la identidad de estas especies.
Juego de luces
Usando estereomicroscopios y cámaras de alta resolución, los investigadores fotografiaron la genitalia de los ejemplares de estas especies con un grado de detalle que haría ruborizar a los creadores de la revista Hustler. Era necesario hacerlo, porque las características distintivas de muchas especies suelen encontrarse allí.
También compararon y analizaron con detenimiento el conjunto de caracteres de cada especie, no sólo las especificidades de sus genitales, y tomaron imágenes de los ejemplares en vivo en varias situaciones, incluyendo alimentación, cortejo y cópula.
Su detalladísimo análisis taxonómico les permitió confirmar que se hallaban ante dos especies jamás descritas para la ciencia y hasta el momento encontradas sólo en Uruguay, aunque, como bien aclaran en el trabajo, “los resultados sugieren que las especies están asociadas al bioma pampeano y por lo tanto se espera que su distribución se extienda a otros países, como el sur de Brasil y parte de Argentina”.
Como descubridores de dos especies nuevas, recayó en los investigadores la responsabilidad de nombrarlas respetando el género al que pertenecen. Específicamente fue Damián quien eligió los epítetos, que combinan alusiones a una historia personal con las características físicas de estas arañas.
La araña que tiene unas pequeñas escamitas blancas en los quelíceros, característica que le hace parecer un bigotón que empieza a encanecer (por antropomorfizarla de la forma menos científica posible), fue bautizada como Sarinda sombraluminosa “debido a los colores contrastantes de las escamas blancas en los quelíceros del macho y el cuerpo oscuro de ambos sexos”.
Sarinda sombraluminosa - Video gentileza Damián Hagopián
“Sombra luminosa” es también un concepto poético que Damián usa desde su adolescencia para definir la dualidad de las personas y las cosas, o “cómo aquello que parece oscuro también nos puede terminar impulsando hacia adelante”.
Siendo adolescente, Damián se sacó el gusto de encontrar una especie de araña no registrada en Uruguay. Siendo adulto, pudo describir dos especies nuevas para la ciencia usando sus expresiones preferidas de la adolescencia, tal cual soñaba desde entonces. El círculo se cerraba.
Sarinda sombraluminosa alimentándose - Video gentileza Damián Hagopián
A la segunda araña la llamaron Sarinda contraluz, siguiendo también con este juego metafórico de luces y sombras que entusiasma a Damián, pero según el artículo “debido a la presencia de setas (pelos) finas y traslúcidas en el abdomen de la especie, que se observan más claramente a contraluz”.
Sarinda contraluz - Video gentileza Damián Hagopián
Algo interesante es que tras el hallazgo de los primeros ejemplares de ambas especies en Melilla, los investigadores abrieron los ojos y detectaron más especímenes en otras partes del país, lo que permitió tener una idea más cabal de su ambiente e historia natural. Sarinda sombraluminosa fue encontrada también en Durazno, Flores, Río Negro y Rivera (en buena parte gracias a muestreos de pastizales también cubiertos en esta sección) y Sarinda contraluz en Canelones, Lavalleja y Rivera, además de Montevideo. La primera es típica de los pastizales naturales y la segunda también, pero parece más específicamente ligada a los ambientes con pajas bravas o vegetación similar.
Además del hallazgo de estas dos nuevas especies, el artículo tiene el valor adicional de agregar el reporte de nuevos ejemplares de Sarinda marcosi y de registrar formalmente por primera vez para Uruguay a Parafluda banksi, otro saltícido imitador de hormigas de amplia distribución en América. Y, como ya vimos al comienzo, las hormigas tienen mucho que ver en el aspecto que ofrecen las dos especies nuevas para la ciencia.
Mézclate conmigo
Algunos de los rasgos de ambas especies han evolucionado como parte de la táctica ya mencionada: imitar mejor a las hormigas. “Sabemos que no todas las especies de Sarinda imitan a la misma hormiga. Por ejemplo, el trabajo de Sarinda marcosi muestra que esa especie imita a la hormiga Camponotus mus porque tiene los mismos pelitos dorados. En este caso las especies nuevas no tienen esa característica, no imitan a esa hormiga”, explica Damián.
Los investigadores creen que estas especies nuevas imitan a la hormiga Camponotus termitarius, porque fue hallada en los mismos ambientes y comparte algunas características, aunque aclaran que para asegurarlo son necesarios más estudios. “Estas hormigas no tienen pelos llamativos, pero el abdomen les brilla mucho. Si bien es oscuro, cuando la luz se refleja en él hace que uno vea como una manchita blanca. Estas arañas, al no tener la cutícula tan dura y tan brillante como las hormigas, tienen pelitos blancos que imitan ese brillo o esa reflexión de la luz en la cutícula de la hormiga Camponotus termitarius”, agrega.
Imitar a una hormiga es buen negocio, como apunta Álvaro Laborda, y así lo demuestra la cantidad de animales que lo hacen, no sólo arañas. “Hay una gran cantidad de arañas que las imitan y eso probablemente tiene que ver con que las hormigas son muy abundantes y además son presas en general poco apetecibles; es decir, son bichos agresivos, tienen ácido fórmico, una mandíbula fuerte y están en grupo, características que hacen que la mayoría de los depredadores no las elijan como presas, y que las vuelven un buen modelo para imitar si querés evitar la predación”, indica.
Es muy probable que estas especies nuevas también se disfracen de hormigas para evitar la predación de otras arañas caníbales, como hace Sarinda marcosi, pero eso habrá que comprobarlo en nuevos trabajos experimentales.
Damián agrega que también sería interesante hacer estudios para ver si, como sospechan los investigadores, estas especies imitan también el comportamiento de la hormiga Camponotus termitarius y no sólo su aspecto físico. Estas hormigas son menos agresivas que Camponotus mus y suelen escapar o dejarse caer al pasto si uno intenta perseguirlas.
“Hay comportamiento de campo de estas dos especies de arañas que parecen iguales a los de esta hormiga”, explica Damián. “Y quizá explique lo que pasaba cuando abríamos manualmente los pastos para buscarlas y no las encontrábamos: se caían y no las veíamos”, agrega Miguel Simó. Estas arañas no contaban con la paciencia de depredador de Damián, que lo llevó a esperar inmóvil a que aparecieran.
En su artículo, los aracnólogos registraron también por primera vez el cortejo y la cópula del género Sarinda. El macho levanta el primer para de patas y se mueve de un costado hacia otro mientras se aproxima a la hembra (el video puede verse en la versión online de esta nota).
Sarinda contraluz durante cortejo - Video gentileza Damián Hagopián
Tal cual aclaran en sus conclusiones, “se necesitan estudios adicionales para caracterizar el cortejo y la cópula de las especies de este género”.
Sarinda contraluz durante cópula - Video gentileza Damián Hagopián
Dar una pata
Los animales no tienen que demostrar por qué existen o cuál es su utilidad para la humanidad, de la misma forma en que nadie nos exige a nosotros un documento que pruebe que somos beneficiosos para el planeta, pero estas nuevas especies cuentan también con otros atributos que nos resultan de interés. Al estar tan asociadas a los pastizales, podrían contar con el valor agregado de darnos una mano en la conservación de este ecosistema en jaque y demostrar su alta diversidad.
“A veces los pastizales quedan relegados respecto a los bosques o las zonas costeras, en lo que refiere a su conservación. Pero en los pastizales pampeanos, que también son ambientes naturales, encontramos una altísima biodiversidad. Tanta, que estamos descubriendo que a veces son mucho más ricos en especies de arañas que un bosque nativo”, cuenta Miguel.
“Entonces, encontrar esta información sobre el campo natural es un aporte a todo ese ambiente predominante, que es la matriz del paisaje de Uruguay, que es poco contemplado en las áreas protegidas y está muy impactado por la producción”, agrega. Como tantas otras especies, estas “recién llegadas” pueden convertirse incluso en buenas indicadoras de la salud de estos ambientes.
Por eso se vuelve tan importante el esfuerzo por describir la biodiversidad y mejorar el conocimiento taxonómico que tenemos sobre las especies que habitan los ecosistemas sensibles como los pastizales, apunta.
En este caso el aporte es particularmente notable, porque implica también el descubrimiento de dos especies hasta ahora desconocidas para la ciencia. No es algo excepcional para este equipo, que está a punto de publicar otro trabajo en el que describe también nuevas especies de saltícidos que viven en los pastizales.
Esta diversidad aparentemente invisible está alrededor de nosotros, esperando el ojo atento para manifestarse. Que tres especies nuevas de un mismo género de arañas para Uruguay (dos de ellas también nuevas para el mundo) hayan aparecido en el patio del liceo, la casa y el jardín de una persona que las estudió a lo largo de su vida sugiere el argumento de una historia inverosímil.
La explicación más probable no es, evidentemente, que este género de arañas en particular haya desarrollado una fijación amorosa con un humano curioso, sino que el mundo se abre para aquellos que aprenden a observarlo con atención.
Artículo: Two new species of Sarinda Peckham & Peckham, 1892, with an update on Sarindini in Uruguay (Araneae: Salticidae)
Publicación: European Journal of Taxonomy (febrero de 2024)
Autores: Damián Hagopián, Abel Bustamante, Álvaro Laborda y Miguel Simó.