Es difícil limpiar una reputación que lleva en construcción miles de años y que ha demostrado una capacidad tan persuasiva para infiltrarse en todos los productos de la cultura, especialmente la occidental.

Quizá la fama de ladrones astutos, dañinos y embaucadores que tienen los zorros haya nacido de la mano de la invención de la agricultura y la domesticación de los animales, que les ofrecieron abundancia de roedores y otros alimentos, pero es claro que ya estaba bien establecida cuando las primeras fábulas comenzaron a circular hace más de 2.500 años.

Esta mirada humana sobre ellos ha sido tan potente que a menudo especies que están lejanamente emparentadas, pese a compartir el nombre común de zorros, son pintadas con los mismos atributos en rincones muy distantes del planeta.

Los griegos prepararon el camino con sus fábulas protagonizadas por zorros (hay cerca de 50), pero el cristianismo también hizo lo suyo al popularizar las descripciones de animales del Physiologus, una suerte de bestiario religioso medieval muy influyente que equiparaba al zorro con el diablo, cuyos engaños llevan inevitablemente al infierno.

No es raro entonces que persista la idea antropocéntrica del zorro como un bicho taimado, artero y perjudicial para el ser humano, al que roba con astucia y descaro.

Esta imagen permanece hoy en la cultura occidental incluso cuando el zorro es visto bajo una luz positiva, como una suerte de antihéroe. Así ocurre con el Fantástico Señor Zorro, del escritor Roald Dahl, que preda los animales de tres granjeros antipáticos usando su ingenio, o incluso con nuestro mismísimo Juan el Zorro, de Serafín J García, que no duda en robar a sus rivales y jugar sucio, por más encantador e ingenioso que resulte.

Con esta fama a cuestas, es lógico que los conflictos entre zorros y humanos, que suelen darse por el solapamiento de las cada vez más extensas actividades antrópicas y la naturaleza plástica y oportunista de estos animales, sean tan frecuentes.

Su reputación les costó incluso no ser tenidos en cuenta al comienzo por los incipientes movimientos por los derechos de los animales en Europa, que en el siglo XIX se enfocaron en perros y caballos, pero consideraban a los zorros “plagas” que podían ser cazadas (tan así que la caza de zorros prosperó como un celebrado deporte en Reino Unido hasta tiempos recientes).

Las especies de zorros que habitan en Uruguay también pagan el precio de la fama. Ya en 1800 el naturalista y cartógrafo español Félix de Azara, que pasó varios años en nuestro país, escribió que a los zorros de campo se les adjudicaban “las costumbres de las fábulas”, aunque a su juicio no tenían tanta astucia como los zorros europeos.

En Uruguay existe la creencia generalizada de que predan muchos corderos y gallinas, idea tan asentada que hay empresas que se arriesgan a vender ilegalmente por internet trampas para zorros, en violación de la Ley de Fauna. Hay quienes los cazan sin pensarlo dos veces y también hay quienes van más allá y cuelgan los cuerpos de los zorros en los alambrados, a modo de advertencia ominosa para otros ejemplares.

Pero ¿tienen sustento estas creencias? ¿Es justificada la imagen de los zorros como ladrones arteros que hacen mucho daño a los animales de producción? ¿Cuánto hay de realidad y cuánto de antropomorfización en la idea que tenemos de ellos? Luego de muchísimo tiempo de intuiciones, sensaciones y relatos repetidos una y otra vez, la genética está abriendo una puerta para responder estas preguntas con evidencias.

Elogio de la caca

La bióloga Natalia Mannise fue muy consciente de cuán extendidos están los conflictos entre zorros y humanos cuando hizo una pasantía para su maestría en el Smithsonian Institute de Estados Unidos. Comenzó a interiorizarse en la dinámica de estos problemas en distintas partes del mundo y resolvió dedicar sus estudios a la interacción humana con estas especies.

Al mismo tiempo, conoció una herramienta que por entonces estaba revolucionando los estudios de dieta en la fauna (entre muchas otras áreas de la biología): la secuenciación masiva de ADN o metabarcoding, que permite identificar en una sola muestra (sea de agua, tierra o heces) el ADN de múltiples organismos. De esta forma, con un método no invasivo y con menor esfuerzo de muestreo, los investigadores pueden descubrir qué está comiendo un animal o qué especies habitan un ecosistema dado.

Natalia juntó ambos mundos y buscó una forma de usar esta herramienta, que aún no se aplicaba en Uruguay, en el estudio de los conflictos antrópicos de los zorros y su rol ecológico en nuestro país, tema de su tesis de doctorado.

Para encontrar información se centró en las fecas de los zorros, que los investigadores llaman un tanto eufemística pero certeramente “cápsulas de biodiversidad”. Las técnicas de secuenciación masiva de ADN le ofrecían una gran oportunidad de obtener información sin meterse en la meticulosa tarea de hurgar la caca, lupa o microscopio en mano, para identificar los organismos digeridos.

Su proyecto tiene dos patas. Por un lado, analizar si la mala fama que tienen los zorros como supuestos predadores de crías de ovejas tiene sustento en evidencia, para lo que es necesario entender qué están comiendo, y por el otro estudiar si los zorros liberan en sus fecas los huevos del parásito que causa la neosporosis, enfermedad que provoca abortos en bovinos. La secuenciación masiva de ADN también tiene mucho para decir allí, porque puede identificar la presencia de estos parásitos en las heces.

Para sus investigaciones formaron un verdadero equipo multidisciplinario, como demuestra la reciente publicación de un artículo que lleva la firma de Natalia Mannise por el Departamento de Biodiversidad y Genética del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE) y el Laboratorio de Biología Computacional del Instituto de Higiene de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar); Mariana Cosse, Nadia Bou y Susana González, del mismo departamento del IIBCE; Gonzalo Greif, del Laboratorio de Interacciones Hospedero-Patógeno del Institut Pasteur de Montevideo; Carlos Robello, de la misma institución y del Departamento de Bioquímica de la Facultad de Medicina de la Udelar, y Andrés Iriarte, del Laboratorio de Biología Computacional del Instituto de Higiene.

En él, desarrollaron una metodología de secuenciación masiva de ADN que permitió analizar por primera vez con esta herramienta qué comen nuestros zorros, con el mérito de ser además el primer trabajo de este tipo que estudia la dieta de cánidos en toda la región neotropical. Con la herramienta funcionando, luego podrán ver si los zorros depredan corderos o no.

Natalia Mannise, Doctora en Ciencias Biológicas, el 13 de junio de 2024.

Natalia Mannise, Doctora en Ciencias Biológicas, el 13 de junio de 2024.

Foto: Alessandro Maradei

Para hablar de todo esto nos encontramos en el Instituto de Higiene con Natalia Mannise, la veterinaria Valeria da Silva, que es quien se encarga del análisis parasitario, y el biólogo Andrés Iriarte, coorientador de la tesis de Natalia que se especializa en bioinformática (lo que le evita tener que salir al campo a juntar muestras de caca de zorro, tal cual reconoce).

Las aventuras gastronómicas de Juan el Zorro

Para esta publicación en particular, se centraron en las dos especies de zorros que se encuentran frecuentemente en Uruguay: el zorro de monte (Cerdocyon thous) y el zorro de campo (Lycalopex gymnocercus). No se tuvo en cuenta al aguará guazú (Chrysocyon brachyurus), de rarísimas apariciones y que ya fue parte de la tesis de maestría de Natalia Mannise.

El lugar de estudio fue la Sierra de la Coronilla, dentro de la Reserva Natural Salus, en Lavalleja, un área cuyo paisaje es un mosaico de pastizales, pajonales y forestaciones, y en las que puede encontrarse ganado y viviendas de particulares.

Los investigadores recolectaron fecas de zorros en varios lugares dentro de la sierra tanto en temporada fría (junio) como cálida (de enero a abril) en dos años consecutivos.

Desde hace años los productores ovinos plantean que los zorros se han convertido en un problema, aunque para afirmarlo no se basan en evidencia. Este trabajo puso a punto la herramienta para analizar la dieta de estos animales, de manera que en una próxima investigación se pueda estudiar si la predación de corderos por parte de los zorros es tal o es un reclamo injustificado de los productores.

El metabarcoding usa secuencias cortas pero informativas de ADN hallado en la muestra y las contrasta con una extensa base de datos de ADN de distintas especies (algo así como escanear el código de un producto en el supermercado con el fin de saber rápidamente su nombre y precio).

En este caso, eligieron una pequeña región del ADN que ya fue usada para estudios de dieta de omnívoros y que, en combinación con varias técnicas que optimizaron la herramienta, les permitió recuperar las secuencias de ADN de un montón de especies de vertebrados presentes en las fecas de los zorros. No estudiaron la presencia de plantas, frutos o invertebrados, que también son parte de su dieta omnívora, aunque pretenden hacerlo en futuros trabajos.

Las secuencias de especies encontradas no siempre coincidieron exactamente con la base de datos de la que disponían porque, para seguir con la metáfora del supermercado, en Uruguay las góndolas de secuencias están más vacías de lo que deberían; aun así, pudieron inferir muchas de las especies presentes por “proximidad genética”, según explica Andrés, o al menos identificar los géneros a los que pertenecen. Los resultados constituyen una aproximación muy puntual a la dieta de los zorros pero permiten sacar varias conclusiones interesantes.

La culpa del cordero

De las 80 muestras recolectadas, usaron 27 para el trabajo ya que sólo en ellas pudieron recuperar ADN en buen estado. Ocho correspondían a zorros de monte (seis en temporada fría y dos en temporada cálida) y 19 a zorro de campo (diez y nueve, respectivamente). Un primer dato relevante es que hubo diferencias de dieta bastante significativas entre especies y también entre estaciones.

En el caso de los zorros de monte, durante la temporada fría los vertebrados más presentes en sus fecas fueron los apereás y las vacas, aunque lo segundo no se debe a predación directa -una proeza imposible para un zorro- sino probablemente al consumo de restos de asado dejados en los parrilleros de la zona.

Los anfibios componen también una buena parte de su menú: en los meses cálidos se hallaron rastros de sapitos de jardín y en los meses fríos se identificó a la ranita gato, la rana criolla y ejemplares del género Pseudis. Las aves también tuvieron su importancia en la dieta del zorro de monte (bastante más que en la de su primo del campo), con 30% de las secuencias obtenidas en los meses cálidos, con preponderancia de especies como la pava de monte o aves pertenecientes al género Turdus (como zorzales y sabiás). En esto sí se acerca a don Juan el Zorro, hábil para robar pavas de monte a gatos y perros.

El zorro de campo también tuvo al apereá como ítem más consumido durante los meses fríos, pero en los meses cálidos la mayor cantidad de registros fue para los ratones domésticos del género Mus, sobre todo en las fecas encontradas cerca de viviendas.

Si bien las dos especies de zorros muestran una alta preferencia por los mamíferos, en el caso del zorro de campo esta tendencia fue más notable, ya que constituyeron casi el 100% de las secuencias de vertebrados identificadas en sus fecas. Por ejemplo, se hallaron rastros de mulita, tatú y peludo, no encontrados en la dieta del zorro de monte. De todos modos, dentro de los mamíferos los roedores fueron el orden preferido para ambas especies.

Zorro de monte fotografiado por cámara trampa, Rocha. Foto: Leo Lagos (NATURALISTAUY).

Zorro de monte fotografiado por cámara trampa, Rocha. Foto: Leo Lagos (NATURALISTAUY).

Aunque los autores aclaran que son necesarios más estudios y que el objetivo principal del artículo fue presentar una metodología novedosa, los resultados arrojan otras conclusiones valiosas, como el propio Andrés admite.

“El trabajo tiene algunos puntos importantes: la diferencia de dieta entre las especies, por ejemplo, pero también el control de roedores que cumplen estos zorros, que si bien es intuitivo es algo que confirmamos con la metodología”, señala. Y lo que es más importante a la hora de combatir la persecución de los zorros, Andrés señala que esta depredación que hace de los roedores “da indicios del impacto que puede tener reducir las poblaciones de zorros en un área”.

Para Natalia, este tipo de trabajos permiten, además de analizar la dieta de los zorros, tener un pantallazo de la biodiversidad de un área en forma indirecta, sin necesidad de ponerse a capturar ejemplares. “Te puede informar qué animales hay, en qué épocas se encuentran, y mostrar que hay un control de determinadas especies”, explica.

Hay otro dato que surge de los estudios y que Andrés señala especialmente. En ninguna de las fecas de los zorros se hallaron rastros de ADN de ovinos. Es verdad que este dato puntual no es suficiente para concluir que los zorros no predan ovinos, ya que en la zona estudiada no se practica la cría de ovejas y por lo tanto los zorros no tenían corderos a disposición (el tamaño de los ovinos adultos escapa a sus posibilidades de caza), pero no haberlos encontrado ya es un indicio valioso, apunta Andrés.

El artículo también lo destaca: “Este resultado es altamente significativo para la biología de la conservación porque las especies de zorros son consideradas predadores del ganado en los países que habitan”, aunque dejan constancia también de que son necesarios más estudios enfocados en las áreas dedicadas a la cría de ovinos. Clarificarlo es importante porque cánidos como los zorros “son blancos recurrentes de envenenamiento y caza por parte de productores”, agrega Andrés. En esa dirección van justamente las nuevas investigaciones del equipo.

El zorro sabe por zorro

Actualmente, Natalia y sus colegas analizan con la misma metodología las fecas de zorro halladas cerca de dos establecimientos de cría de ovinos, uno de ellos dedicado a la cría intensiva y el otro a la extensiva.

Los resultados de este trabajo aún no fueron publicados, pero como adelanto se puede contar que si bien encontraron algunos restos de ovinos en las fecas, el porcentaje fue más o menos igual durante todo el año. En otras palabras, significa que no hay un consumo especial durante la época de parición de las ovejas, que es cuando los zorros podrían predar a los corderos.

Por otro lado, que aparezcan rastros de ovinos en las fecas de los zorros no significa que los estén predando. “Los zorros comen todo lo que hay disponible, así que puede ocurrir que coman carroña o incluso las placentas de ovejas que quedan en el campo”, aclara Natalia. También es común que los zorros preden sobre corderos “inviables”, que no sobrevivirían de todos modos (lo que se considera predación secundaria). O, al igual que pasa con el consumo de vaca registrado sí en este trabajo, puede ocurrir que los zorros se estén alimentando de restos de ovejas consumidas por humanos.

Un trabajo de 1999 hecho por el veterinario Jorge Cravino, que estudió tanto la dieta de los zorros como los signos de predación en corderos, ya apuntaba en esta dirección. Sus resultados mostraron que los daños económicos producidos por predación primaria (muerte de corderos debidas al ataque de un predador) son irrisorios, que los productores sobreestiman la tasa de mortalidad ocasionada por predación hasta en un 300% (consideran como predados a corderos enfermos o que son mutilados post mortem) y que los perros domésticos son los responsables de muchos de los ataques atribuidos a zorros. Además, el análisis de contenido estomacal de zorros permitió concluir que los ovinos no eran un componente importante en su dieta.

Otro estudio de dieta de zorro de monte hecho en el Parque Nacional San Miguel, que fue parte de la tesina de grado de la bióloga Alexandra Cravino, tampoco halló restos de ovinos en sus fecas, sino especies silvestres como pequeños mamíferos, aves, anfibios, lagartijas, cangrejos e insectos, además de frutos.

Por lo tanto, los trabajos anteriores no respaldan tampoco la idea tan arraigada de los zorros como astutos ladrones que hacen grandes estragos en el ganado. La metodología de secuenciación masiva de ADN desarrollada por Natalia, Andrés y sus colegas abre una puerta para separar la fábula de la realidad y entender mejor el papel de los zorros en los ecosistemas. “Este es un primer paso para mostrar el poder de la herramienta en sí, que a partir de ahora se puede usar más en profundidad para ver el rol ecológico de los zorros, tanto en la tesis de Valeria sobre parásitos como en el resto de los trabajos”, dice Natalia.

Esos “otros trabajos” abarcan investigaciones de dieta más completas, que incluyan el consumo de plantas. En cuanto a los parásitos, el propósito es completar el panorama del rol ecológico de los zorros y “ver si pueden ser una especie de centinela, una alerta precoz de algún tipo de parásito que esté circulando”, dice Valeria.

“El objetivo de esta línea de trabajo está centrado en el zorro, pero tiene que ver con una sola salud (la animal, humana y ambiental), con los parásitos y con la interacción con la ganadería; hay que entender toda la película para ver el rol que tiene el animal”, concluye Andrés.

La película que nos hemos hecho sobre los zorros, hasta ahora, tiene mucho de creencias populares, mitos e historias que a veces se toman por hechos. Quizá, con la ayuda que nos dan las nuevas tecnologías, sea hora de hacer el camino inverso y reunir evidencias para empezar a cambiar nuestras historias.

Artículo: Developing a DNA metabarcoding method to identify diet taxa in Neotropical foxes
Publicación: Frontiers in Ecology and Evolution (mayo de 2024)
Autores: Natalia Mannise, Mariana Cosse, Gonzalo Greif, Nadia Bou, Carlos Robello, Susana González y Andres Iriarte.