Tenemos un misterio. Tenemos personajes memorables. Tenemos una historia que parece mágica. Tenemos sexo, resistencia, belleza, persecución, explotación comercial y una carrera incierta por la supervivencia. Con mucho menos que esto, los escritores de ficción harían una saga interminable de libros larguísimos, que luego serían adaptados al cine o a la televisión. Sin embargo, hasta ahora nadie había reunido en un libro en español todos estos ingredientes tan fantásticos de este relato en particular. Eso, por suerte, acaba de cambiar.
El libro Los peces que vienen de las nubes cuenta justamente esta historia. O las muchas historias entrelazadas de un grupo de peces de características excepcionales que vienen cautivando a todos los que tienen la suerte de toparse con ellos. No todos los conocen, sin embargo, algo que este libro busca también subsanar. Es común que sus vidas aceleradas y llenas de belleza oculta se desarrollen a veces en charcos modestos al lado de las rutas o las plantaciones, siempre bajo el riesgo de desaparecer antes de que se sepa que están ahí.
Los personajes memorables de los que hablamos son los peces anuales, llamados así porque nacen, se desarrollan y mueren en el transcurso de un año. Sus integrantes más famosos en Uruguay son las austrolebias, nombre con el que se designa a un grupo de peces diversos y llamativos que recientemente pasó por varios cambios de identidad en una revisión taxonómica, que propuso nuevos géneros para varias de las especies.
Su árbol genealógico, ya que estamos hablando de libros, se ha vuelto más complicado que el de los Buendía en Cien años de soledad, así que para no embarrar aún más aguas ya turbias usaremos aquí el término austrolebias como nombre común para todas estas especies, aunque estrictamente algunas sean ahora Argolebias, Acrolebias, Titanolebias o Garcialebias (llamadas así justamente en honor a una de las editoras del libro que nos ocupa), por citar algunas.
Quien escribe la compleja historia de los peces anuales y más precisamente de las austrolebias en este libro no es Gabriel García Márquez, aunque algunas de sus características parecen salidas del realismo mágico, sino un grupo de investigadoras e investigadores de varios departamentos de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, institución que edita este libro novedoso. Como buena aventura interdisciplinaria, entre sus colaboradores hay científicos de diversas áreas y también de otras instituciones, como el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE), el Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) y la Facultad de Medicina.
La necesidad de tener un libro de este tipo, que vaya más allá de las numerosas publicaciones científicas en inglés que han producido los investigadores uruguayos y nuclee lo que sabemos sobre estos peces intrigantes, surgió gracias a una inquietud que vino de afuera de la Facultad de Ciencias. Fue Dianella Rodríguez, directora de la Escuela Agraria de Montes, Canelones, quien plantó su embrión al preguntar hace algunos años si no existía algún libro en español en el que pudiera buscar información sobre peces anuales para trabajar con sus estudiantes. Y, al igual que el de las austrolebias, ese embrión resultó muy resistente, se mantuvo con vida en diversas fases de su desarrollo y finalmente pudo nacer.
Peces asombrosos
¿Qué tendrán estos peces, que obsesionan a tantos especialistas de áreas diversas y han logrado unirlos en la realización de este libro? Lo tienen todo, aunque no lo parezca a simple vista. Los peces que vienen de las nubes, editado por María José Arezo, Nibia Berois y Graciela García, del Laboratorio de Biología Molecular de Organismos Acuáticos, de la Facultad de Ciencias, tiene el buen tino de apuntar a uno de sus grandes misterios desde el mismo título.
La historia se ha contado ya en esta sección, pero vale la pena repetirla igual que si fuera el mito fundacional de algún superhéroe, repasado al comienzo de cada secuela de su universo cinematográfico. Una vieja leyenda asegura que las austrolebias son peces que viven en las nubes y caen al suelo con la lluvia. ¿De dónde salió esta idea fantástica? De ver cómo estos peces aparecían como por arte de magia luego de las lluvias, en charcos que antes eran campos resecos. Si no estaban antes allí, ¿de dónde podían venir si no del cielo?
La explicación en realidad había que buscarla en lo más profundo, no en lo más alto. Las austrolebias han desarrollado una estrategia evolutiva fantástica para lidiar con los ambientes extremos en los que viven, que parece absolutamente contradictoria en peces: para perpetuarse, necesitan que durante parte del año no haya agua.
Antes de morir, las austrolebias depositan en el fondo de los charcos sus huevos, protegidos por una cáscara muy resistente llamada corión. Cuando los charcos se secan, los embriones aguardan enterrados en un estado latente, llamado diapausa, que puede durar meses. Precisan de estas diapausas –generalmente pasan por tres– para poder desarrollarse; de ahí la paradoja de la falta de agua. Cuando las lluvias y las temperaturas adecuadas regresan, los embriones continúan su desarrollo, las austrolebias nacen, maduran rápidamente, tienen sexo desenfrenado hasta morir y depositan los huevos que reiniciarán el ciclo de vida.
Son, como dijo la bióloga y coautora Bettina Tassino en la presentación del libro en la Facultad de Ciencias, un “bellísimo modelo biológico”. Pero esta no es su única característica notable ni tienen una sola historia para contar. Prueba de ello es lo que hace justamente este libro: reúne en una sola publicación el conocimiento derivado de las investigaciones que se han hecho sobre las austrolebias en nuestro país y lo divide en ocho capítulos (que suman diez con dos capítulos introductorios).
El lector, sin embargo, no está solo en este viaje exploratorio por el fantástico mundo de las austrolebias. Lo guían dos personajes creados para la ocasión –Pedro y Cecilia, jóvenes estudiantes de posgrado– que investigan las características de los peces anuales para hacer una presentación en un congreso internacional de biología y van profundizando en los temas de cada capítulo. Como buenos biólogos, buscan “sonsacarle secretos a la naturaleza”, tal cual dijo Bettina Tassino.
La presencia de estos personajes va de la mano con uno de los propósitos del libro, que es inspirar y entusiasmar a jóvenes el estudio de la ciencia en general y de estos vertebrados en particular. Y si alguien cree que es imposible que unos pececitos de tamaño modesto logren alguna clase de identificación con las generaciones jóvenes, le recordamos que estamos ante los animales más punks que puedan pedirse: viven con frenesí, mueren jóvenes, practican sexo desenfrenado y tienen una desconexión generacional con sus padres. ¿Quién no querría saber qué hay detrás de este comportamiento?
Para responder esa pregunta amplia hay que entender algunas características de la ecología y ciclo de vida de estos peces, que es lo que hacen los primeros capítulos del libro.
El color que cayó del cielo
Las austrolebias viven en ambientes desafiantes, que alternan una fase seca con otra con agua. Esta dinámica significa que disponen de unos pocos meses para aumentar su tamaño, madurar sexualmente y reproducirse antes de que los charcos se vuelvan a secar. Live fast, die young.
Como queda claro en casi todos los capítulos, esto es además una gran ventaja para quienes los estudian, ya que pueden observar todas las fases de desarrollo en el período de un año.
La desconexión generacional mencionada es resultado de estas mismas características. Que entierren los huevos en el fondo de los charcos antes de morir, para que resistan la temporada seca, significa que las austrolebias no conocen nunca a sus progenitores ni conviven con sus hijos.
Más allá de lo fascinante de este comportamiento en sí, su ciclo de vida también explica por qué tantos investigadores están obsesionados con las posibilidades que brindan estos peces. Son vertebrados, como nosotros, pero envejecen rápidamente y a su vez son capaces de detener su desarrollo durante las diapausas.
Tal cual apunta el libro, entender los mecanismos moleculares involucrados en la preservación de las células durante las diapausas “aportaría datos sobre cómo prevenir los daños causados por el envejecimiento”. Además, que los embriones tengan resistencia extrema al estrés ambiental, como la falta de oxígeno y el paso del tiempo, abre muchas posibilidades para aplicaciones en medicina y la biotecnología. En resumen, si alguien es incapaz de apreciar la belleza de estos organismos y del conocimiento por el conocimiento en sí mismo y por lo tanto se pregunta para qué sirven, las austrolebias también tienen respuesta.
Guardan muchas otras sorpresas y paradojas, como queda claro a medida que se avanza en la lectura del libro. Una de ellas es entender cómo un organismo que parece mucho menos complejo que el ser humano puede tener un genoma de tamaño similar, otra característica que también los convierte en un gran modelo de investigación y que es relativamente reciente a escala evolutiva (los investigadores destacan que está relacionado con la especiación explosiva que experimentaron a comienzos del Pleistoceno, era que se inició cerca de dos millones y medio de años atrás).
El cerebro de estos peces también resultó una caja de sorpresas. Casi todos nos criamos bajo la idea de que nuestras neuronas van muriendo a medida que crecemos y no se regeneran en la vida adulta, material de incontables chistes que, además, nos asustaban de niños con el futuro de un rápido decaimiento intelectual. Hasta el siglo pasado se creía esto de todos los vertebrados.
Estudios recientes revelaron que sí hay génesis de nuevas neuronas en la adultez, algo que ha resultado especialmente notable en las austrolebias. Investigaciones nacionales mostraron que en los cerebros de estos peces hay numerosas zonas de proliferación celular, como por ejemplo el bulbo olfatorio o partes del sistema nervioso asociadas a la vista, por mencionar dos.
Estos atributos parecen ser otra muestra de la capacidad adaptativa extraordinaria de los peces anuales en los ambientes extremos en que viven, tal cual cuenta el libro. El sentido de la vista es muy importante para ellos cuando los charcos tienen aún agua clara, pero cuando comienzan a secarse y pierden visibilidad, es la optimización del olfato la que puede ser decisiva a la hora de reconocer a otros individuos de su propia especie y reproducirse.
El club de la pelea
El lector podrá ver que a esta altura el libro ya ha subido de tono, como corresponde a una historia sobre organismos que practican sexo frenéticamente en el tiempo que les ha tocado vivir. El séptimo capítulo está dedicado a los pormenores de la reproducción de las austrolebias, en las que entran en juego factores muy diversos.
Gracias a las investigaciones de científicas y científicos de nuestro país, nos enteraremos de cómo pelean los machos por las hembras y cómo esto influye en la coloración del dominante y el dominado; descubriremos el rol de las hormonas en estas conductas agresivas; veremos qué lleva a las hembras a elegir con qué machos aparearse y cómo, una vez más, inciden también en estos aspectos las condiciones tan peculiares del ambiente en que habitan.
El viaje del libro llega a su fin con una exploración sobre los procesos de envejecimiento de los organismos y lo mucho que nos pueden enseñar estos peces al respecto, gracias a su vida extrema y acelerada, así como el repaso de unos cuantos consejos prácticos para los investigadores que quieren estudiar austrolebias en condiciones de laboratorio.
Más allá del orden temático que sigue la publicación, del resumen minucioso de las investigaciones y del uso de dos personajes como hilos conductores con el propósito de volver más amena la información, hay una inquietud que es transversal a todos los capítulos y termina por hilar la auténtica identidad del proyecto: la preocupación genuina de científicos y científicas por la conservación de estas especies, que han despertado en ellos el sentido de la maravilla. Este interés no es utilitario, aunque es claro lo mucho que nos conviene seguir cuidando y estudiando a las austrolebias, sino de respeto por el mundo natural que estudian y que hoy se encuentra bajo asedio.
Estas maravillas biológicas viven en ecosistemas muy amenazados por las actividades humanas, especialmente por la presión de la explotación ganadero-agrícola, la contaminación y la creación de embalses, entre otros factores. A eso se suma el peligro específico que representa para estas especies la colecta realizada por aficionados al acuarismo, que se deslumbran ante los patrones coloridos que muestran las austrolebias.
No es raro el temor a que algunas austrolebias puedan extinguirse antes incluso de que las conozcamos, llevándose vaya uno a saber qué secretos con ellas. En Uruguay tenemos al menos dos especies totalmente endémicas, y una de ellas, Austrolebias queguay, vive únicamente en los humedales próximos al río Queguay. Conservar las 22 especies de austrolebias que se encuentran en nuestro país, además, es conservar también los ambientes de gran importancia ecológica en los que viven.
El perfil bajo de estos organismos quizá no los ha ayudado hasta ahora para que el gran público, además de los muchos investigadores que trabajan con ellos, los conozca. No tienen el carisma de otros grupos de animales y su presencia es invisible para quienes pasan a pocos metros de los charcos de aspecto modesto en los que habitan. Pero allí abajo, créannos, una historia fantástica está en curso. Se precisan más esfuerzos como el libro Los peces que vienen de las nubes para darla a conocer. Y claro, más recursos para que esa investigación pueda seguir adelante.
Libro: Los peces que vienen de las nubes
Editorial: Dirac (Facultad de Ciencias, Universidad de la República)
Dónde se consigue: Biblioteca de la Facultad de Ciencias (Iguá 4225) y GR Libros (099 985 040 / [email protected])
Editoras: María José Arezo, Nibia Berois y Graciela García
Autores: Martín Haro, Marcelo Loureiro, José Bessonart, Wilson Serra, Daniel García, Nibia Berois, María José Arezo, Nicolás Papa, Hellen Schlueb, Daniel Blanco, Cora Chalar, Graciela García, Verónica Gutiérrez, Néstor Ríos, Gabriela Casanova, Juan Carlos Rosillo, Inés Berrosteguieta, María Laura Herrera, Silvia Olivera, Anabel Fernández, Bettina Tassino, Federico Reyes, Noelle Rivas.