Poco antes de las 9.00, el teléfono de la bióloga Alexandra Cravino comenzó a sonar. No eran buenas noticias. Una colega de la Dirección Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos le contaba que desde la Policía de Soriano habían avisado que un aguará guazú, el más grande de los cánidos nativos de Uruguay, había sido atropellado en la ruta 95, a menos de 15 kilómetros de la ciudad de Mercedes. Por la zona del reporte, Alexandra temía lo peor. “¿Tenía un collar”?, le preguntó. Ante la respuesta afirmativa, todo tristemente cerraba: se trataba de Chamarrita, una aguará guazú que había sido liberada en junio de 2025 en Entre Ríos, Argentina. Alexandra formaba parte de quienes desde Uruguay informaban de los movimientos del animal a los biólogos argentinos, ya que, según señala con pesar, se encontraba en nuestro país desde hacía unos tres meses.
Luego de la tristeza inicial, Alexandra se movió rápido. Mientras escribimos estas líneas, está a bordo de una camioneta de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, yendo a recuperar tanto el cuerpo de Chamarrita como el collar que le pusieron sus colegas argentinos.
Chamarrita, una aguará guazú con seguidores
Chamarrita apareció con una pata quebrada en el barrio Los Gobernadores, en Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos, en octubre de 2023. Fue trasladada al Centro de Rescate Granja La Esmeralda, al norte de la ciudad de Santa Fe. Mientras se recuperaba de sus lesiones, se pensó un plan para liberarla en su hábitat natural en Entre Ríos. En mayo de 2024 fue llevada a la reserva El Potrero para que pasara un tiempo de adaptación antes de su liberación definitiva, el pasado 26 de junio. Antes de liberarla, se le colocó un collar de rastreo satelital que permitiría tener datos de sus movimientos mediante informes periódicos.
Según el portal Era Verde, entre junio y setiembre de 2025 “recorrió casi 1.000 kilómetros”, trasladándose unos 20 kilómetros diarios, llegando “inclusive a pasar a la República Oriental del Uruguay”.
Hay un video que cuenta la historia, llena de esperanza, de Chamarrita. Que sus días terminaran por culpa de un vehículo en Uruguay no estaba en los planes de nadie. Como decía el escritor Kurt Vonnegut, “la vida no es forma de tratar a un animal”.
Accidentes y lecciones
“Es el segundo atropello que sufre este animal. Ella tiene el collar tras la rehabilitación justamente después de haber sido atropellada hace dos años”, lamenta Alexandra mientras viaja hacia Mercedes. “En dos años, en dos países distintos, este mismo animal fue atropellado, lo que nos abre los ojos respecto del problema de los atropellamientos de aguará guazú”, reflexiona, en un intento de sacar algo positivo de una tragedia.
La situación también puede hacernos pensar en otras cuestiones. Por un lado, quien la atropelló dio aviso, la Policía avisó al Ministerio de Ambiente... pero no hay una gran capacidad de respuesta inmediata. La Policía no pudo custodiar al animal, por lo que un particular se llevó el collar de posicionamiento satelital –un objeto de nula utilidad o valor sin la habilitación del servicio de rastreo y otras cuestiones– mientras que una pareja, con la mejor de las intenciones y buscando lo mejor para el animal, retiró el cuerpo de la ruta. De hecho, gracias a Esteban y Angélica, Alexandra Cravino recuperó el cuerpo de Chamarrita.
Collar que portaba el aguará guazú. Foto: Alexandra Cravino
Para Germán Botto, también docente e investigador de la Facultad de Ciencias y parte del equipo que salió en busca de Chamarrita, ahora que sabemos por qué zonas anduvo este aguará guazú podemos también pensar “cuál es la disponibilidad de espacios adecuados para este animal” y pensar estrategias para proteger a esta especie.
“En Uruguay el aguará guazú es un animal en peligro crítico. Haberlo tenido aquí tras ser collareado del otro lado del charco nos demuestra que para ellos la frontera es invisible. Cruzó el río Uruguay y también nadó el río Negro en varias oportunidades. Hizo muchas cosas que ahora sabemos porque tenía el collar”, agrega Alexandra, que cuenta que el collar marcaba cinco puntos diarios todos los días a las mismas horas. “Debe haber más aguarás haciendo esto de cruzar la frontera”, afirma.
De hecho, cuando en 2021 fue noticia la presencia de un aguará guazú en una plantación de arándanos en Salto se especuló si sería un animal residente o un visitante del otro lado del río.
El cuerpo del aguará guazú será llevado al Museo Nacional de Historia Natural, en donde se realizarán diversos estudios que contribuyan al conocimiento de la especie y sirvan también para su conservación. Estos datos serán obtenidos y compartidos entre investigadores de las facultades de Ciencias y de Veterinaria, el Ministerio de Ambiente y el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, todas instituciones que participan en la investigación sobre este cánido en nuestro país, además de, obviamente, con los colegas de Argentina que habían recuperado y liberado al animal.
El cánido más grande de América del Sur
El aguará guazú (Chrysocyon brachyrus) es un animal fascinante, y no sólo por lo rara que es su presencia en Uruguay. Es el cánido más grande de América del Sur y el único de los grandes cánidos que habitaba esta región continental que sobrevivió a la extinción del Pleistoceno.
“La gente suele asociarlo a las hienas debido a su crin y lo llama ‘zorro con zancos’ por sus largas extremidades, pero en realidad no es un zorro común, ni un lobo, ni un perro, ni una hiena. Sus patas altísimas, en las que parece llevar botas a causa del color negro de la parte inferior, son consecuencia de su adaptación a la vida en los pastizales sudamericanos”, decía Martín Otheguy en una nota previa sobre este animal.