Año 2011. Diciembre. Una revista científica sobre paleontología, en español algo así como Investigación Cretácica, publicaba un artículo firmado por tres paleontólogos uruguayos, Matías Soto, Daniel Perea y Pablo Toriño, sobre una centena de dientes fósiles de un tiburón de agua dulce que vivió a fines del Jurásico donde hoy es Tacuarembó. El susodicho animal lleva el nombre de Priohybodus arambourgi y ya había sido reportada su presencia para nuestro país en 2001 (en un artículo firmado por el propio Daniel Perea junto a Alejandra Rojas, Martín Ubilla y César Goso). De hecho, se trató del primer reporte de estos peces para toda América del Sur.
Los nuevos materiales, y en particular un minucioso detalle de sus dientes, permitía aportar más información sobre el escualo, lo que ya de por sí justificaba la publicación del trabajo. Sin embargo, hacia el final, el artículo tenía un párrafo llamativo.
“Los restos de Priohybodus son abundantes únicamente en Uruguay, Túnez y Libia”, decían en 2011, y agregaban: “Considerando su distribución paleogeográfica, creemos que es sólo cuestión de tiempo que este taxón sea descubierto en Brasil y África Occidental”.
En 2025, la publicación de otro artículo confirma que estamos ante unos verdaderos Nostradamus paleontológicos. ¿Cómo es eso? Veamos.
El paleo-odonto-Nostradamus
En 2025 la revista The Anatomical Record publicó un trabajo titulado “Morfología y paleoecología de un hybodontiforme con dientes serrados, Priohybodus arambourgi, del Jurásico Superior del noreste de Brasil”. El trabajo, firmado por nuestro paleontólogo especializado en el estudio de dientes jurásicos y cretácicos (y apodado aquí “el paleodentista”) Matías Soto, en conjunto con colegas de Brasil e Inglaterra, efectivamente reporta que aquel tiburón cumplía la profecía de 2011: ¡también nadó por aguas dulces del Jurásico brasileño! Así que Matías Soto no es sólo un paleodentista, sino que también es un paleo-odonto-Nostradamus.
Suele decirse que una de las cosas que definen a la ciencia es su capacidad de predicción. En este caso, paleontólogos, mirando 150 millones de años hacia el pasado de Uruguay, se habían animado a decir que en el futuro los brasileños tendrían entre su fauna jurásica también al Priohybodus.
“Nuestra predicción de 2011 era un poco un aviso a nuestros colegas brasileños, un pónganse las pilas que este tiburón también tendría que estar allí”, reconoce Matías Soto desde el Laboratorio de Paleontología de la Facultad de Ciencias.
¿Cómo tomó la confirmación de su vaticinio? “Si digo que es Carnaval, apretá el pomo”, estalla en risas. “Fuera de broma, si realmente estaba ausente en Brasil, habría que explicarlo de alguna manera. Todo nos decía que tenía que estar allí”, afirma retomando la seriedad.
La invitación a participar en el trabajo que confirma la presencia de este tiburón en Brasil, sin embargo, no fue por la predicción de 2011. “El primer autor, Estevan Eltink, me contactó porque vio que era uno de los que habían estado trabajando con Priohybodus. Me pidió unas medidas que no habíamos publicado y que estaban en mi tesis, entonces me contó que estaba haciendo mediciones en unos dientes de Brasil. Ahí surgió esta idea de comparar las medidas para ver si había diferencias entre las poblaciones de Brasil, Uruguay y Libia”, comenta Matías.
Nuevo diente de abelisáurido de Tacuarembó. Foto: Hendrickx et al, 2025.
“Lo que arrojó este trabajo es que entre esas poblaciones, los dientes de Uruguay serían los más pequeños. Tal vez aquí estos tiburones tenían menos espacio para desarrollarse”, aventura Matías. En efecto, en el trabajo señalan que los ejemplares de Tacuarembó no pasarían los dos metros de largo, mientras que los de Brasil y Libia podrían haber llegado a los tres o cuatro metros. Y dada su condición de paleodentista, Matías no puede con su genio y aprovecha para hablar de lo que más disfruta de la paleontología.
“Priohybodus arambourgi era un tiburón primitivo del grupo de los hybodóntidos, que ya venían desde el Pérmico y tenían dientes de estructura más simple que los tiburones actuales”, comenta. “Mientras los tiburones actuales tienen tres capas diferentes de cristalitos en el esmaltoide, los hibodóntidos tenían una sola. Sin embargo, con esa sola capa, Priohybodus arambourgi supo hacer unos dientes que son casi una artesanía”, dice con fascinación.
“Los dientes de Priohybodus tienen muchas cúspides y bordes aserrados, lo que es una cosa rarísima para ser un hybodóntido. Son dientes tan complejos que recuerdan a algunos tiburones modernos”, dice, y uno sabe que puede hablar horas y horas de dientes fósiles (y más aún si son de dinosaurios, como veremos más adelante). En el artículo destacan que este tiburón “fue el primer hybodontiforme en desarrollar bordes cortantes completamente serrados en sus dientes, una característica compartida con muchos tiburones modernos”, así que el cuelgue de Matías con los dientes está más que justificado.
Ya que tenemos enfrente a un paleo-odonto-Nostradamus, la tentación de arrancarle alguna otra predicción es alta. Así que lo intentamos.
En Uruguay se han encontrado dientes de dinosaurios carnívoros del Jurásico, como los que permitieron confirmar la presencia aquí de los torvosaurios o los ceratosaurios. Sin embargo, para esa antigüedad, no han aparecido fósiles de cuerpo de herbívoros, sino sólo huellas, también en Tacuarembó. Eso es llamativo, ya que si algo nos enseña la ecología, es que cualquier pirámide trófica tiene que tener una mayor cantidad de herbívoros para sostener a una población de carnívoros. Así que le consulto al oráculo a cuánto estamos de encontrar el diente de un dinosaurio herbívoro jurásico.
“Dinosaurio herbívoro. Diez años”, contesta tentado. Ya más serio, explica que la predicción está, una vez más, basada en ciencia. “Los dientes de herbívoros también se reemplazaban mucho y también se caían, como los de los carnívoros que hemos encontrado siempre sueltos, sin otros fósiles de los animales. O sea, tiene que haber dientes de dinosaurios herbívoros en las formaciones del Jurásico de Tacuarembó”, enfatiza. “Si no, uno tendría que asumir que los herbívoros sólo estaban de paso o que iban a tomar menos agua que los carnívoros, o que los carnívoros se alimentaban exclusivamente de animales acuáticos, lo que parece poco probable. No se explica que haya tantos dientes de carnívoros jurásicos y, por ahora, ninguno de herbívoro. Tiene que haber. Y sería bueno, para precisar un poco la asignación de las huellas, que no nos dicen mucho más allá de que pertenecen de un saurópodo no titanosaurio, o a un ornitópodo que no era un pico de pato”, redondea.
El tiburón Priohybodus arambourgi.
Ilustración: Edu Sganga
Jugando con Messi y la selección de Gondwana
Como paleodentista inquieto, Matías participó también, junto con colegas de instituciones Argentina, Italia, Portugal y Estados Unidos, en un trabajo publicado recientemente en la revista Ameghiniana que lleva el título “Dientes aislados de abelisáuridos de Gondwana y la evolución dental de los Abelisauridae”. Para Matías, ese no es un trabajo como cualquier otro.
“En este artículo terminé jugando al fútbol con Messi”, exclama con una sonrisa de oreja a oreja. “Nunca había soñado publicar con el primer autor, Christophe Hendrickx, que es una referencia mundial en dientes de dinosaurio. Encima quedé de segundo autor cuando, nobleza obliga, podría haber estado un poco más atrás”, agrega. Volvamos a lo de Messi.
“Hasta ahora él era mi referencia. Alguna vez le hice preguntas y me respondió, le pedía un paper suyo, o alguna figura, o medidas de dientes, y él generosamente mandaba todo. Incluso había arbitrado algún trabajo nuestro, pero publicar así, codo a codo, es la primera vez. Y no sé si se va a repetir, así que hay que disfrutarlo”, señala Matías. Y ya que introdujo una metáfora futbolera, aprovecha para meter otra.
“Fue un trabajo de gente de distintos países revalorizando a Gondwana. En lugar de querer revalorizar a Uruguay, o a un país en particular, o a América del Sur, estamos valorizando a un supercontinente. Estamos todos con la camiseta puesta de la selección de Gondwana”, cuenta.
Gondwana, para cuando los abelisáuridos podrían haber surgido, formaba un gran bloque continental que abarcaba lo que luego sería América del Sur, África, Antártida, Australia e India. Entre el Jurásico y el Cretácico, Gondwana comenzó a dividirse. En este trabajo, los investigadores reportan 20 dientes (uno proveniente de India, dos de Uruguay, ocho de Madagascar y nueve de Argentina) de los dinosaurios carnívoros conocidos como abelisáuridos, que se habrían originado en el Jurásico y que luego, durante el Cretácico, se convirtieron en los superdepredadores de casi todo el hemisferio sur y de partes de lo que hoy es Europa e India. ¿Cómo terminó nuestro paleodentista jugando con Messi-Hendrickx en ese artículo?
Paleodentistas del mundo, uníos
“La revista argentina Ameghiniana, que se especializa en temas paleontológicos, quería hacer un volumen especial por los 40 años desde que se acuñó el nombre de esta familia de dinosaurios, los abelisáuridos”, cuenta Matías.
En efecto, la familia fue erigida en 1985 por los paleontólogos argentinos José Bonaparte y Fernando Novas tras describir al Abelisaurus comahuensis. Lo de Abel viene del homenaje a quien encontró el fósil, Roberto Abel.
Diente del tiburón Priohybodus arambourgi de depósitos de Tacuarembó. Foto: gentileza Matías Soto.
“Bonaparte era mucho de descubrir un bicho y hacer una familia, así fuera sólo para ese bicho. Por ejemplo, lo hizo también con el Guaibasaurus candelariensis, para el que acuñó la familia Guaibasauridae. Aquí hizo lo mismo: erigió la familia Abelisauridae a partir del Abelisaurus reportado por ellos en 1985”, contextualiza Matías. Volvamos al cuento.
“Desde la revista convocaron a quienes quisiéramos enviar manuscritos. Recibieron tantas propuestas de artículos que vieron que no los iban a poder publicar todos. Así que nos escribieron para ver si podíamos escribir algo en conjunto”, señala Matías.
En el podio de las antigüedades dentales
Como evidencia el artículo, los dientes de abelisáuridos son escasos en el mundo entero. Fósiles que no sean dientes aislados son además más abundantes para el Cretácico que para el Jurásico. De hecho, el artículo señala que el origen jurásico de los abelisáuridos “sigue siendo objeto de debate, ya que muchos autores consideran que los Abelisauridae son una radiación de terópodos estrictamente cretácica”.
Y allí hay un tema: el fósil del abelisáurido más antiguo conocido es el de un esqueleto completo encontrado en sedimentos del Jurásico Temprano de la Patagonia al que se asignó en 2012 la especie Eoabelisaurus mefi. Pero para algunos paleontólogos, este dino no sería un abelisáurido. Conseguir pruebas jurásicas de abelisáuridos se hace entonces más relevante, más aún si se reivindica su origen gondwánico. Y eso es justamente lo que hace este trabajo.
De los 20 dientes que reporta, 10 son jurásicos. Ocho provienen de Madagascar y dos de Uruguay (ambos países comparten pasado gondwánico). Así que los dos dientes de Uruguay, provenientes ambos de la cantera ubicada en las inmediaciones de donde se realiza la Fiesta de la Patria Gaucha, en la ciudad de Tacuarembó, juegan un rol importante.
“De Uruguay reportamos dos dientes confirmadísimos: uno que ya habíamos publicado, que no estaba completo, y ahora reportamos un segundo diente que sí está casi completo”, comenta Matías. ¿De dónde salió el “nuevo” viejo diente? ¿Lo encontraron excavando en la cantera? No. Más bien revolviendo en un museo.
“En diciembre de 2024 fuimos al Museo de Geociencias de Tacuarembó con Guzmán Eastman, alumno mío en estos temas, e hicimos una maratón fotografiando y midiendo dientes”, rememora Matías. “Entonces dimos con este diente. Y como ya habíamos descubierto el anterior, una vez que hacés el ojo enseguida ves las características que te gritan que es un diente de abelisáurido”, dice. Claro, él es paleodentista. ¿Cuáles son esas características llamativas?
Matías recita: “Dentículos en forma de gancho; la forma general del diente, que tiene el borde de atrás recto; el esmalte, que cuando lo mirás con lupa no tiene ninguna textura particular y es irregular”. Y a propósito de esos dentículos con forma de gancho, Matías tiene una idea.
“La carne de las presas quedaría como la carne desmechada de una arepa”, imagina. “Con esos ganchitos, la fibra de los músculos quedaría así, como en tiritas. “No era un animal muy grande, comparado con otros carnívoros como el Ceratosaurus, ni que hablar con el Torvosaurus, así que para mí la jugaba por ese lado, desmechaba las fibras”, remarca.
Abelisáurido.
Ilustración: Edu Sganga
Dinosaurios de nuestro barrio gondwánico
El trabajo en conjunto de todos los investigadores permite sacar varias conclusiones. Entre ellas, que “los abelisáuridos habitaban lo que hoy es Madagascar durante el Jurásico Medio, lo que respalda firmemente la radiación de este clado ya en el Jurásico”, y que los dientes provenientes de allí y los de Uruguay muestran que ya en el Jurásico los dientes de los abelisáuridos eran “particularmente similares a los de las formas del Cretácico, lo que sugiere que los rasgos de la corona dental de los abelisáuridos se adquirieron tempranamente en la evolución de los Abelisauridae”.
“Los abelisáuridos eran raros en el Jurásico. Es un grupo típico del Cretácico, donde alcanzaron grandes tamaños, y hacia el fin del Cretácico llegaron a ser los depredadores tope en varias regiones del planeta, después de la extinción de los espinosaurios y los carcarodontosaurios”, apunta Matías. “Los más antiguos serían del Jurásico Medio de Madagascar, ya que lo del Eoabelisaurus está discutido. Así que Uruguay está ahí, pegando en el palo, con estos dos dientes del Jurásico Tardío, que luego de los de Madagascar, por ahora, son los más antiguos conocidos”, enfatiza.
Así que lo decimos una vez más: qué fantástica nuestra paleontología.
Artículo: Morphology and paleoecology of a hybodontiform with serrated teeth, Priohybodus arambourgi, from the Late Jurassic of northeastern Brazil
Publicación: The Anatomical Record (abril de 2025)
Autores: Estevan Eltink, Kelly da Silva, Marco Gallo, Débora Melo, Matías Soto y Christopher Duffin.
Artículo: New remains of Priohybodus arambourgi (Hybodontiformes: Hybodontidae) from Late Jurassic-?earliest Cretaceous deposits in Uruguay
Publicación: Cretaceous Research (2011)
Autores: Matías Soto, Daniel Perea y Pablo Toriño.
Artículo: Isolated abelisaurid teeth from Gondwana and dental evolution in Abelisauridae
Publicación: Ameghiniana (setiembre de 2025)
Autores: Christophe Hendrickx, Matías Soto, Ricardo Araújo, Jorge Meso, Simone Maganuco y Adé Ben-Salahuddin.