A finales de enero de este año, un turista que vacacionaba en el balneario bonaerense Mar del Tuyú encontró un delfín franciscana (Pontoporia blainvillei) cerca de la orilla y lo sacó del agua, momento en que alguien le tomó una foto. En medio de una playa atestada de gente, se vio rodeado muy pronto por muchos curiosos que también quisieron tocar y fotografiar al animal. Según el joven que tomó al animal, la franciscana ya estaba muerta, pero la polémica que generó la difusión del incidente en redes sociales hizo recordar a un hecho similar registrado en 2016 en la localidad argentina de Santa Teresita, que tuvo características mucho más absurdas.
En aquella ocasión, una franciscana encontrada viva en aguas someras fue alzada y pasada de mano en mano por una marea de gente, como si fuera una estrella de rock haciendo crowdsurfing, hasta que falleció.
Este tipo de situaciones serían preocupantes para cualquier animal varado en la playa, pero son especialmente delicadas para la franciscana, considerada el delfín más amenazado del Atlántico Suroccidental (triste honor que sólo podría disputar la subespecie de tonina que habita en la costa uruguaya, Tursiops truncatus gephyreus.
La principal amenaza para la franciscana no es en realidad el manoseo de turistas sino la captura incidental en redes de pesca, pero sin dudas este tipo de episodios impiden que los ejemplares que varan, muy valiosos para una especie en declive poblacional, puedan recuperarse o rehabilitarse.
Este pequeño cetáceo de hocico largo vive sólo en aguas uruguayas, argentinas y del sur de Brasil, pero, a diferencia de otros delfines más ilustres, es muy elusivo y no se deja ver con facilidad, excepto cuando aparece en la costa, muerto o muy debilitado. Esto ha hecho, quizá, que haya pasado inadvertido durante tanto tiempo, y que mucha gente siga sin conocerlo.
Una alianza para salvar a la franciscana
Hasta los años 60 del siglo XX se ignoraba la situación en la que se encontraba la especie o prácticamente todo sobre ella. Fue la aventura de una exploradora alemana en las costas de Rocha la que le dio por primera vez atención internacional y motivó los primeros trabajos sistemáticos que permitieron evaluar su estado de conservación.
A los muchos problemas que enfrentan las franciscanas, que incluyen la captura incidental en redes y la contaminación, hay que agregar el mal timing de su época reproductiva. Los nacimientos coinciden con la temporada veraniega, lo que aumenta las posibilidades de que ocurran episodios como el mencionado al comienzo de este artículo.
Franciscana en estabilización en Facultad de Veterinaria. Foto: Grupo de Trabajo para la Conservación de Franciscanas.
Es posible que a partir de noviembre aparezcan crías de franciscanas varadas en nuestras playas, pero sus posibilidades de acabar mejor que en los casos más mediáticos y difundidos han aumentado significativamente gracias a un reciente proyecto.
El Grupo de Trabajo para la Conservación de Franciscanas es una iniciativa interdisciplinaria y diversa, creada en la Facultad de Veterinaria por profesionales, docentes y estudiantes, que se convirtió en pionera en Uruguay gracias a la inauguración del primer centro de estabilización de neonatos de franciscanas en nuestro país, al que llamaron Cepec (Centro de Estabilización de Pequeños Cetáceos) y ubicaron temporalmente en la Facultad de Veterinaria.
Cuenta con el apoyo de la Alianza para la Investigación, Rescate y Rehabilitación de la Conservación del Delfín Franciscana, integrada por instituciones y profesionales de Argentina, Brasil, Uruguay, Estados Unidos y Europa, e impulsada por la organización Yaqu Pacha.
Fue allí justamente, en este flamante centro, donde las docentes Natasha Eliopulos, Emilia Rossini, Florencia Baráibar y Laura Alsina, y los estudiantes Gabriel Martínez y Paulina Mateos, explicaron cómo surgió esta iniciativa y cómo puede influir el proyecto en la suerte de esta especie emblemática del Río de la Plata. Para eso, sin embargo, hay que retroceder nuevamente un año y acompañar el periplo de otras franciscanas que estuvieron en nuestras costas con suerte diversa.
Hasta La Coronilla
El 9 de noviembre de 2024, una cría de franciscana varó viva en La Coronilla, en Rocha. Por suerte, no pasó de mano en mano entre turistas, sino que fue derivada a la organización Karumbé, que pese a estar dedicada a la conservación de tortugas adaptó sus instalaciones para estabilizar al animal en los primeros días. Entre los voluntarios que participaron en ese proceso hubo varios de quienes hoy integran el Grupo de Trabajo para la Conservación de Franciscanas.
Franciscana varada en noviembre de 2024 que sería trasladad a Facultad de Veterianaria, Grupo de Trabajo para la Conservación de Franciscanas.
El 18 de noviembre otra cría varó en el balneario La Floresta y fue devuelta al agua por vecinos. Horas más tarde, reapareció en Solymar. El animal estaba vivo, pero no había ningún lugar preparado para llevarlo e intentar estabilizarlo. Fue entonces cuando surgió una propuesta de emergencia: trasladarlo hasta la Facultad de Veterinaria y, aprovechando la experiencia en fauna silvestre de docentes y estudiantes de distintas unidades académicas de la institución, adaptaron espacios existentes para darle atención allí. “Lo tuvimos que colocar en el área de Pesca en una piscina de 3.000 litros en un gazebo”, cuenta Gabriel Martínez.
Las dos crías, tanto la llevada a Karumbé como la trasladada a Veterinaria, fueron casos de éxito, pese a que sobrevivieron 42 y siete días, respectivamente. Hasta entonces, los neonatos de franciscana que aparecían en la costa sobrevivían sólo unas pocas horas. De hecho, hubo otras dos crías vivas que vararon en Uruguay en diciembre de 2024; una falleció cuando era trasladada a la Facultad de Veterinaria y la otra en la playa debido a la falta de personal capacitado entre quienes intentaron asistirla.
Pese a las limitaciones de recursos y espacios idóneos, y a la falta de un protocolo aceitado, algo se había hecho bien en los dos casos en que las crías sobrevivieron varios días. El ejemplar de Karumbé, apodado Bita, llegó incluso a ser trasladado a Brasil, donde pasó algunos días en tratamiento.
Tan inusuales fueron estos episodios de supervivencia que la Alianza para la Investigación, Rescate y Rehabilitación de la Conservación del Delfín Franciscana envió a Uruguay a Jenny Meegan, especialista en delfines de la Fundación Nacional de Mamíferos Marinos (de Estados Unidos), para asesorar y colaborar en ambos casos. Tanto Jenny como la doctora brasileña Aricia Benvenuto (también de la Alianza) dirigieron de cerca los procedimientos, que implicaron un protocolo de alimentación por sonda con una fórmula láctea especializada y varios estudios clínicos.
“El animal que estuvo en la facultad vivió poco tiempo, si uno lo ve de afuera, pero es mucho para las experiencias anteriores en la conservación de la especie y permitió aprender un montón, que es lo que nos decían los especialistas de la Alianza. Y además disparó este proyecto, si bien veníamos preparando el terreno desde hacía tiempo”, cuenta Natalia Eliopulos, que al igual que Emilia Rossini integra la Red Nacional de Asistencia a Cetáceos y representa a la Facultad de Veterinaria en el grupo interdisciplinario que trabaja para la creación de un Protocolo Nacional de Varamientos en Uruguay.
El paso de esta franciscana por Veterinaria generó además otros proyectos para aprender más sobre la especie y su conservación dentro de la institución, agrega Natasha.
Al ver la buena respuesta que hubo el año pasado, pese a tratarse de una situación de emergencia que obligó a improvisar soluciones y establecer turnos rotativos de voluntarios, el Grupo fue por más en este 2025 y logró instalar temporalmente en la Facultad de Veterinaria el centro de estabilización de neonatos de franciscanas. ¿Por qué neonatos?
Rescate de Franciscana en noviembre de 2024.
Foto: Francisco Neves
“Porque los datos de los últimos 30 años muestran que, de 176 varamientos de franciscanas vivas reportadas en Argentina, Uruguay y Brasil, 171 fueron neonatos. Además, son animales suficientemente chicos y manipulables, dentro del abanico de cetáceos, como para intentar una rehabilitación ex situ (fuera de su ambiente natural) con miras a liberarlos a futuro en la naturaleza”, responde Emilia. Uruguay no tiene aún esa capacidad, pero sí puede jugar su parte en ese proceso, inédito para esta especie.
Lo más pancha
“La idea de este proyecto no es tener animales en cautiverio, sino ir adaptando los neonatos a lo que sería su vida en libertad cuando crezcan. Este es un proceso de aprendizaje, pero la idea es generar un protocolo que permita reintroducir en su medio natural estos animales rescatados”, dice Emilia. Para Uruguay esta es una posibilidad muy lejana aún, por lo que por ahora se apunta a trasladarlos a Brasil, donde seguirán el proceso como parte de los esfuerzos que hace la Alianza.
“Estamos hablando de años antes de que alguno de estos animales pueda reingresar a la naturaleza, pero a mediano o largo plazo hay que pensar también en eso en Uruguay, porque no es justo esperar que Brasil se haga cargo de los animales que varan acá”, aclara Natasha.
Esto, que era impensable hasta hace poco, es hoy una realidad más cercana gracias a la experiencia adquirida en los dos rescates con estabilización producidos en Uruguay, pero especialmente gracias a Francisca.
Francisca no es una bióloga ni una veterinaria especializada en mamíferos marinos, sino una franciscana que fue encontrada sola y en estado crítico en la costa de Florianópolis (Brasil) el 3 de enero de este año. Fue rescatada, estabilizada y llevada al centro de rehabilitación R3 de Brasil, donde permanece hoy, ya convertida en un joven ejemplar saludable de 11 meses, un caso inédito de conservación de la especie a nivel mundial. Recientemente fue traslada a una piscina mucho más grande, donde ya se alimenta por su cuenta y muestra comportamientos naturales de buceo. Lentamente, deberá pasar por un proceso de adaptación para poder volver al mar.
Es un camino largo de regreso a su ambiente natural, pero el único posible para las crías de franciscanas que aparecen vivas varadas en la costa. “Hay que pensar que son bebés que perdieron a su madre y no tienen ninguna chance de vivir por sí solos si se los retorna al agua. Hay quienes podrán decir que lo mejor sería dejarlos allí, porque eso forma parte del ciclo natural, pero es altamente probable que hayan perdido a sus madres por causas humanas, como la captura incidental. Por lo tanto, tenemos una responsabilidad”, dice Paulina.
No hacer nada, además, no augura nada bueno para el futuro a mediano plazo de la especie. Tal cual mostró un trabajo de 2022 en el que participó la bióloga uruguaya Paula Costa, mueren más franciscanas que las que nacen en toda su distribución. “La tasa actual de remoción de animales por captura incidental no es sustentable según los modelos de viabilidad poblacional. Y eso sólo contando las muertes en la pesca”, contaba a la diaria hace tres años la bióloga Paula Laporta, del Centro Universitario de la Región Este, e integrante de la asociación civil Yaqu Pacha Uruguay. Eso obliga a atacar el problema de la captura incidental, pero también a pensar en alternativas de conservación ex situ y reintroducción, como el que lleva a cabo la Alianza y en el que colabora este grupo de la Facultad de Veterinaria recientemente formado.
Es un esfuerzo adicional para evitar que la franciscana siga el camino de otros cetáceos pequeños, como el extinto delfín baiji de China (Lipotes vexillifer) o la vaquita marina (Phocoena sinus) del golfo de California, hoy en peligro crítico. Se suma también al trabajo que desde la academia vienen realizando muchos otros investigadores e investigadoras del país con esta especie en las últimas décadas, como la bióloga Meica Valdivia y sus trabajos sobre contaminación en franciscanas, los estudios de bioacústica de Javier Sánchez Tellechea y el monitoreo de muertes llevado a cabo durante varios años por el Proyecto Franciscana, creado por las hoy biólogas Paula Costa, Mariana Piedra, Valentina Franco, Carolina Abud, Caterina Dimitriadis, Paula Laporta, Cecilia Passadore y María Szephegyi.
Hogar temporal
El Cepec, el centro de estabilización que el Grupo de Trabajo para la Conservación de Franciscanas instaló en la Facultad de Veterinaria, cuenta actualmente con dos piscinas de 3.000 litros para los ejemplares, un filtro donado por la empresa Aquashop, un cuarto para guardia permanente, ambiente climatizado, sistema de desagüe y agua con los parámetros físico-químicos acordes a la especie. “Está pensado para estabilizar al animal en los primeros días, que esté en buenas condiciones y pueda ser trasladado a otro lado”, dice Emilia.
Los integrantes del Grupo, además, saben que la instalación del centro de estabilización es una solución temporal y que es necesario que la atención a los problemas de las franciscanas sea parte de un impulso nacional e interinstitucional, un “proyecto país”, como aclara Natasha.
Traslado de franciscana varada. Foto: Grupo de Trabajo para la Conservación de Franciscanas.
“Lo más maravilloso de esto es que antes era un impulso de unos loquitos a los que les gustan estos animales, y hoy en día ya se está planificando cómo esto puede ayudar a que más adelante se liberen animales, algo que era impensable antes. Hay mucho por estudiar y por saber, pero surge gracias a que el año pasado hubo crías que pudieron sobrevivir varios días y se convirtieron en un hito en la conservación de la especie”, comenta Florencia Baráibar.
“Cuando tenés una especie impactada por acciones antrópicas, como en este caso, tenés que dar una respuesta como sociedad”, opina Natasha.
La franciscana es además una especie que se originó en el Río de la Plata y que fue descrita para la ciencia con base en un ejemplar hallado en Montevideo. “Tenemos un delfín que es nuestro. Protegerlo es un deber nuestro también”, dice Paulina. Se trata además de la única especie sobreviviente de su género (Pontoporia), cuyos parientes vivos más cercanos son los delfines amazónicos. “No hay otro parecido en el mundo, y si se pierde, se va también toda una línea evolutiva que se adaptó para vivir únicamente en este ambiente”, concluye Gabriel. Ese es el tipo de deuda moral que ningún país querría tener.
¿Qué hacer si encontrás una cría de franciscana viva en la playa?
Existe la posibilidad de que, este verano, caminando por la playa, te encuentres con una cría varada y viva de franciscana. “A los cetáceos les encanta varar los fines de semana, y si es un domingo de tarde, mejor. Y a la gente le encanta agarrarlos”, bromea Natasha.
En caso de que te toque vivir una situación así, hay algunas cosas que es importante hacer y otras que hay que evitar.
Qué hacer
Lo primero es dar aviso al Ministerio de Ambiente (098 490 889) y a la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (2400 4689 interno 178). A estas instituciones les compete la decisión de qué hacer con el animal, por ejemplo, derivarlo al centro de estabilización creado en la Facultad de Veterinaria.
Adicionalmente, con el fin de reportar al animal, podés dar aviso a la Red Nacional de Asistencia a Cetáceos (091 711 331) y a la Red de Varamientos Uruguay (096 019 284).
Hay algunas medidas básicas que podés tomar mientras llegan los especialistas, ya que la rapidez en la acción es esencial en esos primeros momentos. Es importante darle sombra a la franciscana y colocarle por encima una toalla húmeda, con cuidado de no tapar el espiráculo para que pueda respirar.
Hacé todo el silencio posible, mantené lejos a las mascotas y pedile a la gente que guarde distancia.
Qué evitar
Nunca intentes devolver la franciscana al mar. En la mayoría de los casos se trata de ejemplares desnutridos o exhaustos, que salen a la costa porque ya no tienen energía. Volverlo a tirar al agua sólo les genera más estrés y más agotamiento.
No la muevas o traslades a otro sitio. En caso de tener que tocar al animal, por ejemplo, para humedecerlo con una toalla, conviene hacerlo con alguna protección (idealmente guantes y tapabocas) para evitar la transmisión de patógenos.
No le des de comer ni tomar.
No la cubras completamente con agua; es un mamífero como vos y debe poder respirar aire por el espiráculo.
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