“Vive la Era del Hielo como nunca antes”, promete el avance de la serie Prehistoric Planet: la Era del Hielo estrenada por la plataforma Apple TV a finales de noviembre. Y la verdad es que, a diferencia de la mayoría de las publicidades, en este caso la promesa se cumple al pie de la letra. Quienes quieran comprobar la veracidad de este enunciado no tienen más que buscar en Youtube el correspondiente tráiler. Ya en él se aprecia que estamos tal vez ante la mejor recreación jamás realizada en video de los animales que vivieron en nuestro planeta durante el último máximo glacial, que tuvo lugar hace unos 20.000 años y que conocemos popularmente como “la Era del Hielo”.
La serie, de cinco episodios, es producida por la Unidad de Historia Natural de los Estudios BBC, el departamento creado en 1957 en la televisión pública de Reino Unido, y liderada por Jon Favreau, quien además de ser actor (apareció en series icónicas como Seinfeld, Friends y Los Soprano e hizo voces para personajes de Rugrats y The Mandalorian) dirigió varias películas, entre ellas, las Iron Man 1 y 2 y la reversión animada de 2016 de El rey león.
Los cinco episodios –“La gran helada”, “Nuevas tierras”, “Tierras desérticas”, “Tierras de pastizal” y “El gran deshielo”– fueron lanzados a nivel mundial el pasado 26 de noviembre por Apple TV, compañía que sostiene que su aplicación “está disponible en más de 100 países y regiones” llegando a “más de 1.000 millones de pantallas”. Por alguna misteriosa razón, Uruguay no es uno de esos selectos 100 países. Y eso es una pena por un doble motivo: primero, porque la serie es todo un espectáculo; segundo, porque en el gran equipo de asesores científicos con el que contaron hay dos compatriotas.
¿Qué hacen Richard Fariña, paleontólogo de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, y Washington Jones, ornitólogo del Museo Nacional de Historia Natural especializado en aves fósiles, en una serie de la BBC sobre la Era del Hielo? Nada más y nada menos que aportar detalles sobre la increíble fauna que vivió en esa época para que la serie sea atractiva de ver sin apartarse de lo que la ciencia sabe sobre perezosos gigantes, tigres dientes de sable, aves del terror, gliptodontes, osos de cara corta y otros animales. Porque si bien la superficie de Uruguay no es demasiado relevante en el contexto de las Américas, los fósiles que se han encontrado aquí, así como quienes los estudian, sí lo son.
Mientras que los aportes de Washington Jones, según los créditos, se concentran en el segundo episodio, más en concreto en una escena protagonizada por aves del terror, los de Richard se distribuyen entre los episodios 2, 3 y 5 y abarcan más que nada a los gliptodontes y los perezosos gigantes, y también al clima más seco y frío de aquel mundo que en buena medida se cubrió por hielos. Si bien el territorio de lo que hoy es Uruguay en aquella glaciación no corrió esa suerte, el frío y la aridez asociada dejaron su marca, al tiempo que el nivel del mar bajó de forma considerable, estando la línea de costa varios kilómetros de lo que hoy consideraríamos mar adentro.
Así que mientras esperamos poder ver la serie en estas latitudes cruzando los dedos por un acuerdo con Netflix, como ya ha sucedido con otras producciones de la BBC, o tal vez soñando con que un canal local pueda comprar sus derechos –si la Televisión Nacional puede pasar el próximo Mundial en exclusiva, ¿por qué no pensar que algo así sería también posible?– o, quién sabe, si Apple TV resuelve sus problemas con Uruguay, por ahora podemos contentarnos viendo los avances en Youtube o incluso con un detrás de escena.
En ese detrás de cámara nos cuentan parte de cómo lograron hacer animaciones tan maravillosas. Claro que hay allí muchos efectos especiales, imágenes generadas por computadora y hasta inteligencia artificial. Sin embargo, lo que hizo la diferencia fueron... unas cosas comunes y silvestres. “Creo que uno de los avances más importantes de esta serie fue el uso de títeres”, dice el productor ejecutivo Michael Gaunton. Coincide con el asunto Russel Dodgson, supervisor de los efectos especiales virtuales: “Trabajamos con animales mucho más similares a los que existen actualmente, así que el reto de lograr que se vieran reales era mucho mayor”. Dodgson puede dormir tranquilo: los resultados son verdaderamente asombrosos. Y más aún, mucho de lo que vemos está basado en buena paleontología. De eso nos hablan tanto Washington como Richard, nuestros hombres en el éxito de la BBC.
La rebelión de las aves
“Por 2022 recibí un mail de una productora de la BBC que estaba con un proyecto nuevo y en el que me hacía una serie de preguntas, como por ejemplo si me había gustado la serie Walking with Dinosaurs”, recuerda Washigton Jones. “Allí me decía que en esa nueva serie iban a hacer animaciones por computadora y recrear muchas cosas, y que para ello necesitaban respaldo científico”, agrega. “En mi caso se contactan porque estaban pensando incluir escenas con aves del terror cuaternarias, en particular las vinculadas con la Era del Hielo”.
¿Por qué llamar a Washington Jones para hablar de aves del terror en la Era del Hielo? Lisa y llanamente porque fue él, junto a su colega uruguayo Andrés Rinderknecht y el brasileño Herculano Alvarenga, quienes en 2010 dieron a conocer a la ciencia que las aves del terror, contrariamente a lo que se pensaba, habían existido hasta entrado el Cuaternario. El artículo que publicaron aquel año se tituló “El registro más moderno de forosrácidos del Pleistoceno tardío de Uruguay” y en él reportaban un fósil de un ave del terror de unos 17.000 años de antigüedad. Aquella publicación les valió muchas críticas de colegas que estudiaban aves del terror, ya que hasta ese entonces se pensaba que se habían extinguido hacía más de un millón y medio de años. Sin embargo, continuaron con su línea de trabajo basada en los fósiles que iban recolectando.
En 2017, los mismos tres investigadores, sumados a los paleontólogos uruguayos Felipe Montenegro y Martín Ubilla, volvían a publicar otro trabajo científico que sumaba pruebas sobre el asunto. Titulado “Las últimas aves del terror: nueva evidencia del Pleistoceno tardío de Uruguay”, allí agregaban otros dos fósiles de aves del terror del Pleistoceno. Hasta entonces, los fósiles más modernos de aves del terror eran los reportados por ellos en Uruguay. Pero eso también cambió. “Están apareciendo fósiles de aves del terror en Brasil, algunos incluso más modernos que los que reportamos nosotros”, cuenta Washington. Sin ir más lejos, algunos de ellos se reportan en un trabajo de este mismo 2025. De esta manera se ha venido corroborando que las aves del terror vivieron en el Pleistoceno. De hecho, Washington cuenta que recientemente arbitró un artículo científico que propone una nueva especie de ave del terror para el Pleistoceno de Brasil. Lo curioso es que uno de los coautores de ese trabajo fue uno de los paleontólogos que en su momento más se opusieron a la idea de que las aves del terror hubieran existido en el Cuaternario. “Cómo da vueltas la vida, ¿no?”, comenta Washington.
Las aves del terror que vemos en el episodio no son las gigantescas del Mioceno, que llegaron a medir tres metros y que fueron los depredadores máximos del continente sudamericano hace unos dos millones de años. “Son esas aves del terror no tan terroríficas, porque son más pequeñas, del grupo de los psilopterinos, que andarían entre los 8 y los 10 kilos y un metro o menos de altura. Con ese tamaño eran aves grandes para lo que son las aves de hoy en día, pero en la Era del Hielo, al lado de la megafauna, no llamarían mucho la atención por su tamaño”, enfatiza.
Detalle ave del terror. Fotograma de Prehistoric Planet Ice Age.
“Una vez que avanzamos con la productora, me enviaron cuatros bloques de preguntas, uno sobre cuestiones anatómicas, otro sobre cuestiones ambientales, un tercer bloque de temas comportamentales y un cuarto sobre las posibles razones para su extinción. Por lo que vi de la serie, eso último no lo explotaron mucho”, cuenta Washington. “Pero en lo que refiere al asesoramiento que di para la parte anatómica, fue muy lindo ver lo que hicieron. Una de las cosas que abordé en mi tesis de doctorado fueron las garras del dedo interno de las aves del terror”, dice Washington. “Se trata de unas garras especiales, bastante curvadas, y propuse que estuvieran levantadas como puede verse en las seriemas actuales. En la serie hacen un primer plano de las patas del ave del terror de la Era del Hielo y allí puede verse todo eso”, dice con orgullo.
Detalle del dedo de ave del terror. Fotograma de Prehistoric Planet Ice Age.
“No es que en la serie se hable específicamente de mi trabajo, pero ese primer plano es como un guiño, recoge mis aportes de la tesis para hacer la recreación de las aves del terror”, sostiene Washington. “Hay varios de estos guiños en la serie, es decir, pequeños detalles que tienen mucho contenido científico detrás. Tal vez para el público general pasen desapercibidos, pero para quienes trabajamos en estos temas hay referencias a varias publicaciones e ideas que quedan en un primer plano, o un detalle y nada más”, agrega.
Por ejemplo, para quienes seguimos la paleontología hecha en tierras orientales, es imposible al ver la recreación en la serie de las macruquenias, con sus trompas al estilo de las saigas actuales (Saiga tatarica) , no pensar en el trabajo que publicaron en 2021 el propio Washington Jones y Ernesto Blanco, Lara Yorio y Andrés Rinderknecht. Washington cuenta que no le preguntaron al respecto, pero en aquel artículo, que cubrimos en la diaria, nuestros compatriotas proponían que esos animales podrían haber tenido un hocico similar al de estos animales.
“La saiga tiene una trompa para filtrar el polvo gracias a unas mucosidades muy particulares. Las saigas, entonces, resoplan esporádicamente para eliminar ese polvo y las mucosidades. Trasladar eso de la saiga a la macrauquenia suena coherente”, nos comentaba el biomecánico Ernesto Blanco. Y efectivamente, en Planeta prehistórico: la Era del Hielo, la trompa de la macrauquenia no sólo es muy similar a la de una saiga, sino que encima resopla con ella para sacar polvo del ambiente árido en el que vivía. Pero volvamos a las aves del terror.
La macrauquenia resoplando con su trompa filtradora de polvo al estilo saiga. Fotograma de Prehistoric Planet Ice Age.
También los aportes sobre el posible comportamiento de estas aves que dio Washington fueron plasmados en la escena de Planeta prehistórico. “Varias veces en mis trabajos sobre estas aves del terror del Cuaternario sostuve que podrían haber sido carroñeros oportunistas, y eso es lo que en cierta forma se ve en la serie”, comenta. Pero incluso sus ideas fueron llevadas más allá.
“En la escena una pareja de aves del terror tratan de engañar a un tigre diente de sable trabajando en equipo. Eso no fue algo que yo les dijera, pero es una posibilidad muy interesante. Por ejemplo, la subespecie de gavilán mixto de América del Norte, a la que ellos llaman gavilán de Harris, trabaja en pareja o en grupo para cazar conejos. Tirar esa idea de estrategias grupales en las aves del terror puede ser discutible, pero no es imposible”, dice Washington.
Diente de sable cazando una macrauquenia. Fotograma de Prehistoric Planet Ice Age.
“Es una escena que, desde el punto de vista cognitivo, deja muy bien paradas a las aves frente a los mamíferos carnívoros, porque como que lo terminan engañando para robarle parte de la presa”, dice luego. Washington no esconde su satisfacción: “A muchos que son hinchas de los mamíferos como los bichos superiores esto no les va a gustar, pero a mí me fascinó la escena”, confiesa desnudando su pasión por las aves.
¿Qué sintió Washington al ver cobrar vida a estas aves del terror modernas que tanto estudió? “Me encantó. Ya había sentido una emoción similar junto con Ernesto Blanco cuando en una serie de National Geographic habían recogido nuestro trabajo sobre la fuerza de las patadas de las aves del terror más antiguas. Era una serie de hace varios años que obviamente no tiene la calidad de las recreaciones de esta, pero la emoción es la misma. Esta serie está realmente muy bien hecha. En varios episodios las aves tienen un papel importante, hay moas, teratornítidos, marabúes gigantes, así que le dieron bastante relevancia a las aves fósiles. Y obviamente, las aves del terror son un ícono de las aves fósiles, así que la serie me pareció excelente”, redondea.
Consultor climático y de acorazados
“Conmigo se pusieron en contacto hace poco más de un año”, dice por su parte Richard Fariña. “No sólo soy una persona muy dispuesta a esto de la divulgación, me llaman y siempre respondo, sino que es algo que me gusta mucho en particular. De hecho, fui divulgador de la ciencia desde antes de recibirme. Mi primera nota de divulgación la publiqué en 1978 en el suplemento La Semana del diario El Día”, confiesa.
“He trabajado mucho con perezosos, con gliptodontes y también sobre el conjunto de la megafauna, sobre su tamaño y el impacto ecológico que deben haber tenido, sobre cómo funcionaba todo ese conjunto de animales gigantes en un ambiente no demasiado rico, ya que las praderas de entonces eran mucho más pobres que las de ahora en función de que el clima era más árido y más frío”, sostiene Richard. ¿Por qué animales de la megafauna que ha estudiado lo contactaron? “Cuando me contactaron me preguntaron sobre todo por los gliptodontes y alguna cosa sobre los perezosos”, contesta.
“Ya en mi tesis de doctorado proponía que los gliptodontes se podían parar en dos patas. Eso en su tiempo fue recibido con mucho escepticismo, por decirlo delicadamente, cuando lo propuse en un congreso en la Patagonia”, señala Richard. “Los colegas argentinos, como fueron los que crearon buena parte del conocimiento sobre la megafauna, son los más sabios y al mismo tiempo los más rígidos, son como la ortodoxia. Pero en buena medida la ciencia depende de que te lleven la contra, de que haya opiniones diferentes, de que se debata, de que se aporten argumentos”, comenta.
“Las críticas que recibí no las tomé como algo personal. Al contrario, quien te critica es tu mejor colaborador, es el que te frena en el entusiasmo que te podría llevar a exagerar sobre tus convicciones. Eso en la ciencia es imprescindible, si no, simplemente no hay ciencia. Sin enfrentar argumentos y conjuntos de evidencia, sería otra disciplina. La ciencia, necesariamente, implica eso. Es como el fútbol, donde el compañero más importante es el rival”, señala Richard.
En la serie hay una escena en la que un gliptodonde de la especie Doedicurus clavicaudatus rastrea a una hembra en celo. Para captar mejor los olores, se para sobre sus patas traseras y olisquea el aire. Ya que Richard hizo una metáfora futbolera, le pregunto si entonces, tras las críticas de sus colegas, ver esta escena fue festejado como un gol.
Gliptodonte Doedicurus sobre sus patas traseras. Fotograma de Prehistoric Planet Ice Age.
“Digamos que ya hubo otros goles antes”, ríe Richard. “Hubo otra serie, también de la BBC, que se llamó Walking with Beasts, que se tradujo como Caminando con criaturas prehistóricas. Y ahí hay varias cosas que están en mis investigaciones, como el megaterio cazando y también el gliptodonte bípedo”, confiesa. “Eso estuvo muy bueno y esto de ahora también. Lo que es brutal es cómo mejora la calidad de la animación. Realmente me enorgullece mucho haber participado de esta serie, formar parte del equipo que hace esta cosa tan artística y tan didáctica al mismo tiempo, aunque haya sido sólo como consultor”, confiesa.
“Vos hacés un trabajo científico, te leen los colegas y demás, pero que eso que uno investigó aparezca así, en el dominio público, con esa calidad, realmente tiene un impacto muy grande. Me alegro mucho de que me hayan invitado”, agrega Richard. Sin embargo, no sólo lo consultaron por estos animales.
“También me preguntaron mucho sobre el clima, sobre cómo habría sido el estado de Florida en el Pleistoceno. Si me hubieran preguntado del clima de acá lo sacaba de taquito, pero en este caso tuve que buscar un poco más de información”, comenta. El interés, como queda claro, estaba más que nada en qué pasaba en el hemisferio norte. Sin embargo, los Doedicurus vivieron sólo en América del Sur.
Gliptodonte en ambiente árido. Fotograma de Prehistoric Planet Ice Age.
“Ellos siempre insistían en que sus audiencias son del hemisferio norte, entonces querían poner ejemplos de los gliptodontes de América del Norte. Yo les insistía con que acá la megafauna era mucho más espectacular, y en efecto en nuestro continente hubo muchas más especies de gran tamaño que en América del Norte”, cuenta Richard. “Doedicurus no sólo era más grande que los gliptodontes del norte, sino que también es más espectacular porque tenía esa cola grandísima que terminaba como un rompecabezas”, agrega. Sin dudas, logró convencerlos.
En la escena de la serie puede verse a dos machos de esta especie sudamericana luchando a golpes de sus colas pinchudas para poder aparearse con una hembra (que finalmente termina rechazando al ganador, dejando claro que en la reproducción las hembras tienen tanta o más agencia que los machos que pelean entre sí).
Sabemos que se podían golpear entre ellos, pero detalles como si tanto hembras como machos tenían las colas pinchudas son más bien decisiones artísticas que hay que tomar.
“Hay pocos esqueletos completos de esta especie como para poder determinar si tanto hembras como machos tenían este tipo de colas. Pensamos que ambos podrían tenerlas para defenderse de otros animales, pero también podría ser que hubiera un dimorfismo asociado a combates entre machos. No lo sabemos bien hoy”, sostiene Richard.
En paleontología, y también en muchas otras ciencias, la creatividad y la imaginación juegan un rol importante. Ante animales que dejan unos pocos datos, el resto debe ser completado con diferentes estrategias. “Eso me parece bien. Más vale una mala hipótesis que una buena ignorancia. Si el artista se zarpa y propone algo, está bien”, comenta. “Por ejemplo, en nuestras reconstrucciones sobre los caballos fósiles de Uruguay, nuestro artista les puso rayas como las de las cebras. De eso no hay ninguna evidencia, pero no es algo imposible. Por otro lado, eso se ajusta bien a cosas que uno sabe de los équidos que viven en un ambiente como la sabana africana. Así que no está mal arriesgarse”, dice Richard.
Que en una serie tan espectacular como Planeta prehistórico: la Era del Hielo hayan participado dos investigadores de Uruguay nos dice algo relevante sobre la ciencia como cultura.
“Yo destaco siempre esa doble calidad que tiene la ciencia”, coincide Richard. “Su incorporación al dominio tecnológico y a la economía es muy importante, no lo voy a negar. Pero al mismo tiempo la ciencia tiene un valor cultural. En el caso de la paleontología, que tiene un gran impacto popular en productos como esta serie, ese valor es muy obvio, pero ese aporte a la cultura se da en todas las disciplinas. La forma en que cambia la visión del mundo a partir de los descubrimientos científicos es muy grande y eso afecta a la cultura de la mayor parte de la gente”, reflexiona. “Precisamente por eso es que me gusta la divulgación. Parte de su importancia es crear ciudadanía científica de forma tal que no haya después que hacer huelga para que la ciencia tenga un puntito más del PIB en el presupuesto. Para que esa demanda sea obvia, para que a la gente y a los representantes en el Parlamento les parezca natural aportar lo que hay que aportar a la ciencia sin que tengamos que generar conflictos, es importante que se reconozca esa importancia que tiene la ciencia en la tecnología, en la economía y en la cultura de la gente”, cierra Richard.
Y así es. Nuestra ciencia genera cultura valiosa. Planeta prehistórico: la Era del Hielo es apenas una manifestación más de ello. ¡Y qué buena que está!