La ciencia lleva tiempo. Y su principal producto es tanto la generación de conocimiento nuevo como la formación de personas capaces de aventurarse a generarlo. Claro que a veces ese conocimiento nuevo es como una brasa caliente que quema las manos: cuando lo descubierto puede contribuir a la salud de las personas, de otros organismos o del ambiente, o cuando implica una forma más efectiva, sencilla o soberana de hacer algo que ya se hace, o en otros muchos posibles escenarios. Querer que ese conocimiento salga a la cancha y se ponga al servicio de otros es lo más natural del mundo. Es que la ciencia es tanto una forma de comprender el mundo como una herramienta para cambiarlo.

Lograr que algo que comenzó como una exploración guiada por la curiosidad y la sed de conocimiento con una serie de sencillos experimentos hace poco más de diez años ya esté iniciando el camino para aplicarse en contextos de la atención médica de la salud es prácticamente una hazaña. Y justamente esa hazaña es la que en 2025 ha concretado el hiperkinético y pujante equipo que en esta última década se ha dedicado a la cronobiología, la rama de la ciencia que estudia cómo nuestros relojes biológicos impactan en nuestras vidas.

Guiada por las investigadoras de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar) Bettina Tassino, de la Sección Etología, y Ana Silva, del Laboratorio de Neurociencias, la comunidad cronobiológica de nuestro país ha dado pasos gigantes este año. Por un lado, han ganado un llamado del Espacio Interdisciplinario de la Udelar y a partir de 2026, y por 30 meses, más de 50 investigadoras, investigadores y representantes de diversas instituciones tendrán financiación para buscar estrategias que procuren “promover la incorporación de la dimensión temporal circadiana a la salud pública”. Conformado este Núcleo Interdisciplinario de Cronobiología Traslacional, nuestra cronobiología está un paso más cerca de volcar el conocimiento producido para impactar positivamente en la vida de la gente que vive en nuestro país. Pero hay más.

También en 2025, el equipo editó el libro Cronobiología traslacional y salud circadiana: de la investigación básica a la práctica clínica, que tuvo como editoras a las ya mencionadas Ana Silva y Bettina Tassino junto con Valentina Paz. Se trata de un trabajo fascinante, que se puede descargar de forma gratuita desde el enlace que figura en la versión web de esta nota, en el que más de 30 investigadores se propusieron dos grandes objetivos: por un lado, contar qué ha hecho la cronobiología en nuestro país en la última década (muchas de esas investigaciones fueron objeto de notas en esta sección); por otro, trazar cómo eso que se ha descubierto, tanto aquí como en otras partes, podría impactar en distintas áreas de la práctica médica, pasando desde el estudio de las horas más indicadas para administrar medicamentos de acuerdo al reloj biológico del paciente (para lo que hay que diagnosticar cuáles son sus preferencias circadianas, a qué hora comienza a liberar melatonina en su torrente sanguíneo y demás), hasta estrategias sencillas para ayudar a establecer horarios rotativos en trabajadores como los de la salud, el transporte, la seguridad y demás ocupaciones que implican horarios no convencionales, de manera que no afecten tanto su salud. Se trata, sin dudas, de un librazo (y no es porque en él figure un capítulo firmado por un tal Leo Lagos en el que se entrevista a tres referentes mundiales en esto de aplicar la cronobiología en la práctica médica, en lo que podría denominarse “medicina circadiana” o “salud circadiana”). Pero esto no es todo.

El libro fue una idea que se gestó en 2023, se escribió y pulió en 2024 y salió, finalmente, tras los últimos retoques, en 2025. En todo ese tiempo el equipo siguió trabajando. Y aquella pregunta que tenían para el libro –cómo sería intentar llevar a la práctica médica la salud circadiana– comenzó a quedar un poco desactualizada. Es que también en 2025 Ana Silva, Bettina Tassino y Valentina Paz lograron implementar un proyecto piloto junto con la Unidad de Trastornos Respiratorios del Sueño de la Unidad Académica de Neumología del Hospital de Clínicas. Allí, por primera vez, no sólo en nuestro país sino en toda América del Sur, se aplicaron mediciones de melatonina, que responde coloquialmente al nombre de la “hormona de la noche”, y de cronotipos a pacientes de una institución de atención médica con el fin de mejorar los resultados de sus tratamientos.

En 2017 publicábamos la primera nota que realizamos en la sección Ciencia de la diaria a Ana Silva y Bettina Tassino. Se titulaba “Al que madruga la biología no lo ayuda” y en ella contábamos que sus investigaciones mostraban “que la nocturnidad de nuestros y nuestras adolescentes no es en sí un factor de riesgo para la salud o su desempeño en el liceo”. Ana y Bettina enfatizaban que las primeras investigaciones acerca de los ritmos circadianos y los relojes biológicos en humanos las habían hecho en 2014 gracias a la Primera Escuela Antártica de Verano (17 estudiantes de la Facultad de Ciencias fueron los objetos de estudio y permitieron ver cómo sus relojes biológicos reaccionaban a las más de 20 horas de luz solar del continente blanco). Desde entonces para ellas, y para una creciente comunidad de investigadoras e investigadores que se les acercaron, ya no hubo vuelta atrás: la cronobiología había cooptado sus vidas (las académicas, al menos).

En aquel lejano 2014 Ana y Bettina (a las que jocosamente Juan Mila, del Ministerio de Salud Pública, definió como las Larbanois-Carrero de la ciencia, porque como hacen tantas cosas juntas nadie sabe bien cuál es Ana y cuál Bettina, dando incluso lugar a que en ocasiones se las presentara como una sola persona, Ana Bettina) poco imaginaban que apenas 11 años después estarían promoviendo una innovación maravillosa en la atención médica al incorporar la dimensión del tiempo y los relojes biológicos. Se trata de una de esas cosas maravillosas que a veces pasan en nuestro país (y a veces no apreciamos en su justa dimensión).

Como el Plan Ceibal, como los avances obstétricos de Caldeyro-Barcia y su socio no tan recordado, Hermógenes Álvarez, como las leyes antitabaco. Uruguay es vanguardia en la cronobiología traslacional. Formamos parte del pequeño puñado de países que han logrado llevar la cronobiología al contexto de la atención médica. Y más aún: formamos parte del selecto club de países que están pensando cómo extender todo esto a sus sistemas de salud para que no quede en una práctica aislada en determinado centro o institución. Y dadas las características de nuestro país, hay grandes chances de que en el corto o mediano plazo podamos dar nuevamente un batacazo de ciencia celeste (si no somos los primeros ni los segundos, poco importa: lo relevante es lograr que conocimiento soberano y una comunidad científica comprometida impacten en el bienestar de la gente).

Así que, fascinados ante un trabajo que hemos seguido en tiempo real desde estas páginas, salimos al encuentro de Ana Silva, Bettina Tassino y Valentina Paz.

¿En qué está la medicina circadiana en Uruguay?

Como decíamos, el libro traza un camino de hacia dónde podría apuntar la traslación a la práctica médica de la cronobiología. Cuando fue escrito e ideado, aquello era algo lejano, pero en el tiempo que llevó editar, diagramar e imprimir la obra, algunas de las cosas de las que allí abordaban comenzaron a aplicarse dentro del Hospital de Clínicas. Así que les propongo abordar aquí todo eso que el libro no recogió. ¿Cómo estamos hoy al pensar en una medicina circadiana en Uruguay?

“Creo que estamos bastante bien en términos de que estamos abriendo camino. Hemos tenido una muy buena recepción. Creo que en parte eso es porque detrás de los avances de la cronobiología hay una lógica demoledora. Lo que se viene demostrando es de una claridad tal que cualquier audiencia a la que trasladamos esto no sólo lo entiende y le parece importante, sino que además se queda preguntando qué podemos hacer con todo eso. Fue lo que nos pasó con la dirección general y académica del Hospital de Clínicas: de inmediato entendieron que con esto se podrían mejorar aspectos que no estaban considerando y surgió el interés genuino de ver qué se podía hacer. Ese interés fue el que permitió, creo yo, que en apenas un año diéramos tantos pasos”, enfatiza Ana Silva.

Les comento que no debe ser casualidad, en todo eso que pasó, que el Clínicas sea un hospital universitario. “Ese fue un objetivo clarísimo que teníamos. O, más bien, un requisito. Una clínica de salud circadiana tendría que tener al hospital universitario como referencia. Otra cosa que considerábamos importante era que eso no podría depender solamente de nosotras, sino que tendría que tener una inserción institucional y universitaria. Nosotras tres somos universitarias, somos académicas, y ese es nuestro ámbito. Afortunadamente, todo eso que nos propusimos es lo que está pasando”, dice Bettina Tassino.

“De cierta manera, entonces, podríamos decir que en esto de intentar llevar a la clínica la cronobiología nos está yendo muy bien. Pero quizás los pasos objetivos que hemos dado no se ven tanto como la transformación de nuestras propias cabezas, de cómo vamos entendiendo los procesos”, confiesa Ana.

“Hay una colega italiana que a propósito de la traslación remarca en que en inglés translation significa tanto este paso de llevar la ciencia hacia su aplicación como traducir de un idioma a otro. Y en este proceso de traslación de la ciencia circadiana hemos vivido intensamente eso de que hay que hacer esfuerzos de traducir, porque el académico y el clínico son dos idiomas distintos. Personalmente viví eso y en el proceso entendí mucho más la práctica médica de lo que lo había entendido antes. Y al entenderla tuvimos una mayor capacidad de identificar cuándo y en qué ocasiones podíamos intervenir. No se trata solamente de una traslación, no es que depositemos el conocimiento generado y entonces desde la medicina tienen que hacer lo que digamos o lo que el conocimiento generado dice. Se trata más de cómo se juntan personas que quieren hacer algo en común y tienen que aunar sus prácticas en un único lenguaje, y en cómo adaptar el conocimiento a la realidad. Para eso hay que empezar por pasos chiquitos”, sigue Ana.

Por otro lado, la buena recepción no fue sólo de la dirección del hospital, sino que además contaron con otro apoyo que hizo posible avanzar rápidamente. “Así como hubo una gran apertura de la dirección del hospital, fueron fundamentales la recepción y el entusiasmo que recibimos de una unidad ya existente en el Clínicas, la Unidad de Trastornos Respiratorios del Sueño de la Unidad Académica de Neumología, coordinada por Ana Musetti, donde comenzamos con este plan piloto. Esto no hubiera sido posible sin tener en cuenta cómo nos abrieron las puertas y cómo se abrieron a los cambios que implicaba implementar una valoración que no habían tenido en cuenta hasta ese momento. A mí, sinceramente, me emocionó el trabajo semanal con la Unidad de Trastornos Respiratorios del Sueño”, remarca Ana.

Valentina Paz, Ana Silva y Bettina Tassino.

Valentina Paz, Ana Silva y Bettina Tassino.

Foto: Gianni Schiaffarino

“Que exista en un hospital universitario una Unidad de Trastornos Respiratorios del Sueño es un paso muy importante, porque era naturalmente el lugar donde podíamos tener médicas, en este caso neumólogas, que pudieran estar receptivas a que empezáramos a trabajar en colaboración. Y lo estuvieron, por lo que fue un golazo”, complementa Bettina. “No sólo fue emocionante su apertura y disposición, sino que aprendimos muchísimo con ella y su equipo, por ejemplo, concurriendo a los ateneos internos de los viernes, donde se hace la lectura de los pacientes”, agrega.

“En esas instancias como que se te baja un poco el copete, porque más allá del conocimiento y todo eso, después hay una señora que tiene un problema que hay que resolver. Allí encontramos un cuerpo médico que está sumamente preocupado y atento a darle solución y que ve atractivo que estas científicas locas podamos darles una herramienta más que permita entender y mejorar el tratamiento y el seguimiento de un paciente que no responde a los tratamientos protocolizados sugeridos”, amplía Ana.

Y entonces Ana vuelve a que todo esto implicó grandes cambios para ellas. “Cuando terminamos con más de 40 pacientes con trastornos respiratorios del sueño a los que se hicieron registros actimétricos, tuvimos que modificar nuestra propia lógica de realizar estudios e investigación. Entender que el participante ya no es un voluntario sino un paciente implica una diferencia enorme. La demanda proviene de otro lugar”, señala Ana sobre este cambio de chip.

“Los tiempos son totalmente distintos de los de las investigaciones que hacíamos. Al paciente no podés decirle que le vas a dar los resultados en seis meses, cuando termines de comprar todos los kits de melatonina para hacerles el test al resto de los pacientes. En nuestras investigaciones los participantes no reclaman o no necesitan de forma inmediata un resultado”, subraya Bettina.

Por otro lado, ese resultado no va a ser un punto en una gráfica para observar un fenómeno general. El paciente precisa un diagnóstico particular para él en un determinado momento de intervención. “Eso también es un cambio. En nuestros proyectos de investigación los datos de los participantes están anonimizados. No sabemos qué dato es de quién, y en la investigación está bien que eso sea así. Pero en el caso del paciente no podemos no saber cuál es su resultado. No podemos perder el nombre del paciente”, remarca Bettina.

“Eso es tremendo cambio. Y todo eso, por supuesto, tiene que estar protocolizado y tiene que hacerse de acuerdo a las normas de prestación de servicios. Eso es algo que logramos entender y sistematizar”, sostiene Ana.

Un año intenso en el que se dieron grandes pasos

Como veíamos en la introducción de la nota, 2025 fue un año intenso (y eso que no reseñamos investigaciones realizadas que arrojaron nuevo conocimiento y que saldrán publicadas en revistas científicas en el correr de 2026). ¿Qué tan importantes fueron los pasos dados en este llevar la cronobiología a un contexto de clínica? Vaya un botón de muestra.

“Realizamos las primeras determinaciones de melatonina, del DLMO [Dim Light Melatonin Onset] en un hospital universitario de América del Sur”, dice con orgullo Bettina. “Tal vez no somos del todo conscientes de todo lo que hemos avanzado porque lo vivimos como algo que se va armando a medida que va ocurriendo”, reconoce luego. Es que uno recoge lo que siembra. Y hace tiempo que venían sembrando.

“Esto de que empezamos a trabajar en la Unidad de Trastornos Respiratorios del Sueño en el Hospital de Clínicas comenzó en 2025, pero desde fines de 2023 convocamos a distintos actores del sistema de salud –nutricionistas, psicólogos, médicos de distintas especialidades, desde medicina laboral hasta ginecólogos, neumólogos o neonatólogos– y empezamos a entablar un diálogo. Eran personas con las que nos habíamos ido encontrando o cruzando, o que nos habían pedido una charla para un congreso o una clase en un curso de posgrado. Por lo tanto, ya teníamos líneas de alguna manera personales con muchas de ellas”, cuenta Bettina.

“De esa convocatoria surgió el Núcleo Interdisciplinario en Cronobiología Traslacional, un ámbito del Espacio Interdisciplinario financiado a partir de 2026, que reúne a una comunidad que está preocupada por estos temas. Tanto esto de la salud circadiana como el libro que acabamos de publicar está inscrito en esa construcción de una comunidad que está preocupada por estos temas”, remarca Bettina.

En efecto, el Núcleo Interdisciplinario en Cronobiología Traslacional fue financiado en la convocatoria 2025 del Espacio Interdisciplinario de la Udelar e involucra a investigadoras e investigadores de la Escuela de Nutrición y Dietética, la Facultad de Ciencias, la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, la Facultad de Medicina, la Facultad de Psicología, la Facultad de Química, el Hospital de Clínicas y el Instituto de Higiene. Como dice la página web del proyecto, su objetivo es “promover la incorporación de la dimensión temporal circadiana a la salud pública”.

“Me parece que parte de la intensidad del año tuvo que ver con nuestra determinación y convencimiento de estar muy comprometidas”, dice Ana. “Pero este año implicó un plan piloto. Por experiencias que todas hemos tenido en la vida, los planes pilotos generalmente son exitosos, el problema es la sustentabilidad de esos planes para que dejen de ser pilotos. No se trata de poner la energía para demostrar que esto se puede hacer, sino que nos interesa que sea algo que luego se pueda sostener. Ese es el gran desafío”, agrega.

“Ahora la cuestión es cómo salimos del plan piloto y comenzamos a encaminarnos hacia la dimensión circadiana metida en la práctica médica. Para eso es indispensable traer a los tomadores de decisiones a la mesa y pensar que esto chiquito puede ser generalizado, puede ser llevado a todos los prestadores de salud, a políticas nacionales o a protocolos establecidos y aprobados desde el Ministerio de Salud Pública. En ese marco me gustaría señalar al Núcleo Interdisciplinario que tenemos, ya que ese es su objetivo casi principal”, señala Ana.

“En el núcleo nos centramos en pensar cómo son las formas de implementar esto para que deje de ser un plan piloto, cómo se traslada la cronobiología a la práctica clínica y a las políticas públicas”, coincide Bettina. “En el núcleo hay personas individuales, pero también hay instituciones, actores no académicos, como es la Unidad Técnica de Alumbrado Público de la Intendencia de Montevideo, el Hospital de Clínicas institucionalmente, el hospital Pereira Rossell, el Instituto Nacional del Cáncer. Eso es importante porque está mostrando una voluntad institucional que va más allá de las personas que integran el núcleo”, amplía Bettina.

Y aquí hay un tema importante. Por un lado está la aplicación de la cronobiología en la práctica médica, lo que podríamos llamar “medicina circadiana”. Pero por otro lado está también el aplicar lo sabido para promover la salud en ámbitos no clínicos. Esto último implicaría la salud circadiana y refiere a cuestiones como la higiene del sueño o recomendaciones para tener en cuenta los relojes biológicos en personas que deben estudiar o trabajar en horarios que chocan con ellos.

Hacia una salud circadiana

“Hoy el núcleo interdisciplinario tiene 50 miembros, lo que quiere decir que hay medio centenar de personas que están preocupadas por la salud circadiana en el sentido más amplio”, sostiene Bettina. “Por ejemplo, el tema de los trabajadores y su organización temporal del trabajo también afecta la salud, pero no lo estamos encarando desde la salud asistencial, sino desde un concepto más amplio de salud circadiana que tiene que ver con mejorar la salud y el desempeño, o por ejemplo, en el caso de los conductores de transporte, para evitar la siniestralidad”, amplía.

En el capítulo del libro titulado “Aportes de la salud circadiana al mundo del trabajo”, Mathías Cosentino, Nurit Stolovas y Fernando Tomasina realmente logran inquietar al lector. Los datos que proporcionan sobre los conductores son tan alarmantes como la falta de atención a la temática en nuestro país.

Por ejemplo, reseñan que “el puesto de trabajo de conductor de transporte terrestre es uno de los más inseguros del mercado laboral, asociado con múltiples consecuencias negativas sobre la salud”, entre las que están “elevados índices de obesidad, enfermedades cardíacas y metabólicas, trastornos musculoesqueléticos, mentales y del sueño”. Agregan que en estos trabajadores “se reporta una menor esperanza de vida” y que en Estados Unidos “mientras la esperanza de vida para los varones adultos es de 75,1 años, para los conductores del transporte terrestre es de entre 56 y 63 años”, con el dato de que “su tasa de mortalidad es 11 veces superior a la de los trabajadores en general”. Podrá pensarse que eso es en Estados Unidos pero aquí las cosas son mejores. Pues no.

Foto del artículo 'Uruguay sí innova: equipo es pionero en América del Sur al implementar la medicina circadiana en el Hospital de Clínicas'

“Según los datos del Monitor de Accidentes de Trabajo del Banco de Seguros del Estado, en Uruguay este grupo de trabajadores –el 13, según la clasificación del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social– fue el que registró la mayor cantidad de fallecidos en accidentes laborales por año (excepto en 2019), lo que representa en promedio un poco más del 24% del total de fallecidos en accidentes laborales entre 2017 y 2022”, señalan los autores. Sobre lo mal que estamos, vaya esta cita: “Si bien nuestro país ratificó el Convenio Internacional del Trabajo 153 sobre la duración del trabajo y los períodos de descanso en el transporte por carretera en 1989 a través de la Ley 16.039, hasta la fecha este convenio no ha sido reglamentado en Uruguay”.

Más allá de algunas omisiones inexplicables, también es cierto que la cronobiología ha avanzado notoriamente en las últimas décadas. “Mucho de este conocimiento es reciente. Sabemos desde hace 60 años cómo funcionan los relojes biológicos, pero las consecuencias de ir contra ellos, los efectos que los desajustes pueden provocar, en algunos casos los sabemos desde hace relativamente poco tiempo. El asunto es qué hacemos con lo que sabemos, cómo ese conocimiento se transfiere a la toma de decisiones, a las políticas públicas”, apunta Bettina.

Primeros en América del Sur

“Lo que venimos haciendo está muy en consonancia con lo que está pasando en el mundo, no es que estamos años atrás como a veces sucede”, señala Valentina Paz. “Con el libro que publicamos, que se suma a otro que salió en Brasil, somos los primeros en América Latina en poner el tema de la cronobiología traslacional sobre la mesa. Y a nivel de la traslación y del trabajo con la Unidad de Trastornos Respiratorios, también estamos entre quienes, a nivel mundial, están dando los primeros pasos”, agrega.

“Si bien la evidencia respecto de los relojes biológicos y demás es muy contundente, en todas partes todavía está costando llevarla a la sociedad y a las políticas públicas. En ese sentido, somos parte de un movimiento más internacional que se está haciendo para lograrlo”, enfatiza Valentina.

“Lo que dice Vale es relevante, porque los escollos que encontraron muchos de los referentes internacionales son los mismos que estamos teniendo acá. Las barreras a las que nos estamos enfrentando no son inesperadas, son las barreras propias de la implementación de algo nuevo. Y eso, cuando implica cambios, por ejemplo, en los protocolos de salud o en los horarios de las guardias, es una movida importante y lo primero que genera es resistencia”, señala Bettina.

Tomemos un ejemplo sencillo que figura en el libro. Se sabe que el sueño es importante, pero cuando las personas están internadas es frecuente que se las despierte por la noche para recibir medicamentos o por las rondas de enfermería y demás. Interrumpir el sueño de las personas todas las noches va en contra de lo que recomienda la higiene del sueño, y eso incluso puede incidir en la propia recuperación de los pacientes. “Lo importante es que el personal de salud lo sepa y tome una decisión informada”, comenta Valentina.

Al leer el libro queda claro que encima esa enfermera o enfermero que despierta al paciente a las 3.00 también tiene todos sus relojes desajustados: como trabajadores que se desempeñan en horarios no convencionales, también tienen mucho para beneficiarse de todo esto.

“Esa es una de las grandes paradojas: el personal de salud, que de alguna manera tiene que cuidar y tener estos temas en cuenta, es el que tiene sus propios relojes más desalineados, justamente por el trabajo en turnos, en guardias dobles, todo lo que les genera una distorsión en su salud circadiana. Esto muestra que es muy difícil considerar estos elementos como parte de la salud cuando no los estás teniendo en cuenta o no se están respetando en tu propia vida”, reflexiona Bettina.

Uruguay como laboratorio

“Nosotras vemos ventajas o posibilidades de nuestro país para hacer este tipo de implementaciones. Si bien no seríamos los primeros, sí es cierto que el tamaño de Uruguay, la accesibilidad que tenemos a las autoridades que están en la toma de decisiones, esa posibilidad de manejar sistemas que no son tan enormes como puede ser el caso de Brasil o de Argentina, es una ventaja relativa que muchas veces Uruguay ha aprovechado. Hemos sido pioneros en la instrumentación de terapias, de abordajes médicos, de cosas educativas y demás porque, justamente, ¿qué otro país le puede dar una computadora a cada niño o niña? En esto también tenemos puestas nuestras esperanzas”, lanza Ana.

En los últimos tiempos se ha hablado reiteradamente de nuestro país como un gran laboratorio. La palabra innovación está de moda. Incluso se habla con énfasis de la necesidad de “valorizar” el conocimiento (en realidad, el conocimiento tiene valor de por sí, lo que buscan quienes hablan de valorizarlo es que justamente recorra este camino traslacional o de transferencia y tenga un impacto en áreas económicas, sociales, ambientales, etcétera). Pues bien, si el programa Uruguay Innova busca un buen ejemplo de cómo la ciencia empuja soluciones novedosas con impacto en el bienestar de la población, los pasos dados por este grupo interdisciplinario para incorporar la dimensión circadiana del tiempo a la salud es ideal. Con el plan piloto implementado en el Hospital de Clínicas estamos a la vanguardia mundial de la cronobiología traslacional y somos parte de la avanzada que busca incorporar la salud circadiana a un sistema de atención de salud.

Se trata de una gran innovación para el sistema de salud y es un hermoso ejemplo que demuestra cómo la ciencia más básica, que en este caso comenzó hace 11 años determinando el cronotipo de estudiantes que iban a la Antártida, puede tener luego un impacto gigante y aplicado. En ciencia, 11 años es un pestañeo.

Ni en Argentina, ni en Brasil, ni en Chile están tan avanzados en este camino que lleva de la investigación básica en cronobiología a su aplicación en la clínica. Y que además –vale la pena resaltarlo– no busca una aplicación clínica centrada en el negocio médico, sino en el bienestar del paciente, porque el objetivo es aquí incorporar cronobiología a las políticas de salud pública. No hay aquí una clínica privada de cronoterapia ni una patente para kit de diagnóstico de cronotipos, sino el deseo de impactar en la población a través del sistema de salud.

“En la región hay comunidades de cronobiólogos mucho más grandes que las nuestras, y con mucha más trayectoria. Pero de alguna manera se han enfrentado a mayores barreras a la hora de implementar este camino traslacional”, señala Ana. “El conocimiento generado en Brasil sobre los turnos de trabajo y el impacto cronobiológico es pionero en el mundo, como lo son también la toma de datos y el procesamiento de actimetría en distintas franjas etarias. Tanto en Brasil como en Argentina hay un enorme trabajo en las poblaciones sin acceso a la luz eléctrica. O sea, hay conocimiento generado en la región, muy contundente, que tiene más larga data que el nuestro. Pero, otra vez, creo que Uruguay es ese laboratorio donde la traslación es más factible”, agrega. “Aquí como que las ventanas de oportunidad se abren más fácilmente”, coincide Bettina.

Ya en otros trabajos Ana, Bettina y su equipo han aprovechado singularidades de nuestro país, como por ejemplo que el liceo se desarrolle en tres turnos. En países de Europa o América del Norte, en sociedades con más recursos, los cursos se dictan en un único horario (aquí no hay edificios educativos suficientes, por lo que hay que recurrir a varios turnos). Ahora se aprovechan de otra singularidad: el peso que tiene la Universidad de la República. En países como Brasil, los descubrimientos realizados en una universidad de determinado estado pueden estar muy lejanos de un hospital de referencia para todo el sistema de salud. Aquí la separación entre la Facultad de Ciencias, o la de Psicología, o cualquiera, y el Hospital de Clínicas es mucho más pequeña.

“Sin dudas, eso es una ventaja y hace que el Hospital de Clínicas sea un lugar muy natural para que se instale esta implementación de una unidad de salud circadiana. Porque el Hospital de Clínicas es innovador en muchos aspectos, su pata académica de alguna manera marca que no le asuste la innovación, el incorporar conocimiento nuevo”, sostiene Bettina.

¿La medicina circadiana como una especialidad o como una herramienta transversal a distintas especialidades médicas?

En el libro participé en un capítulo en el que entrevistamos a tres líderes mundiales que vienen avanzando en la implementación de la medicina circadiana: Elizabeth Klerman, de la División de Trastornos del Sueño y Circadianos del Hospital Brigham and Women’s y del Departamento de Medicina del Sueño de la Facultad de Medicina de Harvard, Estados Unidos; Achim Kramer, de la División de Cronobiología del Hospital Universitario Charité de Berlín, Alemania; y Phyllis Zee, de la División de Medicina del Sueño del Departamento de Neurología y del Centro de Medicina Circadiana y del Sueño de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern de Chicago, Estados Unidos. Allí les preguntaba qué se imaginaban, si la medicina circadiana iba a ser una disciplina médica de por sí o, en cambio, veían que iba a ser algo que atravesara horizontalmente a la salud, con incidencia en múltiples áreas.

Ya que este año Ana Silva, Bettina Tassino y Valentina Paz han dado pasos gigantes, la pregunta se las hago a ellas, porque ya están también en la vanguardia de hacer realidad la medicina circadiana. Si el Núcleo Interdisciplinario buscara dar recomendaciones para la política pública, ¿cómo debería insertarse la medicina circadiana en nuestro sistema de salud?

“No veo, como uno de los primeros pasos, que sea indispensable que se genere una especialización médica en este tema. Me parece que este enfoque multidisciplinario que estamos haciendo es más rico y muestra que podés llegar a preocuparte y a instrumentar pequeños pasos en la incorporación de la dimensión temporal a la clínica proviniendo de distintas disciplinas”, reflexiona Ana. “Me parece que no es el momento en que haya que estipular que para ser un médico que trabaje en salud circadiana haya que ser primero neurólogo, después tal especialidad y luego medicina circadiana, como es frecuente, y es razonable, para ser, por ejemplo, neurocirujano pediátrico. Digo todas esas palabras juntas y hay que ser neurólogo, pediatra y cirujano. Esto nos está desafiando a un abordaje un poco diferente”, apunta.

“Creo que además esto tiene que ir acompañado de instancias formativas. Este es el segundo año que hicimos el curso de Posgrado en Salud Circadiana, al que llegan estudiantes de posgrado muy diversos, desde Odontología, Ciencias Cognitivas, Educación Física o Neonatología. Creo que hay que sostener esa apertura de la formación a distintos posgrados porque también es la forma de que estos temas se vayan incorporando a la formación de los profesionales en distintos ámbitos”, agrega Bettina.

“Hay un trabajo, que el núcleo lo tiene también como uno de sus objetivos, que es la formación: que esta plataforma de discusión de ponernos de acuerdo en protocolos e implementaciones vaya de la mano también de formación de nuevas generaciones, ya que estos temas en muy distintas formaciones no están presentes. No digo que haya que armar un diploma en salud circadiana, pero quizás sí insistir en estas formaciones, en las que converja gente que viene de muy distintas formaciones originales”, avizora.

Libro: Cronobiología traslacional y salud circadiana: de la investigación básica a la práctica clínica
Editoras: Valentina Paz, Ana Silva y Bettina Tassino.
Autores: Valentina Paz, Ana Silva, Bettina Tassino, Andrés Olivera, Juan Carlos Fabra, Mariana Marchesano, Natalia Coirolo, Adrián Aicardo, Florencia Sánchez, Marina Moirano, Pablo Torterolo, Alicia Costa, Andrea Devera, Valentina Silveira, Fernanda Blasina, Dimara Curbelo, Ignacio Estevan, Guadalupe Rodríguez, Antonella Arrieta, Mayda Rivas, Luciana Benedetto, Victoria Garfield, Ana Musetti, Mariana Ksiazenicki, Mathías Cosentino, Nurit Stolovas, Fernando Tomasina, Manuel Ibarra, Natalia Guevara, Cecilia Maldonado, Leo Lagos y Cecilia Rossel.
Editorial: Ediciones Universitarias - Unidad de Comunicación de la Universidad de la República (2025).