Después de aproximadamente 10.000 años de relación cercana y casi 80 años de convivencia íntima (gracias a la invención de las piedritas sanitarias), nos gusta creer que entendemos a los gatos. Esa sensación de falsa seguridad se ha intensificado desde que internet se masificó y convirtió a los gatos en estrellas de videos, tutoriales y, últimamente, dudosas apps que prometen traducirnos fielmente los maullidos de nuestros peludos compañeros de hogar.

Sin embargo, expertos en comportamiento felino han mostrado más de una vez la frecuencia con la que los gatos son malinterpretados por los humanos, incluso por aquellos que llevan décadas viviendo con ellos.

Un estudio reciente, publicado por la revista científica Applied Animal Behaviour Science, mostró que un tercio de los dueños de gatos no logran identificar correctamente las señales de descontento en sus mascotas. Un error común es la malinterpretación del ronroneo, que en los gatos también puede ser un síntoma de estrés, no sólo de confort, y que debe ser analizado en el contexto de otras señales corporales.

Abundan otros ejemplos. Están también aquellas personas que aseguran que sus gatos se llevan muy bien simplemente porque no se pelean, pero ignoran un montón de señales comportamentales que apuntan a lo contrario.

Sin embargo, errónea o no, la percepción que tienen las personas sobre los gatos con los que conviven es importantísima. De ella depende a menudo lo que ocurra con el animal, con consecuencias que pueden afectar la salud pública, como la emergencia de zoonosis u otras enfermedades infecciosas. Un gato que araña o muerde porque sus cuidadores no lo entienden bien ni toman medidas preventivas puede convertirse en un problema sanitario.

Esa percepción, además, suele estar muy influida por la cultura en la que viven las personas y otros factores que ni siquiera se perciben conscientemente.

Investigaciones hechas en otros países han mostrado que los gatos negros tienen una mayor probabilidad que otros de ser abandonados o eutanasiados, y que son los que cuentan con menos chances de ser adoptados en los refugios. Sabemos que en Uruguay eso no es así, por suerte, aunque queda abierto a la especulación si fue el temprano proceso de secularización del país el que tuvo que ver con nuestra resistencia a dejarnos llevar por supersticiones, o si los motivos son otros.

¿Cómo sabemos este dato sobre los gatos negros en Uruguay? Gracias a los trabajos que vienen publicando en los últimos tiempos algunos integrantes de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República. De allí surgió la primera caracterización de gatos domésticos del país y también el primer estudio epidemiológico de mordeduras de gatos en Uruguay.

Ahora, el equipo apuntó sus baterías a los problemas de comportamiento de los gatos en Uruguay, o más específicamente a la percepción que sobre ellos tienen sus dueños y su vinculación con algunas características demográficas de los animales.

Sobre eso trata un artículo recientemente publicado en Applied Animal Behaviour Science (la misma revista en la que salió el artículo mencionado sobre malinterpretación de señales), que lleva la firma de Florencia Barrios y Gonzalo Suárez, del Departamento de Clínicas y Hospital Veterinario de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República, Monique Udell, de la Universidad Estatal de Oregon, Estados Unidos, y Juan Pablo Damián, del Departamento de Biociencias Veterinarias y del Núcleo de Bienestar Animal de la Facultad de Veterinaria.

Problemas tenemos todos

Algo que los trabajos del equipo dejaron en claro es que en Uruguay los gatos ejercen una auténtica fascinación en los humanos que los tienen. Para su primer artículo, en el que delinearon el primer perfil de gatos en Uruguay, realizaron una encuesta con el objetivo de recabar información de por lo menos 300 felinos, una muestra estadísticamente representativa de la población del país. Terminaron procesando datos válidos de 2.561 gatos. Y pudieron ser muchos más, porque a la gente le encanta hablar de sus gatos y compartir sus fotos.

Para este nuevo trabajo usaron como materia prima la misma información obtenida en esa encuesta masiva, pero haciendo hincapié en datos que aún no habían analizado y enfocándose en objetivos muy distintos. Ambos artículos surgen de la tesis de grado de Florencia Barrios y la tienen como primera autora, algo que enorgullece especialmente a su tutor, Juan Pablo Damián, porque muestra “la importancia de que los estudiantes tengan el espacio y la oportunidad para desarrollar su vocación”.

Esta fue también una “primera vez”. Hasta ahora no se había hecho, ni en Uruguay ni en el resto de Sudamérica, ningún trabajo a nivel nacional sobre problemas de comportamiento de los gatos desde la perspectiva de sus tutores.

Tal cual indica el propio artículo, “el propósito del estudio fue determinar la frecuencia de gatos que presentan problemas de conducta de acuerdo a sus cuidadores, identificar los principales problemas reportados y establecer si hay alguna asociación con factores demográficos”.

“Acá no hay un diagnóstico de un veterinario etólogo sobre los problemas, pero la percepción del tutor tiene mucha importancia, porque es el que convive día a día con ese comportamiento problemático del gato”, cuenta Florencia. “Que un gato destruya un sillón porque no tiene un rascador es un comportamiento problemático para el cuidador, que tiene que gastar miles de pesos en un sofá nuevo, pero no para el gato. Y el tutor es quien, en el peor de los casos, abandona a ese gato porque no puede más con él o, como pasa en otros lados, lo eutanasia”, agrega.

Del amplio cuestionario que realizaron, entonces, se centraron en factores demográficos y en comportamientos conflictivos reportados. En el primer caso, tuvieron en cuenta la edad, el sexo, el color del pelo, si el gato está castrado o no, la raza y el estilo de vida (si sale al exterior o no).

Foto del artículo 'Agresividad y dificultades de convivencia, las dos conductas problemáticas más reportadas en gatos en Uruguay'

Foto: Martín Otheguy

En el segundo, consultaron a las dueñas y dueños de las mascotas si percibían uno o más comportamientos problemáticos y, en caso de ser así, si los consideraban leves, moderados o graves.

Dentro de las opciones a elegir se encontraban: agresividad, problemas de coexistencia con humanos u otros animales, timidez/miedo, marcaje de orina en lugares indebidos, tirar o romper cosas, pérdida de interés o rechazo del contacto humano, vocalización excesiva, vocalización repetitiva, intentos de escape.

¿Qué indicaron los resultados? Que de acuerdo a la percepción de quienes tienen gatos hay un primer gran problema que parece común a las mascotas en Uruguay.

El club de la pelea

33% de los uruguayos reportó al menos un comportamiento problemático en sus gatos. Esto ubica a nuestro país en una posición intermedia entre aquellos países que han reportado menos problemas en estudios similares (como Suecia, con solo 20%) y los que tienen cifras significativamente más altas, como Dinamarca con 50%, y Japón con 75%. La explicación, una vez más, podría tener que ver con las diferencias culturales.

“Nosotros creemos que los problemas están subvalorados en Uruguay. Es posible que en Japón, un país con una cultura muy distinta, haya una mayor preocupación por los riesgos que podrían implicar los rasguños y mordeduras de gatos”, cuenta Juan Pablo.

“O puede que las personas de Japón sean mucho más cuidadosas con sus muebles, por cultura o porque les resultan muy caros, y entonces vean como un problema más importante que los gatos arañen el sillón. Hay un montón de cuestiones culturales que entran a jugar”, agrega Florencia.

Dentro de ese 33% de dueños de gatos que reportan comportamientos problemáticos, 80% los considera leves, 18% moderados y tan sólo 2% graves. El asunto se vuelve más interesante cuando se analiza cuáles son esas conductas.

En Uruguay, el comportamiento problemático más reportado en gatos es la agresividad (29,1%) y el segundo la convivencia con otros animales o humanos (18,7%). Bastante más atrás quedaron la timidez/miedo (11,3%) y el marcaje con orina en la casa (8%).

El porcentaje de agresividad reportado es relativamente alto, en comparación con otros países, y es también el factor más problemático entre los perros en Uruguay, según un estudio similar. Es decir, o bien las mascotas uruguayas son más agresivas de lo que es usual en otros lados, o por algún motivo nosotros tenemos esa percepción.

“Es una cifra muy alta la de la agresividad, que en el gato, por un tema de su biología, está muy vinculada al miedo”, asegura Florencia.

Para Juan Pablo, este es un problema importante porque uno de los motivos más frecuentes de consulta veterinaria es justamente la agresividad. “Además de todos los aspectos vinculados a la salud de las personas, implica un problema de bienestar para los animales porque es uno de los factores que generan que terminen siendo abandonados”, asegura.

En el caso de los gatos, Florencia sospecha que los altos niveles de agresividad reportados pueden tener algo que ver con la falta de enriquecimiento ambiental en los hogares, algo que explorarán con más profundidad en futuros trabajos. “Por ejemplo, en Uruguay ocurre que la mayoría de las personas no tiene la cantidad de areneros necesarios en los hogares. A veces nos encontramos con que tienen uno solo donde hay cinco animales, cuando la recomendación es que haya al menos un arenero más que la cantidad de gatos. Y los tamaños tampoco son adecuados”, dice.

“Es necesario un conocimiento más profundo del comportamiento agresivo, así como de diagnósticos, tratamientos y prevención adecuados, para poder asistir mejor a los cuidadores que reportan este problema”, señala el artículo.

El número excesivo de gatos en hogares sin condiciones adecuadas parece tener que ver también con el segundo comportamiento problemático más reportado en Uruguay, que no es tan común en otros países.

Orinar fuera del recipiente

La coexistencia con otros animales o con humanos figura mucho más arriba que el marcaje con orina dentro de los comportamientos problemáticos, a diferencia de lo que sucede en países como España y Dinamarca.

Esta frecuencia alta de reportes de problemas de convivencia en Uruguay llamó especialmente la atención de los investigadores. “El posible causante de esto es la cantidad de gatos que viven en un mismo ambiente en Uruguay. En países del primer mundo generalmente la gente tiene un solo gato en su hogar, o tiene más de uno en casas grandes, donde las mascotas no compiten por los espacios y recursos. Acá vemos que conviven muchos en un solo sitio, y en esos casos es normal que se reporten problemas de coexistencia”, asegura Florencia.

Florencia Barrios y Pablo Damián.

Florencia Barrios y Pablo Damián.

Foto: Ernesto Ryan

Parte del problema, según los autores del trabajo, es la creencia arraigada de que el gato estará mejor si tiene compañía para jugar. “Una cosa es que se hayan criado juntos o sean de la misma camada, pero el gato no es un animal social. En la mayoría de los casos no va a estar mejor si le traen otro gato. Si el tutor supiera que para presentar un gato a otro gato hay que cumplir un proceso que puede durar meses, lo pensaría dos veces. Lo de conseguir un amiguito al gato para hacerle compañía es un mito y un problemón”, agrega Florencia.

Al equipo le queda por entender mejor por qué eso se da más aquí que en otros lados y si, por ejemplo, es posible mejorarlo en el futuro dando pautas más claras a personas y organizaciones a la hora de planificar las adopciones.

El marcaje con orina es una conducta típica de gatos no castrados. Que Uruguay tenga un porcentaje tan alto de felinos castrados, como mostró el perfil demográfico hecho por los mismos autores, podría explicar que este no sea un comportamiento reportado con tanta frecuencia aquí. Puede incidir también otro dato local, que es la alta cantidad de gatos con acceso al exterior que hay en Uruguay. Es posible que muchos orinen fuera del arenero, pero lo hagan en lugares que no son conflictivos para sus tutores.

Otros problemas que pueden influir en que un gato orine donde no debe (desde la perspectiva humana) son la salud y la edad, lo que nos lleva a otro de los puntos investigados: ¿hay más problemas reportados en gatos de un determinado color raza, edad, sexo o estilo de vida?

Nos vamos volviendo viejos

El estudio no halló asociación entre el reporte de conductas conflictivas y casi ninguno de estos aspectos demográficos. Sólo hubo incidencia estadística significativa en una categoría: la edad. Los gatos maduros, con una edad de entre siete y diez años, presentaron un porcentaje mayor de problemas de comportamiento reportados que el resto, aunque hay que aclarar que el trabajo no entra en detalle sobre cada una de las conductas, algo que en el futuro podría aportar mejor información.

De nuevo, eso no significa que los gatos de esa edad generen más problemas que el resto, sino que hay un porcentaje significativo de quienes tienen gatos que lo ven de ese modo. “Si ves un niño muy activo, que de vez en cuando rompe algo, no pensás que tiene un problema, porque es natural que eso ocurra a esa edad. Si tenés un abuelo de 90 años que a veces se pierde u olvida algo, tampoco te va a resultar raro. Lo que quizá pasa con estos gatos es que están en una edad en la que sus cuidadores no esperan problemas de comportamiento, porque no son ni cachorros ni muy viejos, y eso puede incidir en su percepción, aunque no sean más problemáticos”, explica Florencia.

“Tiene mucho sentido que sea entre los siete y diez años que se reporten más problemas, pero esto es algo multifactorial. A esa edad los gatos ya tienen una personalidad definida, en la que pueden tener menos tolerancia para convivir con otros animales, por ejemplo”, agrega.

Hay muchos otros factores que pueden estar influyendo en que se reporten conductas problemáticas. ¿Son gatos que están solos en la casa la mayor parte del tiempo? ¿Tienen rascadores? ¿Qué comen y cuántas veces? Como los gatos, los autores tendrán ahora que desenrollar el prometedor ovillo de lana que dejó este trabajo para empezar a hilar más fino.

Su próxima investigación se centrará en temas de salud, que es justamente uno de los cometidos básicos del estudio veterinario. Si como efecto colateral brinda herramientas para que tu gato no rasguñe ni haga pis en el sofá que tanto te costó comprar, mucho mejor.

“Cuando un gato sufre algún problema de salud, se manifiesta generalmente en un rasgo de comportamiento. Entonces, a lo que apuntamos a futuro es evaluar la vinculación de ambos, lo que podría dar pistas sobre los elementos a los que debemos prestar atención y generar pautas de prevención”, dice Juan Pablo.

Al final, el objetivo es mejorar el bienestar de los gatos pero también nuestra relación con ellos, que ha cambiado mucho desde que empezamos a acercarnos en el Creciente Fértil de Oriente Próximo. Ya no los queremos como simples controladores de plagas. Les damos cariño, los consentimos, les abrimos las puertas de nuestros hogares y a veces también nuestras sábanas. Como en toda convivencia, es imposible que funcione si no hacemos un esfuerzo por entender al otro o ponernos en su lugar.

Artículo: Behavioral problems of Uruguayan domestic cats according to the report of their caretakers and their association with demographic characteristics
Publicación: Applied Animal Behaviour Science (enero de 2025)
Autores: Florencia Barrios, Gonzalo Suárez, Monique Udell y Juan Pablo Damián.