El 2 de febrero, fecha en que se conmemoró el Día Mundial de los Humedales, un grupo de integrantes del Club de Observadores de Aves de Punta del Este-Maldonado decidió celebrar esta efeméride de la mejor forma posible: recorriendo el arroyo Maldonado en busca de aves típicas de estos ecosistemas amenazados.
Cuando llegaron a la cañada del Portugués, casi al lado del puente de La Barra, se encontraron con un ave muy curiosa, un chorlito con un plumaje blanco que lo destacaba entre todos sus compañeros. La expedición de observadores celebró este avistamiento con mucha alegría, pero no porque se tratara de un registro inédito en aquel lugar, sino justamente porque lo estaban esperando.
Alejandra Pons y Gonzalo Millacet, guías de aquel paseo, sabían que andaba por la zona desde unos días antes, pero recibir su visita el 2 de febrero no pudo ser más apropiado. Nada mejor que un embajador de aspecto llamativo y con una gran historia detrás para despertar conciencia sobre los humedales, ecosistemas bajo amenaza que son fundamentales para gran cantidad de fauna y flora, y que además prestan servicios básicos a los seres humanos (como filtración de agua, suministro de alimentos y amortiguación de tormentas e inundaciones, entre muchos otros).
Pero la historia de esta ave llamativa, de plumaje parcialmente blanco, es bastante más vieja, aunque cuente con los mismos protagonistas. ¿Por qué Alejandra, Gonzalo y otros observadores esperaban con tanta ansiedad que apareciera por allí? Para responder esta pregunta hay que retroceder seis años y subirse a un kayak.
La prueba de la blancura
El 19 de diciembre de 2019, Alejandra y Gonzalo estaban recorriendo en kayak el arroyo Maldonado cerca del puente de La Barra cuando notaron en la orilla una manchita blanca y móvil que les llamó la atención. Gonzalo le pidió a Alejandra que sacara algunas fotos y luego se acercaron para ver de qué se trataba.
Cuando estuvieron cerca, se percataron de que era un chorlito palmado (Charadrius semipalmatus), un visitante estival que nace en el Ártico y hace una migración fantástica para llegar a nuestro país. Si bien es una especie poco común en Uruguay, lo que lo hacía único era su plumaje. Se trataba de un individuo con leucismo, una aberración cromática hereditaria que se caracteriza por la pérdida total o parcial de melanina, eumelanina y feomelanina, pigmentos que dan color a las plumas. En el leucismo, a diferencia del albinismo, la coloración de otras partes del cuerpo, como los ojos, no se ve afectada.
Su presencia no pasó inadvertida para los ojos siempre atentos de los observadores de aves en Uruguay. “Luego de eso, otras personas lo fueron registrando en otros momentos y nosotros también. Es un ave muy interesante porque justamente la podemos identificar sin que se le haya puesto un anillo o una banda o nada de eso. Eso la hace muy fácil de seguir”, cuentan Gonzalo y Alejandra desde Maldonado.
Lo que dicen tiene lógica. Marcar un ave requiere especialización, dinero y puede ser además un proceso estresante para el animal. Un ave identificable permite ahorrarse todo eso y aporta también información sobre sus paradas de migración, los tiempos que demora entre una y otra y los lugares en los que se alimenta, entre muchos otros datos relevantes para acciones de conservación.
Justamente, las características peculiares de este chorlito permitieron identificarlo también en sitios muy alejados de Uruguay. Agustina Medina, integrante de la ONG Aves Uruguay, reportó en 2021 que este chorlito con leucismo había sido registrado en las marismas de Cape May en Nueva Jersey (Estados Unidos), parada fundamental para su viaje de migración. Fue la misma Agustina quien lo bautizó con el nombre que conocemos hoy. En un póster que hizo para el VI Congreso Uruguayo de Zoología (2021) lo llamó Blanquito, aunque muchos le dicen Whitey, porque no es claro aún si es Blanquito o Blanquita (ventajas de la falta de género gramatical en el inglés).
Desde que Alejandra y Gonzalo lo avistaron por primera vez Blanquito se volvió una celebridad entre los observadores de aves y, como buena celebridad, ha decidido venir todos los veranos a Punta del Este.
“Yo lo espero siempre, ya estaba ansiosa porque no lo estaba viendo, y casualmente se dio el 2 de febrero; me quedo muy feliz porque sé que está vivo, que está bien y que está alimentándose”, dice Alejandra.
Gracias a su aspecto inconfundible, muchas personas lo han registrado en fotos en diversos puntos de Maldonado, pero hay algunos misterios que persisten sobre sus visitas. ¿Se detiene siempre en Nueva Jersey cuando viaja a Uruguay? ¿En qué otros puntos baja para alimentarse? ¿Desde cuándo está haciendo su tremenda migración desde el Ártico a Uruguay y viceversa? Para responder algunas de estas preguntas, Alejandra y Gonzalo colaboraron con el belga Thierry Rabau (los tres pertenecientes al Club de Observadores de Aves de Punta del Este-Maldonado), que escribió un artículo científico recientemente publicado en la revista Achará.
Chorlito napoleónico
El chorlito palmado tiene un gran sentido de la oportunidad y de las efemérides. Además de mostrarse frente a un montón de observadores en la fecha perfecta, el Día Mundial de los Humedales, en este 2025 puede presumir de estar cumpliendo 200 años de su registro para la ciencia.
El responsable de describirlo también es ilustre: Charles Lucien Bonaparte, sobrino del famoso emperador francés, que después de casarse con su prima en Bruselas se mudó a Estados Unidos para dedicarse a la ornitología (sus relaciones con sus primos eran bastante complicadas, porque más tarde se enfrentaría a las tropas napoleónicas de su primo Louis, conocido como Napoleón III, aunque eso ya es parte de otra historia).
En 1825 publicó un libro en el que describe por primera vez a esta ave, en el que señala que “el rasgo oculto que la distingue de su pariente cercano Charadrius hiaticula (el chorlitejo grande)” es la membrana que une parcialmente los dedos de sus patas (y que les da nombre). Según el sobrino de Napoleón, el chorlito palmado se caracteriza “por una vocalización aguda y bastante corta que se parece a thyk thyk”, aunque las onomatopeyas no parecen ser el área de especialización de Bonaparte.
El tamaño pequeño del chorlito palmado puede ser engañoso porque no da una idea cabal de sus capacidades, que le permiten realizar un viaje asombroso año tras año. Se reproduce en la tundra ártica, en Alaska y el norte de Canadá, pero a fines del verano boreal emprende un viaje lleno de peligros (que puede abarcar hasta 15.000 kilómetros) para alimentarse en las costas de Sudamérica y llegar incluso a Tierra del Fuego. En las costas uruguayas se lo ve generalmente en el período que va entre setiembre y marzo-abril.
“La migración les lleva aproximadamente dos meses. En este camino suelen enfrentar condiciones climáticas adversas y la amenaza de predadores como las rapaces, pero tienen un montón de paradas estratégicas para descansar y alimentarse que conocen de memoria, porque en estos viajes los adultos les enseñan a los jóvenes. Por ejemplo, la zona de Cape May donde se registró a Blanquito y la bahía de Delaware son fundamentales para estas aves”, cuenta Gonzalo.
Alejandra Pons y Gonzalo Millacet en el Arroyo Maldonado. Foto: Gentileza de Gonzalo Millacet y Alejandra Pons
La amenaza de las rapaces y del clima cambiante es sólo el comienzo de sus dificultades. Aunque el chorlito palmado no está considerado actualmente en peligro por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, tiene una tendencia poblacional a la baja. Durante el siglo XIX se lo cazó en forma irrestricta, y aunque desde entonces se ha recuperado hoy enfrenta otras amenazas menos directas pero bastante insidiosas. Por ejemplo, la destrucción y la reducción de su hábitat por el desarrollo humano, la contaminación del agua y la perturbación de las zonas de descanso y alimentación.
Cuando llega a Uruguay sus problemas no se acaban. “Tiene un montón de dificultades por la presencia de la gente y de perros, o de personas que van a extraer cangrejos al arroyo. Estos chorlitos enfrentan muchos disturbios que no los dejan descansar para luego continuar sus viajes”, dice Gonzalo.
Con el contexto de todos estos datos, Thierry decidió investigar un poco más sobre el viaje que Blanquito hace todos los años desde el otro extremo del mundo. Aprovechando las características únicas de su plumaje, compiló lo más exhaustivamente posible los registros documentados de este chorlito palmado específicamente en Uruguay y Nueva Jersey desde 2014 hasta junio de 2024, pero también en otros sitios de la costa este de Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica en el mismo período. Para eso recurrió a portales de ciencia ciudadana como eBird, Ecoregistros, iNaturalist, Wikiaves y Flickr. Los resultados arrojaron algunas sorpresas y dejaron nuevas preguntas por responder.
Eres mi amigo fiel
Pese a la búsqueda exhaustiva, no encontró ningún otro registro de Blanquito fuera de los dos sitios ya mencionados: los humedales del arroyo Maldonado y Stone Harbor en Cape May (Nueva Jersey).
Para Uruguay encontró 27 registros fotográficos durante cinco invernadas consecutivas (2019-2024) entre octubre y abril, a los que suma su reciente aparición en febrero de este año, posterior a la publicación del trabajo (por lo tanto, ya son seis los años seguidos en que nos visita). Blanquito muestra una extraordinaria fidelidad a Maldonado. Ha aparecido en la cañada del Portugués, en la rambla de los Vientos y en el mirador de aves del arroyo Maldonado, en un área aproximada de 100 hectáreas.
Para la zona de Nueva Jersey contabilizaron 21 registros, que van de 2020 a 2023. “Es notoria la regularidad de su parada migratoria posreproductiva en esas marismas desde 2020. Su presencia se registra según los años entre el 10 y 28 de agosto. Estas fechas coinciden con el pico de llegada de los migrantes en esta zona”, indica el trabajo. En su retorno de Sudamérica al Ártico fue registrado sólo una vez, el 23 de mayo de 2022.
Lo más llamativo es que Blanquito, pese a ser un ejemplar muy fácil de distinguir, no aparezca en otro lugar. “Si bien estos chorlitos acumulan comida, y cuando no pueden bajar por las tormentas prefieren seguir volando, no pueden ir directamente desde Nueva York a Punta del Este; tienen que parar en algún sitio. Hay que seguir buscando e informándose”, cuenta Gonzalo.
Nuevos registros de Blanquito podrían aportar pistas sobre su viaje y también sobre otros aspectos desconocidos. Por ejemplo, se calcula que nació al menos en 2018 o antes, pero no se sabe bien su edad. Tampoco el sexo. Por la postura en la que fue registrado en una foto de 2024, tomada por Gustavo Fernández Pin, en la que se lo ve agachado y en compañía de un macho adulto y dos inmaduros, podría tratarse de una hembra. Quizá nuevas imágenes confirmen o desmientan esta suposición.
Cabeza de chorlito
La pasión de la dedicada comunidad de observadores de aves de Uruguay sin dudas tiene que ver en la fama de Blanquito, que podría traer beneficios importantes para el ecosistema que frecuenta.
“Blanquito, con su fenotipo muy reconocible y fácilmente detectable, se está transformando en un atractivo actor para la comunidad de naturalistas que frecuentan tanto Stone Harbor como los humedales del arroyo Maldonado. Su fidelidad desde 2019 a estos dos sitios es notoria y muy llamativa. Gracias a los registros compartidos en los portales de ciencia ciudadana se pudo realizar un seguimiento de este notable embajador de los limícolas migrantes de larga distancia”, dice el artículo, que invita a “insistir de manera general sobre la importancia de la preservación de los sitios de parada y de invernada” para asegurar la sobrevivencia de estas y otras aves limícolas migrantes. Llega a tiempo, porque en estos momentos los humedales de Maldonado necesitan de un buen embajador.
*2TK, el vuelvepiedras que viene del Ártico todos los años. Foto: cortesía de Alejandra Pons y Gonzalo Millacet.
Este chorlito palmado leucístico no es el único blanco que ha llegado a la prensa debido a los humedales de Maldonado. El intendente de ese departamento, Enrique Antía, provocó una reciente polémica con vecinos, ambientalistas y observadores de aves por su decisión de rellenar con escombros los antiguos piletones de decantación de la zona (próximos a los humedales que suele visitar Blanquito) para hacer una pista de picadas.
El propio Gonzalo Millacet aseguró días atrás a la diaria que se trata de “un error enorme”. Advirtió sobre la posible contaminación que producirá en el área el relleno con desechos no degradables y agregó que el ruido de los motores, una vez que se construya la pista, espantará a muchas de las 266 especies de aves registradas en la zona.
“Ya se han destruido tanto esos humedales que lo que nos queda hay que cuidarlo. Cuando yo cuento esto a los extranjeros con los que trabajo haciendo observación de aves, no lo pueden creer. Acá estamos quedando mal parados como país, pero ellos (la intendencia), como no tienen argumentos, lo politizan. Y esto no tiene que ver con ningún partido, hace dos años que venimos teniendo reuniones con el alcalde por este tema”, dice Gonzalo.
¿Qué tendrá el Blanquito?
En este contexto, Blanquito puede ayudar por tratarse ya de un símbolo de la zona. “No es que tenga más valor que otro individuo, pero como emblema de los humedales sí. Igual que otras aves, como 2TK, son referentes que sirven para proteger los humedales (ver recuadro). En Canadá y Estados Unidos están haciendo estudios para conservar los humedales costeros y proteger a estas aves playeras, y si nosotros no cuidamos los humedales de acá, todos esos estudios van a ser en vano. Es un tema de ética también”, insiste Gonzalo.
Según Gonzalo y Alejandra, el chorlito palmado no es sólo un buen emblema de los humedales, sino también un indicador de su salud, ya que se alimenta allí de huevos de cangrejos, poliquetos y camaroncitos, entre otros ítems. “Tanto para esta como para otras especies necesitamos el agua de los humedales lo más limpia posible. No podemos contaminar más estos lugares porque los precisamos por el bien común de todos. De la fauna, la flora, de todos los organismos, pero también de nosotros”, dicen.
El entusiasmo de Gonzalo y Alejandra por saber más de Blanquito es tal que están planificando hacer lo mismo que él: volar y cambiar de hemisferio. Sus planes son ir a Nueva Jersey en agosto para ver si pueden encontrarlo cuando hace su parada allí, antes de viajar a Maldonado. Y quizá más al norte también, a Canadá, más cerca de donde se reproduce.
Para muchos, Blanquito puede parecer un visitante de lugares demasiado remotos como para convertirse en embajador de los humedales uruguayos, algo así como tener un inuit promocionando Punta del Este. Esa sería una mirada equivocada, porque el chorlito palmado pasa en nuestro país más de la mitad del año, mucho más que en su área reproductiva, y es con todo derecho una especie nativa.
Cuidar su hábitat aquí, que comparte con muchas otras especies de aves migrantes que tienen ciclos de vida igualmente extraordinarios, repercute en su conservación en el mundo entero. Pinta tu humedal y pintarás el mundo.
Otras visitas célebres
En 2012, Alejandra Pons registró por primera vez en Uruguay a un visitante que también se volvió una celebridad: 2TK, un vuelvepiedras (Arenaria interpres) reconocible por el anillo con la etiqueta 2TK que lleva en una de sus patas. Esta ave fue anillada en la bahía de Delaware (Estados Unidos) en mayo de 2012, poco antes de que Alejandra lo viera en Uruguay. Nidifica en Alaska y Canadá, pero su migración lo lleva todos los años a los roquedales de Punta del Este en verano, donde lo esperan siempre varios observadores de aves.
“Esa ave es increíble también. Ha venido todos los años, pero ahora que es adulto vemos que se mueve con un grupo de vuelvepiedras y que todos lo siguen a él; realmente es un guía de viaje de esa ruta migratoria. Es el que sabe, y los jóvenes lo siguen”, cuenta Gonzalo.
Ambos recuerdan también el caso de un ostrero negro (Haematopus ater) que solía aparecer en la península de Punta del Este entre 2012 y 2018, aproximadamente, y al que los observadores apodaron muy uruguayamente Cacho. Los ostreros se ven con bastante frecuencia en la costa atlántica uruguaya, pero los ostreros negros son visitantes mucho más raros. Se reproducen entre octubre y diciembre en las islas Malvinas y la Patagonia, y muy ocasionalmente llegan a Uruguay en invierno.
La última vez que vieron a Cacho fue en la isla Gorriti, con un ala rota y enredada en una tanza, un incidente que deja en claro los riesgos que representan para la fauna nativa los objetos abandonados por pescadores y visitantes.
Artículo: “Fidelidad de un chorlito palmado leucístico (Charadrius semipalmatus Bonaparte, 1825) a un sitio de invernada en Uruguay y un sitio de parada migratoria en Nueva Jersey (Estados Unidos) desde 2019”.
Publicación: Achará (diciembre de 2024).
Autores: Alejandra Pons, Gonzalo Millacet, Thierry Rabau.