El aire estaba un poco raro. Por un lado, se temía que algunos grupos que sostienen que la pandemia nunca tuvo lugar (habiendo en sus filas personas antivacunas, anticiencia y fervorosas defensoras de las más diversas conspiraciones por el dominio planetario) pudieran empañar algunos aspectos de la conmemoración “A los cinco años de la llegada del covid-19” a la que convocaban la Universidad de la República (Udelar), el Institut Pasteur de Montevideo (Ipmon) y el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE) en el Paraninfo de la Universidad. Por otro, sin relación con estos grupos pero enrareciendo también el clima, las amenazas de bomba en lugares educativos y de reunión obligaron a que este encuentro, pensado originalmente para el 13 de marzo, día en que se cumplían, según el calendario, los cinco años del primer caso de persona infectada por el virus SARS-CoV-2 y que tristemente falleciera un trabajador en el Comedor Universitario, tuviera que realizarse recién este martes 8 de abril. Pero había algo más que flotaba en el ambiente y que promovía el anudamiento de la garganta.
El evento fue conducido con calidez por la periodista Pilar Teijeiro y contaba con una mesa de oradores/homenajeados/testigos de primera línea que ya de por sí quitaba el aliento. Sentados allí en el Paraninfo con micrófono para hablar estaban el actual rector de la Udelar, Álvaro Mombrú (durante la pandemia estaba al frente de la Facultad de Química), el actual director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Rodrigo Arim (durante la pandemia estaba al frente de la Udelar), Cecilia Fernández (que estaba al frente del prorrectorado de Investigación de la Udelar), el director del Ipmon, Carlos Batthyány (tanto en la pandemia como ahora), el médico Daniel Salinas (en ese entonces, Ministro de Salud Pública), el investigador Rafael Radi (que asumió la coordinación, junto con Fernando Paganini y Henry Cohen, del Grupo Asesor Científico Honorario, GACH) y Gabriela Méndez, quien durante la pandemia era la jefa de Enfermería del CTI del Hospital de Clínicas. Pero eso no era todo: también habló la investigadora Pilar Moreno, quien junto con Gonzalo Moratorio, desde la Facultad de Ciencias (FCIEN) y el Ipmon, diseñó el kit de diagnóstico de covid-19 que nos permitió luego, apoyándose en la empresa ATGen y una financiación oportuna de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, hacer un seguimiento exitoso de los casos durante 2020.
La mayoría de los disertantes aludió a aquello que enrarecía el aire: es difícil reunirse para conmemorar un esfuerzo casi sin precedentes en la historia del país, que implicó el trabajo conjunto de academia, ciencia, salud, población y gobierno y que, según varios de los presentes, “reflejó el mejor Uruguay”, cuando unas 7.000 personas perdieron la vida. Claro que muchos de los protagonistas allí presentes, y otra gran cantidad de gente, contribuyeron a que la cifra no fuera más abultada. Pero allí, en el Paraninfo, más allá del aforo teórico de las 700 butacas, estaban también esas 7.000 uruguayas, uruguayos y extranjeros para los que la pandemia en nuestro territorio fue el final de sus caminos. Quedó claro a lo largo de la jornada que no había forma de celebrar el esfuerzo y la patriada de nuestra ciencia sin reconocer que para muchos no fue suficiente, o, como dijo Mombrú, primero orador de la jornada, “no fue a costo cero”.
De la incertidumbre al orgullo
Luego del rector de la Udelar tomó la palabra Moreno, quien hizo un breve repaso de cómo ella, junto con otros virólogos, como Moratorio y Juan Cristina, comenzó a alarmarse por el avance de la pandemia antes de que llegara a nuestro país y de la necesidad de que, cuando eso sucediera, pudiéramos contar con kits que permitieran diagnosticar los casos positivos para luego proceder al aislamiento de los casos y así frenar los contagios. Como dijo Pilar, nuestro país, al que la covid-19 llegó recién en marzo de 2020, contaba con cierta ventaja: “Vimos en lo que sucedía en otros países nuestro futuro”.
Rafael Radi y Daniel Salinas.
Foto: Gianni Schiaffarino
La historia del desarrollo de los kits de diagnóstico de desarrollo y fabricación nacional ya es conocida y fue abordada en estas páginas con anterioridad, por eso tal vez sea mejor para reportar lo sucedido en este evento la confesión de Pilar de que hace cinco años la palabra que se imponía en su cabeza era “incertidumbre”. Tras contar todo lo que fue sucediendo, Pilar miró para atrás y tras resaltar que 40% de las personas diagnosticadas en el país usó el test desarrollado y producido por la FCIEN, el Ipmon y ATGen, señaló que ahora la palabra que se le venía en mente era “orgullo”, no por su trabajo personal, sino por la respuesta del sistema científico, de los y las jóvenes que sacrificaron sus carreras académicas y se pusieron a la orden para trabajar en el desarrollo, la implementación y la trasferencia de los kits, y también por la mirada y el accionar en conjunto de varias instituciones públicas y privadas.
Luego de la exposición de Moreno, los demás integrantes de la mesa fueron enriqueciendo el relato con testimonios de diversos aspectos, desde detalles pocos conocidos –cómo el ministro Salinas decidió formar un pre GACH a instancias de que su hermano, investigador del Ipmon, ya en febrero de 2020, antes de que asumiera en su cartera, lo alertó del problema y le coordinó una reunión con los virólogos de FCIEN; los fragmentos leídos por Radi de la carta que el entonces presidente Luis Lacalle Pou le envió a Arim y la respuesta dada por el rector, que puso a disposición la Udelar para todo aquello que permitiera auxiliar al país– hasta el recuerdo de Otto Pritsch, fabuloso investigador y pieza clave de la respuesta dada ante la pandemia que falleciera en 2022.
Las lecciones aprendidas, y las otras
Tras la invitación a reflexionar brevemente sobre las lecciones aprendidas y qué nos dejó la pandemia, Arim señaló que también hubo “lecciones no aprendidas”. “Teníamos la ilusión, en el buen sentido, quizás siendo un pocos ingenuos, de que en buena medida el conocimiento pasara a ser un elemento clave debido a la presencia pública que tuvimos”, sostuvo. “Es buena cosa que los actores, integrados al conocimiento, ocupen un lugar destacado en la palestra del intercambio público. No ha sido el caso luego de la pandemia. Quizás es parte de volver a la normalidad, pero quizás también es parte de lo que tenemos para pensar”, sostuvo.
Luego fue el turno de Batthyány, quien dejó una de las reflexiones más importantes de la jornada. “Como este es un encuentro académico y conmemorativo, no me gustaría cerrar sin hacer una especie de mea culpa, también de pedido de perdón”, comenzó. “Me retiré de las redes, particularmente la nefasta red Twitter, el 16 de enero del 21, cuando la desazón y el desánimo me habían invadido”, confesó. Y entonces explicó qué era lo que le había provocado tal estado. “Entendía que tanto académicos como responsables de la generación de datos nos habíamos equivocado. En enero de 2021, yo y muchos entendíamos que los científicos, los académicos, los médicos deberíamos haber hablado más fuerte, deberíamos haber tenido una voz más firme para con la población, pidiéndole a la población, más allá de las razones políticas del momento, que ahí sí realmente era el momento de quedarse en casa”, afirmó. En enero de 2021, tras un 2020 bastante benévolo en comparación con lo sucedido en otros países, el país estaba más concentrado en prender motores y mover la economía. Volver al encierro del “quedate en casa” de 2020 iba en contra de los planes del gobierno.
Foto: Gianni Schiaffarino
“Nosotros en el Instituto, en esa época, estábamos haciendo alrededor de 5.000 test por día y teníamos un 30% de positivos. La información de los hospitales públicos nos daba también un 30% de casos positivos”, dijo entonces Batthyány. “Realmente, a mí me gustaría pedir disculpas. Obviamente, con el diario del lunes es todo muy fácil, pero yo creo que, en ese momento, la academia se debería haber parado más firme a pedir a la población que se quedara en casa”, cerró su comentario Batthyány. Luego hubo otra oportunidad perdida cuando en marzo se instó a “blindar abril”. Abril no se blindó y el país tuvo el triste récord de las tasas de muerte más altas en aquel entonces.
“Creo que la lección aprendida más importante es que no podemos prescindir del conocimiento”, destacó, a su vez, el exministro Salinas. “No podemos prescindir de la ciencia, no podemos prescindir de la investigación básica. Si queremos ser un país con un futuro, tenemos que tener más inversión en investigación, en ciencia, en educación terciaria”, destacó.
La tanda de reflexiones la cerró Radi. “Un asunto que me preocupa en particular, y sobre el que creo que la Universidad tiene que insistir mucho, es el concepto de la construcción de la confianza en el conocimiento. El valor de la confianza para una sociedad es muy importante, y esa era una de las palabras que más nos impactaban en pandemia. Las personas planteaban que tenían confianza en las instituciones, que tenían confianza en el proceso que se estaba llevando adelante, que tenían confianza en el Ministerio de Salud, confianza en la Universidad”, señaló. “La confianza, como valor de la sociedad, se construye desde las instituciones, desde cada uno de nosotros”, sostuvo, y, apuntando al “ethos de la ciencia”, afirmó que en eso “Uruguay está posicionado en un lugar muy bueno, por eso funcionó muy bien la red. Esta red funcionó también porque nuestros mayores, entre otros, la constitución del Pedeciba [Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas], con el gran Caldeyro Barcia, Clemente Estable y todo lo que siguió, fueron construyendo un sistema de confianza en el conocimiento. Pero eso no está dado, no está asegurado”, mantuvo Radi, que entonces invitó a trabajar mucho sobre esa construcción de confianza en el conocimiento.