Si en toda guerra la primera baja es la verdad, en toda invasión biológica es fundamental distinguir bien entre mitos y verdades, intereses y certezas, información y ruido. Y más aún ante aquello que aún no se sabe, como pasó en los primeros estadios de la covid-19, es necesario aplicar como regla el principio de precaución.
El pasado 26 de mayo la ONG Conservación de Especies Nativas del Uruguay (Coendú) emitió un comunicado titulado “Puntualizaciones y sugerencias sobre la incidencia y posibles implicancias de la infestación de picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus) en Uruguay”. Allí, además de dar información sobre el insecto considerado exótico invasor en varios países, afirman que “el picudo rojo en Uruguay hace varios años ya que ha sido detectado, siempre sobre Phoenix canariensis, siendo que no hubo susceptibilidad de otras especies para todos estos años”. Como se dijo en otras notas anteriores de esta sección, la palmera canaria Phoenix canariensis es una planta exótica introducida con fines ornamentales y paisajísticos a nuestro país, que adquirió luego valores culturales y sociales.
Sin embargo, luego el comunicado de Coendú hace una afirmación más osada que contrasta con el “siempre” utilizado para decir que atacaba sólo a la palmera canaria: “Hoy día existen algunos registros aislados para Butia odorata en el ornato público y videos de dudosa transparencia (realizados siempre por una misma empresa de fumigaciones, suponemos respondiendo a sus propios intereses comerciales) para Syagrus”, en referencia a la palmera nativa pindó (Syagrus romanzoffiana). También agrega que “algún particular” ha subido fotos y videos. El problema de la palabra “siempre”, como en videos “realizados siempre por una misma empresa de fumigaciones, suponemos respondiendo a sus propios intereses comerciales”, es que es un juicio universal afirmativo: alcanza un solo ejemplo contrario para hacer caer al “siempre”.
El picudo rojo y el ataque a las palmeras nativas
Las pruebas de que el picudo puede afectar a palmeras nativas son varias. En el parque Baroffio, en el barrio montevideano de Malvín, se han registrado casos de palmeras afectadas por el picudo rojo de la especie Butia odorata, la misma que forma los palmares de Rocha. Varias de ellas pueden verse en un video cedido por José Berná.
Video gentileza José Berná.
Hay fotografías en la que en un tronco de Butia odorata pueden verse las galerías dejadas por el picudo.
Tronco de Butia odorata frente a la ACJ Carrasco en el que pueden verse las galerías dejadas por el picudo. Foto: gentileza de José Berná
También son de la especie Butia odorata las dos palmeras que se encuentran en camino Carrasco, cerca de un almacén rural, y que lucen afectadas por el picudo rojo.
Butia odorata en Camino Carrasco. Foto: gentileza José Berná
En el predio de la propia Facultad de Agronomía de la Universidad de la República se ha fotografiado una palmera de la especie Butia yatay, la especie que conforma los palmares de Río Negro y Paysandú, afectada por el picudo rojo según hipotetizaron varios académicos de esa institución.
Ninguna de estas fotos llegó a la redacción de la diaria remitida por una empresa fumigadora. De hecho, quien nos las ha hecho llegar dio a conocer en estas páginas una forma de combatir al picudo rojo que le hace un puenteo a los intereses de las empresas que están lucrando con el tema. Pero hay más pruebas que tampoco vienen de empresas interesadas.
Desde el equipo técnico del Jardín Botánico se confirmó a la diaria que tienen “el registro de por lo menos tres ejemplares de Butia odorata afectados con síntomas característicos del ataque de picudo rojo”. Las fuentes aclararon que “si bien en el parque se confirmó la presencia de dicho insecto y se comprobó el ataque a otras especies de palmeras exóticas (Phoenix canariensis, Phoenix reclinata y Washingtonia spp.), no se puede determinar con 100% de exactitud que la causa sea el picudo rojo”, aunque “todo indica que es así”. En el Botánico están trabajando en “identificar la causa de la afectación de estos ejemplares de Butia odorata, ya sea detectando la presencia de insectos adultos (ahora con el comienzo de los días fríos es más complicado, ya que disminuyen su actividad) o determinando la presencia de larvas dentro de los ejemplares una vez que son retirados”.
En ciencia hay que ser cauto. A veces una foto no basta. Pero aquí hay más que fotos y observaciones de personas con el ojo experimentado. Entra en escena Martín Bollazzi, biólogo y profesor agregado de la Unidad de Entomología del Departamento de Protección Vegetal de la Facultad de Agronomía.
“Desde que empezamos con el tema del picudo rojo, me llevó casi dos años confirmar si el insecto había cumplido el ciclo dentro de la palmera butiá”, cuenta Martín. “Recién en abril de 2024, en la Unión, encontré una palmera butiá en la que pude comprobar que efectivamente el picudo rojo cumplió el ciclo dentro de la palmera, que además ya estaba muerta”, sostiene.
“También he visto picudo rojo dentro de palmeras pindó, pero que no estaban muertas, y los he visto en otras palmeras butiá, pero en casos muy aislados. Solo en ese único caso puedo afirmar que el picudo rojo completó el ciclo, es decir que saqué de adentro la larva, la pupa y al adulto”, confiesa Martín. “Después, hay otras palmeras nativas muertas, que la gente de la intendencia, que está formada y tiene capacidad para identificar al picudo, me dice que los encontró en ellas. Me han mandado fotos de casos en Carrasco y en otros lados, y al verlas efectivamente se trata de palmeras afectadas por picudo rojo”, agrega.
“Pese a que no es algo generalizado, como está pasando con las palmeras Phoenix, desde el punto de vista de la biología sí he comprobado que el picudo rojo puede completar el ciclo en palmeras butiá. ¿Son escasos los casos? Sí, son escasos”, afirma.
Martín cree necesario hacer una aclaración. “Una cosa es que el picudo rojo pueda atacar a una especie de palmera nativa, otra es que ataque a una población de palmeras nativas, y otra que ataque a un ecosistema, como sería el palmar. Son tres niveles diferentes”, señala. El primer nivel ya lo ha confirmado en primera persona. En los otros dos niveles las cosas son distintas. “Que ataque a poblaciones a nivel generalizado no lo puedo confirmar. Y que el palmar esté en peligro tampoco es algo que pueda confirmar, pero tampoco lo puedo desmentir”, sostiene.
“A nivel poblacional y a nivel de ecosistema no sabemos lo que va a pasar. Pero a nivel de especie ya tenemos conocimiento. Pasa lo mismo con muchas plagas que son invasoras en la parte forestal o en otras áreas. Tienen un hospedero principal y después tienen otros hospederos. Esos otros posibles hospederos son los complicados, porque no se puede hacer una predicción de aquí a 100 años de que no les va a pasar nada en base a lo que viste ahora. Tenés que decir, como dicen las autoridades y como se dice ahora, que está atacando a las butiá. ¿Cuál es el nivel de ataque total? No lo sabemos. Pero la precaución es lo que debe predominar”, enfatiza Martín.
El picudo rojo entonces puede –¡y ya lo ha hecho!– desarrollar su ciclo en palmeras nativas, y hay evidencia de que es capaz de afectar a las dos especies de palmeras que conforman los palmares más importantes del país.
Pese a ello, el comunicado de Coendú sostiene que “si bien no descartamos que puedan ocurrir otros casos, como eventualidades, dado que se presume un alto número de insectos en nuestro país, invitamos sí a estar alertas, pero no a formar parte de alarmas públicas, generadas principalmente desde alguna empresa fumigadora mediante videos producidos en masa, en corto tiempo y solicitando viralizaciones”. Agregan: “No creemos correcto este tipo de procedimientos para conseguir ingresos a mercados potenciales como jardines particulares, o incluso apuntando a gran escala como el Estado uruguayo. Invitamos a explorar alternativas para algo que de momento está referido al ornato de ciudades, pueblos y plantaciones exóticas sobre calles, bulevares y rutas”.
Coendú termina su comunicado afirmando que esperan “el buen criterio de las autoridades, con fundamentos científicos objetivos, ajenos a los intereses económicos que lamentablemente son quienes han deteriorado y siguen deteriorando la naturaleza”.
Con un insecto que se ha expandido por varios departamentos, que ya se sabe que puede alimentarse de las palmeras nativas, que pone centenas de huevos por palmera, bien hacemos, como dice Coendú, en desconfiar de intereses comerciales de algunos actores involucrados. Pero mal haríamos en no actuar con la vehemencia que nos indica el principio de precaución. “Con las especies invasoras se trabaja siempre con el principio de precaución. Si en otro lugar pasó algo similar con una especie similar, es muy factible que eso también suceda aquí”, nos decía el investigador Ernesto Brugnoli, integrante del Comité de Especies Exóticas Invasoras, en una nota de 2017.
No es que lo diga Coendú, pero vale la pena aclarar que pensar que se puede dejar que el picudo rojo se reproduzca sin control en departamentos sin palmares nativos esperando a que no descubran los palmares de Rocha o del litoral suena a aquella arenga de cruzar los dedos y apostar a la inmunidad del rebaño al principio de la pandemia de coronavirus. Hacerle caso al principio de precaución nos sirvió en aquel entonces, ha servido siempre respecto de las especies exóticas invasoras que recién llegan a un país, y seguro nos servirá también ahora.