En 2018 Karina Fernández estaba desempleada. Su último trabajo había sido en Fanapel, la papelera de Juan Lacaze que cerró a principios de 2017. Su compañero, José Luis Ruiz Díaz, que también había sido obrero papelero, viajaba todos los días hasta la vecina ciudad de Rosario a trabajar en el frigorífico Rondatel.

Ambos pensaban y debatían sobre algún proyecto laboral para desarrollar en forma conjunta, más allá de que Karina “hacía todo tipo de cursos para desempleados” que ofrecía el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional. De tanto recorrer las calles de la ciudad, José Luis pensó en buscar algún destino productivo para los envases plásticos que escapaban de los contenedores de basura.

“Empezamos a googlear qué se podía hacer con las botellas. Él, que también estaba buscando hacer algo nuevo mientras trabajaba en el matadero Rosario, buscó ideas sobre cómo reciclarlas, y yo fui buscando posibles compradores, para encontrar un destino final”, relata Karina a la diaria.

José Luis complementa: “Conseguimos algunas direcciones de empresas que trabajan en este rubro, un día agarramos el auto y fuimos a San José y a Montevideo. Así arrancamos, a golpear puertas, como se dice, y dimos con Ecopet, en Montevideo, que es una empresa que se dedica a reciclar envases plásticos”. “Fuimos pasito a pasito”, recuerda Karina.

Como el objetivo era ocuparse de una parte de los residuos generados por la población lacazina, el primer paso fue pedir autorización ante las autoridades locales para empezar con esa tarea. Si bien por entonces el municipio de Juan Lacaze había encarado una política de educación ambiental que incluía la separación de los residuos en diversos contenedores, todavía quedaba por ajustar la parte final del proceso.

“Al principio ese trabajo de clasificación de los residuos plásticos lo hacían entre el personal del municipio y la Granja Sabalera [institución socioeducativa local a la que asisten personas con discapacidad], que prefirió no recibir más esos envases porque también llegaba mucha mugre”, comentó José Luis.

La pareja obtuvo la autorización correspondiente y también contó con el asesoramiento de concejales y funcionarios que habían trabajado en esa iniciativa. “El municipio tenía organizado el trabajo, pero nosotros lo organizamos mejor”, afirma Karina.

Trabajo en cadena

Ahora en Juan Lacaze están distribuidos unos 100 contenedores y portabolsones destinados a la recolección de envases plásticos. Algunos de ellos se encuentran en instituciones educativas, donde los vecinos del barrio depositan los envases. “Cada institución junta plásticos en las volquetas y nosotros se los compramos”, explica la mujer.

José Luis es el encargado de recorrer la ciudad, “en un triciclo Yumbito que mi padre nos prestó”, y levantar los portabolsones y volquetas. Los envases son depositados en el fondo de la vivienda familiar, donde Karina los clasifica por color. Luego las botellas “se aprietan con una prensa que antes usaba la Granja Sabalera, y se hacen los fardos que después se remiten a Montevideo”. Cada dos o tres meses la pareja remite los fardos hacia Montevideo, donde son picados y transformados nuevamente en envases.

Los desechos plásticos recogidos tienen dos destinos fundamentales: por un lado, las botellas de gaseosas “se pican, se hacen como pequeñas escamas y se hacen nuevas botellas con ellas”, mientras que aquellos que se fabrican con el “plástico número 2 -envases de detergentes, entre otros- se reciclan y se utilizan en la fabricación de recipientes, baldes, juegos infantiles, piqué para tejidos”, por ejemplo, detalló José Luis.

Foto del artículo 'La salida laboral de una pareja de exobreros de Fanapel: hoy reciclan los residuos plásticos de Juan Lacaze'

Foto: Ignacio Dotti

La pareja afirma que en tres años de labor se percibe “un cambio en la educación ambiental de la población. Nosotros estamos pidiendo constantemente por Facebook que la gente separe los residuos”. “La gente deposita más plásticos: en abril de este año juntamos más del doble que en el mismo mes del año pasado”, relata Karina.

Los emprendedores sabaleros apuntan a lograr “más apoyo” por parte de los organismos públicos. “Nos gustaría tener un pequeño espacio del Parque Industrial [que pertenece a la Intendencia de Colonia] para hacer allí la clasificación”, reclama José Luis.

El proyecto imaginado por la pareja se ha transformado en una fuente de ingresos económicos para la familia “y puede crecer mucho más”, dice José Luis, quien además ahora trabaja en el frigorífico Tarariras. “La empresa que recicla las botellas tiene capacidad e interés para seguir comprando más envases y nos da portabolsones para que coloquemos en otros puntos de la ciudad. Nosotros queremos seguir creciendo, porque sabemos que pueden generarse nuevos puestos de trabajo, y tenemos el sueño de fabricar recipientes, aunque las máquinas son muy caras”, agrega.

La pareja está satisfecha con el esfuerzo realizado y ambos están convencidos de que pueden seguir trabajando en una función que además permite mejorar su ciudad. “Está bueno lo que estamos haciendo: nos gusta, de a poco vamos ayudando para que la ciudad esté más limpia. Además, también es un trabajo y buscamos la forma de que genere una ganancia para poder seguir haciéndolo”, señala José Luis.

En tanto, Karina dice, orgullosa, que “las empresas que trabajan en este sector nos utilizan como referencia y estamos dando información a personas de otras ciudades que quieren hacer emprendimientos parecidos”. “Ha sido toda una novedad para nosotros este nuevo trabajo, pero le estamos encontrando la vuelta”, concluye la exobrera papelera.