Ubicada a pocos kilómetros del balneario Artilleros y de Juan Lacaze, la Fundación Kerayvoty aloja a centenares de ejemplares de animales exóticos y autóctonos. El predio de la reserva ocupa tres hectáreas. La mayoría de los ejemplares están sueltos en el lugar; las aves vuelan alrededor de los edificios y los patos, ñandúes, entre otros, van y vienen por el lugar.
Las copas de las palmeras que fueron plantadas en una pequeña isla armada en el centro de un tajamar están casi mochas de tanto soportar el peso de los chajás que las eligen para dormir. Más allá se ven carpinchos, ciervos, cabras, ovejas, alpacas y a la chancha Margarita que, según dicen, es la patrona del lugar.
Un sector cubierto aloja a decenas de loros, guacamayos, pavos reales y otras aves de diversas procedencias. También hay un área que resguarda a los animales que se encuentran en recuperación o que serán reintroducidos o liberados en sus ambientes naturales.
La Fundación Kerayvoty surgió “no hace mucho, hará dos o tres años”, recuerda Julio Medina, un multioficios lacazino que siente un gran afecto por la fauna autóctona. Medina tenía algunos faisanes con problemas de salud y se puso en contacto con los médicos veterinarios Martín Lima y Virginia Méndez, ambos especializados en fauna exótica y silvestre y docentes de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República.
“Julio precisaba asesoramiento para el cuidado de los animales y allí surgió la idea de crear esta reserva y fundación cuyos objetivos son: conservación, preservación, educación e investigación”, comentó Lima a la diaria.
Medina se transformó en el director de la Fundación Kerayvoty, mientras que Lima y Méndez son los referentes médicos del lugar.
En efecto, la reserva también cuenta con una aula espaciosa donde se dictan charlas sobre educación ambiental, conservación y preservación, comentan los profesionales. Los profesionales detallan que para mantener la gran variedad de aves y mamíferos existentes, desarrollan tareas que permiten su reproducción y posterior reintroducción a sus ambientes naturales.
“Los recintos dedicados a esas tareas son de última generación y contamos con el área veterinaria que es de primer mundo, con todo el equipamiento para realizar operaciones complejas, así como con incubadoras que están separadas por especies”, detalló Lima.
La reserva cuenta con jaulas para reproducción de animales y un área de cría de loros, “con pasillos por detrás de los recintos desde donde pueden visualizarse la parte de crías sin molestarlos”. “No hay instalaciones similares en Uruguay, fueron hechos con modelos copiados en Europa”, sostuvo Lima.
La Fundación Kerayvoty cuenta además con el respaldo de veterinarios, biólogos, y estudiantes de ambas disciplinas, que realizan estudios genéticos y de comportamiento animal necesarios a la hora de instrumentar la fase reproductiva. La Dirección Nacional de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (Dinabise) también sigue de cerca lo que pasa en ese lugar, explican Lima y Méndez.
Los orígenes de las especies
La mayor parte de los animales que están en el lugar llegaron mediante “donaciones”. “Hubo tráfico de fauna y la gente se apropió de esos animales comprando en ferias o a intermediarios y llegó un momento en el cual no supo qué hacer con ellos en sus hogares”, explicó la médica veterinaria.
Comentó que muchos animales pueden llegar a ser más longevos que sus apropiadores: “la gente muere y los familiares no saben qué hacer con ejemplares de algunas especies que llegan a ser muy viejos y vivir hasta 90 años”.
A Kerayvoty también llegan animales que fueron heridos por cazadores o chocados por vehículos en las rutas. “Tenemos una garza que llegó con una bala en el cuello que pudo ser extraída mediante cirugía y algunos zorros que fueron atropellados”, añadió Lima.
Los animales que llegan a la fundación primero reciben atención médica en el área de cuarentena, transitan por la recuperación y “si pueden volver a su hábitat natural se realizan las coordinaciones con las autoridades de ambiente para coordinar el lugar de la reintroducción”, explicó Lima. En caso de que no puedan ser reinsertados quedan en la reserva, añadió su compañera.
Las “sueltas” de animales se realizan en “lugares agrestes” y “con mucha cautela sobre todo por la presencia de los cazadores”, explican los veterinarios. Los animales son reintroducidos en solitario o en grupos a sus hábitat dependiendo de sus características. “Por ejemplo, no se puede soltar un carpincho solo”, dice Lima.
“Tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de decidir qué vamos a reproducir y liberar, porque no podemos liberar cualquier especie por el solo hecho de que esté en peligro de extinción”, señaló Méndez. Y detalló que “debe verse en qué zona se hará, cómo está la densidad de carga de animales, si tienen posibilidades de alimentación y de lugares para resguardarse”.
Los animales se sueltan con una chip para hacer monitoreo. “Eso nos permite ver si vamos en buen camino. Esto implica el trabajo de un gran equipo y por suerte venimos muy bien con la experiencia”, concluyó Lima.
La misión
“El ser humano ha colonizado tanto, la ganadería y la forestación le han quitado muchos lugares a diversas especies, y nosotros tratamos de colaborar para mitigar esos daños”, destacó la veterinaria Virgina Méndez sobre el trabajo que realiza la Fundación Keraytovi. “Apostamos a un manejo responsable de los recursos naturales, con conocimiento específico sobre lo que se hace”, agregó Martín Lima, también veterinario en esa institución.
Ambos destacan el impacto que viven los niños que se acercan al lugar. “Es increíble el vínculo que establecen con los animales, hay un cuidado impresionante de la reserva. Y también debemos resaltar muy buenas experiencias que viven las personas con diferentes discapacidades, quienes generan un vínculo muy profundo con los animales”.
La Fundación Keraytovi se sostiene con los aportes que realizan “quienes estamos acá”, algunas empresas mediante programas de responsabilidad social empresarial y con las donaciones que realizan los visitantes, explicaron Lima y Méndez.