Hace una década Pablo Poses comenzó a construir un archivo de imágenes de Juan Lacaze. Hoy esa colección tiene más de 8.000 fotografías y decenas de filmaciones digitalizadas que ilustran diferentes aspectos y etapas de la historia de Juan Lacaze.
Poses desarrolla esa tarea desde el marco institucional del museo Puerto Sauce junto a otros compañeros que se sumaron. Buena parte de esa reserva fotográfica puede verse en el perfil de Facebook del museo.
“A mí siempre me gustó la historia, pero comencé a vincularme con la historia de Juan Lacaze a partir de la invitación que me hizo David Mackiewikz, que fue maestro mío, para trabajar en el museo Puerto Sauce, porque él sabía que me gustaba la historia”, recuerda Poses. Agrega, con precisión, que la invitación le llegó en agosto de 2004: “Ahí empecé a descubrir un montón de cosas, a conversar con Ricardo Orozco, que también estaba en ese grupo, a meterme en la historia local”.
Unos años después, en 2010, con la ayuda de una computadora y un escáner, Poses se sumergió en la interminable tarea de rastrear y guardar imágenes de diferentes archivos institucionales y familiares de la localidad. “Las fotos siempre me removieron mucho. Ahí empecé a escanear las fotos que había en el museo, y después no paré más.”, comenta.
El primer archivo institucional que logró digitalizar fue el del Club Cyssa (Campomar y Soulas Sociedad Anónima), el más voluminoso al que ha tenido acceso. “Es un archivo fotográfico y con carpetas de documentación. Ahí había más de 600 fotos. Creo que el Cyssa y el estadio Campomar son dos puntos de referencia de la sociedad lacazina, porque allí se ven reflejadas las etapas de la vida social de buena parte del pueblo”, agrega.
Poses allí logró tomar contacto con “fotos muy buenas, que pintan un poco lo que era el pueblo durante la época en que se inauguraron esos edificios [década de 1940], las competencias, las fiestas que se hacían. Es un archivo muy interesante”.
Poses también accedió a los registros del sindicato papelero Cuopyc, de clubes deportivos, de la biblioteca Rodó, de los curas salesianos, “que está muy bien guardado y conservado”. “Los salesianos tenían la costumbre de sacar fotos a las distintas clases de alumnos o a los chiquilines que iban a los oratorios. Hay muchas fotos sobre eso, así como de los sacerdotes que estuvieron durante las diferentes etapas”, observa.
Durante el rastreo que ha desarrollado el coleccionista comprobó que “la foto es algo que llama mucho la atención, y a veces cambian las personas que están en las instituciones y terminan dándoles diferentes usos a esas fotos”. Por esa razón, se ha topado con álbumes a los cuales “evidentemente” se les había quitado alguna imagen que antes había sido colocada en sus páginas.
Poses hurgó en archivos familiares donde encontró imágenes de personajes singulares de la historia de la localidad. Además, ha recibido imágenes provenientes de “basurales no oficiales”, donde han aparecido “bolsas llenas de fotos”. “Algunas son fotos familiares, que no tienen mayor valor en cuanto al conocimiento histórico, pero otras sí, porque reflejan una actividad o un paisaje de la ciudad en una época determinada”, explica.
El coleccionista sabalero cree que “no es común que las personas guarden fotos”. “Me he encontrado con situaciones en que se han tirado cajas enteras con fotos, porque te dicen que no sabían ni quiénes eran los que aparecían en esas fotos y se tiraron. Lamentablemente te encontrás con esa situación”, relata.
“La aparición de la foto ya es motivo de destaque, y cuando esa foto viene acompañada por referencias, de lugares, es algo muy importante, tiene un valor agregado que te asombra”, comenta Poses. Y agrega: “Muchas veces nos hemos encontrado con fotos, que son muy ricas, y nos preguntamos: ‘¿Por qué no le habrán puesto el año que la sacaron, los nombres de las personas?’. No es común encontrarnos con esos detalles, y tampoco los encuentro en los archivos de fotos de mi familia. Estoy convencido de que en cada casa de la ciudad hay al menos una foto que puede aportar mucho para el conocimiento histórico, cultural y social de Juan Lacaze; el hecho de que la gente quiera compartirla o no es otra historia”.
Poses sabe que con este trabajo tan meticuloso contribuye “al armado de la memoria colectiva” de su localidad, y por eso lo pone “muy contento” que varias personas acompañen ese proceso que inició en el museo Puerto Sauce. “El grupo se agrandó, y hoy el trabajo que iniciamos hace una década lo continúan haciendo otros compañeros que consiguen unas fotos muy valiosas”, destaca.
“Las fotos dan satisfacciones, disfrutes, desde el momento de buscarlas hasta el hecho de compartirlas. Yo no hago esto para acumular fotos en mi casa o en mi computadora, sino para que la gente tenga acceso, para que todos vayamos entendiendo que en la medida en que vayamos aportando nuestras fotos, también nos vamos haciendo dueños de ese archivo. Vamos armando una memoria colectiva, con las fotos y con los datos que se van obteniendo”, agrega Poses.
Entre las satisfacciones más grandes que encuentra el coleccionista de fotos está “la devolución” que hacen los habitantes de la ciudad, especialmente los estudiantes de escuelas y liceos, con quienes mantiene un contacto frecuente. Poses, además, cuenta con un espacio de divulgación de la historia de Juan Lacaze en el programa Con la patria al hombre, en FM Mágica de Colonia del Sacramento
“Por suerte, los profesores del liceo se han sumado y van acercando a los chiquilines a esta colección. Yo no sólo estoy buscando fotos, sino todo tipo de documentos que puedan aportar a la historia de la ciudad. El archivo es de puertas abiertas para que la gente pueda disfrutarlo. Ahí tenemos un objetivo para cumplir: que los muchachos puedan trabajar con el archivo, porque alguien tiene que seguir con el registro. Yo he armado el archivo, pero la gente es la que lo ha hecho crecer”, se entusiasma Poses Poses.
Imágenes en tiempos de crisis
A finales de 2016 Pablo Poses perdió su empleo en Fanapel, tal como ocurrió con otras 300 personas de la ciudad. Trabajó durante dos décadas en la papelera lacazina, lo que recuerda como “un trabajo de primera”. Apenas esa fábrica cerró sus puertas, comenzó a buscar nuevas alternativas laborales; las encontró en una distribuidora de papel, perteneciente a familiares suyos, instalada en esa ciudad. Al momento de hacer esta entrevista, Poses también rememora los momentos que pasaba dentro de la papelera y a sus viejos compañeros de trabajo.
Cuando le preguntamos qué foto elegiría para describir lo que pasó en Juan Lacaze tras el cierre de las fábricas, el coleccionista se alejó de su archivo para responder: “Hace poco me llegó un video de una esquina de calles, que no sé si era en Singapur, Paquistán o en India, pero no podés creer cómo cruzaban cientos de motos y autos sin ningún tipo de reglamento. Era una esquina, con mucho tránsito, donde pasaban de izquierda o derecha sin criterio, era impresionante, y te molestaba verlo porque pensabas que alguno iba a chocar. Salvando las distancias, traería esa imagen al día de hoy, donde la gente no tiene tiempo, andás pellizcando las conversaciones; es inaguantable, vas a hablar con uno y está apurado. Se me vino esa imagen donde todo es un caos, un sálvense quien pueda, y si podés llegar al otro lado de la calle date por ganador”.
La cotidianeidad perdida
“De las fotos del pasado me encanta ver las cosas más simples y no tienen que ser viejas. Hay una foto de la esquina de la radio [Emisora del Sauce] y hay un perro que está ahí, viendo pasar el día. También me pasa con gente, en actividades públicas, desfiles, y ves a dos vecinas que están con sus polleras o un tipo que se arrimó y está parado junto a su bicicleta. Ese tipo de imágenes me quedo rato mirándolas, imaginando cosas. Ahí está el tema del ritmo, donde antes en el pueblo la gente salía y tenía tiempo para hablar con uno y con el otro”, comenta Poses.
La fotografía tiene la posibilidad de rescatar, de algún modo, la cotidianidad perdida. Esas imágenes, afirma el coleccionista, “generalmente son tomadas por gente común, que le sacó una foto a una actividad que le llamó la atención por alguna razón, a una esquina, a un negocio”. La representación de aquel letargo despierta en el coleccionista “cierta nostalgia” por un “ritmo que se perdió”. “Pienso en ese ritmo de disfrutar el pueblo, de andar en bicicleta”, explica.
Poses avanza en el relato y se detiene en una imagen de aquel pueblo en construcción, donde los edificios iban ganando paso entre los arenales. Evoca la figura de un hombre solo cuya mirada parece estar colocada en algún lugar alejado, más allá de las dunas que lo circundan. Esa fotografía no la registró un amateur, sino un fotógrafo profesional que el empresario textil José Salvo llevó hasta Juan Lacaze. “En el año 1925, cuando vino la empresa de Max Glücksmann a Juan Lacaze, un fotógrafo hizo una panorámica desde arriba del hospital [hoy colegio María Auxiliadora]. El pueblo era un arenal, un desierto, y aparece un tipo que se para en la esquina, mira para todos lados y no había nada. Yo tengo cierta envidia de ese tipo que se acercó a la esquina y no vio nada. Seguramente el tipo no sentía la necesidad de que pasara nada extraordinario, pero andaba ahí, cruzadito de brazos, y justo la cámara lo pesca. Claro, año 25; este tipo qué se iba a imaginar que lo iba a pellizcar una cámara que andaba arriba de un techo filmándolo. Nunca se enteró. Yo cuando miro esas imágenes me quedo observando a ese tipo”, concluye Poses.
¿Qué significado tiene el tiempo para quien se ha dedicado a construir un archivo de fotos del pasado? “El tiempo es un tesoro. Siempre digo que no podemos lamentarnos de las cosas cuando ya se fueron. Hay que disfrutar al máximo el ya. Más allá de que me guste el pasado y la nostalgia, eso no quiere decir que no me guste el presente”, responde el coleccionista de imágenes.