En Carmelo la presencia del arroyo de Las Vacas y del Río de la Plata han signado el destino de quienes alguna vez decidieron volcar sus vidas al desarrollo de alguna disciplina deportiva. El ejercicio del remo no sólo ha moldeado los temperamentos de cientos de muchachos a lo largo de la historia de esa localidad, sino que también determinó la creación del Carmelo Rowing, una institución que desde la orilla del arroyo pareciera contemplar todo lo que ocurre en la ciudad.
Desde fines de los años '50, Carmelo ha ofrecido numerosos remeros al deporte uruguayo, algunos de los cuales han representado al país en diferentes pruebas continentales, mundiales y olímpicas.
En ese sentido, resulta ineludible señalar que tres remeros carmelitanos fueron los primeros en ganar una medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Chicago en 1959: Raúl Torrieri, Gustavo Pérez Ariztia y Luis M. Aguiar.
Esos tres deportistas también representaron a Uruguay en los Juegos Olímpicos de Roma que se llevaron a cabo al año siguiente, donde quedaron eliminados de la final de un modo “tan doloroso” que aún Torrieri no puede olvidar. “Lo único que quiero cambiar de mi vida es aquella carrera”, enfatiza.
Torrieri está vinculado a la práctica del deporte desde que tiene uso de razón. Nació frente a la Plaza de Deportes de Carmelo, donde transcurrió la mayor parte de su niñez. “Apenas me levantaba cruzaba hasta donde estaban los mayores haciendo atletismo. Me gustaba de alma.” Además le dedicó horas de entrenamiento al desarrollo de juegos colectivos, como fútbol, volley y basket.
En plena adolescencia descubrió el remo, y decidió probar suerte en el arroyo Las Vacas. “El Rowing estaba buscando un timonel, y el entrenador de la Plaza de Deportes me recomendó a mí, porque tenía competencia arriba mío. Arranqué timoneando los botes hasta que aprendí, y llegó el momento de las competencias nacionales e internacionales.”
Con solo 15 años, Torrieri viviría experiencias que lo marcarían para el resto de su vida. En el Carmelo Rowing formó equipo con otros dos muchachos del pueblo, Gustavo Pérez Ariztia y Luis Mariano Aguiar, y los tres conocerían de cerca inesperados y generosos reconocimientos ofrendados por sus vecinos así como las durísimas derrotas sufridas en algunas competencias.
Seis décadas después, Torrieri evoca lo que vivió junto a sus compañeros en los Juegos Panamericanos de 1959. “Con Gustavo Pérez y Luis Mariano Aguiar, y yo como timonel, entrenamos para participar en la competencia clasificatoria para los Panamericanos de ese año”.
El equipo entrenó con un entrenador alemán que estaba trabajando en el país “y clasificamos para esos juegos en Estados Unidos”. “Terminamos andando muy bien, porque el bote era bueno. Ganamos esos Juegos Panamericanos, y la verdad que fue una sorpresa, no tanto para nosotros pero sí para la gente,porque salimos siendo unos desconocidos y nadie daba nada por nuestra participación”. Torrieri valora que aquel triunfo representó “la primera medalla de oro que ganó Uruguay en un Panamericano”.
El triunfo del trío de muchachos carmelitanos en aguas norteamericanas causó un revuelo inolvidable a la orilla del arroyo de las Vacas. Al retorno de Estados Unidos, los tres muchachos tuvieron un recibimiento magnífico en el pueblo. “Había una euforia tremenda. Fue algo espectacular, lo más emocionante que me pasó en la vida, tal vez. Estábamos desesperados por volver a Carmelo, y cuando volvíamos en el avión hicimos escala en Río de Janeiro, vimos los diarios y tenían páginas enteras con nosotros, y no entendíamos nada. Decían que iban ómnibus desde Carmelo para esperarnos en Carrasco. Cuando llegamos, en el aeropuerto no nos vimos más con los compañeros, y recién nos encontramos en un ómnibus”, rememora.
Al llegar a Carmelo las sorpresas siguieron: “Nos subieron a un auto convertible, y era el pueblo entero que estaba ahí, con el puente tapado de remos”.
La experiencia olímpica
El triunfo alcanzado por el equipo coloniense en los Panamericanos les otorgó el pase para los Juegos Olímpicos de Roma de 1960. Allí los jóvenes carmelitanos no sólo deberían volver a verle las caras a sus duros rivales norteamericanos, sino que medirían fuerzas con remeros europeos que desarrollaban la actividad bajo un régimen profesional, a diferencia de lo que ocurría con ellos, que debían compartir el tiempo entre el entrenamiento y las labores que realizaban para sostenerse económicamente.
Meses antes de ir a Roma, los carmelitanos volvieron a ganar una medalla de oro; esa vez en los Juegos Sudamericanos. Sin embargo, instalados en la competencia olímpica, los jóvenes carmelitanos vieron que sus competidores europeos y norteamericanos contaban con mayor nivel de entrenamiento y con embarcaciones de mejor calidad.
“Nosotros llevamos nuestro bote; era la primera vez que llevábamos nuestro bote, porque en Chicago habíamos usado un bote que nos habían prestado. Pensamos que llevábamos un buen bote a los Juegos Olímpicos, que se había comprado para el Sudamericano. Cuando llegamos a Roma comenzamos a ver cosas que no entendíamos: nosotros usábamos remos con palas finas y largas, y ellos con palas más cortas y anchas, los timoneles en vez de ir en la popa iban en la proa. Y nosotros no sabíamos por qué. Entonces vimos que había diferencias, pero no sabíamos cómo los beneficiaba”, agrega.
En las carreras clasificatorias salieron a luz las diferencias entre las embarcaciones. “En la eliminatoria nos tocó contra Alemania y cuatro representaciones más, y nos ganó Alemania por dos segundos”. Al otro día la delegación de remeros compitió en el repechaje contra Estados Unidos y otros cuatro países.
“Ahí se sintió muchísimo la diferencia, en la cantidad de remadas. No hubo recuperación física para nosotros. También fuimos adelante hasta que faltaron 150 metros. Llegamos a sacar dos botes de ventaja, pero hubo un agotamiento tremendo que no dio recuperación, y en ese tramo final nos pasó Estados Unidos y quedamos fuera de la final”, lamentó el deportista carmelitano.
Finalmente, en aquellos juegos olímpicos Alemania logró la medalla de oro en remo, mientras que Rusia y Estados Unidos ocuparon los restantes lugares del podio. “Nosotros habíamos perdimos apenas con ellos”, dispara Torrieri
A pesar de los logros obtenidos durante su trayectoria deportiva, Torrieri no ha podido superar la tristeza de la derrota en Roma. Desde entonces no hubo día de su vida en que su pensamiento no se haya trasladado hasta el lago Albano (también conocido como Castelgandolfo) y reviva cada una de esas carreras.
“Si a mí se me diera la posibilidad de cambiar algo en mi vida, yo lo único que pido es poder estar nuevamente en la largada de Roma, con los remos de palas anchas que usaron los europeos y norteamericanos y con el entrenador que tuvieron los alemanes. Y ahí yo quiero ver de nuevo quiénes ganan esa carrera”, sostiene.
(Este artículo es una síntesis de una extensa entrevista realizada a Raúl Torrieri por el autor en el Atlas del Patrimonio Cultural Inmaterial del departamento de Colonia)
Carmelitanos olímpicos
En los Juegos Olímpicos de Roma de 1960 concurrieron los primeros carmelitanos: Gustavo Pérez Ariztia, Raúl A. Torrieri Diconoy y Luis M. Aguiar Donatti. Pérez Ariztia, junto a Mariano Caulin Bujanda, participó además en Tokio 1964.
En México 1968, la delegación uruguaya de remo estuvo integrada por cinco atletas, Esteban R. Masseilot Da Silva, José M. Sigot Bianchino y los carmelitanos Emilio L. Ahlers Salome, José P. A. Ahlers Henderson, Luis A. Colman Rizk y el técnico Heraldo Martínez.
En Múnich 1972 participaron Pedro J. Ciappesoni Parodi, Jorge M. Buenahora y Daniel Jorge, y el entrenador Ruben Pesce.