El turismo es uno de los principales rubros económicos del departamento de Colonia, pero son casi inexistentes los estudios históricos dedicados al tema. Como antecedente puede mencionarse la charla brindada por el historiador Arturo A. Bentancur en la Escuela Técnica (UTU) de Colonia del Sacramento, en los primeros años del 2000, en la que ofreció una síntesis de las modalidades del turismo en la zona.
Con la salida de la pandemia y la conclusión de las obras de la Plaza de Toros del Real de San Carlos, el sector turístico, sin duda, recuperará su dinamismo. Es esta una buena ocasión, entonces, para pensar sobre su devenir a lo largo de dos centurias. Sin embargo, las ideas para emprendimientos de tipo turístico (aunque el concepto, por supuesto, no existía) podría incluso rastrearse más atrás.
Un proyecto lejano
Cuando todavía los europeos estaban explorando las tierras de América del Sur y la fundación de Buenos Aires (1536) había fracasado, aparecen en la región algunas iniciativas proto-turísticas. En 1545 la carabela Comuneros que venía desde Asunción, y llevaba preso para España al desafortunado Adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca, surca las aguas del Río de la Plata y recala en la isla San Gabriel.
A uno de sus tripulantes, viendo el entorno natural, se le ocurrió un buen negocio. Cuando Alonso Cantero se estableció en la península, solicitó y obtuvo de la corona española, el 22 de mayo de 1549, un permiso real para abrir un “mesón o posada” en la mencionada isla.
Según parece, el emprendimiento nunca se concretó. Sin embargo, el historiador Aníbal M. Riverós Tula lo estima como un precursor, “algo anticipado”, del turismo en el Río de la Plata. En los siglos siguientes, las orillas del Plata vivieron un período de intensas circulaciones que no se debieron, precisamente, a los viajeros y al turismo, sino a las complejas tramas de contrabando y guerra durante la “lucha de imperios” (1680-1777) entre España y Portugal.
Turismo de campo y aire libre
En la segunda mitad del siglo XIX empezó propiamente el desarrollo turístico del Departamento de Colonia. Se pasó, según conceptos de Omar Moreira, de un turismo “de campo”, vinculado especialmente a Colonia Suiza, a uno de enclave, que sería el desarrollado por Mihanovich en el Real de San Carlos a partir del novecientos. El recuerdo de este despegue perdura en la actualidad en el entramado urbano de Nueva Helvecia, en particular en el barrio denominado como “de los Hoteles”. Las investigaciones de Moreira y de Marice Ettlin Caro nos ayudarán a reconstruir este proceso.
El primer establecimiento hotelero fue el Hotel Suizo, fundado por Federico Fischer en 1872, contando con espacios verdes de parque, jardines y bosque. Desde ese momento los hoteles de Colonia Suiza no sólo servirán como parada de descanso para los viajeros que se movían entre Colonia y Montevideo, sino que serán elegidos para practicar un turismo de campo y aire puro, además de convertirse en sitios para la sanación de enfermedades pulmonares, como la tuberculosis. Sobre este último punto cabe advertir, no obstante, que algunos no admitían enfermos contagiosos.
El Hotel Suizo se conoció como el “hotel de los presidentes” al albergar a mandatarios como Lorenzo Latorre, Máximo Santos y Claudio Williman. Al respecto informaba El Republicano de Rosario el 6 de diciembre de 1885: “el Presidente de la República [Máximo Santos] es esperado en el Hotel Suizo de Mr. Jean Pierre donde permanecerá cuatro ó cinco días”.
El Hotel del Prado fue inaugurado por Alberto Reisch en 1899 y se construyó sobre una antigua cervecería artesanal. El hotel, con sus “animales, quintas” y “lugares de paseo”, sostiene Omar Moreira, potenció el “turismo de la naturaleza y aire puro”.
En 1904, finalmente, comenzó a funcionar el Hotel Central de Juan Bourda; tenía 35 habitaciones, terrazas, jardines, y un moderno sistema de baños fríos y calientes. Su personal se había formado en Francia. Ya avanzado el siglo XX se les sumará el importante “Hotel Nirvana”.
Los toros y la “Niza del Plata”
Las corridas de toros, espectáculo sumamente popular en el 1800, se celebraron en Colonia del Sacramento desde la década de 1880, convocando a turistas argentinos. La Plaza de Toros, construida de madera, se ubicó en el predio de la actual Intendencia.
El periódico local El Uruguayo reprodujo, en marzo de 1889, una noticia de un medio de prensa bonaerense, donde se opinaba que los interesados soportaron un viaje con mal tiempo y el perjuicio de que en Colonia no existiera un “hotel donde pueda tomarse un poco de caldo bien hecho”, con tal de asistir a las corridas.
Ese mismo año el empresario naviero Nicolás Mihanovich, proveniente del Imperio austro-húngaro y radicado en la Argentina, propuso habilitar dos vapores para que asistiera el público.
Su hijo, del mismo nombre, viendo estas posibilidades económicas, pensó realizar un megaproyecto turístico-hotelero. Para eso, en 1908, comisionó al vecino coloniense Juan Manuel Caballero, vinculado a los intereses navieros de la familia, para que se presentara ante la Junta Económico Administrativa, proponiendo la construcción de un complejo turístico en el Real de San Carlos, con plaza de toros, hotel y muelle propio.
En la petición se argumentó que Colonia, por su posición geográfica y su “playa inmejorable”, pronto se convertiría en la “Niza del Río de la Plata”. En el escrito, asimismo, se menciona que los “constantes viajes que hacen los vapores con excursionistas” irían a incrementarse.
Aceptado el proyecto por los poderes públicos, las obras fueron concretadas en pocos meses, contando para las edificaciones con técnicos y materiales europeos y mano de obra argentina. En 1910 comenzaron las corridas de toros, convocando a turistas de Uruguay, Argentina y Brasil. El periódico La Reforma de Carmelo informó en marzo de ese año que la empresa Mihanovich ofrecía, para los “taurófilos de Nueva Palmira y Carmelo”, pasajes en el vapor Salto a $ 6,75, incluyendo almuerzo, cena y “entrada á tendido de sombra en la plaza de toros”.
Entre 1910 y 1912, según calcula el investigador Marcelo Díaz Buschiazzo, se efectuaron 32 corridas oficiales. El intendente del momento, Felipe Suárez, se percató entonces de que se estaban incumpliendo los términos del contrato, que autorizaban a celebrar ferias de Sevilla o corridas de toros simuladas, no pudiéndose herir a los animales. Sin embargo, con el argumento de darle más “emoción” al espectáculo, se habían restablecido las suertes de pica y banderillas.
El gobierno del presidente José Batlle y Ordóñez, opuesto al maltrato animal, dejó sin efecto estos excesos y prohibió del todo las corridas para 1913. Como compensación autorizó el funcionamiento de un casino, que abrió en el hotel ese mismo año. La “emoción del ruedo”, en imagen de Heroídes Artigas Mariño, será sustituida por la “incertidumbre del azar girando con la bola de marfil en el cilindro de la ruleta”; hasta que en 1922 la ley Herrera-Vega del gobierno argentino, relativa a juegos de azar, interrumpa el aflujo de turistas.
Las corridas de toros y el casino, actividades prohibidas en Argentina (el “amor á lo prohibido” había sido ya destacado por el jurista español Dr. Matías Alonso Criado, en 1910, como uno de los principales estímulos del proyecto Mihanovich), significaron con su desaparición un duro golpe para la empresa.
En las décadas siguientes el complejo iniciará un lento declive, hasta que sus instalaciones pasen en 1943 a la Intendencia de Colonia, según lo especificaba el contrato. En paralelo un emprendimiento de similar magnitud en el este del país tocaba a su fin: en 1942 el Estado remata el Argentino Hotel, el Hotel Piriápolis y el Pabellón de las Rosas.
Playas y casinos
En la década de 1930 el Estado uruguayo mostró intenciones por estimular el turismo en todo el territorio. Nelly da Cunha, Rossana Campodónico y otros, en sus investigaciones sobre el turismo en Uruguay durante el período 1930-1955, destacan cómo se fue perfilando este nuevo proyecto de país. En el departamento de Colonia, al turismo rural se le va a sumar el de veraneo, ponderándose la calidad de sus playas en diversas guías y publicaciones. La Ruta 1, inaugurada en 1934, constituyó un indudable incentivo para el turismo interno. En la década de 1940 comenzaron a operar los grandes hoteles, como El Mirador de Colonia, el Nirvana de Nueva Helvecia y el Hotel Casino de Carmelo, establecido desde 1938. A este último punto concurrirán, sobre todo, turistas argentinos.
En la revista Colonia Llama, dirigida por Artigas Urioste Fosalba y editada por El Ideal en 1951, se traza un panorama del turismo en el departamento. Colonia del Sacramento es “vía obligada del tránsito de pasajeros, turistas y automóviles”, habiendo tenido su puerto, en 1950, un movimiento de 180.000 pasajeros y 3.000 automóviles. La ciudad de Carmelo, por su parte, “cuenta con un magnífico Hotel-Casino construido en la espléndida playa Seré”, alojando a cientos de turistas que “concurren atraídos por las animadas reuniones que en él se realizan”.
Nueva Helvecia, finalmente, tiene una “zona hotelera de real importancia”, contando también con “cinco buenos restaurants en el centro de la ciudad”. Esta publicación incluía fotos de hoteles y paradores como Brisas del Plata en Colonia Valdense, El Colonial en Colonia del Sacramento y Parador Punta Gorda en Nueva Palmira, entre otros; referencias de balnearios (Parque Coopes, Santa Ana, Los Pinos, Fomento y Britópolis), e incorporaba, además, publicidad de empresas de ómnibus como Flecha de Oro y Touriño Hnos. La expansión turística, según trasciende en revistas como esta, se vivía con marcado optimismo.
Un turismo internacional
Desde la década de 1970, la ciudad vieja o barrio sur de Colonia del Sacramento sufrió un proceso de patrimonialización y turistificación (según lo señala la historiadora Florencia Thul Charbonnier), que se acrecentó con la denominación, en 1995, del ahora “Barrio Histórico” como patrimonio mundial de la humanidad.
A los turistas uruguayos y argentinos se sumaron desde entonces otros provenientes de todo el mundo, atraídos por una oferta patrimonial y cultural. Esto implicó un enorme cambio para la ciudad de Colonia, cuya economía –y sobre todo después del cierre de la textil Sudamtex en 2001– pasó a depender casi en exclusiva del sector turístico. Desde el inicio del siglo XXI se multiplicó la oferta hotelera y gastronómica, modificándose incluso el paisaje urbano, al aumentar la construcción sobre la rambla costanera.
El turismo de campo y playa continuó activo, acudiendo visitantes, como en la década de 1950, a Carmelo y Nueva Helvecia en busca de sus particulares atractivos. Ahora que el departamento y el país comienzan a superar lentamente los efectos de la pandemia habrá que estar atentos a los nuevos escenarios turísticos que se puedan plantear.