El vanguardismo literario en Uruguay, como ha sostenido Carlos Martínez Moreno, a diferencia de en otras regiones de América Latina, fue “suave y blando, sin rijosas aristas, sin asperezas montañosas”.
Los escritores que se asomaron en las décadas de 1920 y 1930 incorporaron con timidez los registros rupturistas de las vanguardias. Los que como Alfredo Mario Ferreiro, autor de El hombre que se comió un autobús (1927), se adentraron en el futurismo fueron censurados por Alberto Zum Felde y la revista La Pluma por su “estridentismo”, por un estilo calificado de “frenético y de pueril, de histérico y de snob”.
Esta literatura juguetona y provocativa, que desarrolló el culto a la velocidad y a las máquinas, propio del futurismo, fue lo más novedoso y vanguardista dentro de lo escrito en aquellos años. Su valoración crítica, por eso, desde esa época hasta la actualidad, sigue siendo objeto de discusión y polémica.
En Colonia del Sacramento, como una “rara avis”, aparece un escritor que participó del futurismo y la vanguardia.
Serafín Cordero Criado nació en la provincia de León, España, en 1904, y emigró luego a Uruguay. Estaba emparentado con el jurisconsulto Matías Alonso Criado y con los Criado Pérez, familia de grandes propietarios locales. Se dedicó sobre todo al periodismo y a la arqueología.
En la década de 1920 se lo encuentra activo en el departamento de Colonia, desempeñándose como rematador público, representante de la estancia Vasta Vista, sita en Conchillas, de Enrique Newton, y como director del periódico El Agnóstico, que se comenzó a publicar en 1927. En este medio de prensa difundió sus narraciones, sus prosas de intención filosófica y sus poemas. Asimismo, dio cabida en sus páginas a textos de importantes poetas del momento, como Julio Garet Más.
Más adelante, ya alejado del ambiente coloniense, fundó la revista Mentor (1938-1945), la cual después sería una editorial. En 1945 fue socio fundador del Centro de Estudios de Ciencias Naturales, reuniendo, de sus numerosas excursiones, una importante colección arqueológica, paleontológica y etnológica.
En 1960, por la editorial Mentor, publicó el libro Los charrúas, el cual era una “arqueología indígena del Uruguay”. En el volante promocional se menciona sobre el texto: “La obra más extraordinaria que se haya publicado hasta hoy sobre el origen y desarrollo de las tribus primitivas del territorio del Uruguay. Se expone fundamentalmente la hipótesis sobre el origen Patagónico de los Charrúas, determinada por rasgos étnicos e implementos arqueológicos”.
Los poemas que a continuación se comentan, y en especial el primero, pueden dar cuenta de una estilística vanguardista y futurista. Las vanguardias literarias cantaron a la modernidad, y eso puede verse en estos textos (más allá de que sean obras de circunstancias, inspiradas en episodios puntuales del momento). Que se cantara a lo moderno y a las máquinas hacía que las imágenes debieran contagiarse de esta actualidad, buscándose lo original e inesperado. También el gesto exultante, imperativo, marca a esta poesía.
El poema “Hidroavión”, dedicado al Plus Ultra, apareció en las páginas de El Agnóstico, de Colonia, el 16 de julio de 1927. El Plus Ultra fue un hidroavión del Ejército del aire español, que realizó por primera vez un vuelo entre España y América. El viaje se efectuó en 1926, siendo su destino final Buenos Aires. La primera estrofa muestra el asombro ante la inusitada experiencia: “Hijo del aire, de las aguas, del mar / Alegrador del hondo paisaje sideral / Yo te saludo pájaro del motor / Anfibio musical!”.
Los versos que siguen contienen imágenes que relacionan lo mecánico con lo natural, en tanto fenómeno físico o en tanto ave. Así se habla de “sonoro corazón de metal”, “parábolas, ornitológicas que descubren / El misterio del éter”, y “meteoro de música”. La penúltima estrofa extrema su expresión para el reflejo de la maravilla: “¡Gerifalte! ¡Gerifalte! / ¡Qué georama de ensueño! / ¡Qué Luna consuetudinaria / y qué lujuria de astros coercibles / sobre la muda etapa solitaria!”. El poema concluye comparando la moderna travesía con las antiguas: “Argonauta de un vellocino astral / Yo te saludo, pájaro del motor / Anfibio musical!”.
En el número ocho de El Agnóstico, publicado el 27 de agosto de 1927, se incluye un soneto en homenaje a Sacco y Vanzetti. Estos fueron dos anarquistas italianos radicados en Estados Unidos, acusados de robo y asesinato, y por eso condenados a la pena de muerte ese año. Esta condena provocó protestas internacionales. El caso tuvo una gran repercusión en Uruguay y América Latina.
El poema, lejos de la imaginería vanguardista, ahonda sobre todo en la denuncia social. El primer cuarteto plantea: “Horror! Sacco y Vanzetti fueron electrocutados / por el bárbaro yanki. Ya su memoria / se graba en el alma, presintiendo la gloria, / inmortal, que el mundo pide para los sacrificados”. Se culpabiliza de este acto atroz a Estados Unidos, al que se caracteriza como un “país del crimen”, reclamándose “¡Guerra a su mercancía y a su dinero! / Libertemos a los que bajo su planta gimen!”. El poeta, en el último terceto, lanza una condena inapelable: “Sus almas confundidas vayan al estercolero/ rojo de sangre inocente y de ambición/ y con ellos vaya mi eterna maldición”.
Ambos poemas, en tema y recursos del lenguaje, evidencian cómo la modernidad impactaba en Colonia, llevando a una renovación del pequeño panorama literario local, en consonancia con las voces disruptivas que asomaban en el Uruguay de la época.