Carbajal y Lesci hacen una buena dupla en el arte. Con una amistad de varios años y proyectos en común, han construido un lenguaje complementario. Aquí vuelven a encontrarse y celebran el camino recorrido.
La vida en calzoncillos es un objeto de diversos usos: catálogo de muestra, relatos gráficos –o novela gráfica, según los códigos del cómic– y poemario ilustrado. Existe una historia, una epopeya íntima y cotidiana que se desarrolla entre dibujos y palabras, una historia que tanto toca el registro amoroso o es un vía crucis (o, en ese pasaje del dolor al amor, es un vía crucis con aires de romance).
Una desnudez vestida
Carbajal inicia un proceso que lleva al despojamiento y la desnudez. Sus dibujos apelan a trazos simples, a un naturalismo despojado que podría rememorar, incluso en el arte de narrar, las cuevas de Lascaux o Altamira. En algunos, sin embargo, aparece un detallismo mayor, que recuerda grabados o aguafuertes renacentistas. Las ilustraciones muestran un transcurrir cotidiano, con gestos leves e íntimos que derivan en ocasiones hacia la fantasía. Entre la música y los animales, el cuerpo transmuta en otra cosa: tanto pierde la cabeza como se transforma en un centauro.
No obstante, lo más importante es el doble, ese doppelgänger que tanto acecha como acompaña. Como dice Lesci: “Sostener al otro que soy yo / que es mi sombra / pero que ya no ejerce como tal”. Ese doble, incluso, puede sostenerse a sí mismo en la forma de la pietà. El tema del doble lleva a otro tópico, el de la mentira. “Todo es mentira”, se afirma. Al igual que la frase de René Magritte, “esto no es una pipa”, las ilustraciones no son la vida del artista ni las palabras son un doble de la imagen. Todo existe más allá, en lo indecible.
La desnudez, asimismo, se ofrece como una puesta en escena, como una vestimenta hecha de desmaterializaciones y simbolizaciones. Todo es mentira porque todo es ficción, y las historias, en su propia carne, piel y calzoncillos, siempre se ocultan, son otra cosa.
El otro, el mismo
Lesci construye una poesía con un lenguaje despojado, lúdico y doloroso como los dibujos. El poema inicial sienta el tono del resto del poemario, a la vez que interpreta el tenor de las ilustraciones: “Perder la cabeza / y juntar las partes”. Desde ese momento se abre un ciclo jalonado por la búsqueda y la pérdida: “la ducha eterna de mis calzoncillos”. Y “Todo es mentira. / Todo es mentira como en una película o en la serie”. La repetición y el doble hacen que la realidad se pierda, que tan sólo lo mínimo, un trazo, una palabra, los calzoncillos sean un asidero.
En ese desdoblarse, en ese juego de máscaras, otro asidero es el amor, tal vez porque sea algo simple, tal vez porque la desnudez sea un acto artístico, un acto de puro erotismo. “Solo el AMOR me habla / –esa roca inquieta que me abraza y se apiada de mis / circunstancias– me lleva lento / hacia el oeste de la vida”. El amor guía el viaje, da sentido al doble y a la desnudez que, de tanto brillo y presencia, no pueden ser apresados. Porque “todo es mentira”, salvo aquello que, en el borde, pueda ser dicho, pueda ser dibujado.
Jorge Perico Carbajal y Leonardo Lesci, La vida en calzoncillos. Relatos gráficos, Colonia del Sacramento, Amanuense, 2024, 63 páginas.