En noviembre de 2004, cuando falleció el poeta Humberto Benítez Casco, su figura apenas era una sombra en la sociedad de Rosario, Colonia. En el ambiente letrado nacional su nombre conservaba cierta estima, aunque sus libros, aparecidos en edición de autor, raramente podían conseguirse. Veinte años después, de la mano del sello coloniense Hurí Arte y Edición, se publica esta antología que recupera su personalidad y su obra.
Humberto Benítez Casco (1946-2004), nacido en Rosario, fue un profesor de literatura y poeta merecedor de diversos premios nacionales. Alcanzó a publicar cinco poemarios: Cristal y cristal (1978), Oro (1981), El revés de los signos (1982), Pasión de lo invisible (1988) y A pesar de la muerte y otros poemas (1992). Estas ediciones tuvieron un carácter casi artesanal, siendo además de tiradas pequeñas.
Para esta antología que acaba de ser publicada se tomó como modelo el poemario A pesar de la muerte, que ya tenía un formato de antología. Muchos poemas se incluyen según la versión de este libro y, siguiendo las indicaciones que deja aquí el poeta, se publica casi por entero El revés de los signos, obra que estimamos que Benítez Casco consideraba la más lograda. Se incluyen facsímiles de las tapas de los poemarios. En la portada figura una pintura de Álvaro Olivera, artista rosarino, ya que no existen fotos nítidas del poeta.
En el prólogo, Leonardo Lesci, responsable de Hurí, menciona su acercamiento al escritor: “Conocí a Humberto Benítez Casco en el 1999 en mi último año de liceo mientras me decidía a continuar estudiando profesorado de Literatura. Me atreví a visitarlo en su casa de la calle 25 de Mayo en la ciudad de Rosario. Había sido jubilado anticipadamente, y hasta que pude conocerlo de manera personal, no era más que el esquemático y folclórico relato de alguien que escribía poesía en un pequeño pueblo del interior de Uruguay. […] Mantuve un afectuoso vínculo, y me beneficié de una formación literaria imposible de incorporar en los ámbitos formales de las instituciones”. A través de sus conversaciones, y de su propia obra, puede afirmarse que Benítez Casco, en sus últimos años, formó a una generación de jóvenes poetas. Su figura, envuelta en cierta aura rilkeana, fue una inspiración fuerte para muchos escritores vernáculos. Puede asegurarse, sin temor a dudas, que es uno de los principales poetas del departamento de Colonia y una personalidad a tener en cuenta en el panorama nacional.
Su obra aparece influenciada por Roberto Ibáñez y Sara de Ibáñez –quienes fueron sus amigos–, Juan Ramón Jiménez –al punto de tener un busto de yeso en su escritorio y cartearse con la familia–, San Juan de la Cruz y Stéphane Mallarmé. Estas influencias son especialmente notorias en sus primeros libros, Cristal y cristal y Oro. Aquí se inclina por las formas clásicas como el soneto o la lira, pero el empleo de métricas tradicionales, sea el endecasílabo o el heptasílabo, será reiterado en su poesía.
Ya surgen también sus temas principales: la soledad, la creación poética y la preocupación mística y religiosa. “Monodia del caballero de la nieve”, incluido en Cristal y cristal, es emblemático del tópico de la soledad: “Solo por una noche sin frontera. / Solo por una noche, en primavera. / Solo por las ciudades nunca vistas. / Solo entre multitudes asfixiadas. / Solo en el árbol, en al aire solo. / Solo por los desiertos de una página”. El tema de la creación surge en un poema donde homenajea a Sara de Ibáñez: “¡Oh Sara en flor de exacta eucaristía! / ¡Oh paloma geométrica y serena! / ¡Tu Voz, Cristal de luz, cielo creciente / que sostiene la rosa desmedida!”. Otras veces la creación se mezcla con lo religioso y el asunto de la muerte: “Pero entonces el muro y los clamores, / pero entonces cristal y ángeles ciegos, / pero entonces la muerte y resplandores, / pero entonces los bosques andariegos” (“Los clamores”, de Oro).
En estos poemarios, además de las formas clásicas, hay un decir barroco, de ese barroco que se remonta al Siglo de Oro español. En El revés de los signos se asume el verso libre y una enunciación próxima al simbolismo. El hermetismo ahora se explaya con cierta llaneza y aumenta el tono místico. La palabra, el verbo, como ese signo divino y oscuro, es el motivo del libro. En el poema “El signo” se plantea: “Y la palabra pasa, / pero exacto / es este centro blanco del enigma / donde sólo yo solo / desafío / este tumulto de los arrayanes / que florecen insomnes y fatales / en este lar / y en mi silencio altivo”.
Por su parte, Pasión de lo invisible es un poemario extenso y dispar, que prolonga el ambiente del libro previo. No obstante, aparecen algunas imágenes disruptivas, casi surrealistas: “Si hubiese sido allá / cuando / los directores de los locutorios apuntaban con el / dedo / la víctima del holocausto / y los bisontes clamaban taciturnos / en torno al extranjero” (“Carmen de las Muertes”). La denuncia de una situación personal y social sofocante se hace presente, aumentando la sensación de soledad: “Yo sólo sé decir que en un momento / abrieron de repente, de repente / las cloacas del espanto / y fue la guerra / no una fácil metáfora. […] Yo sólo sé decir que en esta orilla / quieren crucificar al Invisible / y persiguen a tientas y en silencio / al cisne, al ruiseñor / y al hombre solo” (“Confesiones del Río de los Pájaros”).
El conjunto A pesar de la muerte, en contraste, es un poemario muy breve, que se ve aumentado por la recopilación de los libros precedentes. Es mayor su hermetismo y se apuesta por una poesía visual, en la senda de Mallarmé, jugándose con la distribución del verso en la página en blanco. La sensación de desolación y rebeldía se incrementa: “Y YA / sólo toda la nada / queda por decirte / en mi péndola vieja […] la revolución, / la revolución / LA REVOLUCIÓN / o la res, / la res / que se repite y soy / YO / que les miro de nuevo / y les borro / desde este lado opaco del espejo” (“Última carta a Basilio”). El último poema reflexiona sobre la corporalidad, la creación y la soledad: “Íntimo / pautado como el diapasón de cierta / sinfonía / vive / su anónimo apocalipsis / un cuerpo solo” (“Poesía del cuerpo solo”). En estos poemas finales, Benítez Casco logró que la tortura a la que sometió el verso –con su enunciación entrecortada– sea un exacto reflejo de su tortura interior.
La obra de Benítez Casco, con sus tanteos y excesos, presenta un grado de unidad poco frecuente, que certifica la calidad de su voz poética. En un momento en el que cualquiera que garabatea papeles (o tipea en su celular) se siente poeta, sirve rescatar este ejemplo de rigor y elegancia.
Humberto Benítez Casco, Caballero de la nieve. Antología poética, Colonia del Sacramento, Hurí Arte y Edición, 2024, 108 páginas.