Este nuevo libro del historiador palmirense Jorge Frogoni Laclau es una reedición del que publicó en 1997, obra que logró visibilizarlo en el panorama historiográfico local y nacional.

En el marco del bicentenario de los hechos de 1825, vuelve a presentarlo al público de la mano del sello editorial Tierradentro, que dirige el historiador Oscar Padrón Favre. El texto intenta aclarar sucesos o documentación confusa, incluyendo material desconocido acerca de protagonistas anónimos del proceso revolucionario.

Aníbal Barrios Pintos, desde el prólogo, destaca esta característica: “Libre de toda clase de prejuicios, las ha examinado [la documentación], analizado, valorizado con solvencia y en ocasiones desmitificado con sentido crítico”.

El libro, si bien se pliega a la crítica documentalista en la senda de Barrios Pintos, también se muestra alerta ante las perspectivas de la nueva historia. Afirma Frogoni: “En historia –esto es muy sabido– nunca está dicha la última palabra. Siempre surgen nuevas ramas para continuar las investigaciones de un viejo tema. […] La historia no es ni debe ser dogmática, pues sólo conduce a errores inmejorables; y si bien es una ciencia que estudia el pasado, debe, al igual que otras, transformarse y renovarse.[…] La historiografía del siglo pasado [XIX], y anteriores, sólo se interesaba en: batallas, combates, epopeyas militares y biografías de célebres generales, etcétera. Hoy día, se han modificado muchos conceptos gracias a que se fueron incorporando paralelamente temas como los económicos, sociales, religiosos, etcétera”.

En este sentido, se aborda el escenario geográfico y la trayectoria de los actores, comprendiendo un enfoque lindero con la historia local y/o regional y la microhistoria. El autor, conocedor desde niño de la zona de Agraciada, el río y las islas, utiliza esta experiencia vital para reconstruir y territorializar los eventos de la cruzada de abril de 1825.

En los capítulos iniciales se repasan detalles acerca de los preparativos y la organización, examinando, a través de una profusa documentación, las redes y sociabilidades creadas por Lavalleja y su círculo. No falta a la cita una “vieja cuestión” referida al número de los cruzados: ni 33 ni todos orientales. Se debe recordar, y las proclamas de Lavalleja lo manifiestan, que los habitantes de la región eran “orientales-argentinos” y que el Río de la Plata estaba abierto a intensas dinámicas migratorias. Las identidades locales, así como los proyectos estatales, estaban en permanente disputa y construcción.

En base a testimonios como el de Spikerman se traza el recorrido seguido entre las islas. Aquí el conocimiento de primera mano de la geografía local y regional ayuda a interpretar las imprecisiones y contradicciones de los documentos. Este aspecto, sin lugar a dudas, es una de las contribuciones más importantes.

Los protagonistas anónimos comprenden desde chalaneros hasta las familias, como los Ruiz, que los socorrieron luego del desembarco. Aquí se destaca una serie de redes y de solidaridades espontáneas que pautan las complejidades de la cruzada, haciendo que su éxito pendiera de un hilo.

El libro incluye, asimismo, referencias a la primera representación pictórica hecha sobre el desembarco, la cual pertenece a la artista coloniense Josefa Palacios. Esta, en los últimos años, ha concitado un renovado interés, marcado en muestras públicas y en el abordaje efectuado por el investigador Juan Varese en sus estudios sobre pintores de la primera mitad del siglo XIX.

Por todos estos elementos, que hacen a una historia menuda y en parte oculta, resulta por demás bienvenida esta nueva edición.

Jorge Frogoni Laclau, La Cruzada Libertadora de 1825. Puntos que faltaban analizar y esclarecer, Durazno, Tierradentro Ediciones, 2025.