Según la Organización Mundial de la Salud, se entiende por vacuna “cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos”. Dicho en términos bélicos, son herramientas que preparan ejércitos entrenados, numerosos y en la frontera del territorio, de forma tal que, frente a una amenaza (específica de la vacuna utilizada), sean capaces de evitar la infección rápidamente, sin necesidad de producir soldados justo en el momento en que aparece el invasor.

El objetivo de las vacunas no es la cura de una enfermedad sino su prevención. Pero no siempre resulta; muchas veces virus y bacterias cambian su nivel de virulencia o agresividad y la cosa se complica.

El término “enfermedad del cachorro”, hablando de perros, ha logrado por un lado concientizar sobre enfermedades potencialmente mortales durante ese período. Sin embargo, también ha logrado encasillar este problema en dicho lapso, cuando las enfermedades virales y bacterianas que las vacunas intentan atenuar no son exclusivas de ese momento. Desde que nace hasta que muere, un perro o gato es susceptible de infectarse con diferentes agentes y por eso deben vacunarse anualmente.

Las principales enfermedades infecto-contagiosas que las vacunas ayudan a prevenir son: parvovirosis, coronavirus, adenovirus, distemper, parainfluenza, leptospirosis y rabia. Y se pueden dividir en dos grupos, las exclusivas del perro y gato por un lado y aquellas que pueden infectar al humano, por lo tanto, zoonóticas. Así, la leptospirosis y la rabia serán enfermedades que el perro o gato puede contagiarnos, mientras que las restantes son exclusivas de cada especie.

Sólo en perros

Los síntomas que provocan las distintas enfermedades muchas veces se confunden, ya que en general son muy similares. Tanto la parvovirosis como el coronavirus causarán en el cachorro una disminución notoria de ánimo; dejan de comer y tomar agua y al cabo de unos días aparecen vómitos y diarreas profusas, muchas veces con sangre y olor muy desagradable. De no ser atendido, este cuadro continuará con la deshidratación del animal y con su muerte.

Con el adenovirus tipo I puede aparecer fiebre, dolor abdominal, vómitos, diarreas, secreciones nasales u oculares, alteraciones en el sistema nervioso central, y culmina también con la muerte del animal.

El distemper canino, más conocido como joven edad o moquillo, es el responsable directo del mayor número de muertes por enfermedad en caninos. La edad no influye en su aparición, aunque son más vulnerables los cachorros y los perros “veteranos”. Los síntomas son muy variados y se ven cuadros respiratorios (tos, descargas nasales), oculares (conjuntivitis), digestivos (vómitos y diarrea) y neurológicos (convulsiones, movimientos musculares involuntarios, parálisis), entre otros. Si bien algunos cachorros logran superar la infección y se recuperan, muchos mueren luego de instaurado el cuadro clínico.

Parainfluenza es un virus que comparte autoría con otros agentes virales y bacterianos de la popularmente llamada “tos de las perreras”. No tiene predilección por cachorros o adultos y es altamente contagiosa, aunque con poca vida media en el ambiente. Los síntomas se relacionan con el aparato respiratorio y sobresale la tos seca, muchas veces con expulsión de flema e intentos infructuosos de sacar algo de la garganta, lo que se asemeja a un animal atragantado. En general la enfermedad remite, si bien cuando existen agentes agregados puede agravarse, llegando a neumonías severas.

Compartidas entre humano y perros

Dentro del paquete de las enfermedades que se previenen con vacunas, la leptospirosis (perros) y la rabia (perros y gatos) cobran mayor interés, dado que pueden ser transmitidas al humano con importantes consecuencias, incluso fatales. Hoy en día la rabia no está presente en el país, sin embargo, hay riesgo de convivir con ella a futuro.

La leptospirosis es causada por unas bacterias llamadas leptospira, que se eliminan por la orina, y el contagio suele producirse por la ingestión de agua contaminada por la orina de un perro infectado. Produce fiebre de curso agudo, con afección hepática y renal y síntomas inespecíficos, siendo característicos además de la fiebre el dolor renal ante la palpación, anorexia, vómitos y diarrea.

La rabia es causada por un virus de la familia rhabdoviridae, que afecta principalmente el sistema nervioso central. Su sintomatología, a grandes rasgos, comprende fiebre, agresividad, irritabilidad, salivación excesiva, fotofobia (aversión a la luz), dificultad para tragar, parálisis del rostro, convulsiones, parálisis general y muerte.

Plan de vacunas

La edad adecuada para iniciar el plan de vacunas va a depender del estado sanitario del cachorro, su lugar de nacimiento y la inmunidad de la madre, entre otros. Por eso resulta imperiosa la consulta veterinaria, ya que su inicio será adaptado a las necesidades individuales del cachorro. En general, la primera vacuna se administra a las seis semanas de edad y según el criterio profesional, finalizará a las 12 o 16 semanas. La revacunación se realizará al año de la última vacuna administrada.