Como animales gregarios, los perros necesitan establecer complejos sistemas de comunicación para lograr una normal convivencia. Las señales olfativas, auditivas y visuales serán las encargadas de hablar por ellos.
Señales olfativas
La superficie total de la mucosa olfatoria del perro es de 75 a 150 centímetros cuadrados, mientras que los humanos contamos con de 2 a 10 centímetros cuadrados para eso; uno puede concluir en que huelen mejor que cualquier persona que ande en la vuelta. Encima, son capaces de discriminar la llegada de un olor por un orificio nasal o el otro en 0,3 milisegundos. Utilizan este atributo para la búsqueda de comida, la detección de hembras en celo o de machos, descubrir intrusos y para decodificar olores en la orina, la materia fecal y las glándulas anales de otros perros, que emiten feromonas que ofician como cédulas de identidad.
Señales auditivas
Ladrido. Se cree que es producto de la domesticación y que fue tomando validez a medida que lograban objetivos, como disuadir intrusos y conseguir alimento, juego, atención. Su intensidad, frecuencia y regularidad pueden ayudarnos a interpretar lo que está sucediendo. Así, un ladrido continuo, rápido y de tono medio se asocia a la entrada de alguien a su territorio. Cuando se detienen y retoman a los tres segundos están relacionados con una presencia no tan cercana y además buscan sumar adeptos o al menos que alguien investigue. Ladridos que se entrecortan pueden leerse como una invitación al juego.
Gruñido. Este sonido se asocia a un aviso de mordida, y está bien que así sea. Durante el juego también gruñen, pero sus posturas distan mucho de las que usan cuando el fin es atacar. Los gruñidos de tonos bajos se relacionan con una amenaza. Los que terminan con ladridos, de tono bajo, pueden ser alerta de ataque inminente. Los que acompañan la exposición de dientes indican un grado de agresividad elevado y un final poco feliz si se enfrenta al animal.
Gemido. Es habitual en cachorros que quieren llamar la atención de su madre. Cuando son adultos, este sonido se potencia si logran algunos objetivos. No obstante, el dolor o miedo pueden incluir gemidos.
Señales visuales
Orejas. Lamentablemente, en algunas razas se sigue practicando el corte estético para expresar el pedigrí, lo que puede interferir con la comunicación entre individuos, además de predisponer a enfermedades auditivas. Por ejemplo, un perro que fue operado es incapaz de dirigir sus orejas hacia abajo y atrás para transmitirle a otro que no está interesado en un conflicto. En perros con orejas intactas, que las eleven se puede entender como interés por algo en concreto, o si acompañan esto con gruñidos o exposición de dientes, como un eventual ataque. Dirigidas hacia atrás se asocian a estados de duda, miedo o actitud sumisa.
Cola. La misma consideración en cuanto a los cortes corren para la cola. De hecho, algunos estudios indican que los perros con la cola amputada ladran con mayor frecuencia e intensidad. La cola elevada significa autoridad y confianza en sí mismo; si la pone así en grupo puede ser un animal de rango jerárquico elevado. Cola ligeramente baja pero distante de las patas traseras se traduce como tranquilidad. Cuando está entre sus miembros posteriores indica inseguridad y, en algunos, casos miedo, pero un perro con la cola “entre las patas” puede ser tan agresivo o más que un animal dominante si se ve obligado a actuar.
Boca (hocico). La boca cerrada aunque mostrando los dientes es una señal inequívoca de amenaza, la segunda tras el gruñido. Con la boca entreabierta, los labios levantados enseñando los incisivos y el hocico fruncido, está a segundos de morder. El bostezo en los perros no sólo indica cansancio; si aparece en momentos distantes a despertar o dormir nos está queriendo transmitir estrés, inseguridad o desconfianza, e intentos de salir de esa situación.
Cuerpo. La postura de juego es fácilmente reconocible cuando dirigen cabeza, pecho y patas delanteras contra el suelo y mantienen las traseras y la cola levantadas. Un perro dominante incluirá en su postura las extremidades extendidas, la cola levantada y las orejas dirigidas hacia adelante. Muchas veces sitúa las patas anteriores sobre el lomo de un animal de menor rango o incluso muerde su hocico. Es común que acepte que otro perro le lama los labios. Las posturas de un perro subordinado en presencia de uno de mayor rango van a ir desde extremidades flexionadas hasta orejas plegadas hacia atrás y la cola recogida. Pueden tirarse al piso y mostrar vientre y zona inguinal separando sus extremidades posteriores. Adoptarán diferentes posturas de acuerdo al tipo de episodio. Durante la agresividad ofensiva, observaremos una actitud clásica de perro dominante sumando a su repertorio la exposición de dientes, pelos del lomo erizados y los miembros posteriores separados. A la inversa, el perro adoptará alguna o todas las posturas de un animal subordinado o sumiso, pero se le agregará la exposición de dientes con una marcada retracción de los labios, evitará el contacto visual y, según algunos autores, levantará los pelos, pero no a lo largo de su columna, sino sólo cerca de la cabeza y la cola.
Dato extra: si un perro que no está jugando o cazando levanta una de sus manos delanteras dejando la mitad como flotando, pero mantiene rígidos los músculos de su escápula, no está cómodo y quiere huir de esa situación. Lo podrán ver con su perro cuando van a la veterinaria. Pero a veces las señales que el animal adopta son ambiguas y no del todo fiables.