“Y vos, ¿qué harías con las casas vacías de Ciudad Vieja?” fue el disparador utilizado por el grupo Reactor para convocar a colectivos organizados y vecinos inquietos a sus laboratorios. “Otras economías”, “Usos cívicos”, “Formas colaborativas de habitar” y “Formas de gestión de espacios comunes” fueron los ejes de las reuniones de trabajo, que hoy en Pérez Castellano 1542 tendrán su puesta en común. De todos modos, seguirán abiertos a recibir propuestas durante noviembre y en diciembre darán cierre a esta primer etapa.
Reactor es un proyecto de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) inscripto dentro de un convenio con la Intendencia de Montevideo (IM) para brindar apoyo en la definición de uso del programa Fincas Abandonadas (creado en 2009 y reactivado hacia 2015). Hasta el momento el programa Fincas viene destinando esas casas recuperadas a usos sociales. Este año, en la plaza número 1 de Ciudad Vieja, se empezó a trabajar sobre el derecho a la ciudad, de manera que junto al Departamento de Desarrollo Urbano, la Federación Uruguaya de Cooperativas de Viviendas por Ayuda Mutua y la FADU arman el proyecto Cooperativa Dispersa, para destinar las casas que se puedan recuperar a cooperativas de vivienda, en una modalidad que permite que en tres lotes pequeños se arme una única asociación.
En ese contexto, Reactor Ciudad Vieja plantea laboratorios de intercambio con vecinos, en un barrio con una diversidad inmensa de perfiles, para escuchar sus inquietudes y, a partir del año que viene, retomar los talleres con la intención concreta del diseño colectivo de prototipos posibles. “La idea es, justamente, no hacer procesos artificiales”, dijo Adriana Goñi, de la FADU, quien explicó que comienzan en Ciudad Vieja ya que allí tienen mapeadas las fincas expropiables, y calcula que unos 200 actores –contando grupos y personas– están involucrados hasta el momento. “Este es un tema que interesa: por la especulación, por la oportunidad de vivienda y contra la expulsión, también para crear otro tipo de iniciativas que le den vida y hagan accesible la Ciudad Vieja. Empezamos con esta metodología en la que hay que movilizar a los barrios: decir ‘tengo este patrimonio vacío, qué hago’. Además hay investigaciones de Mariana Ures, de Gonzalo Bustillo y otros que hace años están trabajando en comprender la normativa y en cómo armar un programa, porque si bien hay leyes, para que sea una política pública lo tenés que bajar a algo operativo”.
En las reuniones propiciadas durante el mes que termina, Reactor invitó además a expertos extranjeros, entre ellos el profesor español Mauro Gil Fournier, líder de iniciativas ciudadanas: “Se llama urbanismo afectivo esta forma de entender a partir de qué tipo de situaciones las personas se mueven por su territorio”. También estuvo presente el italiano Giuseppe Micciarelli, de la Red de Espacios destinados a Usos Cívicos en Nápoles (www.exasilofilangieri.it, scugnizzoliberato.org). Se trata, en el caso napolitano, de “nueve espacios muy grandes, desde ex conventos a ex hospitales militares, que fueron solicitados por grupos ciudadanos para realizar actividades. Son iniciativas que entienden que no conviene pedir un inmueble para ellas solas sino tener una coordinación entre varias para sostener un proyecto de ese tipo”, observa Goñi. “Otra cosa que estamos estudiando es la coadministración, porque a veces ponés mucha energía en el territorio pero viene desbordada completamente por hacerse cargo de una casa patrimonial. Entonces, ves que surgen iniciativas todo el tiempo pero se apagan. Con la universidad estamos apoyando el estudio de la sostenibilidad de las propuestas, ver cómo eso que ya está pasando en varios lugares del mundo puede generar una política para reactivar espacios”.
Goñi aclara que se batalla con “dos cuestiones distintas: los tiempos y las prescripciones, y el nivel de la deuda” que arrastran esos inmuebles. Subraya que una vez liberadas esas fincas, armar cooperativas es lo espontáneo, pero que están viendo otras formas de habitar, y sobre todo, que el proceso se agilice, “porque si expropiás una casa y la tenés años abandonada, no va a haber público que la agarre. De ahí nuestra idea de poner la pregunta en los barrios. Se está creando esta inteligencia colectiva, entre la voluntad política, los grupos de base y posibles propuestas técnicas –cooperativas con jardines, con usos sociales, con grupos de cuidado, cohousing, usos mixtos–. La población inmigrante en Ciudad Vieja pide muchísimos lugares de cuidados y donde hacer sus reuniones, porque viven en pensiones y los lugares que tienen son súper limitados. Si se va a repoblar Ciudad Vieja otra vez, que pasó de tener 20.000 habitantes a 12.000, y ahora está creciendo por los inmigrantes, no vamos a dar abasto. La escuela, por ejemplo, de 2013 a hoy triplicó la población. Entonces, si tengo 124 inmuebles vacíos, no tengo que pensar sólo en la vivienda sino en cómo volver a dar servicios”.
Para sumarse, escribir a [email protected] o acercarse a Espacio Reactor, al lado del Mercado del Puerto, en la oficina de rehabilitación de la IM (Pérez Castellano 1542) los miércoles desde las 18.30. Sus cuentas en Facebook y en Instagram son reactorciudadvieja.