La seguridad no es un tema, el sistema de transporte funciona, el vino es bueno y la gente, distendida. Eso dice Tim Burford, autor de la primera guía sobre Uruguay en inglés, publicada hace diez años por el sello Brandt. Para actualizar la cuarta edición, acaba de pasar cinco semanas recorriendo “las grandes ciudades y un poco más”. De ese exhaustivo viaje se queda con la rusticidad del trabajo de campo y, aunque la costa no es su debilidad, le gusta La Pedrera, que le recuerda a Cornwall, de donde viene.

Karen Higgs, responsable de The Guru’guay Guide to Montevideo y de The Guru’guay Guide to Uruguay: Beaches, Ranches & Wine Country, es galesa y vive acá desde hace veinte años.

Mientras que los libros de Burford están tupidos de información, al estilo enciclopédico, para poder consultar rápidamente algún dato, Higgs, en cambio, plasma una mirada curatorial e incluye cuadros comparativos para planificar el paseo según las preferencias del usuario. Ambos fueron mochileros en su juventud y están convencidos de que una guía no se puede escribir estando de paso. Mientras comparten el té de rigor se entretienen comparando sus experiencias en el sur del continente.

Uruguay figura entre los diez destinos imperdibles de la guía Lonely Planet para 2020, algo que aquí destacó el Ministerio de Turismo. ¿Cómo creen que lo toman los viajeros?

TB: Son noticias fantásticas, pero cada año hacen un top ten nuevo. No creo que tenga tanta importancia; no es que todo el mundo vaya a venir inmediatamente. Siembra una idea, y es más probable que el que esté en Buenos Aires venga.

KH: Creo que hace más la diferencia para Uruguay y su autoestima. Es un pequeño mimo. Yo sé que acá pesa la tradición del sol y el mar, pero es importante valorar todo el país: el vino, el interior. Lonely Planet hace hincapié en eso, y está bueno para el país verse reflejado internacionalmente.

¿Qué podemos hacer, entonces, para reforzar la autoestima con respecto al turismo?

TB: Tenés dos tipos de turismo: el regional y el resto. Es obvio que todo el mundo viene por las playas, y eso es maravilloso. Pero hay que enfatizar más en el resto del país, porque lo que tienen es buenísimo. Una de las cosas por las que la gente viene es el carácter uruguayo: gente muy tranquila, relajada. Si tuvieran más confianza en sí mismos capaz que no serían tan lindos. Quiero decir, si los uruguayos fueran demasiado pagados de sí mismos...

KH: ... serían argentinos.

TB: No quise decirlo, pero trabajé en Argentina antes de venir a Uruguay.

KH: ¿Con las guías?

TB: En los 90 escribí una guía de caminatas por Chile y Argentina. En ese momento estaba liderando paseos en la Patagonia para una compañía inglesa. Después de eso vine a Uruguay por primera vez, hace diez años.

¿Por qué empezaste a escribir la guía Guru’guay, Karen?

KH: Soy especialista en comunicación digital desde hace más de 20 años y me metí en el tema del turismo en 2010, estando acá en Montevideo. Por ser británica, recibía a muchos extranjeros que eran de Gran Bretaña, de Estados Unidos, de Canadá, y me comentaban que antes de llegar había sido casi imposible encontrar información actualizada sobre Uruguay. Me decían que creara un sitio web. Me parecía buenísima la idea, pero era consciente del trabajo que implicaba. Lo que me motivó fue que tres años después recibí a un autor internacional, que hace una guía importante, con una parte sobre Uruguay, y él iba a estar acá por muy pocos días para actualizar un texto que yo sabía que no estaba bueno. Así que me indigné mucho. Fui mochilera en los años 90 y todo el mundo usaba las guías que existían sobre América Latina. Hablabas con los otros extranjeros para saber cuál país valía la pena y cuál no. Yo empecé por Estados Unidos, crucé y mi plan era llegar hasta Ushuaia. Sobre Uruguay decían: ‘No vayas’.

TB: Hay un libro sobre Argentina y Uruguay en el que Uruguay abarca dos páginas sobre Colonia, tres sobre Montevideo y dos sobre Punta del Este; nada más, increíble.

KH: No lo habían priorizado y, como ha dicho Tim, lo que Uruguay tiene de especial es la gente y la cultura, algo que no vas a descubrir en pocos días. Por indignación, entonces, empecé las guías.

TB: ¿Conoces el turismo lento? Es un concepto parecido a slow food, que significa esperar un tiempo en un lugar para conocer a la gente, la comida local auténtica.

KH: Es un país hecho para eso.

¿Qué lugares encontraste más auténticos en este viaje?

TB: La última estancia a la que fui, Panagea, a una hora de Tacuarembó. Es un poco estilo hostel, no es lujosa. Vas a trabajar con el gaucho. Son dos personas las que trabajan ahí con el ganado, y el resto son los turistas. Hay una hora para saber lo que hay que hacer con el caballo y después trabajás para arriar las vacas y las ovejas; necesitás diez caballos alineados y movés a las ovejas.

¿Te divirtió trabajar?

TB: Está bueno. Se trata solamente de cabalgar.

KH: Es justo lo que están buscando.

TB: Pero en las estancias turísticas de acá los caballos están ensillados, todo pronto para que montes, solamente seguís al caballo de adelante, cabalgás una hora...

Y te sentís un niño.

TB: ¡Y te sentís un niño y entonces es la hora de la merienda! Hay muchos lugares así, algunos más auténticos que otros. Pero este último fue muy lindo: dedicás una hora a aprender cómo ensillar un caballo, porque no es el mismo estilo que el europeo, y después hay que trabajar; fantástico. También, claro, podés estar tranquilo, hay pájaros por todos lados, el campo es hermoso.

KH: Yo fui a una estancia parecida. Una pareja maneja el lugar y no tienen terreno suficiente para ganado, entonces tienen que sobrevivir con el turismo. He escuchado de británicos que van a Buenos Aires, toman un ómnibus a Tacuarembó, esta pareja los va a buscar (está como a una hora de la ciudad, y luego lleva otra a campo traviesa), están diez días y los llevan de regreso a Buenos Aires a tomar el avión a Londres. Yo estaba ahí, me habían depositado en un sitio a ordeñar una vaca, me acuerdo de que había un cachorrito que estaban amaestrando para trabajar con las ovejas, pero él correteaba, divino, y sonaba un tango en la radio. Pensé: “Alguien me acaba de bajar de un ovni y estoy en un universo paralelo”. Fue uno de esos momentos mágicos a los que jamás en mi vida pensé que podría acceder. Hablando con Nair, la señora de la casa, me decía que los uruguayos no entienden eso, porque saben que la vida en campaña puede ser dura, sufrida. No había agua corriente; había una quematutti. Cuando alguien imagina una estadía en una chacra se pregunta por qué. Pero es diferente de lo que puede experimentar un turista por una breve temporada. Ahora se entiende que pisar las uvas, que acá es algo tradicional, es lo que un viajero se muere de ganas de hacer una vez en su vida. Yo tengo algunos familiares uruguayos, una parte descendientes de italianos, y me contaron que en su casa hacían eso. Para ustedes ni siquiera es algo curioso, pero en Gran Bretaña o en Estados Unidos no tenés la posibilidad de hacerlo; lo viste en películas, tal vez, y puede ser muy divertido.

¿Cuáles son las diferencias que encuentran al comparar con lo que sucedía una década atrás?

TB: Lo de la cerveza artesanal y la gastronomía es sobre todo en Montevideo, afuera no tanto. Los parques eólicos, que en el interior están por todas partes, y las bicisendas. Por otro lado, una de las atracciones es la estabilidad.

KH: Iba a decir lo mismo; cuando la gente vuelve, después de varios años, pregunta qué cambió y vos decís: “Nada”. Es maravilloso. No pasa en muchos lugares del mundo. Y si simplemente el cambio fue en comida y en cerveza, ¡qué lugar!

¿Qué les parece que está faltando?

TB: Recién hablábamos de las estancias, pero sería posible tener la misma experiencia en las bodegas. Quiero decir, aquí son geniales porque son todas chicas. Prácticamente toda la industria vitivinícola de Uruguay es del tamaño de una bodega en otro país. Eso puede ser muy bueno para el turismo enológico, porque visitar esas bodegas es como ser un miembro más de la familia. Pero se podría hacer una experiencia más inmersiva, quizás sólo unos días al año.

KH: ¿En otros lados hay posadas en el viñedo, donde la gente se quede y trabaje?

TB: En algunas partes, sí. Con el ganado se trabaja todo el año, pero el vino tiene unos tiempos muy específicos. Se ofrece trabajar en la poda, por ejemplo, pero no es tan interesante como la cosecha.

¿Cómo encuentran el transporte?

TB: Muy bien.

KH: Y él no alquiló auto, hizo todo en ómnibus.

TB: Es un poco más caro que antes, pero de un nivel muy bueno, los choferes son buenos; es un sistema que funciona. Y una cosa que me gusta de Uruguay: los ómnibus salen en hora. Si estás esperando en Castillos para ir al Chuy, el ómnibus viene de Montevideo y puede demorar unos 15 minutos más, pero no es importante.

¿Qué pueden decir de la seguridad?

TB: Capaz que en Montevideo hay un poco más de crímenes que antes, pero no es algo importante para los turistas.

¿Qué compran cuando quieren llevar un regalo de Uruguay?

TB: Vino –me gusta el tannat–, dulce de membrillo, dulce de leche.

KH: Vino, principalmente, y ciertos objetos con simbología de Joaquín Torres García, música. Y hay algunos libros divinos, como uno nuevo sobre la rambla.

La guía de Karen tiene versión web y la tuya no, pero lo asombroso es que todavía se usen guías en papel.

TB: La gran crisis fue en 2009, a nivel económico y, además, porque la gente empezó a usar apps. Pensamos que era el final de los libros para viajeros, pero no. La editorial para la que trabajo, Brandt Travel Guides, es especialista en países no tan grandes, y la gente que viene a Uruguay, que va a Georgia, a Madagascar, por ejemplo, quiere un libro; no se puede hacer todo digitalmente.

KH: Ustedes se enfocan en países menos conocidos.

TB: Sí, es una empresa que no hace Estados Unidos o París.

KH: Quería aclarar que hay un sitio web Guru’guay, pero los libros son mucho más completos. Cuando escribí la primera guía, que salió en 2016, mi plan era hacerla sólo digital, para Kindle, porque veía que todos los turistas venían con su tablet, pero rápidamente me empezaron a pedir una versión en papel. Y vendo mucho más que en digital.

¿Cuál es el tiraje?

TB: Creo que se imprimen 5.000 ejemplares cada tres años y después se reimprimen más, porque se distribuyen en todo el mundo.

KH: La mía se vende por Amazon, a demanda, pero sí, son varios miles. Más de la mitad de quienes entran al sitio o compran son de Estados Unidos. ¿Vos has leído mis guías, Tim? ¿Cuál dirías que es la diferencia?

TB: Es muy personal, habla con tu voz, es muy actualizada, y viene de vivir aquí, de una experiencia profunda.

KH: Otros autores me han comentado que no es una guía típica. Yo empecé como bloguera, hacía opinión y selección. Mi guía sobre Uruguay no cubre todo, por eso se llama Playas, estancias y viñedos. Busca entusiasmar al lector para que elija venir a Uruguay, no como una escapada de su visita a Argentina y Brasil, sino para sus vacaciones enteras.