Mientras que los griegos decidían si las guerras eran o no una opción mediante una primitiva democracia, junto a ellos andaba una especie de perro de características similares al beagle actual. En su tratado sobre cacería, Jenofonte ya mencionaba a un sabueso que cazaba liebres siguiéndolas incansablemente gracias a su olfato. Si bien originalmente, como todo perro, era muy preciado por su habilidad para atrapar presas, con el tiempo la caza dejó de ser fundamental para la supervivencia del hombre y devino un deporte. Por eso casi todas las razas que se ganaban la vida cazando para alimentar a sus dueños se transformaron en razas copadas. Es que la caza era un hobby exclusivo de la aristocracia y la nobleza de la época.

En la Europa medieval el término beagle se utilizaba como nombre genérico que describía a unos sabuesos más pequeños que los habituales. Guillermo el Conquistador quizá sea recordado, entre otras cosas, por haber sido el primer rey de Inglaterra de origen vikingo. Acá le sumamos otro mérito: este muchacho fue el encargado de llevar a su reino una raza conocida como talbot, de aspecto blanco y andar lento. Ya en Inglaterra, fueron cruzados con los galgos locales para darles un poco más de velocidad y efectividad. Si bien existen diferentes teorías sobre la combinación que dio origen al beagle, todas concluyen que los talbot fueron los ancestros de la raza conocida como southern hound, que podría ser el antepasado de la raza.

Cuando llegó el tiempo de Eduardo II al mando del reinado inglés, ya existía una especie de jauría de “beagle de guantes”, nombre destinado a sabuesos de pequeño tamaño. De hecho, un poco más adelante en el tiempo la mismísima reina Isabel I tuvo unos perros conocidos en su momento como “beagles de bolsillo”, debido a su inusual tamaño. Pero tal característica no los hacía pasar vergüenza frente a sus congéneres en el fragor de la caza. Los sabuesos más grandes corrían a las presas y las hacían salir de su escondite, luego se soltaba a estos pequeños para seguir con la persecución por los altos pastizales y atraparlos con gran destreza.

En el siglo XVIII existían dos razas de perros inglesas para cazar liebres y conejos. El mencionado southern hound y el north country beagle. Este último era la cruza del talbot con los galgos que había introducido siglos antes el rey Guillermo. Era rápido, más chico que los otros, pero medio pobre a la hora de olfatear cosas. Cuando la caza se convirtió en una especie de zorromanía, este ejemplar comenzó a entrar en decadencia y estuvo cerca de extinguirse. Gracias a los agricultores del sur del archipiélago, que no estaban tan colgados con los zorros y sí con la movida de cazar conejos y liebres, estos ejemplares se mantuvieron a flote. Aunque parezca joda, realmente parece que los beagle de bolsillo existieron. En Researches into the History of the British Dog, de 1866, George Jasse citaba a un beagle lo bastante chico como para entrar en la palma de la mano de una persona. Lo cierto es que se extinguieron, cosa que no sucedió con el beagle actual que, a partir de la década de 1830, se comenzó a estandarizar como la raza que hoy conocemos.

Cruzando el charco

Los primeros ejemplares comenzaron a llegar a Estados Unidos hacia 1834. De hecho, la primera mención a la raza aparece en el libro History of Ipswich, Essex, and Hamilton, de Joseph Barrow Felt, que básicamente reunía historias y datos de las primeras ciudades de la América colonial y mencionaba al beagle como ayudante de los cazadores locales para mantener a los lobos a raya y cazar alguna que otra cosa.

Sus funciones principales en el nuevo mundo no variaron mucho con respecto a lo que venía haciendo en Europa: guardia, persecución de presas y captura de piezas de caza. Aunque costó que se insertaran en la cultura norteamericana, estos nenes se hicieron más populares en Estados Unidos y Canadá que en Inglaterra. Pero la cría de esta raza como animal doméstico no ocurrió hasta entrado el siglo XIX. Hoy en día se encuentra entre las diez más populares del mundo, buscándose exclusivamente como mascota.

El beagle también ha tenido otros usos, quizá un tanto polémicos para los animalistas: fue y es una de las razas “probeta” para la ciencia. Mucha literatura académica, cuyo fin es formar a profesionales en la materia, lo utiliza como ejemplo de síntomas, pronósticos y evolución de determinadas enfermedades en base a lo que sucede en el laboratorio.

Beagle | Necesita paseos diarios, y es normal que este perro tienda a tirar de la correa con el fin de olfatear todo lo que encuentre a su paso. Esta raza pesa en promedio entre 12 y 20 kilos, mide de 33 a 38 centímetros de altura y su esperanza de vida oscila entre 12 y 15 años de edad.