Una de las escenas más graciosas de la segunda parte de la saga Men in Black es, sin dudas, cuando uno de los hombres de negro (Will Smith) tiene que lidiar con un agente perro al volver al auto, donde lo encuentra escuchando y cantando: “Who let the dogs out, woof, woof, woof, woof, woof”. Esa especie –según el film, un perro alienígena– pertenece a la muy terrícola raza pug, también conocido como carlino.
Aunque relativamente nuevo por estas latitudes, constituye una de las razas más antiguas de todas. Hace unos 3.000 años el pug ya caminaban por el mundo, más precisamente por China, pero no en la China obrera, la del chino de a pie, sino que era parte de las altas esferas. De hecho, era común que, si un príncipe se casaba, le regalaran un pug para quedar como un duque. Todo lo que rodeaba a los emperadores tenía un tinte mágico. Se creía que las arrugas que el pug tiene en la cara escondían mensajes (como las galletas de la fortuna). Además, parece que si sabías interpretar bien esos pliegues claramente se podía leer la palabra “príncipe”. Conocidos como “pai”, eran criados por los propios emperadores o los más cercanos a ellos, pero la servidumbre cada tanto negociaba por la espalda la venta del pequeño can.
Aunque sus ancestros no están del todo claros, se cree que una raza llamada happa pudo contarse entre ellos. Similar al pequinés, tenía algunas diferencias que pueden encajar en el formato actualmente conocido. El hocico chato, el pelo corto y las orejas pequeñas lo distanciaban del pequinés y lo acercaban más al pug.
En teoría, el itinerario de la raza comenzó en China y Japón y luego siguió por Europa. A medida que el mundo comenzaba a parecer más cercano gracias al comercio, el pug pudo salirse de los lujosos palacios y pasar a vivir con la gente común. Los emperadores de turno no vieron mal ese cambio, ya que para ese momento el cargo tenía ribetes de empresario. Por el 1500 comenzaron a llegar europeos al exótico Oriente y, si vender perros daba beneficios, a negociar entonces.
Lo que no queda muy claro es cómo llegó a Europa. Algunos creen que fue paulatinamente y en escala. Primero apareció en las zonas próximas a China, y luego en Rusia. De hecho, Catalina la Grande era bastante fanática de la raza. Otros aseguran, con mayor sustento, que estos perros fueron conocidos en Occidente gracias a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. En sus viajes comerciales, entre otras cosas se comenzó a importar la raza pug. Pero no sólo el comercio relaciona a estos perritos con los holandeses: el pug tuvo un papel fundamental en la guerra que mantenía Guillermo de Orange, conocido como el Taciturno, con las tropas españolas. Si se imaginan a un pug dejando la vida por su patria adoptiva, este no fue el caso. Al parecer lo que hizo el perro fue ladrar y rascar la puerta de la habitación del monarca, porque escuchó –como haría cualquier perro– movimientos en la vuelta. No eran otros que los españoles queriendo primerear a Guillermo que, gracias al cuzquito, zafó. A partir de ese día el pug no sólo pasó a deambular por la corte holandesa, sino que fue más querido que el propio entrenador Johan Cruyff.
El origen del nombre es bastante debatido, pero su alternativa, “carlino”, usado comúnmente en España, Francia y otras zonas de Europa, no tiene oposición. Se debe al actor italiano Carlo Antonio Bertinazzi, conocido como Carlin, quien desde 1740 encarnó en salas parisinas el papel de arlequín con una máscara negra que tenía semejanzas con la raza pug.
Y ya que estamos en Francia, se dice por ahí que un pug llamado Fortune propiedad de Josefina de Beauharnais, la primera esposa de Napoleón Bonaparte, se llevaba bastante mal con el emperador. No es un dato confirmado, pero resulta bastante contradictorio dominar casi toda Europa y no poder con el carácter de un perro de menos de diez kilos.
A Inglaterra llegó por el año 1688 y rápidamente fue aceptado por la clase alta. Hay relatos que describen a mujeres saliendo de sus casas junto con sus sirvientes y perros pug. Pero la moda no duró mucho, y a finales del siglo XIX la raza no era muy popular. Quizá los comentarios de algunos escritores de la época, como el del ruso Jonathan Taplin, colaboraron en su declive: “No es útil para practicar ningún tipo de deporte”, escribió en Sportsman Cabinet. Fue tal el rechazo de la mayoría de la población que fueron catalogados como “mascotas para señoras mayores”. Una vez que cruzó el charco y fue aceptado por las asociaciones estadounidenses, hacia el año 1885 se convirtió en una raza bastante extendida en aquel país.
Pug | Con un peso promedio de ocho kilos y una altura de 35 centímetros, estos enanos pueden vivir entre 10 y doce años aproximadamente. Dentro de las enfermedades más frecuentes se destacan las que afectan al sistema respiratorio, como traqueobronquitis infecciosa y estrechamiento de tráquea. Debido a sus ojos prominentes suelen sufrir úlceras de córnea, entropión y queratitis pigmentaria. También los pueden aquejar problemas articulares, como displasia de cadera y luxación de rótula, y algunos trastornos relacionados con la piel.