“Así como desde el año 1939 la Escuela Superior de Vitivinicultura jugó un rol central en la formalización de los mismos criterios para la producción de vino, la creación de Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi), con la reconversión que posteriormente se generó para la producción de vinos finos y la posibilidad de exportar, fue otro punto de inflexión. Creemos que el tercer punto es el enoturismo, que a su vez actúa como un gran exportador, porque los turistas que van a las bodegas después se ponen la camiseta y piden los vinos uruguayos que probaron”, indicó Juan Carbajal, coordinador del Polo Vitivinícola Metropolitano (PVM), que busca jerarquizar el sector.

Si bien el PVM comprende varios objetivos, el más tangible es el traslado del Museo de la Uva y el Vino a la Escuela Superior de Vitivinicultura Tomás Berreta, ubicada en el kilómetro 18 de la ruta 48 (El Colorado), donde ocupa 23 hectáreas. “La UTU acaba de terminar una serie de reformas y, como la tecnología le permitió reducir espacio, le quedó libre la vieja cava de la escuela y para ahí va el museo”, dijo Carbajal, y explicó que se trata de “la reconfiguración de un verdadero museo, porque hasta ahora podríamos decir que era un centro de interpretación”. Gabriela Fernández, a cargo de la dirección del museo, contó que abarcará una sala de exposición permanente renovada, otra para muestras temporales, un espacio de información enoturística y una sala profesional de degustación, otra de reuniones, una de conferencias y la posibilidad de que funcionen allí oficinas de diferentes asociaciones vinculadas al sector. “La instalación del museo en la Escuela no es casualidad y responde a la vocación educativa del museo y el objetivo de que confluyan intereses y de convertirse en plataforma de intercambio y desarrollo. A la actual colección del museo se sumará la de la Escuela, pero además la ubicación está rodeada de paisaje vitivinícola que formará parte de la experiencia de la visita”. Carbajal agregó que “no es lo mismo estar en el Parque Tecnológico Canario que en un edificio patrimonial con viñedos, donde los estudiantes tienen que ir manteniendo a lo largo del año la producción”. El cronograma de obras, cuya primera etapa significa una inversión de 250.000 dólares, prevé que quede listo antes de la próxima vendimia, es decir, que pueda ser inaugurado en febrero de 2020.

Pero la mirada del PVM es más amplia e implica la articulación de diversas instituciones: la Intendencia de Canelones, el Ministerio de Turismo, el Inavi, que además se mudará a las inmediaciones de la escuela, la Asociación de Enólogos del Uruguay, que construirá allí su sede, la Asociación de Turismo Enológico del Uruguay, que contará con una oficina, y la Intendencia de Montevideo. Carbajal señaló entre los objetivos específicos la elaboración de un diagnóstico y un plan estratégico hacia 2030. Según los registros del Inavi, en Uruguay existen 170 bodegas, de las cuales cerca de 30 ofrecen servicios turísticos y 80% se encuentra en el área de Canelones y Montevideo.

“Otro objetivo es promover este epicentro regional del sector como activo”, continuó el coordinador del Polo. “Para eso tenemos distintas actividades dentro del proyecto que ganamos frente a la Agencia Nacional de Desarrollo, a ejecutar en dos años, por 4.800.000 pesos, que se suma a lo que cada institución está poniendo en pro de este proyecto común. Respecto del patrimonio, vamos a tener un programa de difusión de la cultura del vino para todo público, con un ciclo de charlas, talleres y seminarios internacionales. Vamos a dedicar un mes a distintas bodegas, y vamos a promover publicaciones vinculadas al sector, además de un festival de cine especializado en vino. Todo este conocimiento es la conclusión de un proyecto que tuvo tres fases, financiado por la Diputación de Barcelona, por el cual fuimos con distintas bodegas a Cataluña a aprender cómo desarrollan el enoturismo. Desde 2011 venimos con esto, y a su vez los técnicos venían a Canelones a dar charlas. Gracias a eso, muchas bodegas que no lo tenían pensado hoy se vinculan al enoturismo y toda su familia vive de eso. Por ejemplo, Moizo, que estaba a punto de irse, porque el vino de mesa viene reduciendo la venta y a su vez los vinos finos y las exportaciones vienen creciendo. Producir vinos finos implica inversión, y muchas veces las bodegas más pequeñas no pueden hacerla. Entonces, el enoturismo es una oportunidad de ir mostrando otra veta. Esta bodega fue a los talleres, se entusiasmó y empezó de a poco en el jardín, que era el único lugar que tenía, a recibir turistas. Hoy en día tiene un local para 100 personas y vende solamente vinos finos. Lo raro es que la mayoría es turismo uruguayo, aunque las bodegas se especializan en el turista extranjero”.

Con el objetivo de generar una red metropolitana, la IM cederá un lugar en el Mercado Agrícola de Montevideo (MAM) para un puesto de información y venta de paquetes turísticos. La idea es que a partir de enero empiece a funcionar y que los fines de semana haya un ómnibus que vaya desde el MAM hasta el Polo. “Montevideo se transformó en la principal ciudad turística del país, con un millón de turistas al año, y las bodegas socias de la Asociación de Enoturismo del Uruguay está recibiendo 75.000 turistas al año, según datos de 2017, lo que da diez turistas por día, que dejan 70 dólares por persona (35 por la visita y 35 por lo que compra). Nuestro interés es que ese desarrollo se desparrame en territorio. Tenemos presupuesto para capacitar a trabajadores de las bodegas en cómo atender al turista, no sólo los guías, también los etiquetadores de botellas, por ejemplo”. Aún no está estudiado cómo se compone ese turismo interesado por el vino, pero Carbajal arriesgó una lectura: “De pisar el territorio, puedo decir que 90% son extranjeros; dentro de ese conjunto más de la mitad son brasileños, y en segundo lugar están los estadounidenses”.