En la ciudad estadounidense de Marshall, estado de Misuri, existe, además de una estatua, un parque entero dedicado a Jim, el perro maravilla del siglo XX. Nacido en 1925 en Louisiana, este setter inglés tenía todo para seguir el linaje de sus padres, un clan de campeones pura sangre que andaban muy bien cazando cualquier animal silvestre de menor tamaño que un zorro común, aves acuáticas, y eran especialistas en detectar perdices.

Aún siendo un cachorro, Jim llegó a las manos de Sam Van Arsdale, quien se hizo con él a mitad del precio que pedían por sus hermanos, ya que era el más chico de la camada y del que menos se esperaba un futuro acorde a un ADN ejemplar.

Todo indicaba que algo de razón tenían, ya que, durante su entrenamiento para la caza, el perro no mostraba mucho talento. De hecho, cuando intentaban adiestrarlo, Jim se acomodaba bajo la sombra de los árboles y miraba cómo el resto practicaba. Pero cuando su responsable lo llevó a las canchas la cosa cambió. Inmediatamente el animal logró localizar una bandada de codornices, se ubicó en el lugar indicado y se mantuvo allí hasta que las aves se dispersaron y fueron divisadas por el cazador. Sin entrenamiento previo, el perro atrapó el ave que había recibido el disparo y, tras la orden indicada, procedió a llevar la recompensa a las manos del tirador.

Desde ese día el inusual cazador mostró un don innato para saber el paradero de las aves y hasta se negaba a proceder cuando concluía que en el lugar indicado no había presas para cazar. Gracias a su talento, tanto Jim como su tenedor recorrieron diferentes estados y el número de capturas dejó de contabilizarse cuando el cuzco superó las 5.000, cifra que ningún otro perro había alcanzado.

A partir de eso la revista Outdoor Life (fundada en 1898 y considerada una de las tres más importantes del país en materia de campamentos, pesca y supervivencia) lo llamó “el perro caza del país”.

Pero lo maravilloso no era su habilidad para este deporte sin haber recibido entrenamiento previo, sino su capacidad para entender lo que el señor Van Arsdale le decía y actuar en consecuencia. Un día, por accidente, su responsable le sugirió ir a descansar bajo un nogal, y, aunque tenía varias opciones para reposar bajo un árbol, el perro se dirigió exactamente al nogal. Sorprendido por la reacción, a modo de prueba le sugirió desplazarse a distintos tipos de árboles, identificándolos por su nombre y Jim, sin problemas, respondió a su pedido correctamente en todos los casos.

Era apenas el inicio de las proezas que Jim llevaría a cabo. Cuando se le ordenaba que saliera a la calle y encontrase un auto de determinada marca, color o matrícula, lo hacía sin dudarlo. A su vez, era capaz de identificar entre la multitud a las personas que se le indicaba, de acuerdo a sus características físicas o vestimenta.

Asombrado por el talento de su mascota, Van Arsdale decidió llevarlo a la Universidad de Misuri, donde veterinarios y estudiantes intentaron explicar el inusual comportamiento. Tras ser examinado, Jim fue puesto a prueba no sólo con ordenes en inglés, sino también en italiano, francés, alemán y español, y en todas respondió satisfactoriamente. Así, tras indicarle en italiano dónde había un olmo, este lo ubicaba perfectamente, y también cuando se le solicitó en francés que encontrase determinado auto por su número de matrícula.

La carrera de cazador había quedado atrás, y ahora Jim se dedicaba a realizar actuaciones en diferentes localidades del país. En 1935 se escribió un artículo en La Gaceta de Kemmerer describiendo la presentación, y por primera vez se refirieron a Jim como “el perro maravilla”. Más adelante fue mencionada su historia en el popular Ripley’s Believe It or Not.

El perro maravilla murió en 1937, a los 12 años, y su obituario apareció en muchos periódicos nacionales y hasta en Canadá. Como su tenedor no tenía hijos, solicitó enterrar al perro en la parcela familiar del cementerio Ridge Park. Tras la negativa, Jim fue ubicado en las afueras de la necrópolis, y, debido a la necesaria expansión territorial del cementerio, con los años la tumba del perro maravilla fue rodeándose de otras humanas, con lo que se convirtió en el único perro que descansa en un cementerio para personas. De hecho, es la sepultura más visitada por los habitantes de la ciudad y también por turistas.

En 1999 se construyó un jardín conmemorativo de Jim the Wonder Dog en una parcela donde antes vivían él y el señor Van Arsdale. Lleno de árboles, con un sendero que conduce a un arroyo, el jardín cuenta en el centro con una estatua tamaño natural dedicada a Jim y una placa a sus pies que dice “No estaba entrenado. Simplemente sabía”.

El senado del estado designó oficialmente a Jim como “el perro maravilla de Misuri” en 2017.